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22/09/2016
Nos preparamos un desayuno “self-service” que ya acordamos con la propietaria del B&B ayer, ya que hoy nos marchamos temprano a recoger el coche de alquiler y antes queremos dar una última vuelta por Palermo.
Pasamos por delante del Jardín Botánico y llegamos hasta el puerto, pero a la parte opuesta a la que estuvimos anteayer.
En la caseta de Thrifty nos dan una furgoneta Fiat nuevecita, pese a que nosotros pedimos un coche pequeño.
La primera parada es en un mirador desde el que se puede ver Castelmare del Golfo.
Seguimos hasta Scopello, donde aparcamos en la Riserva dei Zingaro por 5 €.
Bajamos a una cala donde nos bañamos en el agua cristalina, que está fresca pero no fría. Allí nos reencontramos con una pareja de Huesca que conocimos en la cola de la Cappella Palatina.
Después la intención era ir hasta Segesta por la carretera P44, que sobre el mapa parece una carretera secundaria corriente…En realidad nos encontramos con una pista asfaltada sólo en algunos tramos, pero en todos hay socavones y demás obstáculos que nuestra recién estrenada furgo soporta como puede.
Eso sí, el paisaje es encantador. Árido, pero encantador.
El resultado: Hemos contado un mínimo de 6 rascadas en los bajos, y eso a una velocidad media de 20 km/h y en primera casi todo el camino.
En un cruce un hombre con un tractor nos indica para dónde ir…en teoría. Le hacemos caso pero pasados unos metros nos encontramos un socavón enorme lleno de barro que no nos vemos capaces de superar con las ruedas tal y como las llevamos: Rebozadas de fango y piedras.
Retrocedemos hasta el cruce y al cabo de unos kilómetros ya empezamos a encontrar indicaciones para llegas hasta Segesta.
La entrada cuesta 6€, con párking gratuito. Contamos con 2 horas para visitarlo.
Empezamos por subir al teatro (unos 250 metros larguísimos por empinados), que se conserva tal cual era en origen, sin tarimas de madera que lo “falseen” como, según dicen (nosotros no llegamos a ir), en el teatro de Taormina.
Después de una visita agradable y una invitación a cenar de unos napolitanos (que declinamos amablemente), hay que bajar de nuevo hasta el párking para subir en dirección contraria hasta el templo.
Impresiona por su tamaño y por su excelente estado de conservación.
Le hacemos fotos desde todos los ángulos posibles (es tan fotogénico…), dándole la vuelta más de una vez…
… y ya emprendemos el camino hasta Trapani, donde llegamos antes de las 19h.
Nuestro B&B, Venti di Trapani, es regentado por una familia que vive allí mismo. Se trata de un tercer piso sin ascensor, y para subir las maletas las metemos en una gran bolsa de lona, que la propietaria sube con una polea eléctrica.
Nos recomienda algunos lugares para cenar y, como hoy no hemos comido nada más que unos bastoncillos de sésamo para almorzar, aceptamos las sugerencias encantados y terminamos en La Cantina Siciliana, donde probamos la especialidad local: Un cus-cus de pescado.
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