Este era el único día realmente ambicioso de todo el viaje, pero claro: contando los kilómetros marroquíes como si fueran españoles, pensando que Volúbilis apenas nos ocuparía tiempo y considerando que no iba a haber ninguna “interferencia” en nuestros planes… todo cuadraba y nos equivocamos.
Salimos sin problemas de Fez y cogimos la autovía (de pago) hasta Meknés. Nos encontramos un camino de poco menos de una hora, cómodo aunque un poco monótono. El terreno es muy fértil y aquí sí se nota una agricultura más intensiva, con un cultivo más ordenado.
Una vez que llegamos a Meknés tomamos la carretera que va hasta Moulay Idriss, ya que nuestro primer destino era Volúbilis, simplemente siguiendo la avenida principal que cruza la parte nueva de la ciudad.
Ya sólo en esta breve toma de contacto nos gustó Meknés. Se la veía una ciudad muy dinámica, con pequeños polígonos industriales con mucho movimiento y mucha vida. La parte moderna, tan cuidada como habíamos visto en el resto de ciudades marroquíes, daba una impresión alegre y colorida, nada que ver con la polvorienta Fez.
La carretera hasta Volúbilis está en buen estado pero es una sucesión de curvas continuas, así que como nos encontramos un par de camiones lentísimos que no conseguimos adelantar (aunque por supuesto todo el mundo lo hacía) tardamos más de una hora en llegar.
El pueblo de Moulay Idriss se veía muy bonito en una colina y, al poco de pasarlo, en un enorme valle, encontramos el desvío hasta Volúbilis.
Los guías están a la entrada ofreciendo sus servicios. Nosotros dijimos que no porque ya llevamos guía histórico incorporado y no hubo insistencia.
Adentrarnos en una ciudad romana como Volúbilis es una experiencia única. Había leído sobre que si son sólo "unas piedras", que si no merece la pena... nada de eso ¡Volubilis es una maravilla!, no en vano es Patrimonio de la Humanidad.
Fue una ciudad romana con una extensión enorme y hay mucho excavado, aunque sólo es una parte de la zona este de lo que fue la ciudad ¡ !.
A la entrada están preparando un centro de interpretación y preservación de las piezas más delicadas, de lo que ya se puede ver una muestra en la terraza exterior.
Se puede hacer por ella una ruta circular (de unas dos horas, paraditas de fotos y descanso incluidas) con mucho cuidado de no perderse los preciosos mosaicos que hay en muchas de las casas. Llevando un plano de algún libro de viajes (nosotros llevamos el de Anaya Touring) el recorrido es sencillo.
Pasear por el Decumanus Máximus hasta el gran Arco del Triunfo es fascinante, tanto culturalmente como a nivel paisajístico.
Salimos sin problemas de Fez y cogimos la autovía (de pago) hasta Meknés. Nos encontramos un camino de poco menos de una hora, cómodo aunque un poco monótono. El terreno es muy fértil y aquí sí se nota una agricultura más intensiva, con un cultivo más ordenado.
Una vez que llegamos a Meknés tomamos la carretera que va hasta Moulay Idriss, ya que nuestro primer destino era Volúbilis, simplemente siguiendo la avenida principal que cruza la parte nueva de la ciudad.
Ya sólo en esta breve toma de contacto nos gustó Meknés. Se la veía una ciudad muy dinámica, con pequeños polígonos industriales con mucho movimiento y mucha vida. La parte moderna, tan cuidada como habíamos visto en el resto de ciudades marroquíes, daba una impresión alegre y colorida, nada que ver con la polvorienta Fez.
La carretera hasta Volúbilis está en buen estado pero es una sucesión de curvas continuas, así que como nos encontramos un par de camiones lentísimos que no conseguimos adelantar (aunque por supuesto todo el mundo lo hacía) tardamos más de una hora en llegar.
El pueblo de Moulay Idriss se veía muy bonito en una colina y, al poco de pasarlo, en un enorme valle, encontramos el desvío hasta Volúbilis.
Los guías están a la entrada ofreciendo sus servicios. Nosotros dijimos que no porque ya llevamos guía histórico incorporado y no hubo insistencia.
Adentrarnos en una ciudad romana como Volúbilis es una experiencia única. Había leído sobre que si son sólo "unas piedras", que si no merece la pena... nada de eso ¡Volubilis es una maravilla!, no en vano es Patrimonio de la Humanidad.
Fue una ciudad romana con una extensión enorme y hay mucho excavado, aunque sólo es una parte de la zona este de lo que fue la ciudad ¡ !.
A la entrada están preparando un centro de interpretación y preservación de las piezas más delicadas, de lo que ya se puede ver una muestra en la terraza exterior.
Se puede hacer por ella una ruta circular (de unas dos horas, paraditas de fotos y descanso incluidas) con mucho cuidado de no perderse los preciosos mosaicos que hay en muchas de las casas. Llevando un plano de algún libro de viajes (nosotros llevamos el de Anaya Touring) el recorrido es sencillo.
Pasear por el Decumanus Máximus hasta el gran Arco del Triunfo es fascinante, tanto culturalmente como a nivel paisajístico.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El Arco del Triunfo. Al fondo, el valle en toda su extensión.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Uno de los muchos mosaicos, todos preciosos y con un estado de conservación asombroso. La foto, con tanto sol, no le hace justicia.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El único problema de Volúbilis es que no tiene ninguna sombra, así que cuidado en verano aunque se vaya temprano: mucha agua y protección contra el sol son imprescindibles.
Mi hijo empezaba a quejarse de que estaba un poco mareado, pero yo lo achacaba al calor y no le presté mucha atención ¡el pobre! Le pasó lo que a Pedro y el lobo, es tan quejica que cuando está malo de verdad nadie lo cree. Cuando volvíamos a Meknes desistimos de parar en Moulay Idriss por el calor que hacía ya y lo tarde que se nos había hecho y en el trayecto mi niño empezó a vomitar y vimos que tenía fiebre. Niño enfermo y Marruecos, la combinación que ninguna abuela querría oír (y que ninguna oyó evidentemente).
El mal de Moztezuma en versión africana había hecho su presencia, porque mi marido también estaba un poco tocado. Bueno, al menos había sido la última tarde de nuestro último día real de viaje, porque el cuerpo que deja esto…
En fin, volvimos a Meknés, como en todas las ciudades encontramos sin problemas la medina y luego tuvimos que dar un par de vueltecillas para llegar hasta el riad, pero fue bastante fácil.
El riad fue el Riad Yacout, con un parking vigilado justo en la puerta, fácil acceso en coche y una ubicación magnífica: en la plaza Lalla Aoula, justo al lado de la Plaza el-Hedim y la puerta Bab Mansur.
El riad es muy agradable, con una decoración marroquí con toques modernos, todo limpio y bien preparado y con una terraza preciosa desde la que se ve la torre de la mezquita Lalla Aoula. En la terraza hay una piscina pequeñita (o un gran estanque, como queráis llamarlo) que al menos cumple su función de refrescar en el calusoso verano marroquí. La habitación tenía el aire acondicionado a tope, y allí se recluyeron los enfermitos tomando paracetamol y suero-oral traídos desde Sevilla y mucho té con menta.
Mi hijo empezaba a quejarse de que estaba un poco mareado, pero yo lo achacaba al calor y no le presté mucha atención ¡el pobre! Le pasó lo que a Pedro y el lobo, es tan quejica que cuando está malo de verdad nadie lo cree. Cuando volvíamos a Meknes desistimos de parar en Moulay Idriss por el calor que hacía ya y lo tarde que se nos había hecho y en el trayecto mi niño empezó a vomitar y vimos que tenía fiebre. Niño enfermo y Marruecos, la combinación que ninguna abuela querría oír (y que ninguna oyó evidentemente).
El mal de Moztezuma en versión africana había hecho su presencia, porque mi marido también estaba un poco tocado. Bueno, al menos había sido la última tarde de nuestro último día real de viaje, porque el cuerpo que deja esto…
En fin, volvimos a Meknés, como en todas las ciudades encontramos sin problemas la medina y luego tuvimos que dar un par de vueltecillas para llegar hasta el riad, pero fue bastante fácil.
El riad fue el Riad Yacout, con un parking vigilado justo en la puerta, fácil acceso en coche y una ubicación magnífica: en la plaza Lalla Aoula, justo al lado de la Plaza el-Hedim y la puerta Bab Mansur.
El riad es muy agradable, con una decoración marroquí con toques modernos, todo limpio y bien preparado y con una terraza preciosa desde la que se ve la torre de la mezquita Lalla Aoula. En la terraza hay una piscina pequeñita (o un gran estanque, como queráis llamarlo) que al menos cumple su función de refrescar en el calusoso verano marroquí. La habitación tenía el aire acondicionado a tope, y allí se recluyeron los enfermitos tomando paracetamol y suero-oral traídos desde Sevilla y mucho té con menta.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Recepción del hotel
Mi hija y yo, después de varios chapuzones en la piscinilla y después también de algunas dudas, salimos a ver al menos algo de la ciudad.
¡Cómo nos gustó! A Meknés habíamos pensado dedicarle sólo una tarde y, si nos quedaba algo interesante, un poquito de la mañana del día de la vuelta. ¡Pues no! Meknés tiene para un día bien completo y largo. No debe ser considerada en absoluto una ciudad de paso ya que tiene mucho que ofrecer, el ambiente es el más agradable de todas las ciudades que hemos visitado y para los niños hay bastantes cosas atractivas para hacer.
Pues nada, nos decidimos y dimos las dos un paseíto de un par de horas, sin apartarnos mucho del entorno del hotel por si el niño se ponía peor y porque mi sentido de la orientación es pésimo y no quería tener que recurrir a guías. Mi hija y yo solas paseando por una ciudad marroquí no demasiado turística, otra de esas combinaciones que ninguna abuela querría escuchar (y que tampoco escuchó).
Estuvimos dando un paseo genial, nadie en absoluto nos molestó ni nos insistió ofreciéndonos sus servicios. Apenas una insinuación de visitar una tienda, que quedó resuelta con un no, gracias y un pesado que nos siguió un rato y que, como siempre, desistió al acercarnos nosotras al amparo de una familia marroquí. La verdad es que también hicimos algo de teatro, adoptando en todo momento la postura de me conozco esta ciudad como la palma de mi mano y sé perfectamente dónde estoy y dónde voy (cosa de lo más irreal en la mayor parte del paseo). Hablando un poco con el encargado del museo, el hombre nos preguntó si mi marido era marroquí, creo que era la única explicación que le encontraba a una madre y una hija occidentales paseando tan tranquilas por allí.
Meknés tiene bastante turismo, pero del propio país. Nosotros vimos sólo una pequeña parte de lo que ofrece la ciudad: nos adentramos en la medina, con un zoco de verdad real y útil, no era ni el cacharrerío anárquico de Tetuán ni la versión turística de Fez. Era un zoco en el que ibas encontrando tiendas en las que se vendían las cosas que las personas de la ciudad realmente necesitaban: comida, ropa, zapatos, electrónica… y los vendedores llamaban a las posibles compradoras (marroquíes) como en lo que mi hija y yo imaginábamos que eran las frases equivalentes a las de los vendedores nuestros mercadillos: vamos niñas, barato barato, regalao en perfecto árabe claro. Nos reímos mucho comparando aquel zoco con nuestro mercadillo del sábado de Sanlúcar.
Nos maravillamos ante la puerta de Bab Mansur, que no en vano tiene fama de ser una de las más hermosas del país, y también ante la enorme fuente de azulejos que hay en la Plaza de el- Hedim.
Y entramos en el Museo Jamais, situado en un antiguo palacete, con mucho más que ofrecer que el Batha de Fez, sobre todo las salas recreando lo que fue el palacio.
¡Cómo nos gustó! A Meknés habíamos pensado dedicarle sólo una tarde y, si nos quedaba algo interesante, un poquito de la mañana del día de la vuelta. ¡Pues no! Meknés tiene para un día bien completo y largo. No debe ser considerada en absoluto una ciudad de paso ya que tiene mucho que ofrecer, el ambiente es el más agradable de todas las ciudades que hemos visitado y para los niños hay bastantes cosas atractivas para hacer.
Pues nada, nos decidimos y dimos las dos un paseíto de un par de horas, sin apartarnos mucho del entorno del hotel por si el niño se ponía peor y porque mi sentido de la orientación es pésimo y no quería tener que recurrir a guías. Mi hija y yo solas paseando por una ciudad marroquí no demasiado turística, otra de esas combinaciones que ninguna abuela querría escuchar (y que tampoco escuchó).
Estuvimos dando un paseo genial, nadie en absoluto nos molestó ni nos insistió ofreciéndonos sus servicios. Apenas una insinuación de visitar una tienda, que quedó resuelta con un no, gracias y un pesado que nos siguió un rato y que, como siempre, desistió al acercarnos nosotras al amparo de una familia marroquí. La verdad es que también hicimos algo de teatro, adoptando en todo momento la postura de me conozco esta ciudad como la palma de mi mano y sé perfectamente dónde estoy y dónde voy (cosa de lo más irreal en la mayor parte del paseo). Hablando un poco con el encargado del museo, el hombre nos preguntó si mi marido era marroquí, creo que era la única explicación que le encontraba a una madre y una hija occidentales paseando tan tranquilas por allí.
Meknés tiene bastante turismo, pero del propio país. Nosotros vimos sólo una pequeña parte de lo que ofrece la ciudad: nos adentramos en la medina, con un zoco de verdad real y útil, no era ni el cacharrerío anárquico de Tetuán ni la versión turística de Fez. Era un zoco en el que ibas encontrando tiendas en las que se vendían las cosas que las personas de la ciudad realmente necesitaban: comida, ropa, zapatos, electrónica… y los vendedores llamaban a las posibles compradoras (marroquíes) como en lo que mi hija y yo imaginábamos que eran las frases equivalentes a las de los vendedores nuestros mercadillos: vamos niñas, barato barato, regalao en perfecto árabe claro. Nos reímos mucho comparando aquel zoco con nuestro mercadillo del sábado de Sanlúcar.
Nos maravillamos ante la puerta de Bab Mansur, que no en vano tiene fama de ser una de las más hermosas del país, y también ante la enorme fuente de azulejos que hay en la Plaza de el- Hedim.
Y entramos en el Museo Jamais, situado en un antiguo palacete, con mucho más que ofrecer que el Batha de Fez, sobre todo las salas recreando lo que fue el palacio.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Puerta de Mansur, espectacular
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Imagen típica de la Plaza de el-Hedim
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La fuente, imposible de fotografiar entera a esa hora por todos los chismes que se acumulaban a su alrededor.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Sala del Museo Jamais, una maravilla.
Y al salir, la Plaza de el-Hedim, empezaba a tomar vida, con sus encantadores de serpientes, los monos, la música en directo y los chiringuitos preparando sus tajines. Una plaza de Jamma el-Fna en pequeñito y familiar. ¡Todo era tan alegre!
La plaza el-Hedim al caer el sol
Nos volvimos al hotel con pena, pero ya nos daba un poco de apuro el tiempo que habíamos pasado fuera.
Nos quedaron innumerables cosas por ver: recorrer más a fondo la medina, visitar el mausoleo de Mulay Idriss, ver los restos de la Ciudad Imperial de Mulay Ismail, dar una vueltecilla a la muralla en calesa, disfrutar más de la plaza… la excusa perfecta tenemos para volver a esta ciudad.
En fin, cenamos en el hotel una cena deliciosa (aunque cara para los estándares marroquíes) mi hija y yo, mientras mi marido y mi hijo nos observaban detrás de sus vasos de té. El atardecer en la terraza puso el broche perfecto para un viaje llenito de experiencias.
Nos quedaron innumerables cosas por ver: recorrer más a fondo la medina, visitar el mausoleo de Mulay Idriss, ver los restos de la Ciudad Imperial de Mulay Ismail, dar una vueltecilla a la muralla en calesa, disfrutar más de la plaza… la excusa perfecta tenemos para volver a esta ciudad.
En fin, cenamos en el hotel una cena deliciosa (aunque cara para los estándares marroquíes) mi hija y yo, mientras mi marido y mi hijo nos observaban detrás de sus vasos de té. El atardecer en la terraza puso el broche perfecto para un viaje llenito de experiencias.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Vistas desde la terraza del hotel. Al fondo la torre de la mezquita de Lalla Aoula
Meknés quizás sea la ciudad imperial más olvidada. Considerada un lugar de paso entre Fez y Rabat, creo que es de las más auténticas del recorrido que hemos hecho y, sin duda, una de las que más tiene que ofrecer. La gente de la ciudad nos pareció la más amable y desinteresada de las que habíamos conocido en este viaje, ayudando (y mucho) a que la sensación general de paso por Meknés sea agradable. ¡Dan muchas ganas de volver a esta ciudad!