Nos levantamos pensando en la noche anterior y en lo majos que fuero los dueños al avisarnos. No solo por avisarnos sino también por el desayuno que nos habían preparado. Los estaremos eternamente agradecidos y seguramente por Navidad les mandemos una cesta con un jamón ibérico. Hoy tocaba hielo, hielo y más hielo. Pero antes seguimos la máxima que donde haya coches parados habrá algo que ver y así fue, vimos un par de coches parados en una cuneta y allí que paramos y a los pies de un lago con una montaña nevada de fondo había un reno de color gris pastando y la estampa era digna de “Bambi”. En un momento la carretera se convirtió en un peligro, los coches paraban en una cuneta inexistente y en ambos sentidos y todo por alzarse con el “trofeo” de la foto de un reno pastando…estamos tontos.
Dejamos sitio a otro para hacer la foto y nosotros continuamos a Jökulsárlón el mayor lago glaciar de Islandia. Sus aguas y sus hielos proceden del glaciar Vatnajökull. Por enésima vez nos asombramos del paisaje que encontramos. Un lago lleno de icebergs desprendidos del glaciar. Enormes, grandes, medianos, pequeños, cubitos de hielo, calippos…todo tipos de hielos. Paseábamos por la orilla del lago parando a cada paso para hacer fotos de todo lo que iba apareciendo ante nuestros ojos y de las infinitas formas de aquellas moles de hielo. Desde el parking salían vehículos anfibios (mitad hombres y mitad ranas) que hacían excursiones por el lago y te enseñaban el iceberg que hundió el Titanic y la tabla desde donde la rellenita ahoga a Leonardo Di Caprio.
El lugar tenía dos zonas que visitar, el lago y la playa donde desemboca el lago. Es muy curioso ver los bloques de hielo en la playa como si alguien los hubiera dejado allí, cosa que no descarto… Según pudimos saber antes, durante y después de la visita el lago ha sido escenario de multitud de grabaciones, Batman o Muere otro día de James Bond, o videos musicales como uno de Justin Bieber en el que sale Justino bañándose en él y sale del lago con un par de canicas dentro de su ropa interior, admirable. Sigue cantando tres tonos más alto.
Como no teníamos bastante con lo que habíamos visto nuestra siguiente visita sería un glaciar, el Skaftafell. Desde el centro de información salían varias rutas. Nosotros cogimos la que llevaba hasta los pies del glaciar. Un camino tranquilo de unos 20 minutos de duración en el que llegabas justo donde terminaba el glaciar. Una espectacular lengua de hielo que acababa en un pequeño lago. Era como si una gran corriente de agua se hubiera congelado de repente y en cualquier momento fuera a ponerse en marcha y arrasara con todo a su paso. Afortunadamente no pasó eso y dimos la vuelta. Tanto en el glaciar como en el lago Jökulsárlón cogí un trozo de hielo para llevármelos de recuerdo a España, pero creo que de camino a la casa donde nos quedábamos, alguien me los debió robar porque desparecieron de mi mochila, ¡sinvergüenzas!
Comimos junto al parking en un merendero que había habilitado para tales efectos, tales como comer, desayunar, cenar, jugar un parchís y si me apuras un monopoly. Por hoy ya habíamos amortizado el día y lo que viniera ahora sería de propina y así nos lo tomamos. De camino a Steinar paramos en un pueblo cuyo nombre era más largo que el propio pueblo. Kirkjubæjarklaustur. Las tres últimas letras del nombre del pueblo estaban ya en otra comarca. Paramos a ver una pequeña cascada e hicimos una mini ruta…más no podíamos hacer, el pueblo era propiedad de Lego.
Era media tarde y ya nos quedaba poco para llegar pero antes paramos en Fjaðrárgljúfur. Un cañón con hasta 100 metros de profundidad y 2 km de largo. Había la opción de verlo desde arriba o desde abajo, a pie de río, nosotros optamos por la primera y fuimos parando en los miradores que había en algunos puntos del cañón.
Y con esto acabamos el día, no sin antes parar en Skogafoss, una nueva cascada de 60 metros de altura y 25 de ancho. Como en las anteriores se suceden las fotos. Según leímos los días de sol la espuma producida por la cascada hace que aparezca un arco iris o doble.
Como nosotros llegamos cuando el sol ya estaba oculto pues vimos un arco iris invisible, que es el que se produce cuando no lo ves. La South Iceland Guesthouse iba a ser nuestro alojamiento esa noche, de nuevo una especie de albergue con las comodidades necesarias, cocina, baños, comedor, y sobre todo camas, blanditas para dormir y descansar y no despertar hasta 15 días después.
Dejamos sitio a otro para hacer la foto y nosotros continuamos a Jökulsárlón el mayor lago glaciar de Islandia. Sus aguas y sus hielos proceden del glaciar Vatnajökull. Por enésima vez nos asombramos del paisaje que encontramos. Un lago lleno de icebergs desprendidos del glaciar. Enormes, grandes, medianos, pequeños, cubitos de hielo, calippos…todo tipos de hielos. Paseábamos por la orilla del lago parando a cada paso para hacer fotos de todo lo que iba apareciendo ante nuestros ojos y de las infinitas formas de aquellas moles de hielo. Desde el parking salían vehículos anfibios (mitad hombres y mitad ranas) que hacían excursiones por el lago y te enseñaban el iceberg que hundió el Titanic y la tabla desde donde la rellenita ahoga a Leonardo Di Caprio.
El lugar tenía dos zonas que visitar, el lago y la playa donde desemboca el lago. Es muy curioso ver los bloques de hielo en la playa como si alguien los hubiera dejado allí, cosa que no descarto… Según pudimos saber antes, durante y después de la visita el lago ha sido escenario de multitud de grabaciones, Batman o Muere otro día de James Bond, o videos musicales como uno de Justin Bieber en el que sale Justino bañándose en él y sale del lago con un par de canicas dentro de su ropa interior, admirable. Sigue cantando tres tonos más alto.
Como no teníamos bastante con lo que habíamos visto nuestra siguiente visita sería un glaciar, el Skaftafell. Desde el centro de información salían varias rutas. Nosotros cogimos la que llevaba hasta los pies del glaciar. Un camino tranquilo de unos 20 minutos de duración en el que llegabas justo donde terminaba el glaciar. Una espectacular lengua de hielo que acababa en un pequeño lago. Era como si una gran corriente de agua se hubiera congelado de repente y en cualquier momento fuera a ponerse en marcha y arrasara con todo a su paso. Afortunadamente no pasó eso y dimos la vuelta. Tanto en el glaciar como en el lago Jökulsárlón cogí un trozo de hielo para llevármelos de recuerdo a España, pero creo que de camino a la casa donde nos quedábamos, alguien me los debió robar porque desparecieron de mi mochila, ¡sinvergüenzas!
Comimos junto al parking en un merendero que había habilitado para tales efectos, tales como comer, desayunar, cenar, jugar un parchís y si me apuras un monopoly. Por hoy ya habíamos amortizado el día y lo que viniera ahora sería de propina y así nos lo tomamos. De camino a Steinar paramos en un pueblo cuyo nombre era más largo que el propio pueblo. Kirkjubæjarklaustur. Las tres últimas letras del nombre del pueblo estaban ya en otra comarca. Paramos a ver una pequeña cascada e hicimos una mini ruta…más no podíamos hacer, el pueblo era propiedad de Lego.
Era media tarde y ya nos quedaba poco para llegar pero antes paramos en Fjaðrárgljúfur. Un cañón con hasta 100 metros de profundidad y 2 km de largo. Había la opción de verlo desde arriba o desde abajo, a pie de río, nosotros optamos por la primera y fuimos parando en los miradores que había en algunos puntos del cañón.
Y con esto acabamos el día, no sin antes parar en Skogafoss, una nueva cascada de 60 metros de altura y 25 de ancho. Como en las anteriores se suceden las fotos. Según leímos los días de sol la espuma producida por la cascada hace que aparezca un arco iris o doble.
Como nosotros llegamos cuando el sol ya estaba oculto pues vimos un arco iris invisible, que es el que se produce cuando no lo ves. La South Iceland Guesthouse iba a ser nuestro alojamiento esa noche, de nuevo una especie de albergue con las comodidades necesarias, cocina, baños, comedor, y sobre todo camas, blanditas para dormir y descansar y no despertar hasta 15 días después.