El sábado decidimos visitar los monumentos más destacados de la capital, y al alojarnos cerca del mirador de Santa Lucia comenzamos el dia visitando la catedral, la llamada SE (Sede Episcopal). Se trata de una catedral románica del siglo XII. La entrada es gratuita.
Continuamos caminando hasta la Plaza del Comercio, en obras, y tomamos un taxi hasta el Monasterio de los Jerónimos. Sin duda, el monumento más bonito de los que vimos en Portugal. Con una recargada fachada y un interior más austero y amplio, consigue enamorar a todos los visitantes. El claustro, sin palabras.
Descansamos un momento junto al monumento a los descubridores y nos acercamos a la Torre De Belem. Tanto la torre como el monasterio eran gratuitos al ser el dia de San Antonio. La escalera de caracol para subir es la misma que para bajar, y los atascos son tremendos. Aún así, merece la pena.
Después de comer nos acercamos a la playa de Oeiros (no olvidemos que esa era la idea original del viaje), bastante cerca y no había demasiada gente. El agua bastante fria, pero eso no impidió que nos diesemos un bañito.
Al atardecer ya estábamos otra vez el Lisboa, y pudimos ver pasar la procesión del día de San Antonio, con el obispo al frente. Las calles estaban abarrotadas. Desde la Plaza del Comercio fuimos al Elevador de Santa Justa, toda una experiencia. Las vistas desde arriba son muy bonitas. Después de un agradable paseo por las plazas aledañas (Plaza del Rocio, de Figueira y de los Restauradores) subimos al tranvía 28 que nos acercó hasta el apartamento. Estos tranvias no tienen nada que ver con los tranvias de otras capitales europeas, son auténticas piezas de museo.
Para la cena elegimos un restaurante junto al mirador de Santa Lucía. Fue sin lugar a dudas lo peor del viaje. Después de haber comido muy bien todos los dias anteriores, en este restaurante (Sol Nascente, apuntadlo para no entrar) nos sirvieron una parrillada de pescado que constaba de una sardina y una cabeza de otro pescado por 14 euros. Al verlo, no pedimos nada más, y tras sumar la bebida y los entrantes nos cobraron más de 45 euros. Un auténtico robo, y lo peor es la impresión que te puedes traer de un país donde se come realmente bien.
Con esto finalizaba nuestra estancia en Portugal, al día siguiente regresábamos a España, haciendo una parada en Elvás, cerca de la frontera con Badajoz, también recomendable.
Portugal es un país que merece al menos una visita (más amplia que la nuestra) o tal vez pueda convertirse en un destino para hacer alguna próxima escapada por la proximidad y la posibilidad de hacerlo en coche. No visitamos los museos de Lisboa, ni Sintra, Cascais... por lo tanto tendremos que volver.
Continuamos caminando hasta la Plaza del Comercio, en obras, y tomamos un taxi hasta el Monasterio de los Jerónimos. Sin duda, el monumento más bonito de los que vimos en Portugal. Con una recargada fachada y un interior más austero y amplio, consigue enamorar a todos los visitantes. El claustro, sin palabras.
Descansamos un momento junto al monumento a los descubridores y nos acercamos a la Torre De Belem. Tanto la torre como el monasterio eran gratuitos al ser el dia de San Antonio. La escalera de caracol para subir es la misma que para bajar, y los atascos son tremendos. Aún así, merece la pena.
Después de comer nos acercamos a la playa de Oeiros (no olvidemos que esa era la idea original del viaje), bastante cerca y no había demasiada gente. El agua bastante fria, pero eso no impidió que nos diesemos un bañito.
Al atardecer ya estábamos otra vez el Lisboa, y pudimos ver pasar la procesión del día de San Antonio, con el obispo al frente. Las calles estaban abarrotadas. Desde la Plaza del Comercio fuimos al Elevador de Santa Justa, toda una experiencia. Las vistas desde arriba son muy bonitas. Después de un agradable paseo por las plazas aledañas (Plaza del Rocio, de Figueira y de los Restauradores) subimos al tranvía 28 que nos acercó hasta el apartamento. Estos tranvias no tienen nada que ver con los tranvias de otras capitales europeas, son auténticas piezas de museo.
Para la cena elegimos un restaurante junto al mirador de Santa Lucía. Fue sin lugar a dudas lo peor del viaje. Después de haber comido muy bien todos los dias anteriores, en este restaurante (Sol Nascente, apuntadlo para no entrar) nos sirvieron una parrillada de pescado que constaba de una sardina y una cabeza de otro pescado por 14 euros. Al verlo, no pedimos nada más, y tras sumar la bebida y los entrantes nos cobraron más de 45 euros. Un auténtico robo, y lo peor es la impresión que te puedes traer de un país donde se come realmente bien.
Con esto finalizaba nuestra estancia en Portugal, al día siguiente regresábamos a España, haciendo una parada en Elvás, cerca de la frontera con Badajoz, también recomendable.
Portugal es un país que merece al menos una visita (más amplia que la nuestra) o tal vez pueda convertirse en un destino para hacer alguna próxima escapada por la proximidad y la posibilidad de hacerlo en coche. No visitamos los museos de Lisboa, ni Sintra, Cascais... por lo tanto tendremos que volver.