Después de disfrutar al máximo de la belleza de las cascadas YS Falls, retomamos nuestro rumbo hacia el sur de la isla.
El siguiente destino era en Black River.
Era casi medio día cuando bajábamos hacia el pueblo de Black River y el hambre empezaba a hacer acto de presencia.
Paramos a comer en un local al lado de la carretera.
Era el típico sitio por el que pasarías y no te pararías ni loco. Muy pintoresco. No solo llamaba la atención la habitación donde estaba el "comedor" (por su enorme colorido y pinturas infantiles), sino por la cocina en sí.
Daba la impresión de que estaba todo muy sucio, de que las ollas eran prehistóricas, cubos de plástico llenos de yonoseque; y es cuando empiezas a tener contacto directo con la pobreza del país.
Nos ofrecieron para comer pollo frito, pollo con una salsa marrón, cordero y carne de caracola.
El cordero no me gusta y la carne de caracola creo que sería demasiado exótica para mi, así que mi decisión estaba entre el pollo frito o el pollo con la salsa. Y entre esos dos platos escogí el pollo con salsa, me parecía buena idea probar algo nuevo.
La comida te la servían acompañana de arroz con frigoles y algo de verdura.
Al empezar a comer el pollo me di cuenta de que el tenedor de plástico que me habían dado para comer de poco me serviría, así que obté por comérmelo con los dedos. Demasiados huesos para un solo tenedor.
He de decir que me gustó mucho, estaba delicioso.
Mientras esperabamos a que nos sirvieran la comida salí fuera, para ver el entorno, ver el ambiente, ver que era un sitio realmente jamaicano, no es el típico sitio turista donde todos acuden en masa.
Los isleños paraban el coche, cogían comida y continuaban su camino.
Empiezas a ser testigo de la pobreza.
Un niño miraba tímidamente por la ventana, miraba los refrescos que teníamos sobre la mesa. Sin pensarlo, le dimos esa cocacola que tanto deseaba y que nosotros realmente no le damos importancia.
Lo observé detenidamente. Tenía las manos llenas de cortes y heridas, iba descalzo y con la ropa sucia, me fijé que tenía una herida tremenda en el tobillo; como una especie de agujero en la carne.
Cuando ya tenía la cocacola fuertemente agarrada nos volvió a pedir, muy tímidamente, los zapatos; decía muy bajito "shoes, shoes...", después se acercó a la cocina, y me le dieron un bote de plástico con un poco de sopa caliente; después de eso se fue caminando por una especie de acequia profunda entre la vegetación.
Si con estas cosas no se te parte el alma, es que no eres humano.
Terminamos de comer y seguimos nuestro camino.
No recuerdo bien la duración del trayecto, yo no dejaba de mirar por la ventanilla y de intentar retener en mi mente todo lo que veía. No me cansaré de repetir que el paisaje que te ofrece la isla es increible.
Por fin, llegamos al pueblo de Black River. Al entrar al pueblo notas el movimiento, el ambiente de la gente, y es que había una especie de mercado callejero en el que vendían sus productos como fruta, pescado... un mercado de ellos y para ellos.
Cuando íbamos circulando por las calles, uno de los habitantes nos miró y nos hizo un gesto desagradable. Fue el primer y único indicio de racismo que experimentamos.
Sobre esto quiero hacer un inciso.
Nosotros siempre hemos estado acostumbrados a ver el racismo desde un único punto de vista: el hombre blanco discriminando al hombre negro, marroquí... Y esta vez es al contrario, todo el mundo es negro y tú (la minoría) el blanco.
La verdad es que está bien experimentar ésto al menos una vez; para que te puedas poner realmente en la piel del otro.
También se puede pensar que vaya clase de gente que son, encima que el turista va y se deja allí su dinero... la forma que tienen de tratarlo...
Hay que entender su historia, que para ellos es algo con un sentimiento muy fuerte y muy arraigado.
Y aquí es cuando yo digo que para ir a Jamaica tienes que tener la mente muy abierta. Abierta a todo lo que te puedas encontrar, abierta a todas las situaciones que puedas vivir, abierta al mundo y al poder conocer y aprender.
Desgraciadamente no todo el mundo es así, y los hay que se creen dioses por llevar un puñado de dólares en el bolsillo, los que se creen que el jamaicano les va a vender lo que sea o va a hacer lo que tu quieras con tan solo pasarle un billete de 5$ por la mano. Esas personas están muy equivocadas; no sólo en Jamaica, sino en cualquier parte del mundo. Las cosas no son así.
Los habitantes de Jamaica no son autóctonos de la isla. Cuando el hombre blanco descubrió Jamaica, arrasó con todo lo que se encontró, aniquiló a todos los nativos.
Los actuales habitantes son descendientes de los esclavos africanos que el hombre blanco trajo para que trabajaran para él.
Debido a eso, ellos no conocen su origen. Saben que son africanos pero no saben cual es su raiz familiar, su árbol genealógico. Ellos están en la isla, arrancados de su África, por culpa del hombre blanco. Eran los esclavos del hombre blanco. Es su historia, la tienen muy viva, aún la sienten... aún se siente africa; fijaros como la bandera de los Rastafaris es igual a la bandera de Etiopía. Fijaros en el color de su piel, no es el mismo color que un cubano o un dominicano; es el color de África.
Eso hay que entenderlo y comprenderlo. Es normal que te encuentres con alguien más radical y tenga ese sentimiento más vivo.
Ponte en su lugar y lo entenderás.
Con esto no quiero decir que te vayas a encontrar brotes de racismo por todos lados, ni mucho menos, nada más lejos de la realidad! Te puedes encontrar algún caso aislado, como nos pasó a nosotros al entrar a Black River.
Si una persona es amable, correcta, educada y amigable es lo que se va a encontrar. Es lo que yo me encontré. Gente que te dejaban involucrarte con ellos, que te ofrecían su mano, que te chocaban el puño al grito de "respect", que hacían por entenderte y por hacer que los entendieras. Para mi, el trato que me ofreció la isla en general fue de 10!
Acabado este inciso, retomo el diario entrando a Black River.
Black River es un pueblo costero que se erige en la desembocadura de dicho río en el mar.
Nuestro destino era el embarcadero para realizar un safari por el río.
Llegamos al embarcadero y nos encontramos con un rasta ofreciéndonos su artesanía. Tenía figuras muy bonitas y originales hechas con cocos. Nuestro regateo fue en vano, no nos bajaba demasiado el precio porque decía que no hacía negocio. Eso sí, el buen hombre se mostró muy amable y divertido.
Embarcamos en la barca y emprendimos nuestro safari.
Conforme vas subiendo por el río, el agua poco a poco se va volviendo negra, hasta que se hace completamente negra. El agua en sí es transparente y cristalina, pero el fondo es negro debido a las raices de los manglares y los residuos que sueltan dichas raices. Sin duda es muy curioso navegar por un río de aguas negras. De ahí su nombre.
Puedes admirar a las garzas subidas en los manglares, los cocodrilos vigilando sus zonas (debido a que es un animal territorial), los distintos tipos de manglares como el manglar rojo o el manglar blanco...
Es una delicia poder navegar entre esos parajes que te dan la sensación de estar en uno de esos pantanos de película. El disfrutar de ese entorno natural, sintiendo la brisa, escuchando leyendas sobre el río... no tiene precio. Es realmente bonito y muy recomendable.
Nos dijeron que nos llevarían a una zona donde en teoría no hay cocodrilos y nos podríamos bañar, pero entre historia e historia ya estabamos de vuelta en el embarcadero.
El capitán de la barca nos dijo que era tradición dejar una propina antes de bajar. Cuando decía esto, vi a unas chicas jamaicanas que se echaban a reir, con lo que deduje que se estaba quedando con nosotros y lo que quería era sacarse una propinilla por la cara.
No me hubiera importado lo más mínimo dársela, pero me hice la ilusión de bañarme en el río y no nos paró, así que no lo hice.
Desembarcamos e hicimos un pequeño descanso para que cada uno supliera sus necesidades.
Y una vez más al autobús, para bajar un poco más por la costa hasta encontrarnos con el Pelicans Bar.
Tras un breve trayecto en bus, llegamos a una playa. Me daba la sensación de estar perdido en mitad de la nada.
Allí nos esperaban dos botes para llevarnos hacia el bar Pelícano.
Cualquiera podría pensar qué interés tiene el visitar un bar. Este bar en concreto tiene mucho, por la forma y la ubicación.
Mi idea de la ubicación de este bar era un poco errónea. Yo pensaba que estaba más cerca de la costa, pero realmente está lejos, muy lejos como para intentar ir nadando y no ahogarte en el intento.
Como he dicho, nos esperaban dos botes para llevarnos al bar.
Cuando estás en la playa lo ves al fondo. Ves un puntito negro sobre la línea del mar, y el asombro se apodera de ti.
Nos subimos en los botes y fuimos surcando el mar hacia el Pelicans Bar.
Un pequeño bar construido con troncos y tablas de madera en mitad del océano. Cerca del bar hay unas rocas que sobresalen del agua y se posan los pelícanos, supongo que de ahí vendrá el nombre.
El bar es muy peculiar. Todos los troncos están firmados por los visitantes, el dueño te puede servir casi cualquier cosa, tiene una pequeña cocina en la que te prepara la comida... puedes salir a su pequeño muelle y admirar el fondo marino, ver pasar por debajo de ti a las rayas...
Cuanto menos es curioso.
Aprobechamos para tomarnos unas cervecitas típicas del país, la Red Stripe, y para darnos un baño en ese insólito paraje.
Tras esto, volvimos en los botes a la costa para emprender nuestro viaje de vuelta, el día iba tocando a su fin y cada vez se hacía más oscuro.
Pero siempre hay momento para hacer una parada de regreso al hotel.
En nuestro camino de regreso pasamos por la zona de BlueFields (Campos Azules, que nombre más bonito, verdad?) e hicimos parada para visitar el mausoleo de Peter Tosh.
Muchos no sabrán quién es Peter Tosh, y en cierto modo es normal debido a la gran imagen que hay de Bob Marley que lo eclipsa todo.
Peter Tosh conoció a Bob Marley y le enseñó a tocar la guitarra. Juntos formaron el mítico grupo The Wailers.
Tosh fue asesinado en su casa durante un robo.
Es muy recordado y querido por los jamaicanos por todo lo que difundía, la cultura rastafari, los derechos humanos y la legalización de la marihuana.
Era ya de noche cuando llegamos al mausoleo.
Está situado en el jardin de la casa de su madre (creo recordar, ese dato lo tengo algo confuso). En la entrada, en las puertas de madera reza un lema, el título de una canción suya, "Legalize It"... da pie a que te hagas una idea de lo que te vas a encontrar.
Entramos en el jardín. Todo estaba ya muy oscuro. La única luz es la que había dentro del mausoleo.
En cuanto nos acercamos al mausoleo el intenso olor a marihuana invadía cualquier rincón; y es que los rastas nos tenían preparadas unas sorpresas.
El mausoleo era una especia de casita de una única habitación donde estaba situada la tumba de Tosh; todo pintado con los colores rastafaris y emblemas de esta filosofía, en la foto podreis ver todos los detalles, y observarla bien porque no tiene desperdicio.
En la entrada del mausoleo había colocado un equipo de música y estaba sonado a gran volumen las canciones de Peter Tosh.
Como ya he dicho, los rastas que allí habían nos tenían preparadas unas cositas. Nos habían preparado un te de marihuana para que lo degustaramos (realmente bueno), y en una mesa tenían mucha marihuana para hacerte el famoso porro jamaicano por el módico precio de 5$.
Debido a la alta humedad de la isla, la planta de la marihuana no seca completamente, y da un aspecto un tanto compacto. Era muy curioso ver como cortaban la marihuana con un cuchillo, como si se tratara de un chorizo o algo así.
Tras esta curiosa y graciosa visita, retomamos nuestro viaje de vuelta... todos muy relajados y al son incensante de los ritmos de Bob Marley.
Antes de terminar esta etapa quiero decir una última cosa.
Quién no conoce a Bob marley?, todo el mundo lo conoce, yo lo conocía antes de ir a Jamaica.
Todo el mundo conoce al menos una canción de Bob Marley.
Durante mi estancia en Jamaica, la música de Bob Marley ha estado muy presenta por todos lados.
Ahora que he vuelto de Jamaica puedo decir que yo antes conocía a Bob Marley y ahora; que he descubierto a Bob Marley. Y que mejor sitio para descubrirlo que en Jamaica...
Llegamos al hotel y tuvimos el tiempo justo para ducharnos, cambiarnos de ropa, ir a cenar al Lotus House (restaurante asiático), unas copitas en el Infinity Bar y a descansar... que aún quedaban muchas cosas que descubrir...
El siguiente destino era en Black River.
Era casi medio día cuando bajábamos hacia el pueblo de Black River y el hambre empezaba a hacer acto de presencia.
Paramos a comer en un local al lado de la carretera.
Era el típico sitio por el que pasarías y no te pararías ni loco. Muy pintoresco. No solo llamaba la atención la habitación donde estaba el "comedor" (por su enorme colorido y pinturas infantiles), sino por la cocina en sí.
Daba la impresión de que estaba todo muy sucio, de que las ollas eran prehistóricas, cubos de plástico llenos de yonoseque; y es cuando empiezas a tener contacto directo con la pobreza del país.
Nos ofrecieron para comer pollo frito, pollo con una salsa marrón, cordero y carne de caracola.
El cordero no me gusta y la carne de caracola creo que sería demasiado exótica para mi, así que mi decisión estaba entre el pollo frito o el pollo con la salsa. Y entre esos dos platos escogí el pollo con salsa, me parecía buena idea probar algo nuevo.
La comida te la servían acompañana de arroz con frigoles y algo de verdura.
Al empezar a comer el pollo me di cuenta de que el tenedor de plástico que me habían dado para comer de poco me serviría, así que obté por comérmelo con los dedos. Demasiados huesos para un solo tenedor.
He de decir que me gustó mucho, estaba delicioso.
Mientras esperabamos a que nos sirvieran la comida salí fuera, para ver el entorno, ver el ambiente, ver que era un sitio realmente jamaicano, no es el típico sitio turista donde todos acuden en masa.
Los isleños paraban el coche, cogían comida y continuaban su camino.
Empiezas a ser testigo de la pobreza.
Un niño miraba tímidamente por la ventana, miraba los refrescos que teníamos sobre la mesa. Sin pensarlo, le dimos esa cocacola que tanto deseaba y que nosotros realmente no le damos importancia.
Lo observé detenidamente. Tenía las manos llenas de cortes y heridas, iba descalzo y con la ropa sucia, me fijé que tenía una herida tremenda en el tobillo; como una especie de agujero en la carne.
Cuando ya tenía la cocacola fuertemente agarrada nos volvió a pedir, muy tímidamente, los zapatos; decía muy bajito "shoes, shoes...", después se acercó a la cocina, y me le dieron un bote de plástico con un poco de sopa caliente; después de eso se fue caminando por una especie de acequia profunda entre la vegetación.
Si con estas cosas no se te parte el alma, es que no eres humano.
Terminamos de comer y seguimos nuestro camino.
No recuerdo bien la duración del trayecto, yo no dejaba de mirar por la ventanilla y de intentar retener en mi mente todo lo que veía. No me cansaré de repetir que el paisaje que te ofrece la isla es increible.
Por fin, llegamos al pueblo de Black River. Al entrar al pueblo notas el movimiento, el ambiente de la gente, y es que había una especie de mercado callejero en el que vendían sus productos como fruta, pescado... un mercado de ellos y para ellos.
Cuando íbamos circulando por las calles, uno de los habitantes nos miró y nos hizo un gesto desagradable. Fue el primer y único indicio de racismo que experimentamos.
Sobre esto quiero hacer un inciso.
Nosotros siempre hemos estado acostumbrados a ver el racismo desde un único punto de vista: el hombre blanco discriminando al hombre negro, marroquí... Y esta vez es al contrario, todo el mundo es negro y tú (la minoría) el blanco.
La verdad es que está bien experimentar ésto al menos una vez; para que te puedas poner realmente en la piel del otro.
También se puede pensar que vaya clase de gente que son, encima que el turista va y se deja allí su dinero... la forma que tienen de tratarlo...
Hay que entender su historia, que para ellos es algo con un sentimiento muy fuerte y muy arraigado.
Y aquí es cuando yo digo que para ir a Jamaica tienes que tener la mente muy abierta. Abierta a todo lo que te puedas encontrar, abierta a todas las situaciones que puedas vivir, abierta al mundo y al poder conocer y aprender.
Desgraciadamente no todo el mundo es así, y los hay que se creen dioses por llevar un puñado de dólares en el bolsillo, los que se creen que el jamaicano les va a vender lo que sea o va a hacer lo que tu quieras con tan solo pasarle un billete de 5$ por la mano. Esas personas están muy equivocadas; no sólo en Jamaica, sino en cualquier parte del mundo. Las cosas no son así.
Los habitantes de Jamaica no son autóctonos de la isla. Cuando el hombre blanco descubrió Jamaica, arrasó con todo lo que se encontró, aniquiló a todos los nativos.
Los actuales habitantes son descendientes de los esclavos africanos que el hombre blanco trajo para que trabajaran para él.
Debido a eso, ellos no conocen su origen. Saben que son africanos pero no saben cual es su raiz familiar, su árbol genealógico. Ellos están en la isla, arrancados de su África, por culpa del hombre blanco. Eran los esclavos del hombre blanco. Es su historia, la tienen muy viva, aún la sienten... aún se siente africa; fijaros como la bandera de los Rastafaris es igual a la bandera de Etiopía. Fijaros en el color de su piel, no es el mismo color que un cubano o un dominicano; es el color de África.
Eso hay que entenderlo y comprenderlo. Es normal que te encuentres con alguien más radical y tenga ese sentimiento más vivo.
Ponte en su lugar y lo entenderás.
Con esto no quiero decir que te vayas a encontrar brotes de racismo por todos lados, ni mucho menos, nada más lejos de la realidad! Te puedes encontrar algún caso aislado, como nos pasó a nosotros al entrar a Black River.
Si una persona es amable, correcta, educada y amigable es lo que se va a encontrar. Es lo que yo me encontré. Gente que te dejaban involucrarte con ellos, que te ofrecían su mano, que te chocaban el puño al grito de "respect", que hacían por entenderte y por hacer que los entendieras. Para mi, el trato que me ofreció la isla en general fue de 10!
Acabado este inciso, retomo el diario entrando a Black River.
Black River es un pueblo costero que se erige en la desembocadura de dicho río en el mar.
Nuestro destino era el embarcadero para realizar un safari por el río.
Llegamos al embarcadero y nos encontramos con un rasta ofreciéndonos su artesanía. Tenía figuras muy bonitas y originales hechas con cocos. Nuestro regateo fue en vano, no nos bajaba demasiado el precio porque decía que no hacía negocio. Eso sí, el buen hombre se mostró muy amable y divertido.
Embarcamos en la barca y emprendimos nuestro safari.
Conforme vas subiendo por el río, el agua poco a poco se va volviendo negra, hasta que se hace completamente negra. El agua en sí es transparente y cristalina, pero el fondo es negro debido a las raices de los manglares y los residuos que sueltan dichas raices. Sin duda es muy curioso navegar por un río de aguas negras. De ahí su nombre.
Puedes admirar a las garzas subidas en los manglares, los cocodrilos vigilando sus zonas (debido a que es un animal territorial), los distintos tipos de manglares como el manglar rojo o el manglar blanco...
Es una delicia poder navegar entre esos parajes que te dan la sensación de estar en uno de esos pantanos de película. El disfrutar de ese entorno natural, sintiendo la brisa, escuchando leyendas sobre el río... no tiene precio. Es realmente bonito y muy recomendable.
Nos dijeron que nos llevarían a una zona donde en teoría no hay cocodrilos y nos podríamos bañar, pero entre historia e historia ya estabamos de vuelta en el embarcadero.
El capitán de la barca nos dijo que era tradición dejar una propina antes de bajar. Cuando decía esto, vi a unas chicas jamaicanas que se echaban a reir, con lo que deduje que se estaba quedando con nosotros y lo que quería era sacarse una propinilla por la cara.
No me hubiera importado lo más mínimo dársela, pero me hice la ilusión de bañarme en el río y no nos paró, así que no lo hice.
Desembarcamos e hicimos un pequeño descanso para que cada uno supliera sus necesidades.
Y una vez más al autobús, para bajar un poco más por la costa hasta encontrarnos con el Pelicans Bar.
Tras un breve trayecto en bus, llegamos a una playa. Me daba la sensación de estar perdido en mitad de la nada.
Allí nos esperaban dos botes para llevarnos hacia el bar Pelícano.
Cualquiera podría pensar qué interés tiene el visitar un bar. Este bar en concreto tiene mucho, por la forma y la ubicación.
Mi idea de la ubicación de este bar era un poco errónea. Yo pensaba que estaba más cerca de la costa, pero realmente está lejos, muy lejos como para intentar ir nadando y no ahogarte en el intento.
Como he dicho, nos esperaban dos botes para llevarnos al bar.
Cuando estás en la playa lo ves al fondo. Ves un puntito negro sobre la línea del mar, y el asombro se apodera de ti.
Nos subimos en los botes y fuimos surcando el mar hacia el Pelicans Bar.
Un pequeño bar construido con troncos y tablas de madera en mitad del océano. Cerca del bar hay unas rocas que sobresalen del agua y se posan los pelícanos, supongo que de ahí vendrá el nombre.
El bar es muy peculiar. Todos los troncos están firmados por los visitantes, el dueño te puede servir casi cualquier cosa, tiene una pequeña cocina en la que te prepara la comida... puedes salir a su pequeño muelle y admirar el fondo marino, ver pasar por debajo de ti a las rayas...
Cuanto menos es curioso.
Aprobechamos para tomarnos unas cervecitas típicas del país, la Red Stripe, y para darnos un baño en ese insólito paraje.
Tras esto, volvimos en los botes a la costa para emprender nuestro viaje de vuelta, el día iba tocando a su fin y cada vez se hacía más oscuro.
Pero siempre hay momento para hacer una parada de regreso al hotel.
En nuestro camino de regreso pasamos por la zona de BlueFields (Campos Azules, que nombre más bonito, verdad?) e hicimos parada para visitar el mausoleo de Peter Tosh.
Muchos no sabrán quién es Peter Tosh, y en cierto modo es normal debido a la gran imagen que hay de Bob Marley que lo eclipsa todo.
Peter Tosh conoció a Bob Marley y le enseñó a tocar la guitarra. Juntos formaron el mítico grupo The Wailers.
Tosh fue asesinado en su casa durante un robo.
Es muy recordado y querido por los jamaicanos por todo lo que difundía, la cultura rastafari, los derechos humanos y la legalización de la marihuana.
Era ya de noche cuando llegamos al mausoleo.
Está situado en el jardin de la casa de su madre (creo recordar, ese dato lo tengo algo confuso). En la entrada, en las puertas de madera reza un lema, el título de una canción suya, "Legalize It"... da pie a que te hagas una idea de lo que te vas a encontrar.
Entramos en el jardín. Todo estaba ya muy oscuro. La única luz es la que había dentro del mausoleo.
En cuanto nos acercamos al mausoleo el intenso olor a marihuana invadía cualquier rincón; y es que los rastas nos tenían preparadas unas sorpresas.
El mausoleo era una especia de casita de una única habitación donde estaba situada la tumba de Tosh; todo pintado con los colores rastafaris y emblemas de esta filosofía, en la foto podreis ver todos los detalles, y observarla bien porque no tiene desperdicio.
En la entrada del mausoleo había colocado un equipo de música y estaba sonado a gran volumen las canciones de Peter Tosh.
Como ya he dicho, los rastas que allí habían nos tenían preparadas unas cositas. Nos habían preparado un te de marihuana para que lo degustaramos (realmente bueno), y en una mesa tenían mucha marihuana para hacerte el famoso porro jamaicano por el módico precio de 5$.
Debido a la alta humedad de la isla, la planta de la marihuana no seca completamente, y da un aspecto un tanto compacto. Era muy curioso ver como cortaban la marihuana con un cuchillo, como si se tratara de un chorizo o algo así.
Tras esta curiosa y graciosa visita, retomamos nuestro viaje de vuelta... todos muy relajados y al son incensante de los ritmos de Bob Marley.
Antes de terminar esta etapa quiero decir una última cosa.
Quién no conoce a Bob marley?, todo el mundo lo conoce, yo lo conocía antes de ir a Jamaica.
Todo el mundo conoce al menos una canción de Bob Marley.
Durante mi estancia en Jamaica, la música de Bob Marley ha estado muy presenta por todos lados.
Ahora que he vuelto de Jamaica puedo decir que yo antes conocía a Bob Marley y ahora; que he descubierto a Bob Marley. Y que mejor sitio para descubrirlo que en Jamaica...
Llegamos al hotel y tuvimos el tiempo justo para ducharnos, cambiarnos de ropa, ir a cenar al Lotus House (restaurante asiático), unas copitas en el Infinity Bar y a descansar... que aún quedaban muchas cosas que descubrir...