Estoy con una kingfisher en el interior del Sukdham kothi, un caserón con jardines donde nos vamos a alojar en Kota por 1000 INR (14'5 eu) noche. Es un sitio tranquilo a mitad de Station Road entre la Bus y la Train Station, y que fue vivienda colonial de un cirujano inglés. Tonto el cirujano.
Hemos pedido una salad, un pulao (arroz) y un Chicken Butter, y nos llamarán a la habitación cuando esté la comida preparada.
La gente de Kota, a diferencia de la de Bundi, me ha resultado desagradable. Hoy se celebra el “Dusherra festival” donde se queman figuran enormes, representación de la sempiterna victoria del bien sobre el mal, en una especie de fallas religiosas.
Esta mañana en Bundi, después de rutinariamente levantarme a las 5'30 y ver “hacer el mono” por las terrazas a los macacos, y desayunar un café y una tostada, cogimos el bus local a las 9, salen cada 20 minutos y cuesta 22 INR (30 cms), para después de un viaje tranquilo de 1 hora aprox para hacer los 35 kms de distancia, aterrizar en Kota.
Al llegar, hasta las pelotas del acoso de los Ricky drivers, nos fuimos caminando a la búsqueda del hotel, donde conseguimos llegar por huevos mas que otra cosa, puesto que a estas alturas de viaje, escasean las fuerzas. En el camino me paro a hablar con 2 funcionarios huelguistas de sentada delante del edificio de gobierno y ex-lugar de trabajo, donde me explican cuales son las condiciones de trabajo de los funcionarios de base en la India, y que llevan 14 dias de huelga de hambre y acampada. Hago lo único que puedo hacer, desearles suerte.
Vamos a comer, luego sigo.
Son las 9 de la noche. Acabamos de volver del festival o lo que haya sido eso, y aún estoy impactado. Es difícil describir una especie de mix de Feria de Abril, Fallas, Semana santa, y teatro de calle, con la aglomeración, locura y avalanchas humanas como las de las vueltas a la Kaaba en la peregrinación a La Meca. Miles de personas, según nos cuentan, de las aldeas porque los de Kota lo ven por TV, escuchan primero el cuento de los títeres colosales, para luego en un éxtasis final, pegarle fuego con pirotecnia a los 3 ninots indios de 23 metros de altura entre el rugido de la multitud. Si hubiéramos venido por nuestra cuenta no hubiéramos salido enteros.
La historia de la tarde ha sido atómica. Pura marcianada difícil de olvidar. Después de comer y de una siesta de media hora, indagamos en el hotel para ir al “Dusherra Festival”, y nos aconsejan que vayamos al Centro de recepción al turista de Kota, que aquí llaman Bungalow. Dirigiéndonos allí, preguntamos a un corrillo de la calle por el lugar, y acabamos montados en el coche de un tipo que se ofrece a llevarnos, y que amablemente nos deja en 10 minutos en la misma puerta. Nos informan que ellos se ocupan, ya que el Ministerio de Turismo monta un Tour para los turistas que quieren ir al Festival, después de que el año pasado algunos que fueron por su cuenta y riesgo sufrieran percances graves, sin especificar, y atracos.
Después de 1 hora esperando en el chalet en unos jardines agradables, invitación a chai, información y atención, un bus procedente de Bundi con algunos turistas y una legión de funcionarios oficiales y oficiosos, incluido sorpresivamente Kukki, nos recoge en la puerta del Bungalow. En el bus nos juntamos con 3 cámaras con japonesas, una pareja australiana residente en Bombay desde hace 7 años, dos parejas de habla inglesa, una madre y su hija europea y un viajero independiente de gira por India.
Llegamos en un cuarto de hora al palacio de la ciudad, y escoltados por el ejército y toda la policía del distrito de Kota, aparecemos en un cuadrilátero gigante a los pies del palacio, rodeados de ejército, policía, guardia real, coros, grupos varios, boy scouts, tipos disfrazados, y elefantes, en una recepción del Rajá del lugar, algo así como Fraga Iribarne con turbante, y decenas de personalidades vestidos de gala rajasthaní, familia varia del Rajá, y un montón de fotógrafos y reporteros de TV, en plan el anuncio de bombones Ferrero Roché.
Yo luzco satisfecho mis chanclas, los tejanos raídos, agujereados y deshilachados con los fondos recogidos para no barrer la mierda de la calle, la camiseta-trapo expresamente traida para pasar sus últimos dias en la India con estrías fosilizadas de sudor salado y el sin afeitado de varios días. Bebemos, somos agasajados, fotografiados y entrevistados como personalidades del 1r mundo. Una hora después, salimos en procesión desde el palacio, elefantes, carrozas, grupos de baile y música, comitiva, para salir por la puerta de la muralla del palacio y aparecer ante una muchedumbre en calle, balcones y demás, situada para ver el desfile.
Nosotros montamos en el bus y nos direccionan a una gigantesca campa donde después de pisar alfombras rojas, entrar por casetas varias, subir a una primera terraza, subir a segunda terraza, -todo ello empapelado de uniformados-, acabamos en el techo de un edificio lleno de sillas donde tenemos reservadas las 2 primeras filas delante de todo el palco abarrotado de gente, y con una vista privilegiada del escenario con los títeres y del hormiguero imposible de gente que lo rodea. Los ojos, boca y brazos de los muñecos son movidos con cuerdas al son de la narración, y en la apoteosis final se les pega fuego estallando los fuegos artificiales que llevan en el interior, hasta que el armazón se derrumba, con toda la multitud imprudente y milagrosamente a sus pies, y es devorado totalmente por las llamas.
Dejan que pase media hora, deshacemos el camino con la policía abriéndonos paso con los bastones, subimos al bus, y nos aparcan a cada uno en su hotel. Alucinante.
Ahora son las 10 de la noche. En la habitación se está bien. Mientras en las calles de Kota .....
Gabon