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El lunes 1 de mayo, nuevamente es día de Fiesta y se nota en el ambiente de las calles con las tiendas y algunos restaurantes cerrados. La zona de Rathaus (Ayuntamiento) y sus calles comerciales están desérticas, de manera que optamos por volver a la zona del puerto.
Salimos en el metro de St. Pauli y recorremos tranquilamente los jardines del Parque Planten un Blomen.
Antes de salir del parque queremos entrar a visitar el Museo de Historia de Hamburgo, pero está cerrado, así que continuamos nuestra ruta y, de casualidad, descubrimos una pintoresca calle y unas casas preciosas, conocidas como Komponisten-quarteir. Aquí se encuentra el Museo Johanes Brahms para los amantes de este compositor y la música clásica. En esta misma zona, podemos entrar en el bonito y cuidado patio de unos bloques de viviendas que nos resultó muy curioso y muy agradable.
A continuación, volvimos a visitar la Iglesia de St. Michaelis que se encuentra a unos pasos. Caminando, caminando, llegamos al puerto, concretamente a Landungsbrücke, la zona de muelles donde se encuentra la torre del reloj y desde donde sale el ferry 62. Como el paseo anterior en el barco había sido tan estupendo, decidimos repetir la experiencia. El viaje que hicimos el primer día fue en la sala del interior del barco, viendo el paisaje a través de los cristales, mientras llovía, pero en esta ocasión, lo disfrutamos en la cubierta del barco, con un sol radiante y la temperatura perfecta. Lo volvería a repetir una y mil veces.
Llegada la hora de comer, nos decantamos por apearnos del ferry en Neumühlen/Övelgönne, una parada en un pequeño puerto, casitas de pescadores y terracitas al aire libre, donde tomamos una buena y rara mezcla gastronómica; chile con carne, arenque con cebolla y salchichas con curry (sin comentarios). Lo mejor fue comer en una terraza al sol y primera línea del Elba mientras observábamos el tráfico de los barcos por el río.
Aunque el avión salía a las 20:10 h, comenzamos nuestra retirada hacia el hotel para recoger las maletas y tomar el metro hasta el aeropuerto. De camino entramos a ver un “chiringuito” llamado Strand Pauli donde aconsejo parar a tomar una copa, os va a encantar.
Las despedidas siempre resultan tristes, y verdaderamente, nos dio pena despedirnos de Hamburgo, por lo bien que lo habíamos pasado.
Mientras escribo este diario, revivo cada instante del viaje y añoro algunos de los buenos momentos que pasamos en esta preciosa zona del norte de Alemania. Hamburgo me ha parecido una ciudad muy interesante y llena de vitalidad. Bremen me resultó bellísima, y Lubeck es única y medieval a tope. La gente que nos encontramos, que nos atendió en los restaurantes y bares, a todos los que preguntamos o pedimos ayuda, fueron especialmente amables con nosotros, lo que hizo que tuviéramos un viaje muy agradable e inolvidable.
Mayo 2017.
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