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CAPILLA PECULIAR EN LA PLAYA
Hoy me olvido del metro. Me voy a Aveiro, está a poco más de 75 kilómetros al sur de Oporto y se tarda en llegar unos 35 minutos. Cojo el coche en el parking del hotel y salgo por la circunvalación de la ciudad cruzando el puente do Freixo; es muy fácil y no hay pérdida desde nuestro hotel. Poco después me desvío hacia la costa de Miramar, en Gulpilhares, un pueblo costero que pertenece al municipio de Vilanova de Gaia y que está a menos de 15 minutos en coche de Oporto. Aunque estoy teniendo mucha suerte con el tiempo y hace un día espléndido no voy a darme un baño en la playa, en realidad quiero ver la Capilla do Senhor da Pedra.
Esta capilla está enclavada en el medio de la playa de Miramar, sobre unas rocas. Fue construída en el siglo XVII. En los laterales de la puerta principal tiene unas planchas de azulejo con inscripciones. Se dice que cuando se construyó, en su interior se celebraban rituales paganos, pero más tarde se convirtió al cristianismo. Se la conoce también como la Capela das Bruxas porque según la leyenda, las brujas se reunían aquí en las noches de luna llena para hacer sus rituales.
Es una capilla sencilla en la que llama la atención aparte de su emplazamiento, su forma octogonal y sus tejados pintados de color blanco. La playa que hay alrededor es muy grande y cuenta con muchos servicios, entre ellos, un gran paseo que utiliza la gente para andar, correr o montar en bicicleta. Después de unos días en la ciudad me viene de perlas pisar la arena de esta playa, se respira la brisa del mar abierto y la playa está desierta, estamos en octubre.
UNA IGLESIA DIFERENTE EN PORTUGAL
Salgo de nuevo a la A-29 y hago una pequeña parada en Ovar. En esta localidad se celebran uno de los más afamados carnavales del país. Destacan también sus playas, muy visitadas en verano. Me doy un brevísimo paseo por el pueblo, en donde veo muchas capillas y gran cantidad de casas antigüas que están decoradas con azulejos más coloridos que los que he visto en Oporto. Paro a tomar un café que acompaño con un pao de ló, un bizcocho esponjoso y muy rico que es típico de este lugar. Como no entra en mis planes parar mucho tiempo en Ovar, continuo por la carretera nacional, la 109, hasta llegar a Válega para ver su iglesia parroquial que data del siglo XVI. Resulta curioso ver los colores vivos de los azulejos de su fachada, son alegres, distintos a la mayoría de los que he visto hasta ahora en todas las iglesias, que solo combinan dos colores; el azul y el blanco. Está cerrada, no puedo verla por dentro. La alegría de su vistosa fachada contrasta con las fotografías en blanco y negro que hay puestas en las lápidas del cementerio que hay delante de la iglesia. Cientos de ojos de personas muertas te observan desde el papel fotográfico en los que están retratados los seres queridos de los vecinos del lugar. D.E.P.
Un detalle de los azulejos
UN MUNDO DE COLOR
Siguiendo por la nacional 109 enlazo en la A3 con destino a Aveiro. En la intersección que hay para coger la IP 5 que te desvía hacia la ciudad de los canales y su costa, comenzamos a sacarle los colores a la ciudad. Hago una pequeña parada en el alegre y desenfadado estadio de fútbol de Aveiro, sus colores me atraen y hechizan. Tiro unas fotos y me quedo con las ganas de oler la hierba fresca del estadio porque está cerrado. Vuelvo a la IP 5 y dejando Aveiro a mi izquierda, ya la visitaré después, sigo la carretera hacia Costa Nova, situada en el ayuntamiento de Ilhavo. Atravieso un puente que está en obras y aparco enfrente de las casitas de colores.
Los palheiros, que es como se conoce a este tipo de casas, fueron construídos en la orilla del mar por los pescadores para guardar las redes y el material que utilizan en la pesca. Al principio eran construídos sin divisiones interiores, sin embargo, con el paso del tiempo, este tipo de casas y la zona que ocupan, atrajo a otros portugueses que comenzaron a hacer más palheiros ya con divisiones interiores y en los que empezaron a construir sus cocinas y habitaciones para tener su segunda residencia y pasar las vacaciones de verano. Durante el siglo XIX la zona de Costa Nova poco a poco se fue transformando en un lugar de vacaciones y los pescadores se fueron trasladando más al sur con sus primitivos palheiros para seguir viviendo de su trabajo. Los primitivos palheiros eran pintados de un solo color, el rojo, y todos se hacían de madera. Hoy ya quedan pocos de madera y muchos están hechos con cemento y pintados con dos colores, generalmente blanco, y otro llamativo y alegre; rojo, verde, amarillo...
Una de mis cámaras se cae al suelo y se rompe la lente del objetivo, un buen chinazo, ains... Menos mal que es la pequeña, que uso pocas veces o cuando se me agota la batería de la grande, mi negrita, como la llamo yo. Entro en la plaza del pescado, donde aparte de pescado también hay puestos de marisco y alguno de fruta, compro mandarinas. Con el fuerte olor a pescado que se respira dentro de la plaza me dan hasta naúseas... - odio el olor a pescado fresco.
Me acerco a la playa de Barra, al otro lado están las dunas de Sao Jacinto, que forman parte de una reserva natural protegida. Al ser mar abierto hace mucho viento, en general, la zona de Aveiro y su ría es muy, pero que muy ventosa.
En una barrera artificial de la playa de barra me encuentro unos emoticonos y algunas frases poéticas pintadas en las piedras. En esta playa hay un altísimo faro, según me dicen, tiene más de sesenta metros de altura y es de los más altos del mundo. Del viento que hace me vuelan hasta los pensamientos... Así que decido irme para Aveiro.
LA RÍA DE AVEIRO
Aveiro es famosa por sus buenos pescados y su sal, además de por sus canales y moliceiros. En el pasado fue un importante puerto pesquero, las salinas y la pesca del bacalao que traían desde Terranova hicieron que esta ciudad floreciera durante el siglo XV. Pero a finales del XVI una enorme tormenta taponó de arena su puerto, convirtiendo las marismas de la ría en un estercolero lleno de mosquitos, en donde las aguas insalubres diezmaron su población. Hasta el siglo XIX no recuperó su esplendor, cuando se abrió de nuevo un acceso al mar en 1808, que todavía perdura hoy, entre Barra y las dunas de San Jacinto.
La Ría de Aveiro, es una de las más importantes de Portugal y se extiende de modo paralelo al mar a lo largo de 47 kilómetros, desde Ovar hasta Mira. La ría forma a su alrededor muchas lagunas y la única vía de comunicación que tiene con el océano atlántico es el canal que hay entre Barra y San Jacinto, por el que acceden al puerto de Aveiro las embarcaciones de gran calado. La producción de sal, utilizando técnicas antiguas, sigue siendo una de las características tradicionales de la ciudad, aunque en la actualidad se están perdiendo salinas, todavía hay docenas de ellas elaborándose.
DE PASEO POR LA CIUDAD
Dejo el coche en el parking del centro comercial que está en el corazón de la ciudad, el Forum Aveiro, y me voy a conocer Aveiro después de una copiosa comida que me zampo en un restaurante brasileño que hay en la planta superior. La vida de esta pequeña ciudad gira en torno a este bonito centro comercial.
Aveiro, a pesar de que le llaman la Venecia portuguesa, solo tiene 3 canales principales; el de San Roque, el Central que al adentrarse en la ciudad pasa a llamarse del cojo, y el del Paraíso. Nunca he estado en Venecia, hay tantos sitios donde todavía no he estado..., pero me parece desproporcionado llamarle la venecia portuguesa a esta pequeña ciudad. De todas maneras, Aveiro me gusta.
Me dirijo a través de la Praça Humberto Delgado, una de las principales plazas de la ciudad, hacia la zona del Rossio y Beira Mar, abundan las casas con fachadas modernistas, y es un verdadero placer andar por sus calles tranquilas. Llego a la Praza do Peixe y un poco más adelante veo casas de colores alegres y vivaces. Cruzo el canal de San Roque por el precioso Puente de Carcavelos.
OVOS MOLHES
Por calles estrechas flanqueadas por casas de pescadores veo la coqueta iglesia de Vera Cruz. Me rindo ante una de las muchas pastelerías donde el dulce que más se vende son los ovos moles (huevos blandos). Son los dulces tradicionales de Aveiro. Fueron creados por las monjas del Convento de Jesús, el cual se mantenía con el pago de los arrendatarios por usar las tierras de las monjas, este pago consistía en trigo, gallinas y huevos. Las monjas no podían consumir los huevos por su voto de abstinencia y utilizaban azúcar para conservarlos, dando así origen a los ovos moles, que por cierto, están de vicio,mmm.
La dueña de la pastelería nos invita a un par de estos pastelitos para que los probemos, como nos gustan, compramos un par de cajas. Están elaborados con huevos, azúcar y agua, y recubiertos de oblea. Estos dulces de yema de huevo dulce tienen formas redondas o forman figuras de motivos marineros (barcos, peces…). Si te gustan los dulces, no dejes de probarlos si pasas por Aveiro. En cualquier pastelería de la ciudad los venden, los puedes comprar en cajas de cartón o en barriles de madera o porcelana. Dicen que los mejores los hacen, ojo con el nombre de la pastelería, en la Pastelería María da Apresetaçao da Cruz Mercedeiros, situada en la calle Jorge de Lencastre, 37. Llevan desde el año 1882 haciendo estos pasteles, no me extraña que sean los mejores. En el video siguiente puedes ver como los elaboran. El video está en portugués, a ver si se entiende lo más importante.
PASEO EN BICICLETA
Con las bolsas llenas de ovos moles vamos a dejarlos al coche para no cargar con ellos. Paseamos por el canal central, cruzamos un puente peatonal y vemos que hay un montón de bicicletas que suponemos son para alquilar, entramos en la caseta de información y nos atiende un chico que nos dice que es un servicio gratuíto. El único requisito es mostrarle nuestro D.N.I. para que copie nuestros datos. Dicho y hecho, allá vamos, con nuestras bicis a conquistar el resto de la ciudad. El tiempo que hace que no subo yo en una bicicleta. La mía me da algún problema, se me desmonta la cadena y a veces no gira como yo quiero, pero montamos la cadena y a pedalear…, y pedaleando, pedaleando hacemos una bici-tour por la ciudad.
Llegamos al final del canal en donde se forma un pequeño lago, a un lado hay un Hotel Meliá de muchas estrellas y con forma de cubo, y al fondo vemos el centro de congresos, que anteriormente fue una fábrica de cerámica. Seguimos pedaleando y preguntamos por la vieja estación de tren porque nos dijeron que valía la pena verla. Realmente es bonita, toda blanca con sus azulejos azules.
El centro de congresos
Y la estación de tren
DOS CONVENTOS BAJO SOSPECHA
Pedaleando de nuevo hacia el canal central llegamos a una gran plaza alargada con un adoquinado precioso, al fondo, según vemos en el callejero que llevamos en el bolsillo, está la Sé Catedral y el Crucero de Sao Domingos. Parece ser que esta catedral fue un antiguo convento dominicano masculino. Su origen proviene del siglo XV aunque sufrió muchas alteraciones en siglos sucesivos. Como la catedral está cerrada y el exterior no es gran cosa, me fijo en el crucero del cual se dice que es una joya del gótico manuelino. En esta misma plaza, dejando la catedral a nuestras espaldas, tenemos a mano derecha el Museo de Aveiro, que ocupa el lugar del antiguo Convento de Jesús – donde las monjas empezaron a elaborar los primeros ovos moles. Y yo, que a veces pienso mal..., mmm..., a menos de 100 metros el antiguo convento masculino del otro convento femenino de monjas..., si excavamos en la plaza seguro que encontramos túneles y pasadizos secretos, jeje. Creerás que soy un mal pensado pero tu mira que felices estaban las monjas del monasterio.
Una pequeña plaza de Aveiro
Dejamos las bicis aparcadas y entramos al interior del museo. Vaya, la mitad del museo está en obras y la otra mitad es arte sacro, sin pensarlo ni un segundo salgo disparado, ya sabes que el arte sacro no es lo mío. Pasamos por la Praza da República para ver el ayuntamiento y como tenemos todo ya visto (Aveiro se ve bien en una mañana o en una tarde), vamos a los canales a ver los típicos barcos de la comarca de Aveiro.
LOS MOLICEIROS
Los moliceiros se han convertido en otro símbolo de la ciudad. Son unos barcos muy coloridos y similares a las góndolas de Venecia. Estos barcos transportaban el moliço (algas) que utilizaban como fertilizante para abonar las tierras. Debido a los fertilizantes químicos, las algas dejaron de ser útiles y los moliceiros fueron disminuyendo. Hoy se utilizan principalmente en las fiestas locales o en paseos turísticos por los canales de la ciudad. En su mayoría están decorados con motivos picarones de vivos colores y casi siempre escriben una frase alusiva al dibujo.
Devolvemos nuestra buga (bicicleta de utilización gratuíta de Aveiro) y regresamos al centro comercial, el Forum. Cenamos unas sopas muy ricas que te sirven en unos cuencos grandes, en la Loja das Sopas (tienda de las sopas), que es un tipo de restaurante fast food donde solo te sirven sopas. En Portugal tienen auténtica devoción por las sopas; es el primer país europeo y el tercero del mundo que más sopa consume, incluso en los Mc Donald´s te puedes tomar una. Comemos también unas frutas en otro establecimiento de cómida rápida, eso sí, comida rápida pero sana, aunque solo sea esta vez.
Quise visitar también el castillo de Santa Maria da Feira, una localidad que está a unos 20 minutos en coche de Aveiro, en dirección a Oporto, pero el día no me dió para más. Es uno de los handicaps que tiene viajar en octubre, que los días son más cortos. De todos modos, creo que los días que llevo de vacaciones los estoy estirando más que la cara de Isabel Presley, que ya es decir. Aparte del castillo de Santa María da Feira, en donde celebran una fiesta medieval digna de ser visitada, también me quedó por visitar la localidad de Ilhavo, que aparte de tener unas preciosas casas modernistas alberga la fábrica de porcelana de Vista Alegre.
Volveré cuando vaya a visitar Coimbra, que es una de las asignaturas pendientes que tengo en Portugal. Tardo unos cuarenta minutos en llegar al hotel, y después de pedir una botella de agua en recepción me voy directamente a dormir como los angelitos, jeje.