Pues os confirmamos que Hoi An es tan bonita como la pintan, una joya en medio de Vietnam que sirve de unión entre el sur y el norte, dos partes del país muy diferentes. El centro histórico es enorme y da gusto recorrerlo a pie o en bicicleta sin tener que escuchar los pitidos de las motos y los coches.
Llegamos a Hoi An bastante cansados del trayecto en autobús nocturno pero en lugar de descansar, nada más llegar a nuestro alojamiento, nos fuimos en bici hasta una playa cercana que queda a unos 3 kilómetros de donde nos encontramos. Allí nos está esperando Iván, con el que nos volvemos a cruzar por tercera vez en este viaje.
En la playa pasamos la tarde hablando de las anécdotas que nos van ocurriendo durante el viaje e intercambiando consejos sobre el resto de la ruta, pues él venía del norte y se dirigía hacia el sur y nosotros al contrario.
Hoi An es bonita tanto por el día como por la noche. Durante las horas de luz nos cautivó el bullicio y el ajetreo de los puestos situados en las calles cercanas al mercado central, un ir y venir constante de caras a cual más fotogénica. A eso dedicamos una mañana entera en la que disfrutamos un montón fotografiando la vida cotidiana de la ciudad, pasando inadvertidos y mezclándonos entre los compradores y el tumulto que se arremolina alrededor de cada puesto.
Por la noche la cuidad se pone guapa para los turistas. Las calles principales del centro se iluminan con farolillos de papel, una de las artesanías más populares de la ciudad. Junto al río un grupo de ancianas ofrecen unas velas que colocan en una especie de barquito de papel y que los turistas sueltan río abajo a la vez que piden sus deseos. También vemos muchas parejas de recién casados que vienen hasta esta pequeña ciudad para tomarse las fotos de la boda.
Las casas y las calles de Hoi An Son de las más bonitas que hemos visto en toda Asia. Se parecen un poco a las de George Town en Malasia, pero tienen un toque de color que quizás las hagan todavía más espectaculares.
En el monumento principal de la ciudad, el puente japonés, nos encontramos con un grupo de chicas ataviadas con el Aodai, el traje típico vietnamita. Luciendo un traje tan elegante como este nos regalaron la mejor imagen que el puente japonés puede brindar.
De Hoi An no sólo nos atraparon sus calles y monumentos, una de las cosas que más nos sorprendió fue su gastronomía. En estos días hemos probado un motón de diferentes platos típicos de la zona, en general todo riquísimo y si buscas bien se puede comer muy barato. Entre los que más nos han gustado quedan el Mi Quan y el Cao Lau, en el mercado central con una crujiente corteza frita de cerdo, los Spring Rolls frescos con un toque de menta muy frescos y las deliciosas White Roses, que con una sonrisa bien grande nos servían en el bar Hi, al otro lado del río.
Esta ciudad nos ha enamorado por completo, pese a ser tremendamente turística ha sabido conservar un encanto especial y si te desvías de sus calles principales y te adentras en los callejones más estrechos podrás descubrir rincones que aún guardan un sabor especial.
Llegamos a Hoi An bastante cansados del trayecto en autobús nocturno pero en lugar de descansar, nada más llegar a nuestro alojamiento, nos fuimos en bici hasta una playa cercana que queda a unos 3 kilómetros de donde nos encontramos. Allí nos está esperando Iván, con el que nos volvemos a cruzar por tercera vez en este viaje.
En la playa pasamos la tarde hablando de las anécdotas que nos van ocurriendo durante el viaje e intercambiando consejos sobre el resto de la ruta, pues él venía del norte y se dirigía hacia el sur y nosotros al contrario.
Hoi An es bonita tanto por el día como por la noche. Durante las horas de luz nos cautivó el bullicio y el ajetreo de los puestos situados en las calles cercanas al mercado central, un ir y venir constante de caras a cual más fotogénica. A eso dedicamos una mañana entera en la que disfrutamos un montón fotografiando la vida cotidiana de la ciudad, pasando inadvertidos y mezclándonos entre los compradores y el tumulto que se arremolina alrededor de cada puesto.
Por la noche la cuidad se pone guapa para los turistas. Las calles principales del centro se iluminan con farolillos de papel, una de las artesanías más populares de la ciudad. Junto al río un grupo de ancianas ofrecen unas velas que colocan en una especie de barquito de papel y que los turistas sueltan río abajo a la vez que piden sus deseos. También vemos muchas parejas de recién casados que vienen hasta esta pequeña ciudad para tomarse las fotos de la boda.
Las casas y las calles de Hoi An Son de las más bonitas que hemos visto en toda Asia. Se parecen un poco a las de George Town en Malasia, pero tienen un toque de color que quizás las hagan todavía más espectaculares.
En el monumento principal de la ciudad, el puente japonés, nos encontramos con un grupo de chicas ataviadas con el Aodai, el traje típico vietnamita. Luciendo un traje tan elegante como este nos regalaron la mejor imagen que el puente japonés puede brindar.
De Hoi An no sólo nos atraparon sus calles y monumentos, una de las cosas que más nos sorprendió fue su gastronomía. En estos días hemos probado un motón de diferentes platos típicos de la zona, en general todo riquísimo y si buscas bien se puede comer muy barato. Entre los que más nos han gustado quedan el Mi Quan y el Cao Lau, en el mercado central con una crujiente corteza frita de cerdo, los Spring Rolls frescos con un toque de menta muy frescos y las deliciosas White Roses, que con una sonrisa bien grande nos servían en el bar Hi, al otro lado del río.
Esta ciudad nos ha enamorado por completo, pese a ser tremendamente turística ha sabido conservar un encanto especial y si te desvías de sus calles principales y te adentras en los callejones más estrechos podrás descubrir rincones que aún guardan un sabor especial.