El pasaje a Victoria Falls es de primera clase, pero todo en el tren es decrépito. Las puertas del compartimento no abren, no hay sábanas o la jofaina de acero inoxidable no tiene salida de agua, … No importa, siempre me ha gustado viajar en tren. Me siento cómodo y, en cierta manera, me hace recordar mi primer viaje recorriendo Europa con Interrail.
Me acomodo en mi compartimento a las 18:30h, una hora antes de la salida tal y como me recomendó la expedidora del billete. Ceno un par de bocadillos, yogur y fruta que había comprado en un supermercado. Enseguida llegan mis compañeros de viaje, todos trabajadores de la compañía ferroviaria.
El tren arranca no demasiado impuntual y desde las ventanas se ve cómo las farolas de las industrias iluminan enjambres de polillas, dibujando abetos navideños.
El tren hace múltiples paradas del modo que hacen los minibuses, atravesando una zona mal comunicada en medio del Parque Nacional de Hwange. Resulta exótico ver elefantes y jirafas desde la ventana del tren, mientras acabo de leer Océano África, de Xavier Aldekoa. Un gran libro.
El tren llega a la sencilla estación de Victoria Falls a las 11:30h. Tomo un taxi, dejo el equipaje en el lodge, me aseo y voy caminando al centro de la población. Hoy se juega el primer Madrid-Barça de la temporada. Me acerco al bar Tapas Lola, regentado por españoles, a averiguar dónde puedo ver el partido con animación. Se presentan María y José Luis, los dueños. Charlo un rato con ellos, como y nos emplazamos a las 19h allí.
La localidad de Victoria Falls está edificada alrededor del reclamo turístico de las Cataratas Victoria, sin más historia que la de dar cobertura hotelera a los visitantes de este impresionante panorama.
Para hacer tiempo antes de ir al Parque a ver las cataratas con la luz del atardecer, me paseo por el mercadillo artesanal y tomo el té como un potentado colono en el hotelazo de Victoria Falls. Y de allí al Parque Nacional, a disfrutar del espectáculo de la naturaleza.
Salgo del recinto a la hora de echar el cierre, a las 18h, y hago tiempo tomando una cerveza en un mirador a las gargantas del río Zambeze. Me reencuentro con José Luis que nos lleva a la cantina de la policía. También se suma Jorge, un guía español que ese día acababa el recorrido con su grupo de viaje.
El recinto resulta de lo más animado y al estilo africano. Nada de comentarios y música local a tope. El día ha sido extraordinario y el resultado final inmejorable: Victoria.
Día 50, Victoria Falls.