Tras un estupendo y madrugador desayuno, y esperando evitar lo que pudiéramos el enorme calor que se predecía, nos dirigimos al llamado Valle de los Templos, aunque verdaderamente no es un valle sino que está en una elevación del terreno cercana a la actual ciudad de Agrigento (por cierto cuna del dramaturgo y premio nobel, Luigi Pirandello). La antigua Akragas fundada en el siglo sexto a.C. por colonos de Rodas y Creta, tuvo su esplendor en el siglo quinto a.C. Hostigada varias veces por los cartagineses y los romanos hasta convertirse en romana en el siglo tres a.C. hasta su caída en manos de ostrogodos, bizantinos y finalmente normandos. De su época de esplendor queda este Valle en su época protegido por murallas.
La entrada si solo se quiere ver los templos cuesta 10 euros (la mitad los menores de 25 años), si también se quiere ver el Museo Arqueológico son 13,50 euros. Los templos se encuentran situados a lo largo de una larga vía de dos kilómetros al final de los cuales hay aparcamiento y taquilla.
El precio de aparcamiento es de 3 euros. El trayecto de ida o vuelta puede hacerse en unos carritos parecidos a los de los campos de golf por 3 euros. Nosotros, valientes, apostamos por someternos al inclemente sol que desde las primeras horas abrasaba el lugar. No podría decir la cantidad de agua que consumimos en el “paseo”. No obstante solo por ver el templo llamado de la Concordia merece el esfuerzo. Si no, que se lo digan a la excursión de la tercera edad españoles llamada “Peregrinación 2017” con la que coincidimos en el camino, comandada por un fraile embutido (en este caso) en su hábito que sudaba como un pollo cubierta su cabeza con un pañuelo anudado.
Pero no es el único templo. También están el de Juno o Hera, el de Hercúles, de Zeus, de Cástor y Polux, en distinto grado de ruina.
También se encuentra una casa: Villa Aurea que perteneció a Alexander Hardcastle, que patrocinó alguna de las excavaciones de la zona.
Pero el auténtico protagonista es el llamado Templo de la Concordia, llamado así por una inscripción latina encontrada en las proximidades aunque no se sabe a quién estaba consagrado. Perfectamente conservado, curiosamente, porque fue iglesia durante el siglo sexto d.C., permite ver las columnas que no son realmente cilíndricas sino troncocónicas (es decir más delgadas arriba para parecer más altas) y las pequeñas protuberancias en dos tercios de su parte central (se les llama éntasis) para evitar que el estrechamiento sea observable. Así como inclinadas hacia el centro del templo para que se vean totalmente verticales desde cierta distancia. En fin un dechado de arquitectura y de efecto óptico. A un lado hay una enorme estatua de Ícaro colocada aquí en 2011 con “atributos” proporcionados a su tamaño y que dio motivo a comentarios sicalípticos a la excursión anteriormente citada. Son las licencias que da la edad y el pensar que los que te oyen no te entienden.
Tras nuestra “travesía por el desierto” nos dispusimos a partir hacia Piazza Armerina para visitar otro nuevo lugar Patrimonio de la Humanidad como el que dejábamos, la Villa Romana del Casale. El trayecto a recorrer que recomiendan los GPS es a través de Caltanisetta pero Google Maps aparecía una zona en rojo y con desvíos así que forzamos a nuestro GPS a ir por Ravanusa, las distancias eran similares y las carreteras en todos los casos secundarias. No podíamos ni imaginar que nos encontraríamos una carretera en algunos tramos con baches que parecían hechos por bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y gracias a que evidentemente la carretera era más que solitaria, evidentemente, podíamos esquivarlos. Por lo que nos llevó dos horas media los aproximadamente 100 kilómetros. Conclusión Google Maps no conoce el estado de conservación de las carreteras, al menos en Sicilia.
Felizmente llegamos a las dos al desvío de nuestro destino, pero antes de seguir paramos a comer en un restaurante llamado Trattoria La Routa. Al bajar el calor reinante era tremendo. El coche marcaba 42º y no creo que engañara pues el calor era infernal. Pareciera que el sitio no hubiera conocido calores parecidos pues la terraza cubierta (que algo refrescaba) no tenía ni un ventilador ni nada que se le pareciera que le hiciera más agradable. Y encima nos informaron que había un incendio próximo (Más tarde nos enteramos que el incendio había producido la deflagración de varias bombas de la guerra). Curiosamente no había pizzas así que como con el calor tampoco es que se apeteciera nada muy contundente optamos por lomo de cerdo con champiñones que estaba bueno. Repuestos nuestros estómagos partimos para la próxima Villa Romana y aparcamos sin problemas en el estacionamiento (2,5 euros)
Descubierta a finales del siglo diecinueve, fue construida probablemente a finales del siglo tercero d.C. y perteneció a algún miembro de la familia imperial. De una enorme superficie (unos 3500 metros cuadrados) tiene zona de invitados, de los dueños de la casa, del servicio, así como unas termas. Pero lo más interesante es su suelo cubierto completamente de mosaicos, conservados en muy buen estado la convierten en un lugar único e imprescindible de visitar.
La gran ventaja de la hora en que fuimos es que había pocos visitantes y pudimos disfrutar de su visión con toda tranquilidad.
Los temas tratados en ellos son de los más variados: mitológicos, vida cotidiana, de caza, de juegos de circo, fiestas, cosechas y dibujos geométricos. Uno de los más famosos son las chicas realizando deportes con trajes que parecen actuales (le llaman sala “delle dieci ragazze in bikini, de las diez chicas en bikini). Todo un festín para la vista. Maravillosos.
Nos tocó partir de nuevo aunque nos asustaron con la noticia de que había carreteras cortadas con el incendio y habían explotado tres antiguas bombas de la guerra (en italiano 3 vecchi ordigni bellici). Afortunadamente el incendio era al norte de Piazza Armerina hacia Enna y nosotros íbamos hacia Ragusa. Cuando salíamos de Piazza Armerina veíamos el cielo ennegrecido por el fuego.
Entrabamos en el llamado Val di Noto (Valle del Noto). Desde la época árabe hasta 1812 cuando nació el Reino de las Dos Sicilias, Sicilia se dividía en tres Valles: Val di Mazara, al oeste, Val Demone al noreste, y Val di Noto, al sureste. El 1693 un terremoto con epicentro en el Mar Jónico frente a Catania de grado XI (once) en la escala de Mercalli (que llega hasta doce) sacudió la isla. Se considera el terremoto más fuerte registrado en Italia en toda la historia. La destrucción que se deduce por su grado fue enorme y las muertes llegaron a sesenta mil. Tras esta catástrofe se reconstruyeron siguiendo un mismo patrón que se le llama el Barroco Siciliano, reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 2002. Hay donde elegir ciudades como Caltagirone, Ragusa, Scicli, Noto, Catania, Módica,… Nuestra ruta nos iba a llevar por Ragusa, Noto y más adelante Catania.
A las seis llegábamos al aparcamiento público gratuito cercano al B&B Iblaresort donde nos hospedábamos, pegadito a la Iglesia de las Animas Santas del Purgatorio. Tras subir las maletas a la habitación, por unas escaleras estrechas, ya que el B&B es una casa reformada muy moderna situada justo la zona de separación de la Ragusa Superiore e Ragusa Ibla (o simplemente Ibla). Nos dispusimos a aprovechar las últimas horas de sol para hacer la visita. Eran las mejores para evitar en algo el calor que estábamos soportando.
Lo primero fue ir hacia la iglesia de Santa María delle Scale (cuyo nombre no engaña pues para acceder hay que subir bastantes escalones) viendo en el camino notables ejemplos de palacios barrocos. Después nos acercamos a la Iglesia de Santa Lucia desde el que se divisa la típica panorámica de Ibla con la cúpula azul de cerámica de Caltagirone (ciudad próxima y famosa por su cerámica) de la iglesia de Santa María dell´Itria a la izquierda y en la lejanía, a la derecha, la cúpula del Duomo de San Giorgio.
Los sudores empleados en la subida no fueron pocos pues seguía haciendo bastante calor pero el panorama lo merecía. Era imposible abstraerse de las andanzas televisivas del Comisario Montalbano. Bajamos y nos encaminamos por Via Giulia, su prolongaciónes, Tenente di Stefano y Capitano Bocchieri hasta desembocar en la Piazza Duomo, donde está San Giorgio que aparece en muchísimos capítulos del citado Comisario
Hoy han desaparecido las hermosas palmeras que la adornaban desgraciadamente al ataque de picudo rojo que hace unos años también atacó muchas palmeras canarias y afortunadamente ya fue erradicado. Acompaño dos fotos prestadas para que puedan comparar lo que hemos perdido en su verdadera magnitud.
Como la comida no fue muy consistente pensamos en cenar y elegimos en la misma plaza: la Caffetería Biancomangiore Bistró en cuya terraza había un enorme aparato de aire acondicionado junto al cual “curiosamente” nos pudimos sentar lo que nos permitió disfrutar de la cena en un fresco ambiente aislados del calor que nos rodeaba. Pedimos arancini y ensaladas, todo muy rico con nuestras cervecitas correspondientes de las que disfrutamos adecuadamente y en el “marco incomparable” con vistas al Duomo. Abandonamos el restaurante tras la agradable cena y nos fuimos a tomar un helado en la “Gelateria DiVini” que debe su nombre no a sus deliciosos helados sino por sus sabores a ¡vino! Y que está en la misma plaza. Luego tomamos el Corso 25 Aprile hasta el Jardín Ibleo. Son unos 400 metros pero en ellos hay tres caserones: Palazzo de Arezzo di Trefilett, Arezzo di Donnafugata y Palazzo Monelli y cuatro iglesias: San Giusseppe (en la maravillosa también Piazza Pola que estaba animada con un acordeonista amenizando las terrazas tocando en ese momento el Tema de Lara del Doctor Zhivago muy alejado de las escenas nevadas de la película),
Santa Maria Maddalena, Santísima Trinidad y la de Tomás Apóstol. Y en el Jardín Ibleo están las iglesis de San Vicenzo Ferreri, San Giacomo y la de los Capuccini. Vamos que si la visita te coge un domingo no se puede decir que no había donde oír misa.
En el Jardín Ibleo descasamos un ratito disfrutando del frescor que el verde permitía, sentados en un banco, todo muy concurrido pese a que eran las diez de la noche. Pero es que había que refrescarse como fuera. Incluso funcionaba aún el tren turístico que llaman Trenino Barocco y que sale desde el Duomo
Regresamos por dónde venimos disfrutando de la iluminación nocturna hasta nuestro lugar de descanso. La arquitectura enamora pero el aire acondicionado de la habitación era impagable y disfrutando de él, caímos en los brazos de Morfeo.