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En Dunedin, casi enfrente del hotel Law Courts, Stuart St., hay una cafetería inspirada en las librerías antiguas que es toda una monada y sirven un café riquísimo. No recuerdo muy bien su nombre, creo que era The Best Café.
Desde Dunedin a Moeraki hay como una hora de carretera. Para esta visita hay que tener en cuenta también la marea. La bajamar en esta zona era a las 8:19, así que nos venía bien.
Los Moeraki Boulders son unos cantos rodados excepcionales que se encuentran en la playa de Koekoe, cerca de la localidad de Moeraki.
Desde la carretera están bien indicados y se puede llegar a ellos desde un primer aparcamiento y andando por la playa o dirigiéndose hacia un restaurante desde dónde hay unas escaleras que bajan directamente a la playa. Nosotros fuimos andando por la playa. Es bonito caminar de mañana por estas lindas playas e ir acercándote poco a poco hasta estas enormes rocas.
Los cantos rodados de Moeraki son un grupo de piedras esféricas inusualmente grandes que se encuentran esparcidas por la playa y alguna que otra se pueden ver emergiendo en los acantilados de arenisca. Estas piedras son concreciones de barro, limo fino y arcilla, cementados por calcita de forma gradual, en un proceso similar al de la formación de las perlas. Una vez formadas las concreciones, la erosión del viento, las olas, la lluvia, se han encargado de ir dando a cada una su forma individual. El proceso de formación de las piedras más grandes pudo haberse demorado unos cuatro millones de años. Y todas ellas se creen tengan una antigüedad de más de 50 millones de años.
El grado de cementación por calcita varía desde el interior, más blando, a muy duro en su borde exterior. También puede variar de unas piedras a otras. Algunas se encuentran partidas y se puede ver el interior. Otras se encuentran con la superficie agrietada, asemejando el caparazón de una tortuga.
El tamaño puede variar. Las hay de 0,5 m a 2,2 m. de diámetro y pueden pesar toneladas. La piedra más grande se encuentra en el exterior del Museo de Otago en Dunedin. Mide 3 m. de diámetro y pesa 7 toneladas. Fue llevada allí cuando la zona aún no estaba protegida.
Hay como unas 50 piedras en la playa y según fotos antiguas del S. XIX había muchas más. La gente se llevaba las más pequeñas para adornar jardines o como recuerdo.
Las rocas han sido un misterio para mucha gente y durante bastante tiempo, habiendo varias teorías variopintas de su formación así como nombres distintos aplicados a su forma. Que si son rocas extraterrestres, huevos de dinosaurio, expulsiones de un volcán, el Stonehenge de NZ… La leyenda maorí cree que son las calabazas que arrastraba la canoa Arai-te-uru y que fueron arrastradas a la playa desde donde naufragó en un lugar cercano a esta costa, en Shag Point.
Sea lo que sea, lo cierto es que es una visita muy recomendable y el lugar es bastante fotogénico. A nosotros nos pilló el sol de frente, mirando al mar, y estas fotos salían algo oscuras.
Desde la playa subimos las escaleras hasta el restaurante, que creo que es también el centro de interpretación, para tomarnos un desayuno tardío. Desde la terraza se puede ver la playa y las piedras en su conjunto.
Hasta Oamaru hay 40 kilómetros. Tengo entendido que esta ciudad tiene una serie de edificios victorianos en Thames St. y un barrio entero junto al mar, que merecen una visita. Así como sus colonias de pingüinos de ojos amarillos, pingüinos de ojos azules y leones marinos, lo que más gente atrae. En nuestro itinerario no encajaba Oamaru al atardecer, que es cuando se pueden ver los pingüinos, la dejamos sin visitar.
Antes de llegar a la ciudad nos desviamos al interior, hacia Duntron y el valle de Waitaki.
Nuestra siguiente visita nos pillaba en la ruta hacia Mt. Cook y nos sirvió de pausa en los muchos kilómetros a recorrer.
Sobre unas colinas de Island Cliff, muy cerca de la localidad de Duntron, se encuentran lo que llaman Elephant Rocks. Son unas formaciones rocosas de piedra caliza de varias formas y tamaños, mayoritariamente voluminosas, que se encuentran esparcidas en unos prados de propiedad privada en el Maerewhenua Valley. Reciben este nombre por la forma abultada de muchas de ellas, aunque ninguna en concreto tiene la forma de este animal
Hay algunas piedras bastante altas y con paredes lisas que son utilizadas por escaladores que quieren practicar la escalada en roca, lo que vienen a llamar ahora, el bouldering.
Su origen se remonta a hace más de 25 millones de años y se formaron en el fondo del mar. Al emerger del mar, el viento y el agua fueron erosionando la piedra caliza dándoles a cada una su forma actual.
No es una atracción de las más famosas pero sí que tiene visitantes. Los seguidores de las Crónicas de Narnia, por ejemplo, pues aquí se grabaron las escenas del campamento de Aslan en la primera de las películas.
A mí si que me gustó la zona. Me pareció curiosa y los verdes prados con sus ovejitas entre las piedras le daban un toque especial.
El aparcamiento se encuentra al lado de la carretera y luego se entra al recinto abriendo una verja. Y aunque parezca increíble en medio de estas piedras hay una caseta de baño. No deja de sorprenderme el cuidado que tienen con su medioambiente.
Nos salimos de este valle en donde hay más formaciones curiosas, con algunos acantilados que asemejan un paisaje lunar.
En la carretera 83 vamos recorriendo el valle del río Waitaki. Este río que recoge el drenaje de importantes lagos como el Ohau, Pukaki y Tekapo, va formando en su recorrido otros lagos azules que son más bien presas hidroeléctricas. Esta es una zona importante en producción de electricidad.
El primer lago que vemos al paso es el Waitaki que es el más pequeño y casi se confunde con el siguiente, mucho más grande, el Aviemore. El lago Benmore es aún más grande pero desde la carretera solo se ve uno de sus extremos.
El valle de Waitaki forma como una frontera natural entre la provincia de Otago y Canterbury
Cuando la carretera 83 desemboca en Omarama nos incorporamos a la SH 8 que nos llevará hasta nuestra siguiente parada.
Cruzando el valle de Waitaki estamos entrando en el que llaman País de McKenzie y desde Omarama ya estamos de pleno dentro de él. Se le dio este nombre por un ladrón de ovejas, de origen escocés, que se convirtió en uno de los personajes más populares de NZ. Toda la zona de la cuenca de McKenzie estaba despoblada, a excepción de alguna tribu maorí que vivía de forma intermitente. Consiguió reunir un gran rebaño y se desenvolvía por toda la zona que ahora lleva su nombre. La escritora Sarah Lark lo incorporó a su trilogía de novelas desarrolladas en NZ, como uno de los principales personajes masculinos.
En Twizel hacemos una parada para ir al supermercado y aprovisionarnos para el día siguiente. El Four Square nos sirve para nuestro propósito y comprobamos que sus precios aquí son más baratos que en Queenstown. También nos fuimos a comer a Poppies Café, en Bermore Place. Y creo recordar que comimos bastante bien.
Pasado Twizel hay que coger la SH80 para llegar a Mt. Cook Village. Son unos 65 kilómetros con vistas gloriosas que no dan un respiro. Dan ganas de pararse a cada instante. La carretera casi enseguida va bordeando el lago Pukaki.
Antes de tomar la SH80, la carretera cruza el Pukaki Canal que anticipa el color azul del lago. El canal sale del lago y continúa su andadura como parte del complejo hidroeléctrico Waitaki.
Cuando el viaje va tocando a su fin ya piensas que nada te va sorprender. Entonces te encuentras con este lago azul. Pero la palabra azul se queda corta para describir este lago. La definición de azul puede tener muchos matices.
El lago Pukaki es el lago más grande de los tres lagos alpinos de la cuenca del McKenzie. Su color azul extraordinario, ¿tirando a turquesa?, es debido a los sedimentos de sus aguas, las partículas de “harina de roca”. Cuando un glaciar con fondo rocoso se desplaza se produce el roce entre rocas que da lugar a este sedimento.
Los tres lagos alpinos, Pukaki, Tekapo y Ohau se formaron del mismo modo. Las morrenas terminales que quedaron cuando los glaciares retrocedieron, formaron una presa que retuvo el agua derivada del deshielo del glaciar que ocupo el valle tallado por el mismo.
El lago Pukaki se alimenta de aguas glaciares del río trenzado Tasman que ha recogido el agua del glaciar Tasman, Hooker y Muller, trasportando esta harina de roca que le da su magnífico color azul. En otro extremo se alimenta de las también aguas glaciares del lago Tekapo.
El azul turquesa del lago le quita el protagonismo al azul del cielo que hoy luce como pocos días, con tan solo unas pocas nubes errantes. En otros ángulos, si no fuera por la línea de montañas del fondo, sería difícil definir cuando acaba el cielo y comienza el lago.
La carretera va avanzando y además de las vistas del lago hay que añadir las vistas del Mt. Cook y demás montes vecinos, cada vez más cercanas.
Se llega al valle del Tasman y al poco estamos en Mt. Cook Village. Hemos llegado al Parque Nacional Aoraki – Mt. Cook.
El Parque Nacional se nombra con el distintivo maorí, Aoraki (horadador de nubes) en honor de una deidad mitológica y el nombre que le pusieron en inglés, en honor del capitán Cook.
Forma parte de Te Wahipoumamu, patrimonio mundial de la humanidad, como ya he mencionado en otra ocasión.
Contiene 19 picos de más de 3000 m., entre ellos el más alto de NZ con 3724 m., que es también el monte más alto de Australasia, el Aoraki/Mt.Cook, que da nombre al parque. Los glaciares, aun en franco retroceso, cubren el 40% del área del parque. Ocho de los doce glaciares más grandes de Nueva Zelanda se encuentran en este parque.
Mt. Cook Village es tan solo una pequeña aldea que contiene tres hoteles y las instalaciones para el personal de dichos hoteles y el personal de apoyo.
Nosotros tenemos alojamiento en el Mt.Cook Lodge & Motel. Cuatro habitaciones dobles en el lodge a un precio no excesivamente alto.
Hicimos el check in lo más rápido que pudimos y una vez dejado el equipaje en las habitaciones nos ponemos en marcha, que hay que aprovechar la tarde tan buena que se presenta.
Esta vez tenemos suerte y nos toca una habitación con vistas al Mt. Sefton y su vecino Footstool.
Retrocedemos por la carretera que nos ha traído y nos desviamos a una carretera de tierra, la Tasman Valley Rd, que finaliza en el aparcamiento Blue Lakes, con zona de servicios y una caseta que funciona como refugio diurno de senderistas.
En el folleto de rutas cortas del DOC para el valle de Tasman figuran dos que se confunden entre sí. No están muy bien explicadas que digamos.
Ambas comienzan en el aparcamiento. Al poco de comenzar a caminar hay una pista que sale a la derecha que lleva al río Tasman y al embarcadero desde el que salen excursiones en botes por el lago. Hay que seguir subiendo por unos escalones que llevan hacia una colina de piedras que no es otra cosa sino la morrena terminal creada por el glaciar cuando era mucho más grande. Si vuelves la vista atrás verás vistas del valle Tasman, por el que hemos venido.
Como a unos 400 m. aparece el cruce que lleva a los Blue Lakes. Más arriba se puede ver algo de estos lagos y se puede comprobar que son verdes y no azules. Hay un banco que da a los lagos y un panel que explica por qué los lagos ahora son verdes. Cuando se le puso nombre a los lagos a mediados del siglo XIX los lagos eran azules porque eran filtraciones del deshielo glacial a través de la morrena. Como actualmente el glaciar Tasman se ha reducido en longitud y altura el agua ya no se filtra por debajo de la morrena. Ahora los lagos son alimentados con agua de lluvia y unas algas verdes le han dado su color.
Seguimos subiendo por el sendero que se vuelve más pendiente. 1,15 km. desde el inicio. Un mirador se abre al lago que ocupa un valle entre altas montañas. Aguas entre grisáceas y azulonas con tonos lechosos, cargadas de harina de roca, flanqueadas por feas morrenas laterales. Pero es que todas las morrenas son feas. Al fondo del lago se aprecia el acantilado de hielo perteneciente ya al glaciar Tasman. Pocos y pequeños icebergs flotan en el agua.
El glaciar Tasman es el más grande del país. Pero tiene cifras preocupantes. Hay un panel en el que se pueden leer los nombres de las montañas que se alzan por encima del lago y alrededor del mismo. Pero también expone unos datos referidos a 2011. Su longitud es de 24 km.
En muchos sitios se lee que la longitud del glaciar es de 27 o 29 km. Pierde de 480 a 820 m. por año. Con esta media en 2027, dentro de 10 años, tendrá 20 m. Corren malos tiempos para los glaciares.
El lago Tasman ni siquiera existía antes de 1970, y ya tiene 7 u 8 km. Así que disfrutemos de esta vista maravillosa que es posible que en un futuro no exista.
Retrocedemos por el mismo camino hasta el cruce con el sendero que lleva a los lagos en el cual nos adentramos. El primer lago es pequeño y no parece tener mucha agua. Lo bordeamos y seguimos adelante hasta toparnos con un segundo lago aún más pequeño. Más adelante y después de un estrechamiento del camino, que por aquí parece poco pisado, nos encontramos con otro lago que es bastante más grande y su color recuerda en algo su nombre original. Es el más bonito de ellos.
Hay alguien bañándose y parece que hemos llegado a perturbar su solitario baño. Pero algunos de los nuestros no se lo piensan tampoco, y al agua que se van.
Como mi marido y yo no pensamos bañarnos, proseguimos por el sendero para finalizar la ruta que hemos comenzado. Bordeado el lago, el camino comienza a subir en medio de arbustos y terreno pedregoso. A veces hasta se pierde el rastro, pero montoncitos de piedras te lo vuelven a mostrar. Luego comienza a bajar por terreno aún más pedregoso y finalmente desemboca en una pista de tierra estrecha en la que puede circular un 4x4. Se trata de la Ball Hut Rd. que es como una extensión de la carretera Tasman Valley Rd. Pero eso entonces no lo sabíamos ni viene indicado en ningún sitio. Observamos que a la derecha de esta pista se alzan las altas morrenas laterales del glaciar y como en la descripción de la ruta indica que hay un mirador en una morrena pues seguimos andando por la pista.
No sé cuánto tiempo estuvimos caminando, pero pasamos varias paredes de morrenas que parecían totalmente inestables e imposibles de subir. Ya pensábamos que nos habíamos equivocado cuando a lo lejos vimos como una cuerda y una estaca de palo en lo alto de la cresta de una de las morrenas. Hasta allí llegamos y comenzamos a subir por la ladera de la morrena que tiene compactadas las rocas para facilitar una especie de sendero hasta la cresta final en donde había una cuerda como protección ya que el mirador es la misma cresta fina de la morrena. Una subida de 100 m. de desnivel en una tacada.
Pero las vistas lo merecen. Pueden ser similares a las que se ven desde la morrena terminal, respecto del lago, pero el acantilado de hielo del glaciar se ve mucho más cerca y, lo que es mejor, se alcanza a ver el glaciar en más longitud pudiendo contemplar su trazado de color blanco inmaculado en contraste con el color parduzco que presenta al filo del lago.
La pista sigue subiendo y a lo lejos se ve como un collado desde el que las vistas del glaciar tienen que ser estupendas. Pero nos preocupa que los compañeros hayan finalizado ya el baño. Así que nos regresamos por la misma pista hasta su final pues desemboca en el aparcamiento donde hemos dejado los coches. Allí pude ver el nombre de la pista y también que por ella se llega hasta un refugio, a 4 horas de camino, que enlaza con una ruta de dos o tres días de duración, la Ball Pass creo que se llama.
Lo que parece que el folleto quiere decir es que hay una ruta que va al primer mirador que fuimos y que llaman Tasman Glacier Lake y la otra que llaman Blue Lakes and Tasman Glacier View que comienza en los lagos azules y llega hasta la cima de la morrena para una vista más cercana del glaciar. Pero ambas se pueden combinar, tal y como hicimos nosotros. A los tiempos tampoco hay que hacerles mucho caso, individualizados. Puede que en conjunto las dos rutas si sumen las dos horas, sin contar paradas de fotos.
Foto aérea del lago Tasman, glaciar y las montañas circundantes. (fue obtenida por un compañero en su vuelo del día siguiente)
Aunque habíamos comprado para hacer la cena en la cocina comunitaria del lodge, no nos pareció tan preparada y limpia como la de Milford Sound Lodge. Así que nos pedimos en el restaurante cada uno lo que le apeteció. Los precios no eran excesivamente caros, teniendo en cuenta el lugar tan privilegiado en que estamos.
El gran salón comunal tiene unos amplios ventanales a través de los cuales se puede ver la cima del Mt. Cook y el rango de montañas que tiene a los lados. En la noche el perfecto cielo cuajado de estrellas de las noches despejadas en la cuenca McKenzie
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