Cuando estábamos organizando el viaje y planeando la ruta, nos enteramos de que existía una “granja de guepardos” cerca de Etosha donde podías verlos muy muy de cerca, incluso tocarlos. Los viajeros que escribían sobre ella tenían buenas opiniones, no les parecía un circo ni una explotación de los animales. Tenía mis dudas, pero la posibilidad de ver estos animales tan de cerca hizo que nos animáramos, así que ese era nuestro siguiente destino, una parada intermedia entre Damaraland y Etosha. Teníamos una noche reservada en el camping para poder participar en su cheetah tour, que empieza a las 15:00 en invierno, así que ese día no teníamos que madrugar tanto. A las 9:15 salíamos de Hoada y una hora más tarde estábamos en Kamanjab. Teníamos que arreglar el pinchazo que habíamos tenido dos días antes, así que lo primero que hicimos fue llevar la rueda al taller que habíamos fichado y dejarla allí para que la arreglaran. Mientras, hicimos algo de compra en un pequeño súper que había al lado y echamos gasolina a N$11.22/L. En media hora teníamos la rueda lista; nos costó N$135 arreglarla. Lo que no sabíamos era que al día siguiente volveríamos para arreglar otra…
A eso de las 11:30 salíamos de Kamanjab. Desde allí hay una media hora hasta Otjitotongwe… suponiendo que el GPS te guíe bien. Puto GPS! Nos metió por su versión del “camino más rápido” que acabó siendo el doble de lo que teníamos que haber tardado, y eso que era una ruta bien fácil. Nos metió por la D3248 cuando en realidad teníamos que haber seguido por la C40 un rato más. Moraleja: el GPS está bien pero comprobad siempre que os lleva por donde queráis ir. Incluso en los caminos más fáciles.
Llegamos a la granja y nos fuimos directos a comer a nuestra parcela de camping, ya podíamos montar el chiringuito porque no íbamos a volver a mover el coche hasta el día siguiente. Cuando estábamos bajando las sillas y la comida del coche vimos que teníamos un nuevo pinchazo, aunque en otra rueda. Esta vez fue mucho más sencillo cambiarla, y menos mal que sabíamos que al día siguiente pasaríamos por Kamanjab de nuevo camino de Etosha… Quitamos la rueda pinchada y por no sacar la de debajo del coche pusimos la que nos acababan de arreglar. Prueba de fuego!
Un poco antes de las 3 pasaron a buscarnos (a nosotros y a otros tantos más que estaban allí acampados) con un remolque, nos subieron a todos y nos llevaron a la casa de la entrada, donde vive la familia que regenta la granja. Aunque su web es muy mala y no explica nada, las guías dicen que la historia del sitio es que esta pareja de granjeros atraparon varios guepardos salvajes que estaban matándoles el ganado (un problema bastante habitual en Namibia), con la idea de reintroducirlos en Etosha. El gobierno se negó a la reintroducción, así que ellos decidieron destinar 40 hectáreas de su granja a mantenerlos en semi-libertad, pero se quedaron con una camada que había nacido en cautividad y los criaron como mascotas en su casa. Esos son los guepardos que se pueden visitar en el jardín de la casa. Es un poco chocante, y produce sentimientos contradictorios. Los adultos (y otros que han ido rescatando a lo largo de los años cuando los granjeros de alrededor les avisan de que hay algún guepardo matando ganado) viven en zonas valladas en semi-libertad. Digo semi porque les dan de comer cada tarde, y esa es la segunda parte del tour. Son salvajes pero nos explicaron que no tienen suficiente comida para subsistir, así que les “ayudan” con un poco de carne que les tiran desde un remolque. La controversia está clara: sin turistas, estos guepardos seguramente estarían muertos, asesinados por los granjeros hartos de que ataquen su ganado, pero a la vez el hecho de que estén allí encerrados y alimentados a mano hace que parezca un poco circo. La situación es compleja, y yo personalmente creo que el trabajo que hacen en Otjitotongwe a través de su Save the Cheetah Project tiene más de bueno que de malo. Lo ideal sería que les permitieran reintroducirlos en Etosha, pero de momento parece que no es posible.
Como decía, primero te llevan al jardín de su casa, donde interaccionas de cerca (muy de cerca!) con 3 guepardos adultos. Te puedes acercar y tocarlos, siempre teniendo en la cabeza que aunque sean domésticos no dejan de ser imprevisibles, grandes, fuertes y con potentes garras. También ves cómo les dan de comer allí en el jardín (les dieron trozos de burro!). Son una pasada:
Guepardos doméstico
Cuando todo el mundo se ha hartado de hacerse fotos con ellos, te vuelven a montar en el remolque y te llevan a la zona donde están los salvajes para que veas cómo les dan de comer. Es una zona muy grande y tienen que ir buscándoles, pero ellos también salen a buscar el coche porque saben que significa comida. Vimos un primer grupo de 3 adultos que estuvieron dando vueltas alrededor del coche un rato, y finalmente les tiraron los trozos de carne:
Guepardos salvajes
Después vimos otro grupo, una familia con dos crías. Los bebés eran una monada, con esos pelos de punta tan característicos. Aquí quedó clara la jerarquía a la hora de comer: primero el padre (las crías ni se acercaron) y luego la madre (y las crías siguiéndola).
Guepardos salvajes
Son unos animales fascinantes, y esta visita es una buenísima oportunidad para verlos muy de cerca. Cuando volvimos aproveché para hablar un rato con uno de los hijos del granjero, que es el que nos llevaba en el remolque, y le pregunté sobre las granjas que crían guepardos para venderlos como trofeos de caza, algo que había oído. Me aseguró que la caza de guepardos está prohibidísima en Namibia, y que ellos no podrían venderlos ni aunque quisieran. Me contó que simplemente intentan dar cierta calidad de vida a animales que los granjeros no quieren sueltos cerca de sus granjas. También le pregunté si estos animales, tan acostumbrados a que les den de comer, mantienen el instinto de caza y supervivencia y si podrían ser liberados algún día, y me aseguró que aunque están alimentados también cazan ellos por su cuenta (aves, roedores). Me dijo que no pueden meter animales (springbok o impala por ejemplo) para que se alimenten exclusivamente de ellos porque por lo visto el guepardo es un animal que también mata por diversión, de forma que acabarían con cualquier población de antílope que hubiera en la zona.
Una vez terminado el tour, volvimos al camping para disfrutar de un baño en la piscina y una buena ducha, y cenamos de barbacoa (otra vez!). Se puede comprar leña (N$50) pero el bar/restaurante que había estaba cerrado cuando estuvimos. Además de camping, la granja es lodge de forma que se puede dormir en cama. En fin, una experiencia que quizás resulte muy artificial para algunos, pero que a nosotros nos gustó bastante. Al día siguiente poníamos rumbo a Etosha! Nos esperaban tres días de safari y no podíamos tener más ganas.