Ya sabíamos que pese a ser uno de los destinos de costa más populares de Vietnam la playa no iba a ser para tirar cohetes, menos mal que no venimos hasta aquí con la mente puesta en tumbarnos en la arena porque nos habríamos llevado un buen chasco.
La playa no es que esté sucia sino que directamente es el vertedero público, hay más basura que arena. Una pena, porque de estar limpia la playa sería preciosa. Nos fuimos caminando por la orilla del mar desde nuestro alojamiento hasta el pueblo de Mui Ne, que se encontraba a un par de kilómetros. Por el camino nos fuimos encontrando con diferente fauna, toda ella muerta. Primero nos chocamos con unos moluscos que parecían babosas gigantes, también veíamos muchos cangrejos muertos por la orilla. Un poco más adelante nos encontramos varios peces muertos en la arena y unos pasos más allá la orilla comenzó a llenarse de medusas de un tamaño importante. Llegó un momento en el que no podíamos despegar la mirada del suelo porque tenías que poner atención en donde pisabas.
Por último llegando a la fisher village cercana al pueblo, la cantidad de mierda aumentó más si cabe, aquí llegamos a encontrar una rata muerta del tamaño de un gato y hasta un perro que llevaba unos días descomponiéndose junto a unas chabolas en las que vendían pescado fresco. Con todos estos datos creo que no hace falta decir que no nos bañamos.
A favor de Mui Ne tengo que decir muchas cosas. Desde el mirador que hay a la entrada del pueblo hay una de las puestas de sol más bonitas de todo el sur de Vietnam, su bahía llena de barcos me pareció preciosa y única.
Pero el mayor atractivo de la zona, y por lo que hemos venido hasta este pequeño pueblo no es otro que un desierto formado por dunas de arena de diferentes tonos, tamaños y colores. Para conocer la zona hay excursiones en las diferentes agencias que se encuentran a lo largo de la calle principal, pero todas se escapan por mucho de nuestros bolsillos. Así que como de costumbre alquilamos una moto y nos vamos por nuestra cuenta.
Por la mañana elegimos el llamado desierto de las dunas blancas que se encuentran a unos 30 kilómetros de Mui Ne. Al llegar al lugar tuvimos que pagar por aparcar la moto y medio nos obligaban a visitar el desierto subidos en unos 4x4, cuando entendieron que no teníamos dinero nos dejaron continuar a pie.
Para alguien como nosotros, que nunca antes hemos estado en un desierto de dunas creo que es una visita muy recomendable, aunque hay bastante afluencia de turistas el lugar es lo suficientemente grande como para disfrutarlo por completo.
Durante el camino de vuelta fuimos cotilleando por carreteras secundarias que se desviaban hacia la costa sin encontrar nada destacable en los alrededores.
Para el atardecer elegimos las dunas rojas que están mucho más cerca del pueblo y se encuentran abarrotadas de turistas chinos que se encargan de llenarlas de basura, aún así creo que merece la pena dedicarles un atardecer.
Mui Ne nunca entró en nuestros planes, porque no supimos de su existencia hasta unos días antes de nuestra llegada. Nosotros se lo recomendamos a todo el mundo que disponga del tiempo suficiente para moverse por el país con tranquilidad, está fácilmente comunicado con Saigón y ofrece un paisaje muy diferente al del resto del sudeste asiático.
La playa no es que esté sucia sino que directamente es el vertedero público, hay más basura que arena. Una pena, porque de estar limpia la playa sería preciosa. Nos fuimos caminando por la orilla del mar desde nuestro alojamiento hasta el pueblo de Mui Ne, que se encontraba a un par de kilómetros. Por el camino nos fuimos encontrando con diferente fauna, toda ella muerta. Primero nos chocamos con unos moluscos que parecían babosas gigantes, también veíamos muchos cangrejos muertos por la orilla. Un poco más adelante nos encontramos varios peces muertos en la arena y unos pasos más allá la orilla comenzó a llenarse de medusas de un tamaño importante. Llegó un momento en el que no podíamos despegar la mirada del suelo porque tenías que poner atención en donde pisabas.
Por último llegando a la fisher village cercana al pueblo, la cantidad de mierda aumentó más si cabe, aquí llegamos a encontrar una rata muerta del tamaño de un gato y hasta un perro que llevaba unos días descomponiéndose junto a unas chabolas en las que vendían pescado fresco. Con todos estos datos creo que no hace falta decir que no nos bañamos.
A favor de Mui Ne tengo que decir muchas cosas. Desde el mirador que hay a la entrada del pueblo hay una de las puestas de sol más bonitas de todo el sur de Vietnam, su bahía llena de barcos me pareció preciosa y única.
Pero el mayor atractivo de la zona, y por lo que hemos venido hasta este pequeño pueblo no es otro que un desierto formado por dunas de arena de diferentes tonos, tamaños y colores. Para conocer la zona hay excursiones en las diferentes agencias que se encuentran a lo largo de la calle principal, pero todas se escapan por mucho de nuestros bolsillos. Así que como de costumbre alquilamos una moto y nos vamos por nuestra cuenta.
Por la mañana elegimos el llamado desierto de las dunas blancas que se encuentran a unos 30 kilómetros de Mui Ne. Al llegar al lugar tuvimos que pagar por aparcar la moto y medio nos obligaban a visitar el desierto subidos en unos 4x4, cuando entendieron que no teníamos dinero nos dejaron continuar a pie.
Para alguien como nosotros, que nunca antes hemos estado en un desierto de dunas creo que es una visita muy recomendable, aunque hay bastante afluencia de turistas el lugar es lo suficientemente grande como para disfrutarlo por completo.
Durante el camino de vuelta fuimos cotilleando por carreteras secundarias que se desviaban hacia la costa sin encontrar nada destacable en los alrededores.
Para el atardecer elegimos las dunas rojas que están mucho más cerca del pueblo y se encuentran abarrotadas de turistas chinos que se encargan de llenarlas de basura, aún así creo que merece la pena dedicarles un atardecer.
Mui Ne nunca entró en nuestros planes, porque no supimos de su existencia hasta unos días antes de nuestra llegada. Nosotros se lo recomendamos a todo el mundo que disponga del tiempo suficiente para moverse por el país con tranquilidad, está fácilmente comunicado con Saigón y ofrece un paisaje muy diferente al del resto del sudeste asiático.