Abordamos el tren sobre la misma hora que el día precedente, de modo que en poco mas de media hora ya estábamos en Gante. El día anterior no fue precisamente apacible y se nos quedó un sabor margo con la visita de Brujas, la enorme cantidad de turistas y sobretodo el clima hicieron que el recorrido por la ciudad fuera apresurado y poco atractivo. Hoy el tiempo parecía mas calmado, no llovía y el sol se empeñaba en aparecer por algunos momentos.
Llegamos a la estación de Gante algo antes de las 10 de la mañana. Nos llevó otra media hora salir por la puerta principal y pillar el autobús nº 1 en dirección al centro y en un abrir y cerrar de ojos llegamos a la iglesia de San Miguel, mas concretamente al puente que está a su lado, para comenzar el recorrido que indica la guía de Tadeusz Zimm de esa ciudad.
Las visión desde el puente es soberbia, los muelles a la izquierda y toda una sucesión de edificios y torres medievales dignos de postal, a luz nublada del día también contribuía a ello.
Luego bajamos hasta los muelles atravesando la calle Korenlei hasta el puente siguiente donde tomamos un café sentados en una terraza al otro extremo del canal justo al principio de la calle Graslei. Continuamos un poco y a la espalda de los muelles se encuentra este imponente edificio del que no consigo encontrar referencias (ni siquiera en la guía de Zimm). Se encuentra frente a la iglesia de San Nicolás.
En un lateral se encuentra la verdadera casa de los albañiles, que se creía perdida y que tiene una replica en el muelle del grano.
La siguiente parada era la iglesia de San Nicolás que con sus torres puntiagudas parecía salir de un cuento de hadas. El interior estaba desierto y en unos minutos recorrimos toda la planta saliendo por una puerta lateral.
La siguiente etapa fue el ayuntamiento en dirección a la torre del Belfort. Por allí cerca cayó una primera cerveza.
A la torre del Belfort se accede por un edificio contiguo, la lonja de los paños. Como estaba desierto (Gante no tenia, ni por asomo, la afluencia de turistas de Brujas) para arriba que subimos.
La subida, esta vez se realiza en ascensor, algo que hay que agradecer, y en cada planta hay algo que ver. El sótano es la sala del tesoro, con los cofres donde se guardaban los pergaminos con los privilegios y poderes que fueron consiguiendo. Luego están las campanas, un dragón metálico que una vez estuvo rematando la torre y, como no, el carillón que hace funcionar las campanas con la melodía del instrumento.
Arriba del todo se accede a unas vistas privilegiadas de la ciudad en 360 grados.
Continuamos hacia la andamiada catedral y luego de dar un par de vueltas, almorzamos en el Souplounge, un restaurante sencillo con un plato único, un tazón (un gran tazón) de 3 variedades de sopa a elegir, una fruta y un par de bollos de pan. Nada mas y nada menos. Si se quiere algo rápido, barato y nutritivo es la mejor elección. Se encuentra al otro lado de un puente junto a "Margarita la rabiosa", un enorme canon pintado de rojo que nunca fue usado.
Una vez repuestos y con la barriga caliente buscamos un sitio donde tomar café y que mejor sitio que uno de los locales de moda de Gante, el Dulle Griet, una cafetería, bar, pub, cervecería, famoso por una curiosa razón: la cerveza local se sirve en una curiosa copa de cristal tallado con una base de madera y si la pides has de dejar un zapato como prenda que cuelgan de una cesta en el techo y que solo te devuelven cuando pagas. Resulta extraño pero solo por esa curiosidad es famoso este establecimiento.
Y allí estaban las cestas colgadas, en un techo y paredes repletas de carteles, muñecos de trapo y utensilios antiguos.
No tiene pérdida, se encuentra en una gran plaza y casi se podría decir que Margarita la Rabiosa apunta hacia el.
Cruzamos de nuevo el canal para adentrarnos en el barrio judío con callejuelas estrechas y antiguas muy fotogénicas llegando de nuevo a los muelles y a las puertas del Castillo de los Condes de Flandes donde tampoco entramos.
Muy cerca de allí pillamos el autobús de vuelta a la estación.
Y esta ha sido la breve visita a Bélgica. Cierto que no fue un recorrido demasiado cultural, no hubo museos ni teatros, no hubo madonna y el niño ni cordero místico pero si un vistazo general a unas ciudades soberbias con preciosas historias. Ya habrá tiempo para volver.