El autobús llegó a la estación de la Alameda sobre las 8 de la mañana. En principio debería haber pasado el día en la capital, pero me apetecía la idea de visitar por la mañana Isla Negra y quizás por la tarde dar un paseo por el cerro San Cristóbal y por la plaza de Armas. Sin embargo, calculé mal los horarios. Lo primero de todo dejé la maleta en la consigna de la estación de autobuses. Una vez que se accede al edificio de la estación hay que bajar una planta. El precio por guardar una maleta en la consigna hasta las 12 de la noche es de $5000.
Para ir hasta Isla Negra hay que comprar un billete con la compañía Pullman. Sólo venden billete de ida y cuesta $5000. Yo contaba con que habría autobuses a cada momento y que podría salir en pocos minutos, pero hasta las 9:30 no había ninguno disponible, por lo que tuve que esperar una hora y pico. De momento los autobuses que van a Isla Negra paran entre los andenes 13 y 17. ¡Ojo! No son los mismos que los de Turbus. Los andenes de Pullman están junto a las ventanillas de esta empresa.
Si el primer día de viaje por Chile había llegado a la capital con un tiempo soleado y cielo azul, hoy me recibía un cielo blanquecino como cubierto de calima. Pasadas las 11 de la mañana el autobús paró en Isla Negra. Hay una única parada en esta localidad. Para ir a la casa de Pablo Neruda hay que continuar calle abajo unos 400 ó 500 metros sin cambiar de acera y girar a la derecha, a la altura de unos puestos de artesanía, por una calle de tierra cuesta abajo.
La casa de Pablo Neruda en Isla Negra tiene un límite de aforo y no existe la opción de adquirir por Internet la entrada. Temía llegar y por la fama de la casa y ser sábado, no pudiese entrar a las 11:30, pero no tuve ningún problema. La entrada cuesta $6000 con una audioguía incluida. Una vez adquirida la entrada hay que hacer cola, puesto que el acceso al recorrido por la casa se hace en grupos pequeños a intervalos regulares, para que no se agrupe demasiada gente en las mismas habitaciones. Únicamente está permitido hacer fotos en los espacios exteriores.
La decoración de la casa es original. Hay una sala que está decorada con mascarones de proa y maquetas de barcos veleros, el pasillo de las caracolas marinas y los barcos dentro de botellas, la sala del caballo, la habitación de la Covacha, a la que puso de tejado de zinc para escuchar el sonido de la lluvia cuando se sentaba a escribir.
En el exterior hay elementos interesantes, como la locomotora, la barca que adquirió pero en la que nunca navegó (una vez en el exterior de la casa invitaba a ella a sus amigos para celebrar veladas) o la tumba de Pablo Neruda y su mujer Matilde Urrutia.
La ubicación frente al océano Pacífico la dota si cabe de mayor encanto. Este día el mar rompía con fuerza sobre las rocas de la playa.
Fue en esta casa donde Pablo Neruda escribió una parte importante de su obra literaria. Residió en ella hasta 1973, desde donde tras el golpe de estado militar y ya gravemente enfermo, fue trasladado en ambulancia a Santiago y allí moriría. Sus restos mortales fueron movidos a la casa de Isla Negra en 1992, junto a los de su esposa.
Tras visitar la casa, pensé que no había mejor sitio para almorzar que en el propio restaurante que hay en las instalaciones, con el marco incomparable del océano Pacífico enfrente. Conseguí la única mesa que estaba sin reservar ese día. Pedí lo siguiente:
- Chupe de jaiba
- Caldillo de congrio
- Zumo natural de mango
Estuvo bien todo aunque el tiempo de espera entre plato y plato fue excesivamente largo. Lo encontré muy lento, por lo que no pedí postre, puesto que si no me veía otro buen rato más esperando allí. Pagué sobre $22000. Barato no es el restaurante.
Hay una tienda de souvenirs, que tampoco es económica. Sobre todo hay muchos libros y posters dedicados a algunos poemas de Pablo Neruda. No obstante no me veía comprando un poster con la oda a la cebolla. Compré en cambio un libro de poemas y un libro de fotografías de las 3 casas de Pablo Neruda por $9600.
A lo tonto, salí de allí después de las 15:30 y por suerte pude comprar un billete de autobús de regreso a Santiago para cerca de las 4 de la tarde. Al final, llegué a la estación de autobuses de la Alameda sobre las 17:30. Entre que pude recoger el equipaje de la consigna, llegar en taxi hasta el hotel Director el Golf ($8230, hay más distancia de la que creía), hacer el check-in e instalarme mínimamente, se me hicieron cerca de las 7 de la tarde, con lo cual a esa hora definitivamente no iba a ver nada ni por el centro de la ciudad ni subir al cerro San Cristóbal. Miré la hora a la que pasaban a buscarme al día siguiente por si me daba tiempo a hacer aunque fuese una escapada breve a la plaza de Armas, pero imposible. Demasiado temprano.
directoreselgolf-hotel.guestcentric.net/ ...rview.html
La habitación doble que me asignaron era bastante grande, con 2 camas, suelo de madera, TV plana, mesa, mostrador de cocina para preparar té o café, mesa baja, sofá. Era casi como una habitación de apartamento. El cuarto de baño era amplio.
Para cenar me quedé por la zona. A estas alturas del viaje no me apetecía irme al centro de la ciudad sin conocer sitios. Lo cierto es que no encontré que la parte del barrio de Las Condes donde me encontraba fuese lo más animado de Santiago un sábado por la noche. Pocos restaurantes vi y menos todavía abiertos. Me quedé en uno que está haciendo esquina en la calle del hotel con la Avda. Apoquindo. El Pardos Chicken.
www.pardoschicken.cl/home
La comida fue muy normalita. Pedí un ají de pollo que no estaba especialmente bueno y nada más. Con la bebida y la última propina del viaje, pagué $9900.
A la mañana siguiente pude tomar el desayuno buffet en el hotel, que en comparación con el del resto de alojamientos fue obviamente el mejor: pan con tomate, mantequilla y mermelada, fruta natural, zumos (no naturales), yogur líquido, cereales, embutido, queso, huevos cocidos, etc... La sección de dulces no destacaba tanto.
A las 9:30 fueron a buscarme los del transfer Transvip al hotel y en 20 minutos estaba llegando al aeropuerto, por lo que me tragué 4 horas de espera hasta la salida del avión. El vuelo transcurrió más o menos con normalidad, si exceptuamos que llevaba cerca a 3 tíos un poco bastos que no pararon de roncar desde que se subieron al avión hasta que aterrizamos en Madrid. Por el nivel de ruido generado seguro que había contaminación acústica. Imposible dormir de este modo en ningún momento y me entretuve como pude con las series que vi en la pantalla individual del asiento. De comida sirvieron almuerzo, sándwich y desayuno pasables. Llegamos a Madrid con algunos minutos de antelación sobre el horario previsto en torno a las 6:15 del día 19.
Para ir hasta Isla Negra hay que comprar un billete con la compañía Pullman. Sólo venden billete de ida y cuesta $5000. Yo contaba con que habría autobuses a cada momento y que podría salir en pocos minutos, pero hasta las 9:30 no había ninguno disponible, por lo que tuve que esperar una hora y pico. De momento los autobuses que van a Isla Negra paran entre los andenes 13 y 17. ¡Ojo! No son los mismos que los de Turbus. Los andenes de Pullman están junto a las ventanillas de esta empresa.
Si el primer día de viaje por Chile había llegado a la capital con un tiempo soleado y cielo azul, hoy me recibía un cielo blanquecino como cubierto de calima. Pasadas las 11 de la mañana el autobús paró en Isla Negra. Hay una única parada en esta localidad. Para ir a la casa de Pablo Neruda hay que continuar calle abajo unos 400 ó 500 metros sin cambiar de acera y girar a la derecha, a la altura de unos puestos de artesanía, por una calle de tierra cuesta abajo.
La casa de Pablo Neruda en Isla Negra tiene un límite de aforo y no existe la opción de adquirir por Internet la entrada. Temía llegar y por la fama de la casa y ser sábado, no pudiese entrar a las 11:30, pero no tuve ningún problema. La entrada cuesta $6000 con una audioguía incluida. Una vez adquirida la entrada hay que hacer cola, puesto que el acceso al recorrido por la casa se hace en grupos pequeños a intervalos regulares, para que no se agrupe demasiada gente en las mismas habitaciones. Únicamente está permitido hacer fotos en los espacios exteriores.
La decoración de la casa es original. Hay una sala que está decorada con mascarones de proa y maquetas de barcos veleros, el pasillo de las caracolas marinas y los barcos dentro de botellas, la sala del caballo, la habitación de la Covacha, a la que puso de tejado de zinc para escuchar el sonido de la lluvia cuando se sentaba a escribir.
En el exterior hay elementos interesantes, como la locomotora, la barca que adquirió pero en la que nunca navegó (una vez en el exterior de la casa invitaba a ella a sus amigos para celebrar veladas) o la tumba de Pablo Neruda y su mujer Matilde Urrutia.
La ubicación frente al océano Pacífico la dota si cabe de mayor encanto. Este día el mar rompía con fuerza sobre las rocas de la playa.
Fue en esta casa donde Pablo Neruda escribió una parte importante de su obra literaria. Residió en ella hasta 1973, desde donde tras el golpe de estado militar y ya gravemente enfermo, fue trasladado en ambulancia a Santiago y allí moriría. Sus restos mortales fueron movidos a la casa de Isla Negra en 1992, junto a los de su esposa.
Tras visitar la casa, pensé que no había mejor sitio para almorzar que en el propio restaurante que hay en las instalaciones, con el marco incomparable del océano Pacífico enfrente. Conseguí la única mesa que estaba sin reservar ese día. Pedí lo siguiente:
- Chupe de jaiba
- Caldillo de congrio
- Zumo natural de mango
Estuvo bien todo aunque el tiempo de espera entre plato y plato fue excesivamente largo. Lo encontré muy lento, por lo que no pedí postre, puesto que si no me veía otro buen rato más esperando allí. Pagué sobre $22000. Barato no es el restaurante.
Hay una tienda de souvenirs, que tampoco es económica. Sobre todo hay muchos libros y posters dedicados a algunos poemas de Pablo Neruda. No obstante no me veía comprando un poster con la oda a la cebolla. Compré en cambio un libro de poemas y un libro de fotografías de las 3 casas de Pablo Neruda por $9600.
A lo tonto, salí de allí después de las 15:30 y por suerte pude comprar un billete de autobús de regreso a Santiago para cerca de las 4 de la tarde. Al final, llegué a la estación de autobuses de la Alameda sobre las 17:30. Entre que pude recoger el equipaje de la consigna, llegar en taxi hasta el hotel Director el Golf ($8230, hay más distancia de la que creía), hacer el check-in e instalarme mínimamente, se me hicieron cerca de las 7 de la tarde, con lo cual a esa hora definitivamente no iba a ver nada ni por el centro de la ciudad ni subir al cerro San Cristóbal. Miré la hora a la que pasaban a buscarme al día siguiente por si me daba tiempo a hacer aunque fuese una escapada breve a la plaza de Armas, pero imposible. Demasiado temprano.
directoreselgolf-hotel.guestcentric.net/ ...rview.html
La habitación doble que me asignaron era bastante grande, con 2 camas, suelo de madera, TV plana, mesa, mostrador de cocina para preparar té o café, mesa baja, sofá. Era casi como una habitación de apartamento. El cuarto de baño era amplio.
Para cenar me quedé por la zona. A estas alturas del viaje no me apetecía irme al centro de la ciudad sin conocer sitios. Lo cierto es que no encontré que la parte del barrio de Las Condes donde me encontraba fuese lo más animado de Santiago un sábado por la noche. Pocos restaurantes vi y menos todavía abiertos. Me quedé en uno que está haciendo esquina en la calle del hotel con la Avda. Apoquindo. El Pardos Chicken.
www.pardoschicken.cl/home
La comida fue muy normalita. Pedí un ají de pollo que no estaba especialmente bueno y nada más. Con la bebida y la última propina del viaje, pagué $9900.
A la mañana siguiente pude tomar el desayuno buffet en el hotel, que en comparación con el del resto de alojamientos fue obviamente el mejor: pan con tomate, mantequilla y mermelada, fruta natural, zumos (no naturales), yogur líquido, cereales, embutido, queso, huevos cocidos, etc... La sección de dulces no destacaba tanto.
A las 9:30 fueron a buscarme los del transfer Transvip al hotel y en 20 minutos estaba llegando al aeropuerto, por lo que me tragué 4 horas de espera hasta la salida del avión. El vuelo transcurrió más o menos con normalidad, si exceptuamos que llevaba cerca a 3 tíos un poco bastos que no pararon de roncar desde que se subieron al avión hasta que aterrizamos en Madrid. Por el nivel de ruido generado seguro que había contaminación acústica. Imposible dormir de este modo en ningún momento y me entretuve como pude con las series que vi en la pantalla individual del asiento. De comida sirvieron almuerzo, sándwich y desayuno pasables. Llegamos a Madrid con algunos minutos de antelación sobre el horario previsto en torno a las 6:15 del día 19.