Durante la noche no recibimos ninguna visita inesperada de ningún oso hambriento. Nos levantamos, disfrutamos de nuevo del contundente desayuno montañero del autoservicio del Curry Village e hicimos el check out.
Este era el ultimo gran desplazamiento del viaje: 300 km casi en línea recta hasta San Francisco.
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Los primeros 50 km los hicimos prácticamente en caravana por el interior del parque. Una vez fuera del mismo atravesamos una parte del Stanislaus National Forest, un bosque de pinos con muchas zonas calcinadas en los incendios del verano de 2013 en California. La bajada desde la sierra hasta la llanura de California es espectacular por una mareante carretera estrecha entre montañas. Además nos tocó detrás de un megacamión americano que nos obligó a ir mucho más despacio de lo que hubiéramos querido aunque así disfrutamos del paisaje.
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Una vez abajo atravesamos un paisaje rural propio de California con grandes plantaciones de frutales y granjas de ganado. La carretera atravesaba continuamente pueblos de nombres con evocadoras resonancias hispánicas como Manteca o Escalón y el trayecto se nos hizo muy largo hasta llegar a la Bahia de San Francisco. Allí nos incorporamos a la autopista 880 que rodea la bahía pasando por Oakland.
BAHIA DE SAN FRANCISCO
La Bahia de San Francisco es un enorme estuario de 100 km de longitud y hasta 20 km de anchura que recoge las aguas de los ríos Sacramento y San Joaquin y que se comunica con el Atlántico a través de una pequeña apertura de apenas 3 km cruzada por el famoso Golden Gate. Alrededor de la bahía hay 3 ciudades principales: San Francisco, Oakland y San Jose. Además del Golden Gate, hay otros 4 interminables puentes que evitan dar tremendos rodeos para llegar de una punta a otra de la bahia. El más utilizado es el Oakland Bridge, un puente de más de 7 km que comunica San Francisco y Oakland. En la bahía de San Francisco se paga en los puentes solo a la entrada en direccion a San Francisco pero no a la salida.
PUENTE DE OAKLAND (BAY BRIDGE)
Una vez pasada Oakland entramos en el puente de Oakland tras pagar el peaje (4$ por vehículo, 6$ en hora punta). Este puente es menos famoso que el Golden Gate, pero como obra de ingeniería es más espectacular. El puente tiene dos secciones de unos 3.5 km cada una. La sección este comunica Oakland con la isla Yerba Buena, en mitad de la bahía. Esta sección es, según el Guinness, el puente colgante más ancho del mundo con 5 carriles por sentido y fue inagurada en 2013. La sección oeste es el típico puente americano de metal con dos niveles (el inferior de salida y el superior de entrada) y es mucho más viejo. Se estaba construyendo un puente colgante paralelo que lo sustituirá en unos años.
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Desde el puente ya tuvimos una primera vista del precioso skyline de San Francisco y tuvimos nuestro primer contacto con la caprichosa geografía de la ciudad. San Francisco está edificada en una zona de colinas que caen abruptamente hacia el mar por lo que sus calles presentan inclinaciones y pendientes imposibles y los edificios se muestran unos tras otros a distintos niveles conformando un skyline absolutamente peculiar.
Conducir por San Francisco es toda una experiencia. Con las cuestas tan pronunciadas que tiene la ciudad, conducir con cambio manual es un suicidio ya que el coche se debe calar cada dos por tres. Afortunadamente con un automático te puedes olvidar de la dificultad de arrancar en rampa y se puede disfrutar del paseo.
El trazado de la ciudad es en cuadricula y por lo tanto hay miles de cruces perpendiculares en los que los sanfranciscanos han decidido graciosamente prescindir de los semáforos. Es decir, en todos los cruces hay 4 señales de stop por lo que hay que parar en cada manzana! Y cuando coincides con alguien en la intersección, se entra al cruce en el mismo orden de llegada al mismo! Esto inicialmente genera cierta inquietud pero muy fugaz porque los conductores son tan tranquilos y educados y se lo toman con tal calma en los cruces que siempre tuve la impresión de que yo era el primero en llegar a casi todos ya que casi me cedían el paso. Ahora bien, me imagino que si no se lo tomaran con tanta calma, habría infinidad de accidentes.
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PALACE OF FINE ARTS
Atravesamos la ciudad en dirección al Golden Gate. Antes decidimos parar en el Palace of Fine Arts (Palacio de las Bellas Artes).
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Aunque habíamos leído lo contrario, aparcar en San Francisco nos pareció más sencillo que en LA. En la mayoría de las calles hay unas señales que permiten el aparcamiento sin más problemas aunque con un máximo de dos horas, sin parquímetros que nosotros viéramos, ideal para el turismo. Aparcamos al borde mismo del lago del Palace of Fine Arts a la sombra de una de estas señales y con cierto mosqueo porque no vimos ni parquímetro ni tickets en los coches aparcados al lado, nos dimos al turismo.
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El palacio es un edificio diseñado para la Exposición Internacional Panamá-Pacífico que tuvo lugar en el año 1915, de inspiración greco-romana, con un edificio con cúpula central que se extiende graciosamente con dos columnatas curvas alrededor de un pequeño lago.
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El lago central actúa como espejo reflejando las armoniosas formas del palacio, creando un ambiente romántico que es elegido por muchos habitantes de San Francisco como lugar para contraer matrimonio. De hecho cuando llegamos, se acababa de celebrar una de estas bodas.
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Esta es una localización muy cinematográfica y aquí se rodaron escenas de Vértigo o La Roca entre otras películas. Dimos la vuelta al lago y atravesamos completamente las columnatas y la rotonda central disfrutando de una extraña paz y tranquilidad a pesar de encontrarnos en una gran ciudad.
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Esta paz nos acompañaría en toda nuestra estancia en San Francisco que nos pareció una ciudad muy apacible con un tráfico manejable, muchos espacios verdes y una arquitectura muy uniforme y humana. Desde luego es una ciudad muy atípica según los estándares americanos, compacta, paseable, con muy buen gusto y con un aspecto muy europeo. No es de extrañar que sea una de las ciudades de USA con más millonarios. El dinero se ve por toda la ciudad: grandes mansiones, tiendas de diseño, coches de lujo, etc pero es una riqueza menos ostentosa que la de otras ciudades. Los sanfranciscanos siempre han hecho gala de un carácter liberal y avanzado (aquí nació la revolución hippy y el movimiento por los derechos civiles) y sus millonarios, muchos formados en el cercano Silicon Valley, como el fundador de Apple Steve Jobs, también lo son.
Una vez terminado el paseo nos acercamos caminando hasta la costa de la bahía donde está el puerto de yates de la ciudad, un parque y una pequeña playa y desde donde disfrutamos de unas preciosas vistas de la bahía, la isla de Alcatraz y del Golden Gate que iba a ser nuestro próximo destino.
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En el parque había un cumpleaños infantil montado por todo lo alto como solo lo pueden hacer unos padres americanos.
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GOLDEN GATE
Aunque estábamos a apenas 2 kilometros del puente, el trayecto nos llevó casi una hora porque estaban de obras en la autopista y era hora punta de salida de viernes pero lo sobrellevamos con dignidad.
El Golden Gate cruza el estrecho que une el Océano Pacífico con la Bahía de San Francisco. Diseñado por un tal Joseph Strauss, fue inauguado en 1937. Es un puente colgante suspendido de dos torres de 227 m de altura y tiene una longitud aproximada de 1.280 metros.
Para ver el puente hay dos miradores, uno en cada extremo. El mirador sur está justo antes de entrar en el puente al lado del peaje y dispone de un escaso aparcamiento de pago de apenas 30 plazas junto a una tienda de recuerdos.
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Junto a este pabellón hay una sección del cable que sustenta al puente que tiene 93 cm de diámetro y que lleva en su interior más de 27000 cables de acero.
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Desde aquí se puede pasear por la ladera de la colina donde se asienta el puente y fotografiar y ser fotografiado a destajo con el puente de fondo.
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Desde el aparcamiento se puede subir hasta el puente e incluso cruzarlo caminando pero nosotros solo lo recorrimos unos metros y volvimos al parking.
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Vista de San Francisco desde el Golden Gate
Acto seguido cruzamos en coche lentamente el puente sintiéndonos parte de una película.
Al otro lado justo antes de donde se inicia la carretera hacia Sausalito paramos en otro mirador, con un aparcamiento mucho más generoso y gratuito, que ofrecía una vista mucho más tangencial del puente y desde donde también hay hermosas panorámicas de la bahía, de San Francisco y de la isla de Alcatraz.
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SAUSALITO
La siguiente parada era Sausalito, un pequeño pueblo pesquero que desde hace un tiempo es famoso por ser lugar de residencia de muchos famosos y gente acaudalada que intenta mantenerse alejada de las aglomeraciones de la gran ciudad.
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Las calles de Sausalito ofrecen tiendas de antigüedades, artesanía, joyerías, boutiques de moda y restaurantes de diseño con un ambiente muy bohemio y sofisticado y sobre todo, adinerado.
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Así pasean a los perritos en los sitios finos como Sausalito
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¿Habíais visto alguna vez un Bentley azul celeste?
El pueblo está edificado sobre unas colinas que bajan hacia el mar. Las laderas de las colinas están completamente cubiertas por hermosas residencias entre arboles.
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Las calles ascienden entre ellas con grandes pendientes y escaleras peatonales.
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En conjunto el pueblo, nos pareció un sitio muy agradable. Desde la orilla, además de Alcatraz y San Francisco, se podía ver el pueblo de Tiburón, otro lugar de residencia de famosos y millonarios, y tristemente de actualidad por ser el lugar donde vivía Robin Williams cuando se suicidó hace unos meses.
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Como ese día no habíamos parado para comer y habíamos sobrevivido a base de snacks, teníamos un apetito considerable asi que decidimos hacer una cena temprana. Entramos en el Napa Valley Burger Company, un coqueto restaurante de hamburguesas de diseño y vinoteca. Probamos unas hamburgesas gourmet espectaculares, las mejores de todo el viaje, mientras degustábamos unas copas de vinos californianos muy normalitos a precios de botella completa. El camarero, que para variar era hispano, nos caló desde el principio como españoles mesetarios y se identificó como madridista lo que hizo menos doloroso a la hora de la cuenta justificar la abultada propina habitual. El sitio es muy recomendable pero subido de precio, a tono con la exquisita clientela local.
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Dimos otro corto paseo mientras atardecía y volvimos al coche.
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Cruzamos el Golden Gate de vuelta hacia San Francisco y atravesamos el peaje sin parar ya que desde hace un par de años el peaje del puente (7$) no se paga presencialmente sino a través de internet. Las cámaras del peaje capturan la matrícula para evitar tentaciones. Luego para viajes aislados se puede pagar hasta 48 despues de cruzarlo aquí. Así lo hicimos al día siguiente y el cargo apareció puntualmente en nuestra tarjeta a los pocos días.
MOTEL SEASIDE INN
Nuestro hotel en San Francisco era el Seaside Inn en la calle Lombard número 1750 en el distrito de la Marina, cerca del Golden Gate.
Es un pequeño motel de ciudad con apenas 14 habitaciones sin lujos pero recientemente reformado y muy bien de precio. Las habitaciones son pequeñas pero con un baño estupendo, un mobiliario completamente nuevo y camas supercómodas.
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La calle está llena de moteles (de nuevo la extraña costumbre americana de amontonar moteles en una misma zona) y aunque el barrio es muy normalito, está a apenas 20 minutos andando de Fishermans Wharf asi que la ubicación es estupenda. Por todo ello el hotel es absolutamente recomendable. Las únicas dos pegas son que el parking (gratuito) es muy escaso y no hay plazas para todos las habitaciones aunque nosotros no tuvimos problema ningún día y el habitual frugal desayuno de cortesía.
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Puntuacion Seaside Inn: 7/10
CALLE LOMBARD
Tomamos posesión de nuestra habitación y salimos de nuevo a la calle.
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Decidimos ir hacia la zona de Fishermans Wharf andando aunque dando un pequeño rodeo por la calle Lombard. Sobre el plano estábamos muy cerca a apenas 500 metros pero enseguida nos dimos cuenta de que esta ciudad es realmente poco amable con el peatón y que los mapas de San Francisco deberían ser en 3D. La cuesta para llegar a lo alto de la colina era horrible. Me imagino intentando subirla con un carrito de niño y me muero tanto de cansancio como de miedo de que el carrito se suelte y el niño acabe dos kilómetros más abajo. Ahoa que lo pienso, apenas se ven carritos de niño por estas calles, lógicamente.
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Nuestro hotel estaba en la calle Lombard que es famosa porque uno de sus tramos, el que se encuentra en la colina Russian Hill, tiene tanta pendiente (27º de inclinación) que en 1922 su propietario decidió hacer un rediseño de la calzada, incorporando 8 pronunciadas curvas que se combinan con zonas ajardinadas. Este peculiar diseño se ha convertido en uno de los máximos atractivos de la ciudad tanto para turistas a pie que inmortalizan la calle desde todos los angulos como para turistas en coche que disfrutan del descenso en caravana mientras son inmortalizados. Imagino que los vecinos no estarán tan felices con el continuo trasiego de turistas por su calle.
Sobrevivimos a la escalada urbana y desde lo alto de Russian Hill disfrutamos de una preciosa vista de la calle Lombard bajando hasta el infinito. Aunque en todo el viaje apenas nos cruzamos con algún peatón despistado (es lo que tiene saber lo de las cuestas), arriba había una seria aglomeración de turistas a pesar de lo avanzado de la hora. Bajamos andando por la acera mientras disfrutamos del continuo tráfico nocturno de la sinuosa calle y admirábamos las elegantes casas victorianas de los sufridos vecinos. Como estaba muy oscuro decidimos volver de día en otro momento.
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Lo bueno que tiene subir es que desde arriba sólo se puede bajar. Y así el resto del camino hasta Fisherman’s Wharf fue un relajado descenso por las bonitas calles de Russian Hill.
FISHERMAN'S WHARF
Fishermans Wharf es la zona norte de San Francisco junto a la bahía. Este lugar solía ser el antiguo puerto pesquero de la ciudad y aún conserva su arquitectura de muelles y almacenes. Sin embargo, aunque todavía hay barcos atracados en sus muelles, la noble ocupación de la pesca ha sido sustituida por la ligeramente más vulgar actividad turística.
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Así Fisherman’s Wharf es ahora el corazón del ocio de la ciudad. Su principal calle, Jefferson Street está flanqueada por restaurantes turísticos con enormes anuncios de la especialidad gastronómica local: ¡el cangrejo! Es una especie de nécora gigante llamada cangrejo Dungeness de cuya omnípoda presencia es imposible librarse en la zona.
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Caminando hacia el este, en el cruce entre Jefferson y Taylor nos encontramos con el famoso poste luminoso con el logotipo de Fisherman’s Wharf (un cangrejo!).
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A lo largo de Taylor encontramos otra de las estampas típicas de la zona: los famosos puestos callejeros de comida, conocidos por ofrecer el a estas altura ya familiar y célebre cangrejo en las más diversas variedades (cocido, en cocktail, en bocadillo, etc) y la no menos popular sopa de almejas o clam chowder que se sirve típicamente en una pequeña hogaza de pan vaciada de su miga. Alrededor de los puestos había un enjambre de turistas comprando manjares y comiéndoselos allí directamente en las atestadas barras o apoyados en los bancos de alrededor.
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Siguiendo por Taylor llegamos a otro muelle en el que están permanentemente atracados el USS Pampanito y el SS Jeremieh O`Brian, un submarino y un barco respectivamente que participaron en la 2ª Guerra Mundial y que son visitables aunque como era de noche el muelle estaba ya cerrado (y por cierto, atestado de rratas).
El centro del área es el Pier 39, un precioso muelle de madera reconstruído que ahora alberga en sus dos pisos una sucesión de tiendas de recuerdos, bares musicales y restaurantes, todos ellos también dedicados a la pesca, pero en este caso del turista. En la entrada había una estatua de... un cangrejo!!!
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Al final del muelle hay un tiovivo histórico. Es en el lateral oeste de este muelle donde se pueden encontrar a los famosos leones marinos que viven en la zona dedicados a la poco edificante tarea de tomar el sol, bañarse y dormitar mientras gruñen a los turistas. Todo eso, salvo tomar el sol claro está, lo hacen incluso de noche para deleite de turistas noctámbulos.
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Volvimos a Jefferson y allí paramos un taxi para volver al hotel que nos recibió con los brazos abiertos tras otro día muuuy largo.
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