Día 8 (Miércoles 12 de Septiembre)
Por desgracia ya se ha acabado la visita a Hakone. Cuando nos hemos levantado hemos ido a desayunar. Joder, aquello no parece un desayuno, parece un almuerzo de pastores de las Alpujarras. Se trata de un buffet en el que hay comida occidental (huevos revueltos, salchichas, margarina y mermelada, etc) y una mesa entera de comida japonesa (arroz, sopa de miso, encurtidos, hasta pescado para hacerlo en las parrillas). Como ayer nos pusimos hasta el culo de cenar no teníamos mucha hambre, así que “simplemente” me he desayunado un bol de sopa de miso, un platillo de huevos revueltos y un par de bollitos con margarina y mermelada, más un café con leche y un zumo. En fin, una nimiedad.
Luego nos hemos ido a coger el tren hacia Odawara y de allí el Shinkansen hacia Kyoto (vaya velocidad que tienen estos trastos).
Al cabo de tres horas hemos llegado a la antigua capital de Japón. Por suerte el hostal está cerca de la estación, así que no hemos tenido que caminar más de 10 minutos. Hemos llegado enseguida y hemos dejado el equipaje. El sitio se llama Tour Club Kyoto, y es una especie de albergue pero con habitaciones y lavabo privado. Está bastante bien, y cogemos una habitación tipo ryokan. Además nos sale por 5.000 yenes la noche. Baratísimo. Aparte te dan un dossier con muchísima información de Kyoto: rutas, restaurantes, etc.
Las zonas de templos en Kyoto están distribuidas en las cuatro esquinas de la ciudad (noroeste, noreste, suroeste y sureste) por lo que se aconseja dedicar un rato a cada zona preparando los viajes. Delante de la estación de tren está también la de autobuses, y allí se pueden coger para ir a todas partes. También hay templos en el centro, y esos son los que hemos visitado esta tarde.
Pues eso, que saliendo del hotel nos hemos ido caminando al Sanjusangen-do, un templo muy alargado que tiene las 1001 estatuas de Kamon (la diosa de los 1.000 brazos). Es impresionante ver 1.000 estatuas perfectamente colocadas y alineadas. Por cierto, ¡¡¡por fin vemos el sol!!!
Foto del exterior del templo Sanjusangen-do de Kyoto
Luego hemos seguido caminando un rato más para ir al siguiente templo, Kiyomizu-dera. Por el camino hemos cruzado un cementerio grandísimo (había hasta una máquina de refresco a medio camino). Además, a medida que subimos hacia el templo no vemos a nadie de camino, y solo vemos lápidas y escuchamos cuervos. Tremendo.
Cementerio en medio de Kyoto
Al final llegamos al templo que está muy bien y que se caracteriza por tres cosas:
• Hay miles de mosquitos que nos acribillan las piernas (está todo muy verde). Hasta este día no nos habíamos topado con ellos y yo que voy con mis pantalones piratas me dejan los tobillos y las piernas finos finos.
• El edificio central está sostenido por un montón de pilares de madera de cedro y se ve impresionante.
• Hay una cascada con un agua que se supone que tiene propiedades curativas. Para beber de ella había un montón de cuencos que iban unidos a un palo largo. Esos cuencos estaban metidos en una especie de baño de rayos ultravioleta o de otro tipo que se supone que van limpiando los cuencos para que todo el mundo pueda cogerlos, beber y volverlos a dejar allí.
Intentando beber del agua “mágica” del Kiyomizu-dera
Vista de los diferentes edificios de Kiyomizu-dera
Edificio principal del Kiyomizu-dera
El templo es muy chulo y nos damos una vuelta por los jardines, pero a las 18h nos echan porque cierran. Así que bajamos por una comercial con destino al barrio de Gion (el de las geishas) para dar una vuelta; pero cuando llegamos allí es ya de noche y está casi todo cerrado (las 19h).
Damos una mini vuelta y cruzamos el puente por Sijo-dori; en la ribera del río vemos un montón de parejas en actitudes románticas (que no provocadoras). Recorremos el Pontocho, una calle típica por sus farolillos y toda llena de restaurantes bastante turísticos. Acabado el paseo, tenemos la genial idea de bajar caminando hacia el hotel. ¡¡NO LO HAGÁIS!!! Nos pegamos una pateada de 50 minutos cuando podríamos haber cogido un bus que nos dejaba en la estación.
En fin, llegamos al hostal y aprovechando el gran dossier que nos dieron seguimos sus recomendaciones y nos vamos a cenar a un local de Okonomiyaki (una especie de torta gruesa de harina que se cocina en una plancha con diferentes ingredientes dentro). El sitio se llama Chabana y es un local con pinta cutre, con una barra delante de la plancha donde el cocinero, un tío muy simpático, te va cocinando el pedido delante de tuyo. A pesar de la cantidad brutal de humo, hay unos súper-extractores encima de la plancha que hacen que el sitio no huela a fritanga en absoluto, y la ropa sobreviva a la experiencia jeje. Hay dos tipos de plato, el Okonomiyaki este que comentaba, y Teppanyaki, que es carne, verduras, etc, a la parrilla. Todo está exquisito, además de bastante barato. Cenamos por 2.600 yenes (unos 16€) teniendo en cuenta que nos hemos bebido 2 botellas de medio litro de Asahi.
De allí ya nos vamos a dormir.
Día 9 (Jueves 13 de Septiembre)
Nos acercamos a desayunar al Kotobuki Café, y nos pegamos un homenaje importante: un menú de café, zumo, tostadas y ensalada por 300 yenes, y otro menú de un cuarto de pomelo, un plátano, un trozo de manzana, otro de melocotón en almíbar, tostadas, ensalada, huevos revueltos, café y zumo por 500 yenes. En fin, nos ponemos hasta el ojo por menos de 5€ en total.
Con el estómago lleno cogemos el bus y nos vamos hacia el templo de Ginkaku-ji (el pabellón de plata). Es muy espectacular. Tiene un montón de jardines zen (con figuras hechas de arena muy chulas), y unos estanques y bosquecitos muy bonitos.
Vista del campo de arena con el templo detrás
Otra vista del templo con sus estanques y jardines
Vista aérea del Ginkaku-ji
De aquí vamos caminando por el “paseo de la filosofía”, que recorre un tramo de un arroyo lleno de cerezos (unos 2kms). Se respira una calma y una paz impresionantes, supongo que de ahí el nombre.
Foto del paseo de la filosofía
Al final del paseo nos dirigimos al templo Nanzen-ji, que está compuesto por varios sub-templos y jardines (hay que pagar en todos). Nosotros hemos visto el Hojo, que es un jardín Zen precioso, que además tienen una casa dentro donde se pueden contemplar unos biombos impresionantes con pinturas de tigres. Este templo nos ha gustado mucho, el que más de todo Kyoto después de Sanjusangen-do). A continuación vamos al subtemplo Nanzen-in, que es un jardín con un estanque, también bonito pero no tanto.
Uno de los jardines Zen del Nanzen-ji
Otro jardín interior del Nanzen-ji
Estas visitas nos han llevado toda la mañana, así que hemos ido a buscar una parada de autobús para ir a Gion. Como esa zona es muy cara y tenemos poco tiempo hemos comido cualquier cosa y a las 16.30h hemos ido a la entrada del teatro kabuki (en el cruce de las calles Shijo y Kawabata) porque hemos quedado con un señor llamado Peter MacIntosh para que nos haga un tour por el barrio. Este hombre realiza circuitos guiados a pie por los distritos de geishas de Kyoto. Nos ha llevado por zonas muy chulas y nos ha explicado un montón de cosas de la vida de las geishas. La visita ha sido muy interesante y no muy cara (3.000 yenes). Si se quiere reservar, la url es: www.kyotosightsandnights.com (sale en la Lonely Planet) (NOTA: la url sigue existiendo, supongo que se podrán hacer aún los tours) . Incluso te pueden organizar una velada con geishas (por el módico precio de 600 o 700 US Dollars jaja). De hecho, el colega se casó con una geisha.
Foto de una Geisha en Gion
Una vez acabado el tour nos damos una vuelta por la zona y volvemos hacia el hotel (esta vez en bus). Para cenar vamos a otro sitio recomendado en la guía del hotel, que está al lado del local del día anterior: el Goku-Ramen. Como su nombre indica, sirven Ramen (típica sopa de fideos con carne estofada y verduras, que suele ser bastante económico). De hecho, nos pedimos un menú que consta de: 6 gyozas (empanadillas japonesas a la plancha), 2 trozos de pollo rebozados, el mítico bol de arroz y un megabol de ramen con pollo. Todo eso regado por una botella de cerveza Kirin de 650ml. Y si quieres tienes huevos duros gratis. Y todo por 1440 yenes. De ahí nos vamos a sobar.
Día 10 (Viernes 14 de Septiembre)
Otro desayuno en el Kotobuki Café y cogemos el tren hacia Nara. Ayer llovía un poco y ya nos estábamos llevando las manos a la cabeza, pero hoy sólo hay nubes. Llegamos a Nara después de una hora de tren y hace un sol de escándalo. En esta ciudad (antigua capital de Japón, aunque por poco tiempo) los templos interesantes están situados dentro de un parque natural, llamado Nara-Koen, que está a 15 minutos al este de la estación (en la que hay un punto de información turística donde te dan un mapa en castellano del lugar).
Una curiosidad del parque es que está lleno de unos ciervos enanos, considerados animales sagrados, que merodean alrededor de los humanos pidiendo comida (venden unas bolsas con galletitas para ciervo por todas partes del parque). Algunos directamente les roban la merienda a los desprevenidos niños. Son muy graciosos, y si les das comida te siguen un rato hasta que se dan cuenta que no les das más.
Foto de los ciervos rodeándome al sacar una galleta
Cervatillo chupando cámara
Dentro del parque hemos visitado la Nandaimon, un portón con dos impresionantes esculturas de madera que representan dos guardianes.
Foto del Nandaimon en Nara
Luego subimos hacia el Toda-ji, templo que alberga la sala de madera más grande del mundo. Dicha sala, que se llama Daibutsu-den, contiene una de las figuras de bronce más grandes del mundo, un Daibutsu (Gran Buda) de 16 mts de atura (437 toneladas de bronce y 130 kgs de oro). Realmente impresionante. Aunque el de Nikko aún era más brutal, al estar al aire libre me impactó más.
Entrada del Toda-ji en Nara
Foto del gran buda del Toda-ji en Nara
Otra estatua en el Toda-ji que da bastante miedito
Campanón en el templo de Toda-ji
Aquí hemos tenido el momento surrealista del día. Cuando llegábamos al Toda-ji nos hemos encontrado un grupo de muchachos de una asociación universitaria mexicana cantando y bailando rancheras.
Fiesta Mexicana en Nara
Otra foto de la Mexican Party
Saliendo de este templo hemos subido al Nigatsu-do, desde el que se puede contemplar una vista de Nara espectacular.
Hemos seguido paseando por el parque esta vez con un poquito de lluvia y hemos ido hacia el santuario Kasuga Taisha, que tiene unas avenidas con cientos de faroles de piedra que molan bastante.
Farolas de piedra y un cervatillo en el Kasuga Taisha
Paseo de farolas de piedra con un monje caminando
Un precioso torii que nos lleva al más allá
Después de cuatro horas de pasear por el Nara-Koen nos vamos a comer a un sitio de menús baratos en el centro de Nara (el Miyoshino) que sale en la Lonely. Por 1.200 yenes nos ponemos las botas.
Cogemos el tren de vuelta hacia Kyoto, pero esta vez un tren local, ya que queremos bajarnos en Inari, para hacer la última visita del día (Fushimi-Inari Taisha). La visita a este santuario nos ha dejado sin palabras. Por falta de tiempo no hemos podido recorrer más de un 30% o 40% del lugar. Impresionante. Subiendo por una colina vas encontrando templecitos, y el camino va indicado por sendas cubiertas miles de mini toriis (el típico arco budista que parece el símbolo Pi). Es una pasada. La senda recorre unos 4 kms pero se nos hace de noche y no hay ni una luz. Sólo se oye a los pájaros y las cigarras. Hay una paz y una tranquilidad impresionantes.
Which way to go in Fushimi Inari
Toriis sin fin
Subiendo por Fushumi Inari
Mini Toriis
Muchos mini-toriis de remplazo
Si tiempo de más, volvemos a la estación y cogemos el tren para ir Kyoto y al hotel. Para cenar nos vamos al sitio de Okonomiyakis del primer día. Nos encontramos con unos chicos británicos que están trabajando allí en Japón y charlamos con ellos animadamente durante un rato.
Día 11 (Sábado 15 de Septiembre)
Hoy nos hemos levantado pronto (a las 7.45h) para ir al templo Kinkaku, al norte del todo. El templo dorado, se llama. La verdad es que es bastante espectacular, el edificio todo de oro y los jardines alrededor.
El templo dorado y su reflejo en la laguna
Luego hemos ido caminando al Ryoan-ji que es un templo con unos jardines zen (arena y piedra) bastante bonitos y unos murales pintados bastante chulos. Pero lo mejor estaba aún por llegar.
Un fantástico jardín Zen en el templo de Ryoan-ji
Detalle de los murales pintados en las paredes del templo
Hemos cogido un par de autobuses para ir al castillo de Nijo (Nijojo-ji), fortaleza que se hizo construir el primer shogun, Takagawa Ieyasu, a partir de 1601. Este hombre consiguió reunir a todos los señores feudales de Japón y unificar el país, convirtiéndose en máximo mandatario y relegando a los emperadores a una mera figura ornamental (los shogunes duraron unos 3 siglos). La historia de Ieyasu se cuenta en los cinco libros de la colección Taiko (de Eiji Yoshikawa).
Pues bien, el tío este tenía tantos enemigos, y era tan paranoico, que construyó el castillo con un tipo de madera y un sistema llamado “el ruiseñor” en el que cualquiera que caminase por su superficie, aunque fuera muy sigilosamente, producía un sonido con sus pisadas como si fueran cantos de ruiseñor. Y lo más increíble es que aún se escucha el sonido cuando caminas por el recinto. El resto del castillo y jardines están muy bien conservados, con murales pintados, escenificaciones y muchos detalles. Es una visita que vale mucho la pena ya que se pisa el suelo de la casa desde donde se gobernó Japón durante 300 y pico años.
Entrada al recinto del castillo de Nijo
Vista aérea de la zona de Nijo
Luego hemos pasado por el Kyoto Handicraft Center, lugar imprescindible si se quiere ahorrar tiempo (y dinero) en ir de compras (además se puede pagar con tarjeta y cambian dinero). Sin tiempo para más hemos pasado por un súper para coger comida para llevar, y hemos vuelto al hotel para rehacer el equipaje que nos despedimos de Kyoto y vamos hacia Hiroshima.