Península de Dingle (I) ✏️ Diarios de Viajes de IrlandaLa Península de Dingle es, según opinión de muchos, uno de los lugares más bellos de Irlanda. Un sitio único para perderse. Fundamental el conocerla sin prisas, sin marcarse horarios muy apretados para así poder disfrutar plenamente de ella. Es...Diario: Ruta por el oeste de Irlanda⭐ Puntos: 5 (16 Votos) Etapas: 12 Localización: IrlandaLa Península de Dingle es, según opinión de muchos, uno de los lugares más bellos de Irlanda. Un sitio único para perderse. Fundamental el conocerla sin prisas, sin marcarse horarios muy apretados para así poder disfrutar plenamente de ella. Es más, puede tratarse perfectamente de un único destino para pasar allí una estupenda semana. Con esta idea dedicamos el primer día a recorrer una ruta circular de unos 50 kms. conocida como la Slea Head Drive que ocupa la mitad occidental de la península. Partimos de Dingle dirección norte por la R-549, alcanzando el territorio San Brandon (o Brendan o Brandán o Borondón, según sea la transcripción), un monje y santo local nacido hacia el año 484 en un pequeño poblado cerca de Tralee. Toda la zona que vamos atravesando por estas estrechas carreteras está llena de referencias a él: Monte Brandon (el segundo más alto del país, con 952 metros), la población de Brandon, el cabo de Brandon, Brandon Head o Brandon Creek, nuestro primer destino. Según cuenta la tradición irlandesa, desde este pequeño embarcadero San Brandon emprendió un viaje de 7 años en compañía de otros 14 monjes por diferentes puntos del océano Atlántico con la misión de evangelizar a los pueblos que encontrara (para algunos, llegó hasta las Islas Canarias vinculándose con la misteriosa isla desaparecida de San Borondón, para otros llegó incluso a América) o en busca, quién sabe, de la tierra prometida, sufriendo no pocas aventuras y desventuras. Una narración recogida en un texto del siglo X encontrado en la región alemana de Renania, el "Navigatio Sancti Brendanni Abattis", nos habla de sus avatares. Será mundialmente conocido como Brendan el Navegante. Una gran gesta, máxime si tenemos en cuenta que fue emprendida en la ya mencionadas curraghs, esas pequeñas embarcaciones vinculadas con la gente de mar de la Irlanda occidental. En Brandon Creek encontramos algunas de ellas. Tomando rumbo oeste vamos observando el paisaje de suaves colinas y verdes praderas con sus correspondientes ovejas pastando. Tras sortear unos cuantos kilómetros de una sinuosa y muy estrecha carretera llegamos a uno de los monumentos más importantes de la península, el Gallarus Oratory. Se trata de una construcción del siglo VII (aunque bastante reformada en el XII), con forma de nave invertida. Una de las primeras construcciones cristianas (un oratorio) que se conservan en toda Europa. A su lado, una piedra con inscripciones celtas. Hay que acceder por un centro de interpretación, previo pago de 3 €. Continuamos admirando el paisaje que nos rodea con la silueta de Las Tres Hermanas al fondo hasta llegar a la población de Ballyferriter, con llamativas casas de color pastel. O las fotogénicas vistas de la isla que nos aparece enfrente, conocida popularmente como el Sleeping Giant, una porción de tierra con forma de gigante borracho de tripa cervecera. Y un poco más adelante, el Centro de Interpretación de las Islas Blasket. Se trata de un edificio de diseño moderno, construído no hace mucho con fondos de la Unión Europea, donde nos enseñan la historia de las islas que tenemos justo enfrente de nosotros, las Islas Blaskets. En noviembre de 1953 fueron evacuados hacia tierra firme los últimos habitantes de la isla mayor, la Gran Blasket (de unos 5 kms. de largo y 1 de ancho), llevándose con ellos una cultura y una manera de ver las cosas. En 1916 vivían en esa isla 165 personas, descendiendo desde entonces su población: 150 en 1925, 98 en 1945, 20 en 1953. Contaba con muy pocos recursos, por lo que muchos de sus habitantes tuvieron que emigrar, básicamente a Estados Unidos. Uno se sorprende al enterarse que una isla tan pequeña y con tan escasa población ha sido capaz de generar varios escritores de cierto renombre a nivel local: Tómas O Criomhthain ("El isleño"), Peig Sayers ("Reflexiones de una anciana") o Muiris O Súilleabháin ("Veinte años creciendo"). Desde el pequeño embarcadero del puerto de Dunquin salen en primavera y verano embarcaciones rumbo a la Gran Blasket. Allí, aparte de mucha paz, uno puede encontrar restos de una fortificación de la Edad del Hierro y algunos beehive huts (unas pequeñas construcciones de piedra que servían de albergue para peregrinos). La tradición nos cuenta que los vikingos instalaron allí un campamento permanente desde donde asaltaban periódicamente el monasterio de Skellig Michael (en próximas jornadas hablaremos de él). Dunquiin es una pequeña aldea de unos 100 habitantes. Algunos de éstos son herederos de aquellos desplazados de las Islas Blaskets de 1953. Cerca de su embarcadero hay una placa que, nuevamente, recuerda a los náufragos de la Spanish Armada. En el verano de 1588 partió de Lisboa una importante flota con 130 navíos, la Grande y Felicísima Armada, como la llamó su promotor, Felipe II, con la pretensión de recoger en Flandes a 30.000 soldados de los Tercios Españoles - a la orden de Alejandro de Farnesio - y atacar Inglaterra para destronar a Isabel I e instaurar allí una monarquía católica. Los barcos españoles eran, fundamentalmente, galeones, enormes fortalezas flotantes de la época, muy útiles para el comercio con las Indias pero de escasa maniobra y pesados movimientos. La armada inglesa les salió al paso a principios de agosto en el Canal de la mancha, alertados previamente por los espías de su país. Sus barcos eran más livianos, manejables y rápidos, consiguiendo atacar y retirarse con gran celeridad. Fue en esos escenarios frente a Calais donde tuvo lugar la Batalla de las Gravelinas. El mal tiempo, la falta de contacto con las tropas de tierra de Alejandro de Farnesio, la pesadez de los galeones españoles, la pericia inglesa, el mayor alcance de su artillería y el efecto de los "Brulotes incendiarios" (pequeñas naves encendidas cargadas de Brea) propiciaron el desastre. Aunque, realmente, en esta batalla sólo se hundieron 4 barcos españoles y los muertos no pasaron de 500. El verdadero desastre vino poco después. El 8 de agosto, empujados por fuertes vientos del norte, el Duque de Medinasidonia, al frente de la flota pero con muy poca experiencia en el mar, decidió abandonar la zona y dirigirse de vuelta a la Península circunnavegando Escocia y el oeste de Irlanda. Este viaje de vuelta fue el auténtico infierno para las tripulaciones, con un tiempo excepcionalmente duro y tormentoso, con episodios de galerna. Se calcula que en las costas irlandesas naufragaron más de 25 navíos, con más de 10.000 bajas entre muertos, heridos, prisioneros o fallecidos en epidemias. Otros muchos sobrevivieron a los desastres de los naufragios refugiándose en remotas aldeas de estas comarcas, haciendo buena la leyenda que se comenta por estos lugares, que en la Península de Dingle hay más cantidad de morenos que en el resto de Irlanda por la descendencia que dejaron estos náufragos españoles. No muy lejos de la placa instalada en el embarcadero de Dunquin, los galeones Santa María de la Rosa y San Juan de Ragusa se fueron a pique con gran parte de su tripulación, falleciendo más de 400 personas, entre ellas el Príncipe de Asculi, según parece hijo natural de Felipe II. Cambiamos de registro. Tomamos la R-559 dirección sur para ver la playa donde rodaron varias escenas de una de esas películas que dejaron huella en esta Península de Dingle, "La hija de Ryan". Película dirigida en 1970 por David Lean, quien se sirvió de los bellos paisajes de esta parte de Irlanda para contarnos no sólo una historia de relaciones humanas sino también la tensa situación política en la que se encontraba Irlanda años antes de liberarse del dominio británico o del modo de vida de sus pobres habitantes, con la figura del cura católico como eje unificador, para lo bueno y para lo malo. Robert Mitchum en su estupendo papel de maestro de escuela rural, Sarah Miles como joven y desubicada hija de Ryan (el dueño del pub, auténtico club social) y Trevor Howard ,como padre Hugh Collins, aportan calidad a la obra. A mi entender, una película que se hace necesaria ver antes de venir a pasearse por esta apartada península del oeste irlandés. Continuando dirección sur, en el extremo más suroccidental de la Penínsila de Dingle, al pasar una curva, nos encontramos en la carretera un conjunto escultórico de tamaño natural, en piedra blanca, de Cristo crucificado, María, María Magdalena y San Juan Evangelista (resulta frecuente el encontrarse por las carreteras irlandesas imágenes religiosas de este tipo, conformando su arraigado catolicismo). Enfrente, el Slea Head. Aprovechando una pequeña zona de parking, nos paramos a contemplar las maravillosas vistas que tenemos frente a nosotros, con las Islas Blaskets, las Skellig, el Sleeping Giant o el rosario de islitas próximas a esta costa. Y seguimos. Continuando la carretera por la costa sur nos vamos encontrando con pequeñas construcciones de piedra en forma de colmena en los que se cree buscaban refugio los peregrinos mediavales que realizaban la travesía hacia la isla de Skellig Michael. Se llaman beehive huts y hay decenas a un lado y otro de la carretera. Al estar dentro de propiedades privadas, hay que pagar para poder visitarlos. Como también hay que pagar (4 €) para visitar el Dunberg Fort, un fuerte construído hacia el año 800 a.C. Frente al mar, desde él se contempla la Isla Valentia, Bray Head y las siluetas rocosas, en forma de cresta de gallo, de las islas Skellig. En realidad, el pequeño fuerte, como monumento histórico, no es que tenga un gran valor, sobre todo si lo comparamos con los ya vistos en Inishmore o el que veremos en un par de días en la vecina península de Iveragh. La visita incluye un audiovisual proyectado en un edificio próximo. Continuamos por la R-559 y, adentrándonos por la Bahía de Ventry ya bien caída la tarde, nos disponemos a darnos un pequeño homenaje en un conocido restaurante a pie de carretera, The Skipper, a base de buen pescado y marisco de la zona. Una muy recomendable forma de finalizar una estupenda jornada. De regreso a Dingle podremos hacer la digestión de la cena a base de cerveza Guinness o de la local Crean (que tampoco está nada mal) en conocidos pubs como el Murphy, O'Sullivan o el O'Flaherty al ritmo de buena música irlandesa. Índice del Diario: Ruta por el oeste de Irlanda
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