DÍA 4. PANTANO DEL TRANCO, HORNOS DE SEGURA Y SEGURA DE LA SIERRA.
Esa mañana sí que pudimos tomar el cafecito con churros en la churrería de Arroyo Frío. Y bien ricos que estaban. Después nos metimos en el coche para emprender la última etapa de nuestro viaje por el Parque de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. El programa que teníamos por delante era ver de paso el Pantano de Tranco, parando en alguno de sus miradores, y visitar después las poblaciones de Hornos de Segura y Segura de la Sierra.
Itinerario del día según GoogleMaps
Itinerario del día según el plano que nos dieron en el Hotel Balneario de Arroyo Frío.
Itinerario del día según el plano que nos dieron en el Hotel Balneario de Arroyo Frío.
Nuevamente por la carretera A-319, seguimos en dirección al Pantano del Tranco (o del Tranco de Beas), dejando a nuestra izquierda la Torre del Vinagre, a cuya altura nos habíamos desviado el día anterior para hacer la ruta del río Borosa (etapa anterior). Por el camino, la vegetación proporcionaba unas vistas de lo más llamativo. Si pongo estas fotos sin decir el lugar donde están tomadas, ¿cuántos pensarían qué se trata de Andalucía?
PANTANO DEL TRANCO.
A unos 20 kilómetros, empezamos a divisar las primeras aguas del pantano, que es uno de los embalses más grandes de España. Fue proyectado en 1902 para abastecer de agua de riego a la comarca, pero las obras tardaron casi un cuarto de siglo en iniciarse. Se empezó a construir en 1929 y no se terminó hasta 1944 por la falta de financiación y por la Guerra Civil. En el curso de las obras quedó sumergida la aldea de Bujaraiza, cuya torre aún se puede ver cuando el nivel de las aguas es muy bajo. En la isla Cabeza de la Villa, que se encuentra al sur del pantano, también se puede contemplar las enigmáticas torres del castillo del antiguo señorío de Bujaraiza. Por la zona hay numerosos establecimientos de turismo rural, un parque cinegético con un trenecito para la observación de animales, embarcaciones de recreo, posibilidad de realizar actividades de aventura, etc. Paramos en los tres miradores más representativos: el del Castillo, el de Félix Rodríguez de la Fuente y el de la Solana de Padilla. Pongo unas fotos.
Este mirador se llama así porque Félix Rodríguez de la Fuente grabó por aquí algunos de sus programas sobre la berrea de los ciervos.
HORNOS DE SEGURA.
Pasamos la presa y, a lo lejos, empezamos a divisar la población de Hornos, aposentada sobre un risco, casi haciendo equilibrios. Realmente, la ubicación es impresionante, tanto vista desde lejos como in situ.
El municipio de Hornos se encuentra completamente enclavado en el Parque de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas y pertenece a la Comarca de la Sierra de Segura. Se encuentra a 103 kilómetros de Jaén, a una altitud de 865 metros sobre el nivel del mar y actualmente cuenta con unos 650 habitantes, cuya economía se basa en el turismo, el cultivo del olivar y el aprovechamiento forestal, lo cual no es extrañó teniendo en cuenta que el 80 por 100 de su superficie está compuesto por pinares.
El entorno de Hornos es espectacular, entre pinos, escarpados riscos y las aguas del Pantano del Tranco como telón fondo. La carretera que lleva a la población permite descubrir diferentes perspectivas, todas ellas muy atractivas, presididas siempre por las torres de su castillo. Dejamos el coche en un aparcamiento público que hay a la entrada de la población y seguimos a pie hasta el centro medieval, dejando por el momento el castillo a nuestra derecha
. El pueblo realmente nos sorprendió: es pequeño pero encantador, con un precioso conjunto de callejuelas de casas blancas, algunas engalanadas con flores y plantas al más típico estilo andaluz; especialmente bonita me pareció la calle Guadalquivir.
Pese al calor que hacía, fue una delicia ir dando un paseo hasta la Plaza en la que se encuentran la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (construida en el siglo XVI en estilo gótico, con portada plateresca) y el Ayuntamiento, donde hay una puerta que da paso al fantástico Mirador del Aguilón, desde el que se contemplan unas vistas fabulosas del Pantano del Tranco, el río Hornos y las tres sierras que integran el Parque. Es impresionante, no hay que perderse este mirador. Si la puerta estuviese cerrada, yendo por la calle de la izquierda, hay una balconada que ofrece vistas parecidas, aunque no tan completas.
Ayuntamiento y Mirador del Aguilón.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Callejeando, fuimos ascendiendo hacia el castillo, desde cuyas inmediaciones se contemplan unos panoramas no menos espléndidos. Entretanto, los gatos se echaban la siesta, que hacía calor.
El castillo formaba parte del sistema defensivo de Hornos, que constituía uno de los puntos fuertes de la Sierra de Segura. Data de los siglos XII a XIV y pasó por diversas vicisitudes. No pudimos visitar el interior, ni subir a la Torre del Homenaje, porque no era día de visita. Es lo malo que tiene hacer turismo en días laborales fuera del verano. Se gana en tranquilidad, pero se corre el riesgo de encontrarse con los monumentos cerrados.
Sin embargo, como he mencionado, por ver las vistas ya merece la pena el desplazamiento. Un pueblo muy bonito, realmente.
Como era la hora de comer, decidimos buscar un restaurante. Al ser día laborable, la oferta gastronómica no estaba al completo, así que nos decidimos por el Restaurante Raisa, que también funciona como Alojamiento Rural. Fue todo un acierto. Comimos de maravilla y no resultó caro pues la factura rozó los 40 euros. De primero pedimos habitas y croquetas caseras con rellenos variados (las de bacalao y las de morcilla estaban exquisitas). Directamente pedí que nos pusieran las croquetas (eran ocho y grandecitas) para llevar porque con las habitas (con su correspondiente jamón y huevos fritos) tuvimos un entrante para los dos. Después cabrito, pimientos rellenos de marisco y postres. Todo estaba rico y las raciones eran abundantes. Además, tomamos café y nos obsequiaron con chupitos. En resumen, quedamos satisfechos.
Terminado el almuerzo y antes de abandonar Hornos, todavía paramos en el Mirador de las Celadillas, que ofrece una estupenda vista panorámica del pueblo. Se encuentra saliendo por la carretera A-317a, a unos 500 metros del cruce. Está indicado. Se deja el coche en el margen derecho de la carretera (hay sitio) y se llega andando. Apenas son 100 metros y merece la pena.
SEGURA DE LA SIERRA.
Continuamos en dirección a Segura de la Sierra, pero en vez de tomar el camino más corto (unos 15 kilómetros), dimos un rodeo por la parte posterior de Hornos, recorriendo el interior de la sierra y pasando junto al desvío hacia el Pico del Yelmo (1.808 m/s/m). Estábamos a pocos kilómetros, pero vimos unas antenas en lo alto y como no sabíamos con seguridad si se podría llegar a la cima (a veces nos hemos encontrado con la entrada cortada en sitios similares), decidimos no arriesgar.
Llegando al castillo por la carretera que procede del Pico del Yelmo.
Por una estrecha carretera, fuimos ascendiendo la montaña entre pinares y tras un entretenido recorrido de casi una hora llegamos a la parte alta de Segura de la Sierra, donde se encuentra el castillo mudéjar, cuyo interior tampoco pudimos visitar porque, ¡cómo no!, estaba cerrado. De todas formas, pudimos acceder al recinto amurallado, recorrer las torres y contemplar las fabulosas vistas que se tienen desde lo alto. Impresionante.
El castillo presenta una estampa imponente desde cualquier ángulo.
Las vistas sobre el núcleo urbano y todos los alrededores son soberbias.
Segura de la Sierra se encuentra a 160 kilómetros de Jaén, a una altura sobre el nivel del mar de 1.145 metros y cuenta actualmente con una población de unos 1.900 habitantes. Fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1972. Si la ubicación de Hornos parece espectacular, la de Segura de la Sierra es el no va más. Sobre todo lo comprobaríamos después, al marcharnos, cuando seguíamos viendo su estampa encaramada en lo alto de un risco a kilómetros y kilómetros de distancia.
Aquí vivieron los griegos, que llamaron Orospeda al monte sobre el que se asienta. Su máximo esplendor lo alcanzó en tiempos de los árabes, que fortificaron el lugar en el siglo VIII, convirtiéndolo en inexpugnable e inaccesible. Reconquistada por los cristianos, el rey Alfonso VIII cedió la población a la Orden de Santiago y en 1243 pasó a manos de la Corona de Castilla. Entre sus hijos más insignes se encuentra el poeta Jorge Manrique, que tiene erigida una estatua junto a la puerta de entrada al casco histórico, en un balcón-mirador con vistas muy bonitas. Por cierto que a esa hora (las cinco de la tarde) el sol pegaba de lo lindo y hacía bastante calor. No me quiero imaginar lo que puede ser esto en verano.
Mirador de Jorge Manrique, con el Pico del Yelmo al fondo (el de las antenas).
Naturalmente, hay que pasear por las callejuelas de casas blancas, tortuosas, retorcidas y empinadas (¡como cuesta subir las cuestas al sol!), típicamente andaluzas.
Además, hay varios lugares interesantes para ver, como señala un letrero en la Puerta que da paso al casco histórico:
El Ayuntamiento que cuenta con una bonita portada plateresca, recientemente restaurada.
La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Collado, que data de 1520. Estaba cerrada, ¡qué raro!
La Fuente Monumental construida en 1517 con motivo de la visita del Emperador Carlos I y que cuenta con su escudo. Se reformó bastante en los años 70 del siglo XX.
La fuente junto con la iglesia forma un bonito conjunto.
La Iglesia de los Jesuitas. Se encuentra adosada a la iglesia parroquial y se construyó a finales del siglo XVI con portada renacentista.
Los Baños Árabes, del siglo XI. Merece la pena acercarse a verlos. Se encuentran restaurados y la entrada es gratuita. Junto a la entrada hay unos interruptores para encender las luces que producen efectos con mezclas de colores. Estaban abiertos, ¡bien!
Acceso a los Baños Árabes.
Interior de los Baños Árabes.
Alrededores de los Baños Árabes.
Interior de los Baños Árabes.
Alrededores de los Baños Árabes.
Y allí terminó nuestra visita a las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas. Nos gustó mucho la excursión. La recomiendo, aunque mejor que no sea en pleno verano porque las temperaturas pueden llegar a ser muy altas y muchas de las cascadas seguramente estarán secas. A mediados de mayo, nos hizo un tiempo espléndido: fresquito por la noche y durante el día con sol y calor, aunque moderado (unos 25 grados): un ambiente ideal para unas vacaciones cortitas pero intensas.