Despertamos con muchas ganas de empezar a recorrer otro lado. Llevábamos el itinerario bastante planificado para toda la semana y aquel día tocaba empezar por Harlem y el Bronx, pero antes, decidimos pasar por el Rockefeller Center y coger las entradas para subir al Top of Rock por la tarde, poco antes del anochecer. No teníamos en principio previsto hacer esa actividad aquel día, pero viendo que el cielo estaba despejado y los días siguientes eran una incógnita, decidimos hacerlo así. Fue todo un acierto ir a primera hora, poco después de las 9, porque aunque había cola, era muy poca y desde luego muchísimo menor que la que habría sobre las 15:30, que era cuando queríamos subir ya que el sol se escondía a las 16:30 y queríamos ver la ciudad de día y de noche. Así nos asegurábamos de cumplir con lo que queríamos. Podíamos también haberlas cogido por internet, pero por la incertidumbre del tiempo y de no ver nada si había niebla, lo preferimos así. El precio es de 34$ cada una.
Subimos en metro hacia Harlem y paramos en la estación 72 St de la línea M para tomar la mejor cookie de la ciudad en Levain Bakery. Pedimos una de chocolate con leche y nueces y otra de chocolate negro y crema de cacahuete por 4$ cada una y dejadme deciros que lo valen. Aparte del impresionante tamaño, os aseguramos que no pueden estar más buenas. Quizá una fuera suficiente para 2, pero ¿cómo no probar más?
Desde allí fuimos callejeando por Harlem paseando por todas las casas estilo “brownstone”. Desde luego que tiene que ser una pasada vivir allí.
Y así llegamos al cruce entre Malcom X Boulevard y Dr. Martin Luther King Jr. Boulevard. Ésta última corresponde a la calle 125th. Pasamos por delante de Great Refugee Temple, donde pensábamos asistir a la misa góspel de las 11, y cono aún había tiempo y no había nadie en la cola, nos acercamos al famoso teatro Apollo, cuna de grandes artistas de la música negra como Michael Jackson o Aretha Franklin.
Vistiamos brevemente un par de tiendas outlet de la zona para ir tanteando precios y sobre las 10:50 fuimos al templo. El panorama había cambiado totalmente. Por lo visto ya habían entrado bastantes turistas y la pequeña cola que quedaba fuera debía esperar hasta que algunos se fueran marchando para poder entrar. Pasados unos minutos, parecía que la misa comenzaba y el señor que controlaba la cola se metió dentro. Fue entonces cuando llegaron varios turistas “despistados” y entraban al templo sin problemas obviando la cola. Siendo así, todos lo que estamos fuera pasamos y nos fueron colocando tanto en la parte de atrás de la zona baja como en el anfiteatro superior cuando comenzaba la misa.
Desde luego, es un espectáculo digno de ver. Feligreses peripuestos y entregados, un coro masculino y un reverendo en completo éxtasis.
Aunque eché de menos alguna voz femenina, la música nos encantó. Unos 45-50 minutos después, el reverendo hizo una pausa y mucha gente aprovechó para marcharse y dejar sitio a los que esperaban fuera. Las misas góspel son muy largas y no quisimos que se nos hiciera pesada y estropeara la experiencia. Al salir nos sorprendió que ningún turista diera un donativo. Nosotros sí lo hicimos y nos estrecharon la mano y agradecieron mucho. Nos parece lo justo.
Antes de coger el metro pasamos por en outlet Marshall, donde en mi anterior visita pesqué un par de cosas interesantes. Los precios son buenos, pero hay que rebuscar un poco para ver algo que merezca realmente la pena, aunque de ropa de deportiva estándar de buenas marcas hay a montones. Finalmente no nos convenció nada y seguimos nuestro camino al Bronx.
Nosotros somos de hacer todo por nuestra cuenta en los viajes en la medida de lo posible, pero confieso que en este nos planteamos seriamente reservar la famosa excursión de “Contrastes” más que nada por no ir solos a ver los graffitis del Bronx, que era lo que realmente nos interesaba teniendo en cuenta que muchas de las otras cosas las podríamos ver nosotros por nuestra cuenta. El caso es que sólo teníamos 6 días, 5 en la ciudad, y no me convencía la idea de dedicar toda una mañana a la excursión, prefería ver las zonas según teníamos programado por cercanía…. Así que finalmente fuimos a nuestro aire.
En casa me tomé tiempo para ubicar varios de los graffitis más famosos, pero finalmente, por no callejear demasiado y desviarnos mucho, me centré en los dos más importantes: Big Pun y I love Bronx. Ambos están nada más salir de alguna estación de metro y en vías principales. Visitamos primero el de I LOVE BRONX, mitiquísimo.
Fuimos andado por la vía principal bajo la línea de metro hasta el siguiente. La verdad es que a pesar de la fama del barrio, la sensación era de normalidad total: Comercios abiertos, coches circulando, y gente, aunque muy poca, yendo y viniendo sin más.
Llegamos así otro gran emblema de la cultura neoyorkina, el graffiti en honor al rapero Big Pun, que va renovándose cada cierto tiempo.
Pasado un rato, llegaron un par de furgonetas con turistas para hacerse fotos, pero para entonces nosotros ya teníamos las nuestras en solitario.
Nos encantó esta pequeña internada en el barrio y lamentamos no haber podido extender un poco más la visita por no desviarnos demasiado. El Bronx también es el Nueva York auténtico y, aunque es normal tenerle respeto, no creo que sea un lugar a evitar siempre y cuando no se callejee mucho y se vaya de día, tal y como pasa en determinados barrios de muchas ciudades del mundo.
Cogimos del nuevo el metro y fuimos al estadio de los Yankees, también situado en ese Barrio pero en la zona opuesta.
Recorrimos los aledaños y nos pusimos los dientes bien largos en la tienda.
De momento habíamos cumplido con el itinerario con creces e íbamos bien de hora, así que fuimos de nuevo al Midtown para comer antes de subir al TOR. La idea era hacerlo en Burger Joint, una de las mejores de Nueva York según dicen, pero cuando llegamos al hotel Le Park Meridien, que es donde está, la cola de espera era extensísima. No nos quedó más remedio que improvisar y propuse ir al centro comercial Columbus Circle para comer en Whole Foods. La tienda es un supermercado ecológico con platos preparados de todo tipo a buen precio que se cobran al peso y se pueden comer en unas mesas allí. Me parece una opción bastante económica sobre todo para quien quiera comer algo más sano, que tampoco era estrictamente nuestro caso.
Confeccionamos una ensalada a nuestro gusto y cogimos también pollo tandorii, alitas teriyaki y un chai latte y lo compartimos en las mesas de allí. Todos nos costó 20,06$. Allí evidentemente no hay que dejar propina.
De ahí fuimos en metro al Top of The Rock y llegamos pasadas las 15:30. Puedes entrar más tarde de la hora de tu ticket, pero nunca antes. Entre que esperamos la cola para el ascensor y demás, llegamos arriba casi a las 16:00, tened en cuenta este tiempo para ver la puesta de sol. Nosotros no tuvimos problema pero los mejores miradores (los del lado del Empire) tenían ya las priemeras filas cogidas para la puesta. La gente es muy poco solidaria, la verdad, pero poco a poco fuimos abriendo hueco y pudimos tomar nuestras fotos sin cabezas delante, aunque nunca solos.
La verdad es que es una imagen que deja sin respiración. Es tener la capital del mundo a tus piés.
Estuvimos una hora en lo alto del mirador y volvimos al suelo en su fabuloso ascensor. El plan siguiente era recorrer la 5ª Avenida y ver todos sus escaparates iluminados, así que empezamos por la esquina sureste de Central Park no sin visitar antes Wollman Rink, la pista de patinaje del parque que tiene un precio bastante prohibitivo, aunque no se puede negar que es de un de esas cosas que hay que hacer alguna vez en la vida.
Antes de comenzar el recorrido de la 5ª… me colé en el Hotel Plaza.
Como buena fan de Solo en Casa no podía pasar de largo sin entrar al hall, que no tiene nada que ver con el de la película, pero no por ello es menos espectacular con su precioso árbol.
Después fuimos pasando por varios escaparates: Bergdorf Goodman, Gucci, Tiffany’s… la verdad es que no escatiman en decoración.
Paramos para pasar a la Catedral de Saint Patrick, que tiene un belén precioso a la altura del resto del edificio.
A la salida, llegó uno de los momentos más mágicos del viaje y también de mi vida. Al frente estaba el flamante árbol del Rockefeller iluminado y sus 12 brillantes ángeles y, de fondo, los clásicos villancicos en inglés que muchos tenemos grabados a fuego por ser la BSO que acompañó a Kevin McCallister en sus películas. Al tiempo, se proyectaba un fascinante espectáculo de lunes al ritmo de la música en la fachada del número 530 de la 5ª Avenida.
Yo estaba literalmente viviendo un sueño. No podía parar de mirar a todas partes, escuchar, sonreír… un momento al que ni las hordas de turistas abarrotando la calle podían restarle un ápice de felicidad.
Continuamos por la 5ª y paramos en la tienda de la NBA, donde aparte de algunas compras, también estuvimos echando un duelo a canastas en las máquinas gratuitas del interior. No gané, pero me quedé cerca.
Terminamos el recorrido en Bryant Park, donde se alza otro de los árboles más emblemáticos de la navidad neoyorkina y un mercadillo navideño con pista de patinaje que pensábamos probar los próximos días.
La siguiente parada fue, por fin, Times Square. El centro del mundo, siempre en efervescencia y dejando hipnotizados a todos cuantos la visitan.
Estuvimos un rato sentados viendo las luces el ir y venir de la gente y el tráfico y lo cierto es que con eso tienes para pasar un buen rato porque te quedas prendado de todo cuanto pasa.
Como ya eran las 8:30, decidimos ir de nuevo a Burger Joint a probar suerte antes de que se llenara y dimos en el clavo. La cola era muy pequeña y no tardamos mucho en entrar. El lugar sorprende y mucho, es pequeño y oscuro, pero con la peculiaridad de tener las paredes cubiertas de firmas a boli. Que no os extrañe compartir mesa con extraños, es algo bastante común en América y más cuando hay tanta cola.
El local funciona como cualquier fast food sólo que tienen en cuenta en punto de la carne. Pides lo que quieres en caja, pagas, esperas tu turno de recogida mientras otro coge mesa y a comer. Pedimos dos Cheeseburger con bacon y dos bebidas, todo por 30,06$.
El tamaño es pequeño, puedes comerte perfectamente dos. Yo me quedé satisfecha con una y mi novio, con hambre. Es cierto que no llevaba ningún ingrediente especial, pero el sabor en conjunto estaba muy bueno siendo el queso lo mejor de todo.
Una vez terminada la cena, regresamos en metro al hotel. Ya llevábamos viéndolo todo el día, pero os juro que no he visto metro que funcione peor que este. Es de lo más normal tirarte mínimo 15 – 20 minutos esperando al siguiente y eso si no te equivocas y coges un express que no para en todas las estaciones en vez de un local. Y cuando necesitas uno, llega el otro, cuando lo coges por fin, se para en una estación y hay que esperar a que reparen alguna averia … en fin, perdimos muchísimo tiempo todos los días en esperas.
Finalmente llegamos al hotel con muchos kilómetros en los pies pero también, experiencias en la memoria. El viaje había empezado genial.
Subimos en metro hacia Harlem y paramos en la estación 72 St de la línea M para tomar la mejor cookie de la ciudad en Levain Bakery. Pedimos una de chocolate con leche y nueces y otra de chocolate negro y crema de cacahuete por 4$ cada una y dejadme deciros que lo valen. Aparte del impresionante tamaño, os aseguramos que no pueden estar más buenas. Quizá una fuera suficiente para 2, pero ¿cómo no probar más?
Desde allí fuimos callejeando por Harlem paseando por todas las casas estilo “brownstone”. Desde luego que tiene que ser una pasada vivir allí.
Y así llegamos al cruce entre Malcom X Boulevard y Dr. Martin Luther King Jr. Boulevard. Ésta última corresponde a la calle 125th. Pasamos por delante de Great Refugee Temple, donde pensábamos asistir a la misa góspel de las 11, y cono aún había tiempo y no había nadie en la cola, nos acercamos al famoso teatro Apollo, cuna de grandes artistas de la música negra como Michael Jackson o Aretha Franklin.
Vistiamos brevemente un par de tiendas outlet de la zona para ir tanteando precios y sobre las 10:50 fuimos al templo. El panorama había cambiado totalmente. Por lo visto ya habían entrado bastantes turistas y la pequeña cola que quedaba fuera debía esperar hasta que algunos se fueran marchando para poder entrar. Pasados unos minutos, parecía que la misa comenzaba y el señor que controlaba la cola se metió dentro. Fue entonces cuando llegaron varios turistas “despistados” y entraban al templo sin problemas obviando la cola. Siendo así, todos lo que estamos fuera pasamos y nos fueron colocando tanto en la parte de atrás de la zona baja como en el anfiteatro superior cuando comenzaba la misa.
Desde luego, es un espectáculo digno de ver. Feligreses peripuestos y entregados, un coro masculino y un reverendo en completo éxtasis.
Aunque eché de menos alguna voz femenina, la música nos encantó. Unos 45-50 minutos después, el reverendo hizo una pausa y mucha gente aprovechó para marcharse y dejar sitio a los que esperaban fuera. Las misas góspel son muy largas y no quisimos que se nos hiciera pesada y estropeara la experiencia. Al salir nos sorprendió que ningún turista diera un donativo. Nosotros sí lo hicimos y nos estrecharon la mano y agradecieron mucho. Nos parece lo justo.
Antes de coger el metro pasamos por en outlet Marshall, donde en mi anterior visita pesqué un par de cosas interesantes. Los precios son buenos, pero hay que rebuscar un poco para ver algo que merezca realmente la pena, aunque de ropa de deportiva estándar de buenas marcas hay a montones. Finalmente no nos convenció nada y seguimos nuestro camino al Bronx.
Nosotros somos de hacer todo por nuestra cuenta en los viajes en la medida de lo posible, pero confieso que en este nos planteamos seriamente reservar la famosa excursión de “Contrastes” más que nada por no ir solos a ver los graffitis del Bronx, que era lo que realmente nos interesaba teniendo en cuenta que muchas de las otras cosas las podríamos ver nosotros por nuestra cuenta. El caso es que sólo teníamos 6 días, 5 en la ciudad, y no me convencía la idea de dedicar toda una mañana a la excursión, prefería ver las zonas según teníamos programado por cercanía…. Así que finalmente fuimos a nuestro aire.
En casa me tomé tiempo para ubicar varios de los graffitis más famosos, pero finalmente, por no callejear demasiado y desviarnos mucho, me centré en los dos más importantes: Big Pun y I love Bronx. Ambos están nada más salir de alguna estación de metro y en vías principales. Visitamos primero el de I LOVE BRONX, mitiquísimo.
Fuimos andado por la vía principal bajo la línea de metro hasta el siguiente. La verdad es que a pesar de la fama del barrio, la sensación era de normalidad total: Comercios abiertos, coches circulando, y gente, aunque muy poca, yendo y viniendo sin más.
Llegamos así otro gran emblema de la cultura neoyorkina, el graffiti en honor al rapero Big Pun, que va renovándose cada cierto tiempo.
Pasado un rato, llegaron un par de furgonetas con turistas para hacerse fotos, pero para entonces nosotros ya teníamos las nuestras en solitario.
Nos encantó esta pequeña internada en el barrio y lamentamos no haber podido extender un poco más la visita por no desviarnos demasiado. El Bronx también es el Nueva York auténtico y, aunque es normal tenerle respeto, no creo que sea un lugar a evitar siempre y cuando no se callejee mucho y se vaya de día, tal y como pasa en determinados barrios de muchas ciudades del mundo.
Cogimos del nuevo el metro y fuimos al estadio de los Yankees, también situado en ese Barrio pero en la zona opuesta.
Recorrimos los aledaños y nos pusimos los dientes bien largos en la tienda.
De momento habíamos cumplido con el itinerario con creces e íbamos bien de hora, así que fuimos de nuevo al Midtown para comer antes de subir al TOR. La idea era hacerlo en Burger Joint, una de las mejores de Nueva York según dicen, pero cuando llegamos al hotel Le Park Meridien, que es donde está, la cola de espera era extensísima. No nos quedó más remedio que improvisar y propuse ir al centro comercial Columbus Circle para comer en Whole Foods. La tienda es un supermercado ecológico con platos preparados de todo tipo a buen precio que se cobran al peso y se pueden comer en unas mesas allí. Me parece una opción bastante económica sobre todo para quien quiera comer algo más sano, que tampoco era estrictamente nuestro caso.
Confeccionamos una ensalada a nuestro gusto y cogimos también pollo tandorii, alitas teriyaki y un chai latte y lo compartimos en las mesas de allí. Todos nos costó 20,06$. Allí evidentemente no hay que dejar propina.
De ahí fuimos en metro al Top of The Rock y llegamos pasadas las 15:30. Puedes entrar más tarde de la hora de tu ticket, pero nunca antes. Entre que esperamos la cola para el ascensor y demás, llegamos arriba casi a las 16:00, tened en cuenta este tiempo para ver la puesta de sol. Nosotros no tuvimos problema pero los mejores miradores (los del lado del Empire) tenían ya las priemeras filas cogidas para la puesta. La gente es muy poco solidaria, la verdad, pero poco a poco fuimos abriendo hueco y pudimos tomar nuestras fotos sin cabezas delante, aunque nunca solos.
La verdad es que es una imagen que deja sin respiración. Es tener la capital del mundo a tus piés.
Estuvimos una hora en lo alto del mirador y volvimos al suelo en su fabuloso ascensor. El plan siguiente era recorrer la 5ª Avenida y ver todos sus escaparates iluminados, así que empezamos por la esquina sureste de Central Park no sin visitar antes Wollman Rink, la pista de patinaje del parque que tiene un precio bastante prohibitivo, aunque no se puede negar que es de un de esas cosas que hay que hacer alguna vez en la vida.
Antes de comenzar el recorrido de la 5ª… me colé en el Hotel Plaza.
Como buena fan de Solo en Casa no podía pasar de largo sin entrar al hall, que no tiene nada que ver con el de la película, pero no por ello es menos espectacular con su precioso árbol.
Después fuimos pasando por varios escaparates: Bergdorf Goodman, Gucci, Tiffany’s… la verdad es que no escatiman en decoración.
Paramos para pasar a la Catedral de Saint Patrick, que tiene un belén precioso a la altura del resto del edificio.
A la salida, llegó uno de los momentos más mágicos del viaje y también de mi vida. Al frente estaba el flamante árbol del Rockefeller iluminado y sus 12 brillantes ángeles y, de fondo, los clásicos villancicos en inglés que muchos tenemos grabados a fuego por ser la BSO que acompañó a Kevin McCallister en sus películas. Al tiempo, se proyectaba un fascinante espectáculo de lunes al ritmo de la música en la fachada del número 530 de la 5ª Avenida.
Yo estaba literalmente viviendo un sueño. No podía parar de mirar a todas partes, escuchar, sonreír… un momento al que ni las hordas de turistas abarrotando la calle podían restarle un ápice de felicidad.
Continuamos por la 5ª y paramos en la tienda de la NBA, donde aparte de algunas compras, también estuvimos echando un duelo a canastas en las máquinas gratuitas del interior. No gané, pero me quedé cerca.
Terminamos el recorrido en Bryant Park, donde se alza otro de los árboles más emblemáticos de la navidad neoyorkina y un mercadillo navideño con pista de patinaje que pensábamos probar los próximos días.
La siguiente parada fue, por fin, Times Square. El centro del mundo, siempre en efervescencia y dejando hipnotizados a todos cuantos la visitan.
Estuvimos un rato sentados viendo las luces el ir y venir de la gente y el tráfico y lo cierto es que con eso tienes para pasar un buen rato porque te quedas prendado de todo cuanto pasa.
Como ya eran las 8:30, decidimos ir de nuevo a Burger Joint a probar suerte antes de que se llenara y dimos en el clavo. La cola era muy pequeña y no tardamos mucho en entrar. El lugar sorprende y mucho, es pequeño y oscuro, pero con la peculiaridad de tener las paredes cubiertas de firmas a boli. Que no os extrañe compartir mesa con extraños, es algo bastante común en América y más cuando hay tanta cola.
El local funciona como cualquier fast food sólo que tienen en cuenta en punto de la carne. Pides lo que quieres en caja, pagas, esperas tu turno de recogida mientras otro coge mesa y a comer. Pedimos dos Cheeseburger con bacon y dos bebidas, todo por 30,06$.
El tamaño es pequeño, puedes comerte perfectamente dos. Yo me quedé satisfecha con una y mi novio, con hambre. Es cierto que no llevaba ningún ingrediente especial, pero el sabor en conjunto estaba muy bueno siendo el queso lo mejor de todo.
Una vez terminada la cena, regresamos en metro al hotel. Ya llevábamos viéndolo todo el día, pero os juro que no he visto metro que funcione peor que este. Es de lo más normal tirarte mínimo 15 – 20 minutos esperando al siguiente y eso si no te equivocas y coges un express que no para en todas las estaciones en vez de un local. Y cuando necesitas uno, llega el otro, cuando lo coges por fin, se para en una estación y hay que esperar a que reparen alguna averia … en fin, perdimos muchísimo tiempo todos los días en esperas.
Finalmente llegamos al hotel con muchos kilómetros en los pies pero también, experiencias en la memoria. El viaje había empezado genial.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
• Entradas al Top of the Rock: 64$
• Desayuno: 8$
• Comida: 20,06$
• Cena: 30,06$
Total: 122,12$ (Compras aparte)