Nos despertamos en Annecy con esa sensación agridulce que solo puede provocar el último día de vacaciones. Decidimos, antes de irnos a Ginebra, desayunar allí y poder ver así su mercado diario.
La luz de la mañana baña Annecy de una forma especial y le da un nuevo matiz: el de pueblo amable en su día a día. No había apenas turistas y nos unimos a los locales en su compra diaria en el mercado, lleno de colores, olores y sabores. Pudimos probar algún queso y algunas frutas pero mi pensamiento fue que me encantaría pasar allí un mes comprando todos los días en el mercado y luego cocinando con todos esos maravillosos productos.
La luz de la mañana baña Annecy de una forma especial y le da un nuevo matiz: el de pueblo amable en su día a día. No había apenas turistas y nos unimos a los locales en su compra diaria en el mercado, lleno de colores, olores y sabores. Pudimos probar algún queso y algunas frutas pero mi pensamiento fue que me encantaría pasar allí un mes comprando todos los días en el mercado y luego cocinando con todos esos maravillosos productos.
Compramos unas moras e hicimos cola con la gente del pueblo en una boulangerie donde todo el mundo compraba el pan pero donde nosotros nos hicimos con unos bollos exquisitos (aun los recuerdo como si fuera ayer) que nos llevamos a un banco cerca del lago para hacer un último desayuno muy especial.
Dejamos finalmente Francia para dar un último adiós a Suiza visitando Ginebra antes de ir al aeropuerto. Aquí no necesitamos aparcar ya que lo primero que hacemos es ir a devolver el coche a la oficina. Dejamos las maletas en la estación de tren que está muy cerca. La estación, como ya comente antes, esta de obras, y, aunque normalmente tienen un sitio bien para dejar la maleta, en este caso tuvimos que dejarla en unos lockers que había en medio de uno de los andenes y donde solo se podían poner monedas (ni máquinas de dar cambio ni nada).
Empezamos así nuestro minipaseo por Ginebra. La verdad es que fue así intencionadamente, no queríamos entretenernos mucho en ella y menos mal que lo decidimos de esta forma porque no hubiésemos tenido mucho en que entretenernos. Quizás las comparaciones son odiosas, pero después de los sitios que habíamos visto en este viaje Ginebra fue un poco decepcionante, aunque tampoco sería esa la palabra ya que no esperábamos nada de ella.
Primero nos acercamos al archiconocido Jet d'eau para verlo y para ver un poco el lago.
Empezamos así nuestro minipaseo por Ginebra. La verdad es que fue así intencionadamente, no queríamos entretenernos mucho en ella y menos mal que lo decidimos de esta forma porque no hubiésemos tenido mucho en que entretenernos. Quizás las comparaciones son odiosas, pero después de los sitios que habíamos visto en este viaje Ginebra fue un poco decepcionante, aunque tampoco sería esa la palabra ya que no esperábamos nada de ella.
Primero nos acercamos al archiconocido Jet d'eau para verlo y para ver un poco el lago.
Luego salimos a una calle llena de tiendas en las que no podríamos comprar ni una bolsa con el logotipo y finalmente llegamos a la parte antigua por donde damos un tranquilo paseo hasta llegar a la catedral.
Descansamos un rato y seguimos un poco más por el casco antiguo viendo callejitas muy coquetas y finalmente volvemos al canal y ponemos rumbo a la estación cruzando un puente muy florido.
En una tienda parecida al corte ingles que se llama Manor aprovechamos para ir al baño (si veis alguno aprovechad ya que son gratis y están bien) y para comprar unos toblerones de algún tipo que aquí no venden (y para admirar el toblerone de 4,5kg porque creo que como nos lo lleváramos íbamos a tener un poco de sobrepeso en la maleta) y también compramos unos trozos de quiches enormes y muy buenos con los que comimos a los pies de la Iglesia de Notre Dame de Ginebra.
Y con esto nos vamos al aeropuerto acabando asi estos dias increibles de naturaleza, pueblos preciosos y paisajes espectaculares, desde luego un viaje para recordar...