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Bajamos a desayunar vestidos con la yucata y el kimono (puesto de aquella manera…) pues nos lo dijo el camarero la noche anterior…pues somos los únicos asi vestidos!, qué cachondo el tío, jeje, en fin...
Después tocaba conocer Takayama hasta las 12.30 que salía nuestro tren a Kyoto. Takayama también es bonito aunque me lo imaginaba más rural o en plena montaña y no es así, es una ciudad. Nos gustó mucho lo primero que hicimos, una parte del paseo por Higashiyama o Higashiyama Yūhodō (destacar el Santuario de Hachimangu, justo al lado del museo de las carros del festival de Takayama) y el patio del templo Hida Kokubun-ji (muy cerca de la estación de trenes), con su pagoda y su ginkgo de más de 1.200 años.
Está bonito pasear por el el casco viejo de Takayama llamado Sanmachi Suji y especialmente por las tres calles que le dan nombre a la zona: la calle Ichinomachi, la calle Ninomachi y la calle Sannomachi. Muchas tiendecitas de recuerdos.
También entramos al Takayama Jinja, que nos gustó bastante.
Los mercadillos no me parecieron muy especiales.
El mejor momento tuvo lugar en el citado patio del templo Hida Kokubun-ji, en donde unos cuantos escolares posaban para foto, cuando el viento provocó una auténtica lluvia de hojas amarillas del milenario ginkgo! todos corríamos y jugábamos con los niños, que nos daban hojitas. Muy entrañable.
Compramos comida para el tren (arroz con anguila!) y rumbo a Kyoto. Inmensa estación también. Al llegar nos dirigimos al punto de información donde entre otras cosas preguntamos por el estado de coloración de los arces según los templos, aunque en este caso, la esperada respuesta…100% en todos lados! El contrapunto, las hordas de gente que encontramos en la mayoría de ellos…
Enfilamos hacia el alojamiento, Hale Temari Kyoto Rokujo, descansamos un poco y decidimos ir a conocer la zona de Gion de noche, y Pontocho, aunque nos costó un poco ubicarnos por allí.
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