Día 3: Ferrara ✏️ Diarios de Viajes de ItaliaEste día la excursión tenía por destino Ferrara. Teníamos un billete de segunda clase para un eurocity con destino a Venecia y al ir a subir al tren nos llevamos la “agradable” sorpresa de que ya estaban todos los asientos ocupados. Menos mal que...Diario: Bolonia, la ciudad roja⭐ Puntos: 4.7 (21 Votos) Etapas: 5 Localización: ItaliaEste día la excursión tenía por destino Ferrara. Teníamos un billete de segunda clase para un eurocity con destino a Venecia y al ir a subir al tren nos llevamos la “agradable” sorpresa de que ya estaban todos los asientos ocupados. Menos mal que el trayecto sólo duraba media hora, porque viajar de pie no era la mejor forma de comenzar un día que se preveía ajetreado. Al igual que Rávena, Ferrara también está incluida en la lista de lugares que son Patrimonio de la Humanidad. En el caso de Rávena las razones para aparecer en la lista son los monumentos que contiene mientras que en Ferrara es la propia ciudad la causa de la inclusión. Eso es lo que distingue a las dos poblaciones. Los monumentos de Rávena son más hermosos pero Ferrara es en su conjunto una ciudad más bonita y señorial. Las murallas que rodeaban Ferrara se conservan casi en su totalidad, pero que nadie espere algo parecido a Ávila. Al menos los tramos que cruzamos nosotros apenas tendrían 3 m. de altura. Lo que sí que llama la atención, y mucho, es el castillo de los D´Este. Los D´Este fueron la familia que controló Ferrara y sus alrededores durante la Baja Edad Media y el Renacimiento, y el castillo que construyeron en medio del casco urbano (para protegerse de sus propios súbditos, no os vayais a creer) simboliza a la perfección la importancia que llegaron a tener. El castillo es una mole inmensa y cuando lo ves por primera vez te deja sin palabras. Encima está rodeado por un foso enorme alimentado por las aguas del río Po, con lo cual la impresión de poderío es todavía mayor. Antes de entrar decidimos acercarnos al Duomo, que está muy cerquita, y ahí descubrimos que era día de mercadillo en Ferrara. Resultaba muy animado pero hubiera preferido disfrutar de la Plaza Mayor sin los cientos de puestos que lo abarrotaban. Por suerte no había nadie vendiendo calcetines delante de la fachada del Duomo y pudimos contemplarla a gusto. Es una fachada románica fantástica, la primera en la que pudimos observar el detalle de los leones sosteniendo las columnas de la entrada. Las esculturas son obra de un discípulo de Willigelmus, un genio al que nos encontraríamos en Módena. El interior fue reconstruido en estilo barroco después de un incendio y desmerece mucho en comparación con el exterior, que es lo que realmente merece la pena. Como curiosidad, la catedral tiene adosada a uno de sus laterales una logia llena de tiendas. Después de ver el Duomo regresamos al Castillo Estense para visitarlo por dentro. No está mal pero me pareció un poco decepcionante, sobre todo porque la entrada es cara. Lo más interesante son las espantosas mazmorras donde los D´Este encerraban de por vida a sus enemigos (estos no se andaban con chiquitas) y los frescos de la Sala de los Juegos. Aparte de eso hay demasiadas habitaciones en las que no quedan más que unos rastros de la decoración original y al final tienes la impresión de que has pagado 7 € para ver cuatro cosas. La vista desde la Torre del León (1 € más) está bien pero tampoco quita el hipo. Volvimos a la Plaza Mayor para ir a uno de los edificios que la rodean: el Museo de la Catedral. Es un museo pequeñito que tiene la ventaja de que todo lo que expone es de primera. Puestos a destacar algo, hay unas fantásticas tallas de las labores del año procedentes de una puerta de la catedral derruida durante una reforma, unas tapas de órgano decoradas con pinturas de Cosme Tura, unos tapices estupendos y una estatua de la Virgen llena de serenidad. Como habíamos comprado una entrada combinada en el Museo de la Catedral nos dirigimos al segundo de los sitios al que permitía entrar, el Palacio Schifanoia. Durante el paseo comprobamos que a diferencia de lo que sucede en otras ciudades italianas aquí todas las iglesias que nos encontrábamos estaban cerradas a cal y canto. También aprovechamos para recorrer la Via delle Volte, una calle medieval cubierta con infinidad de arcos que permitían a los comerciantes ir de la casa a la tienda sin tener que pisar la calle. Llegamos al Palacio Schifanoia, un antiguo palacio de recreo de los D´Este, y al principio me temí que nos iba a ocurrir lo mismo que en el castillo. Unos cuantos restos desperdigados indicaban que las habitaciones estuvieron completamente decoradas con frescos en su día pero de la mayoría no queda prácticamente nada y lo único que hay para ver son unas exposiciones de objetos antiguos. Lo poco que sobrevive de los buenos tiempos del palacio produce una sensación un tanto ambigua. Por una parte te maravillas porque los frescos del Salón de los Meses son bellísimos, y por otra parte te llevas las manos a la cabeza porque la mitad de los mismos haya sido destruida. Las celdas de los D´Este no serían suficiente castigo para las personas que tuvieron la brillante idea de tapar de yeso esos frescos. A pesar de todo, los fragmentos que han podido ser recuperados son suficientes para justificar la visita. Fuimos de vuelta al centro y por el camino pasamos por una pastelería de barrio donde compramos unos dulces deliciosos que nos comimos en un jardín cercano. Resulta curioso que en Italia cualquier pastelería normalita ofrezca dulces artesanos mientras que comer pasteles de calidad en Madrid se ha convertido en una misión imposible. En fin, cosas del progreso. Pasamos por el antiguo ghetto judío en dirección a la Plaza Mayor y nos encaminamos a la Ampliación Ercúlea. Esta zona fue ni más ni menos que una ampliación de la ciudad encargada por el duque Ércole I, y es uno de los primeros ejemplos en Europa de urbanismo planificado. La ampliación está organizada en torno a dos calles perpendiculares, y en el punto en el que se cruzan construyeron el Palacio de los Diamantes, cuya fachada está compuesta por sillares tallados en forma de, sí, efectivamente, diamantes. Seguimos subiendo hasta que nos cansamos de andar, momento en el que entramos a un parque en el que aprovechamos para tumbarnos en la hierba… hasta que una legión de hormigas trató de convertirnos en su almuerzo. Después de salir del parque sentí curiosidad por acercarme a la Cartuja de Ferrara, que tiene a su alrededor un cementerio realmente encantador (bueno, tan encantador como puede ser un cementerio). Esa fue nuestra última parada en Ferrara. Nos marchamos a la estación y allí perdimos un tren por los pelos, teniendo que esperar al siguiente, lo que además de hacernos muy poca gracia bastante tendría algunas consecuencias inesperadas. De vuelta en Bolonia, y aprovechando que era temprano, tratamos de ver algunas de las atracciones que nos quedaban pendientes. La primera de ellas fue el Oratorio de Santa Cecilia, con un ciclo de frescos describiendo escenas de la vida de Santa Cecilia y su esposo San Valeriano. Al ladito está la iglesia de San Giacomo Maggiore, en la que sobresale la soberbia capilla de la familia Bentivoglio y la tumba que hay justo enfrente. Después de eso mi intención era subir a la Torre degli Alsinelli pero al querer entrar la taquillera me informó de que ya estaba cerrada. Si hubiéramos llegado cinco minutos antes habría podido subir, así que volví a acordarme con cariño de aquel tren que nos dio con las puertas en las narices. Como no pensaba irme de Bolonia sin subir a la torre tuvimos que modificar sobre la marcha el plan del día siguiente. En lugar de ir a Parma a primera hora, como teníamos pensado, vendríamos antes a la torre y luego ya cogeríamos el tren. Posteriormente fuimos la Basílica de Santo Domingo. Aquí lo fundamental es el arca que contiene las reliquias de dicho santo, fundador de la orden de los dominicos, y que aparte de ser una obra maestra presenta la curiosidad de que uno de los escultores que trabajaron en ella fue un jovencísimo Miguel Angel. Fuera de la basílica hay un par de llamativas tumbas de Glossatori dentro de unos templetes situados sobre columnas. Para rematar el día fuimos a tomar el aperitivo a la terraza del Café Zanarini, detrás de la Basílica de San Petronio. Todos los sitios en los que tomamos el aperitivo estaban muy bien pero este se salía de la escala, por variedad y calidad. Por poner una comparación, era como el catering de una boda de nivel sólo que sin los langostinos . Índice del Diario: Bolonia, la ciudad roja
04: Día 3: Ferrara
05: Día 4: Parma y Módena
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