Madrugamos para comprar la rueda, algo de comida en un Spar y para echar gasolina (7.26 P/L) antes de adentrarnos en las Makgadikgadi Pans. A las 9:30 estábamos saliendo de Maun por la A3, asfaltada, camino de Gweta y Planet Baobab. Menos de una hora después nos encontramos con un control de fiebre aftosa (foot and mouth disease) donde no nos miraron la nevera pero nos hicieron pasar las ruedas y las suelas de las zapatillas por una solución de sosa. Al ir por la A3 dejamos atrás la entrada a Nxai Pan National Park, que a mí me hubiera encantado visitar pero fue una de esas cosas que se quedaron en el tintero. Teníamos que elegir entre Nxai Pan o la excursión en quad por Ntwetwe Pan, que es lo que finalmente hicimos, y no me arrepiento para nada porque fue una de las mejores experiencias del viaje. Las Makgadikgadi Pans es uno de los mayores salares del mundo, restos del gigantesco lago Makgadikgadi, que en su día tenía un tamaño mayor que Suiza pero que se secó hace miles de años, dejando los salares que podemos ver hoy. Los principales son Ntwetwe Pan, Nxai Pan y Sua Pan. En realidad la superficie es una costra arcillosa, y los salares se cubren parcialmente de agua en temporada de lluvias. De hecho, muchos de los caminos que los atraviesan sólo son practicables en época seca, y pueden llegar a ser extremadamente peligrosos con agua. Si quedaros atrapados con el coche en medio de la arena de Savuti os da miedo, imaginaos lo que es quebrar la fina superficie de una de estas Pans y encallar en el barro, sin nadie alrededor en muchos kilómetros, sin una miserable sombra y sabiendo que pueden pasar meses hasta que pase otro coche por ahí. Por eso se recomienda tener mucho cuidado si se va a explorar esta zona sin un guía, a ser posible ir en dos coches, no salirse de los caminos marcados, y siempre llevar teléfono satélite y decirle a alguien lo que planeas hacer. Parece coña, pero todos los años hay casos de turistas que mueren en las Pans.
La carretera de Maun a Gweta es buena, aunque al pasar tan cerca de Nxai Pan hay que tener cuidado porque puedes encontrarte animales de repente. Nosotros nos cruzamos con un par de avestruces y alguna jirafa, y a las 12:15 llegábamos a Planet Baobab, un camping/lodge junto a Gweta famoso por los baobabs gigantes que tiene. Al principio habíamos planeado dormir allí, pero cuando nos enteramos de su tour en quad por el salar con visita a los meerkats y noche al raso no pudimos resistirnos. El tour sale sobre las 2 de la tarde, así que teníamos tiempo de sobra de comer en su restaurante e incluso de usar la piscina si queríamos. Había wifi (de pago). Mientras hacíamos tiempo llegó un camión de Kananga, ya que Planet Baobab suele ser frecuentado por grupos en camión. Según se iba acercando la hora, vimos que en recepción había tres señoras americanas con bolsas y mochilas y pensamos que vendrían con nosotros en el tour, pero una de ellas (que era la madre de las otras dos) debía tener 80 años y nos costaba imaginárnosla en el quad. Luego se unió una pareja joven holandesa y finalmente fuimos 7 personas las que hicimos la excursión ese día, junto con nuestro guía Robert. Hacía tantísimo calor que al final salimos un poco más tarde, a las 2:30, y nos montaron a todos en un Land Rover para hacer la primera parte del camino. Teníamos que llevar una mochila con lo básico (algo de bebida y ropa de abrigo), pero no necesitábamos saco de dormir ya que ellos nos proporcionaban la cena y la cama para esa noche.
El Land Rover nos llevó a Gweta y allí se desvió por un camino de arena profunda que se adentraba hacia el sur. Esta primera parte en coche duró unas dos horas, y vimos algún baobab gigante, termiteros, huellas y restos de la destrucción causada por elefantes e incluso alguna ardilla de tierra. Se supone que te llevan también a ver el famoso Chapman's Baobab, pero en enero de 2016 este árbol se cayó y no se sabe muy bien por qué, así que nos lo saltamos. El camino se nos hizo un poco pesado porque estábamos deseando ver los meerkats y coger el quad, pero además es que hacía un calor horroroso y el coche no hacía más que pegar botes. A las 4:30 por fin paramos y nos bajamos del coche, y allí nos esperaba otro guía que nos enseñaría la colonia de meerkats de la zona. Los meerkats o suricatos son esos bichos tan graciosos, de la familia de las mangostas, famosos por ponerse de pie sobre sus patas traseras y otear el horizonte en busca de peligros y depredadores mientras la colonia come (lo cual es prácticamente todo el día, según nos dijeron). Resulta que en esta zona hay una colonia salvaje, y el chico que estaba allí con ellos llevaba mucho tiempo “socializándolos” y acostumbrándolos a la presencia humana. No les da de comer, pero pasa mucho tiempo con ellos para que no se asusten cuando ven a los turistas. Decía que todos los días tenía que salir a buscarlos por la mañana porque nunca se sabe muy bien dónde van a estar, ya que se van moviendo. Según nos íbamos acercando, el chico se puso como a llamarlos con silbidos, y efectivamente allí empezaron a aparecer meerkats! Había bastantes, era difícil contarlos pero yo calculo que había al menos 20. Son animales excavadores, y excavan para crear túneles subterráneos donde luego viven, y también para buscar comida. Se pasan el día buscando presas, y los escorpiones son su comida favorita, aunque no le hacen ascos a una buena larva como veréis en las fotos. Mientras unos escarban, otros vigilan, y se van turnando, ya que son altamente sociables. Son muy graciosos de ver y nos dejaban acercarnos bastante sin asustarse. Estuvimos casi una hora con ellos y nos hartamos a hacerles fotos:
Meerkats
Después de visitar a los meerkats llegó la hora de coger los quads. Nos dijeron que iríamos dos personas por quad, y yo aquí tengo que reconocer que flipé cuando la súper abuela, como habíamos empezado a llamarla, dijo que quería conducir ella. Una de sus hijas iría con ella y la otra iría sola, nosotros dos en otro quad, y la pareja holandesa en otro; en total cuatro quads porque el guía tenía que conducir el Land Rover hasta el campamento de esa noche. El plan era adentrarnos un poco en la Pan, que la teníamos ya justo delante de nosotros, y parar a ver la puesta de sol antes de seguir un poco más hasta el campamento móvil de esa noche. Pero coordinar cuatro quads con gente que no había conducido uno nunca tiene su aquel, y tardamos un poco más de lo esperado en ponernos en marcha. La súper abuela se quedó atrás y tuvieron que volver a buscarla, y luego la hija que iba sola pinchó una rueda (resulta que se puede pinchar la rueda de un quad!) y también hubo que esperar. Total, que la puesta de sol la vimos a unos pocos cientos de metros de donde habíamos empezado y luego tuvimos que hacer el resto del camino de noche, pero los quad llevan luz y no hubo mayor inconveniente. El mayor problema de los quads fue el polvo, y ya nos habían advertido que lleváramos una bufanda o algo tapándonos la cara porque levantan una cantidad de polvo brutal. Nosotros habíamos llevado mascarillas y nos vinieron muy bien. Lo malo de conducir de noche es que al no llevar ya las gafas de sol el polvo es muy molesto en los ojos.
Ntwetwe Pan
A eso de las 7 finalmente llegamos al campamento móvil de esa noche, donde había ya otro chico de Planet Baobab que lo había montado todo antes de que llegáramos. Estaba ya preparando la cena y las camas, en medio de la inmensidad de la Pan. Era una gran imagen, estar ahí alrededor del fuego en medio de la nada, ni un ruido alrededor, sabiendo que íbamos a dormir bajo unas estrellas que ya se apreciaban espectaculares.
Quads bajo la luna
La cena estuvo muy bien, rica y abundante (ensalada, barbacoa y un pan de maíz que estaba de escándalo), con buena conversación y muy buen ambiente. Nos enteramos de que una de las hijas de la súper abuela llevaba años viviendo en Maun, y su madre iba a verla siempre que podía. Creo que este era su octavo viaje a Botswana, y siempre intentaban hacer algo diferente, y esta vez tocaba quad por Ntwetwe Pan. Era una señora increíblemente activa y joven de espíritu, aunque os juro que no tenía menos de 80 años. Ya me gustaría a mí llegar a esa edad con esa vitalidad!
El baño era muy rudimentario, básicamente un agujero en el suelo, pero le pusieron un inodoro de madera encima para hacerlo más “acogedor” y lo taparon con una lona a modo de tienda de campaña para mayor privacidad. Las camas eran muchísimo más cómodas de lo que yo me esperaba, y muy calentitas. Eran colchones enrollables, pero con sábanas limpias y mantas bien gordas, y no pasamos nada de frío, que era mi mayor preocupación. Dormimos vestidos, eso sí, con forro polar y hasta gorro, porque en cuanto se puso el sol la temperatura bajó muchísimo. Tuvieron el detalle de darnos botellas de plástico llenas de agua caliente para calentar la cama antes de meternos, y para darnos calor, pero las mantas eran tan sumamente gordas que a mí al final me sobraba la botella y el forro polar! Esa noche disfrutamos como enanos mirando las estrellas desde la cama, porque era la primera vez que hacíamos algo así y nos pareció alucinante. Tardé mucho en dormirme, pero porque me daba pena dejar de disfrutar del espectáculo! Mira que habíamos visto cielos increíbles durante el viaje, pero creo que este se llevó la palma:
Durmiendo bajo las estrellas, literalmente
A la mañana siguiente nos despertamos justo para ver el amanecer:
Ntwetwe Pan
Nos dieron un desayuno muy básico (café y muffins) y nos pusimos en marcha de nuevo. Deshicimos el camino en quad que habíamos hecho el día anterior, pero ya se notaba que no éramos tan novatos, porque no se perdió nadie ni tuvimos que esperar a rezagados. La súper abuela iba dándole caña! Cuando llegamos al “garaje” donde guardan los quads y nos bajamos no os podéis imaginar la cara de felicidad que tenía la buena señora cuando se quitó el casco y dijo “me lo he pasado genial!”. Si tuviera que poner un pero a la excursión es que el tiempo que pasas en el quad no es mucho, y las dos horas de coche para llegar a la pan (y para volver) se hacen un poco pesadas, pero aun así merece la pena. A las 9 de la mañana llegábamos de nuevo a Planet Baobab, donde nos ofrecieron un desayuno completo y riquísimo en su restaurante (incluído en el precio de la excursión) e incluso nos dejaron ducharnos, ya que esa noche dormiríamos en Kubu, que era el único camping de toda nuestra ruta que no tenía duchas ni agua corriente, y empalmar dos noches sin ducharnos era ya abusar. Nos lo tomamos con calma, y a las 10:30 de la mañana salíamos de Planet Baobab rumbo a nuestro siguiente destino: Kubu Island, en la Sua Pan.