Nuestra intención era empezar hoy el día por la catedral de St. Paul, pero al llegar solo se podían visitar algunas zonas (no la parte trasera del altar, ni la cripta ni la subida a las galerías), pues era miércoles de oración, así que dimos una pequeña vuelta y nos marchamos.
Antes de llegar, paseamos por la zona de los Inns of Court, que vale mucho la pena. Nos bajamos en la parada de Temple, caminamos a mano izquierda (no hacia el río) por Temple Place hasta el final. Al llegar aquí, a mano izquierda, tras dejar atrás una casa con una veleta dorada en forma de barco, entramos por un callejón y subimos las escaleras, saliendo a Essex Street; al final de esta calle llegamos a Fleet Street. A la izquierda está la iglesia de St. Clemens Danes y a mano derecha se encuentra un edificio precioso del XIX, Royal Courts of Justice.
En absoluto parece que sean unos juzgados. En esta misma calle está la famosa tienda de té, “Twinings”. En el cruce de Fleet Street con Chancery Lane, más o menos a esta altura...
... a la derecha entramos por otro callejón y al fondo está la Iglesia del Temple. La zona es muy bonita, pues están allí los Inns of Court, que son los colegios de abogados, con jardines y edificios por los que vale la pena pasear. También era hoy día de oración aquí, ya que estaba cerrada (es preferible consultar la web poco antes del viaje, para evitar imprevistos, cosa que nosotros no hicimos).
Esta iglesia del siglo XII fue construida por los caballeros templarios como su sede en Londres. Por curiosidad, es una de las que sale en el Código da Vinci de Brown.
Volvimos de nuevo al metro Temple y antes de ir a la siguiente visita, paseamos un rato bajo un agradable sol por la orilla del río, Victoria Embankment.
Nuestra siguiente parada fue Monument. Antes de acercarnos, nos tomamos un hot chocolate en un Starbucks cercano, con la pertinente visita al baño, faltaría más. Esta columna de 61 metros de altura se encuentra en la City, cerca del Puente de Londres, a 61 metros de donde se inició el Gran Incendio de Londres en 1666. Se puede subir al mirador, pero desistimos, porque todavía nos quedaba mucho por ver.
Las colas para comprar las entradas para la Torre de Londres eran considerables, así que aguantamos allí con paciencia hasta que nos tocó. Con el 2x1 nos ahorramos 17£. El entorno es espectacular.
La Torre de Londres como monumento vale la pena; los edificios son muy bonitos (sobre todo, el palacio medieval y la White Tower) y las vistas de las que se disfrutan del Tower Bridge y de la City, con su famoso Pepino (Swiss Re Tower) impresionan.
Los interiores nos decepcionaron un poco. Para los niños sí está bien planteado.
Aguantamos estoicamente la cola para ver las joyas reales (menuda cámara acorazada), paseamos por los jardines…
Al salir, antes de dirigirnos al Tower Bridge, que cada vez nos gustaba más, nos acercamos en un agradable paseo a St. Catherine’s Docks, embarcaderos con tiendas y restaurantes. Las vistas hacia el río merecen la pena.
Para entrar al Tower Bridge hay que comprar las entradas para la exhibición; esta vez el ahorro fue de 7£, nuevamente con los 2x1.
Subimos, vimos un poco los vídeos explicativos y nos dirigimos rápidamente a las pasarelas, que era lo que más nos interesaba. Allí explican la historia del puente, los cambios que ha sufrido, hay fotos de otros puentes en otras partes del mundo… Las vistas son muy curiosas, tanto hacia un lado del puente, la City y todo lo que queda a su izquierda, como hacia el otro, con Canary Wharf.
Por la orilla contraria a la Torre de Londres caminamos hasta el London Bridge. Lo cruzamos y callejeando llegamos de nuevo hasta St. Paul.
Cruzamos el Millenium Bridge, obra de sir Norman Forster, hasta la Tate Modern. Esta vez nuestra pasión por los museos nos falló, estábamos derrotados, así que fuimos directamente a la terraza del tercer piso y nos tomamos un hot chocolate mientras descansábamos los pies apoyados contra la barandilla. Allí estuvimos un buen rato extasiados con los contornos de la ciudad londinense, oscureciendo ya, e identificando tal y cual edificio. Al salir vimos de lejos el Shakespeare's Globe. Para el próximo también.
En metro fuimos hasta Covent Garden. Es una zona muy animada, con un mercado cubierto con tiendas y puestos de distinta índole, así como con espectáculos callejeros.
Los pies ya no nos obedecían, así que con el piloto automático nos llegamos hasta Soho, zona pegada a Chinatown, buscando el Wok to Walk que habíamos localizado antes del viaje. Conocimos este tipo de locales en Ámsterdam; la verdad es que la comida es buena y por 4£ y pico cada uno nos pusimos morados. La bebida en absoluto es cara, 1£ la lata de refresco.
Habiendo cumplido como angelitos, dimos un último paseo por Picadilly y de ahí en metro a Pimlico. El hotel está a menos de 5 minutos, pero con el cansancio… se hace eterno llegar. ¡Qué alegría me daba al ver los números 47-49 de Belgrave Road! ¡Ay, no, que nos quedan los ocho tramos de escaleras!
Antes de llegar, paseamos por la zona de los Inns of Court, que vale mucho la pena. Nos bajamos en la parada de Temple, caminamos a mano izquierda (no hacia el río) por Temple Place hasta el final. Al llegar aquí, a mano izquierda, tras dejar atrás una casa con una veleta dorada en forma de barco, entramos por un callejón y subimos las escaleras, saliendo a Essex Street; al final de esta calle llegamos a Fleet Street. A la izquierda está la iglesia de St. Clemens Danes y a mano derecha se encuentra un edificio precioso del XIX, Royal Courts of Justice.
En absoluto parece que sean unos juzgados. En esta misma calle está la famosa tienda de té, “Twinings”. En el cruce de Fleet Street con Chancery Lane, más o menos a esta altura...
... a la derecha entramos por otro callejón y al fondo está la Iglesia del Temple. La zona es muy bonita, pues están allí los Inns of Court, que son los colegios de abogados, con jardines y edificios por los que vale la pena pasear. También era hoy día de oración aquí, ya que estaba cerrada (es preferible consultar la web poco antes del viaje, para evitar imprevistos, cosa que nosotros no hicimos).
Esta iglesia del siglo XII fue construida por los caballeros templarios como su sede en Londres. Por curiosidad, es una de las que sale en el Código da Vinci de Brown.
Volvimos de nuevo al metro Temple y antes de ir a la siguiente visita, paseamos un rato bajo un agradable sol por la orilla del río, Victoria Embankment.
Nuestra siguiente parada fue Monument. Antes de acercarnos, nos tomamos un hot chocolate en un Starbucks cercano, con la pertinente visita al baño, faltaría más. Esta columna de 61 metros de altura se encuentra en la City, cerca del Puente de Londres, a 61 metros de donde se inició el Gran Incendio de Londres en 1666. Se puede subir al mirador, pero desistimos, porque todavía nos quedaba mucho por ver.
Las colas para comprar las entradas para la Torre de Londres eran considerables, así que aguantamos allí con paciencia hasta que nos tocó. Con el 2x1 nos ahorramos 17£. El entorno es espectacular.
La Torre de Londres como monumento vale la pena; los edificios son muy bonitos (sobre todo, el palacio medieval y la White Tower) y las vistas de las que se disfrutan del Tower Bridge y de la City, con su famoso Pepino (Swiss Re Tower) impresionan.
Los interiores nos decepcionaron un poco. Para los niños sí está bien planteado.
Aguantamos estoicamente la cola para ver las joyas reales (menuda cámara acorazada), paseamos por los jardines…
Al salir, antes de dirigirnos al Tower Bridge, que cada vez nos gustaba más, nos acercamos en un agradable paseo a St. Catherine’s Docks, embarcaderos con tiendas y restaurantes. Las vistas hacia el río merecen la pena.
Para entrar al Tower Bridge hay que comprar las entradas para la exhibición; esta vez el ahorro fue de 7£, nuevamente con los 2x1.
Subimos, vimos un poco los vídeos explicativos y nos dirigimos rápidamente a las pasarelas, que era lo que más nos interesaba. Allí explican la historia del puente, los cambios que ha sufrido, hay fotos de otros puentes en otras partes del mundo… Las vistas son muy curiosas, tanto hacia un lado del puente, la City y todo lo que queda a su izquierda, como hacia el otro, con Canary Wharf.
Por la orilla contraria a la Torre de Londres caminamos hasta el London Bridge. Lo cruzamos y callejeando llegamos de nuevo hasta St. Paul.
Cruzamos el Millenium Bridge, obra de sir Norman Forster, hasta la Tate Modern. Esta vez nuestra pasión por los museos nos falló, estábamos derrotados, así que fuimos directamente a la terraza del tercer piso y nos tomamos un hot chocolate mientras descansábamos los pies apoyados contra la barandilla. Allí estuvimos un buen rato extasiados con los contornos de la ciudad londinense, oscureciendo ya, e identificando tal y cual edificio. Al salir vimos de lejos el Shakespeare's Globe. Para el próximo también.
En metro fuimos hasta Covent Garden. Es una zona muy animada, con un mercado cubierto con tiendas y puestos de distinta índole, así como con espectáculos callejeros.
Los pies ya no nos obedecían, así que con el piloto automático nos llegamos hasta Soho, zona pegada a Chinatown, buscando el Wok to Walk que habíamos localizado antes del viaje. Conocimos este tipo de locales en Ámsterdam; la verdad es que la comida es buena y por 4£ y pico cada uno nos pusimos morados. La bebida en absoluto es cara, 1£ la lata de refresco.
Habiendo cumplido como angelitos, dimos un último paseo por Picadilly y de ahí en metro a Pimlico. El hotel está a menos de 5 minutos, pero con el cansancio… se hace eterno llegar. ¡Qué alegría me daba al ver los números 47-49 de Belgrave Road! ¡Ay, no, que nos quedan los ocho tramos de escaleras!