A las 4:45 en punto nos recogieron en un bus y nos llevaron a la agencia que realizaba el tour para darnos el “desayuno” (término muy generoso). Aunque te recojan tan pronto, hasta las 7 no empiezas realmente la visita, de modo que no ves amanecer allí sino de camino desde el bus, pero es cierto que hay muy poquita gente a esa hora y hace menos calor, con lo cual merece la pena el madrugón. El bus te deja en la entrada general, y desde allí se coge un coche eléctrico tipo carrito de golf que te acerca un poco más a las ruinas, previo pago de los 150,000D por persona de las entradas. My Son (que significa hermosa montaña) fue el centro religioso del reino Champa desde el siglo IV hasta el XIV, dedicado a Shiva. En la guerra con los americanos sufrió muchos bombardeos y muchas de las ruinas fueron destruidas. Lo que queda en pie se divide en varios grupos; cuando fuimos nosotros, el grupo A estaba en restauración y no se visitaba. La mayoría de las edificaciones están hechas con ladrillo, solo hay una de piedra (edificio B1). Los ladrillos eran quemados para endurecerlos, aunque no se sabe si se hacía antes de levantar las construcciones, o si se quemaban estas una vez construidas. Tampoco se sabe muy bien cómo hacían para mantener los ladrillos pegados, y se especula que usaban la misma técnica que usaron los incas en Machu Pichu.
My Son: grupos B y C
Los primeros grupos que se ven son el B y el C, que están pegados y tienen algunas de las estampas más típicas de My Son. El guía nos fue llevando por los distintos edificios, explicando la historia del lugar y del pueblo Champa, la simbología, las construcciones… la verdad es que está bien ir con alguien que te vaya contando cosas. El grupo no era muy grande, seríamos unos 10 o 12, y solo nos cruzamos con otro grupo mientras estábamos allí. Se agradece tener el lugar casi vacío, porque según leímos, más tarde se llena de buses que no hacen más que descargar gente (generalmente chinos, que les mola mucho eso de ir en bus como sardinillas).
Linga – sí, es exactamente lo que estáis pensando
Shiva
El siguiente grupo que se visita es el G, donde el santuario principal tiene representaciones de Shiva y de leones guardianes parecidas a las que se ven en algunos templos de Angkor. En los grupos E y F la mayoría de edificaciones están en bastante mal estado, aunque la estructura E7 ha sido totalmente restaurada, incluyendo el tejado en forma de barco. En este grupo también hay varias estelas de piedra con grabados en sánscrito.
My Son: grupos G y E (restaurado)
Estela en sánscrito en el grupo E
La verdad es que es un sitio curioso, en un entorno verde muy selvático. A nosotros nos gustó porque había poca gente y porque todavía no habíamos visto los templos de Siem Reap. Es posible que si se hace en sentido inverso, visitando primero Angkor, My Son pueda saber a poco, pero aun así yo recomiendo la visita.
La visita dura poco más de una hora, y a las 8:15 ya estábamos volviendo al bus. Por el camino nos cruzamos con un grupo que llegaba y nos preguntaba que si habíamos dormido allí para poder estar ya terminando a esas horas…
Como habíamos cogido la vuelta en barco, el bus nos llevó al muelle, que no era muelle sino simplemente un barquito atado en el lateral del río, sin absolutamente nada alrededor. Tardamos casi lo mismo en llegar desde My Son hasta el barco que desde Hoi An hasta My Son… y encima, para colmo, el viaje en barco fue lento, pesado, ruidoso y feo. Os lo podéis ahorrar, en serio. El barco nos dejó junto al mercado de Hoi An, pero no teníamos las bicis allí porque esa mañana nos había recogido el bus directamente en el hotel. Preguntamos a un tipo que andaba por allí ofreciéndose como moto-taxi que cuánto nos cobraba por llevarnos al hotel, porque a esa hora hacía ya mucho calor para chuparnos los 20 o 30 minutos andando y además todavía estábamos a tiempo de llegar al desayuno si nos dábamos prisa. Empezó pidiendo 150,000D pero al final nos llevó por 60,000, y aun así nos pareció un robo pero era el único que había y tuvimos que tragar.
Hoi An desde el agua
Llegamos a tiempo de pegarnos el desayuno que el madrugón nos había robado, y estuvimos un rato descansando en la piscina. Teníamos otro día tranquilo por delante y decidimos alquilar la primera moto del viaje y acercarnos a la playa. Hoi An tiene dos playas principales: Cua Dai era la playa más cercana, pero un tifón especialmente violento hace unos años la hizo prácticamente desaparecer, y An Bang, que está un poco más al norte de Cua Dai y tiene muchos bares y restaurantes con tumbonas donde poder descansar. Eso es precisamente lo que hicimos: cogimos una tumbona en el bar “The Deck House” y un par de cervezas, y allí nos quedamos. La playa estaba más limpia de lo que yo me esperaba, pero no fue la mejor que vimos en el viaje. El agua estaba bastante calentita, eso sí. Acabamos comiendo allí (390,000 con las bebidas) hasta que empezó a chispear y decidimos volver al centro, donde tuvimos que pagar 5,000D por aparcar la moto (algo a lo que tendríamos que acostumbrarnos). Hicimos alguna compra, tomamos café y visitamos algún templo más para ir rematando nuestra estancia en Hoi An. Cuando se hizo de noche volvimos al hotel para ducharnos y cambiarnos de ropa antes de cenar, y de camino recogimos los pantalones que había encargado el día anterior. La verdad es que quedé bastante contenta con ellos, o por lo menos en ese momento: días más tarde descubriría que la tela no era demasiado buena y tras escasos dos usos ya tenía el culo lleno de “bolitas”.
Phac Hat Pagoda
Más tarde volvimos al centro para cenar, pero primero entramos a un restaurante de esos que tenían el cartel de “Bia Hoi 5,000D” en la puerta. Cayeron un par de cervezas, y como el sitio tenía buena pinta y buena nota en tripadvisor, nos quedamos a cenar allí. Se llamaba Dong Au y cenamos estupendamente por 225,000D.
Esa noche estábamos más que rendidos después de semejante madrugón, así que nos retiramos pronto. Nos despedíamos de Hoi An, que nos había gustado mucho, y al día siguiente poníamos rumbo a Hue… sobre dos ruedas!