Como comentaba antes, si ahora supiera que podría haber pagado más para ahorrarme la escala de más de 19 horas en Doha, lo habría hecho. No porque no me pareciese interesante el país de Oriente Medio, sino por la enorme paliza que supuso el viaje de ida. A las 6 horas y media de trayecto de Madrid a Doha, tuvimos que sumarle 19 horas de escala, más luego otras 10 horas para llegar a Tokyo. Todo esto lo hicimos sin pasar por un hotel, ya que los hoteles en Doha eran bastantes caros (más de 70 euros) y los más baratos tenían unas críticas pésimas. Así que nos arriesgamos y decidimos hacer todo el tirón.
Llegamos a las 7 de la mañana, hora local a Doha. La verdad yo no sé si fue por la hora, pero el control del pasaporte y la tramitación del visado lo hicimos muy rápido. El visado para salir nos costó 100 ryales (unos 25 euros en ese momento) y se tiene que pagar con tarjeta visa.
Cargados con nuestras mochilas intentamos obtener un poco de información sobre cómo ir de manera económica a la ciudad. Estuvimos dando unas vueltas, cambiamos cada uno 30 euros en ryales (nos dio para los gastos de ese día) y se nos acercó un señor para ofrecernos su servicio de taxi. Nos pedía 25 dólares por hora así que dijimos no. En una ventanilla de información preguntamos y nos dijeron que el precio del desplazamiento a la ciudad eran 40 ryales, algo que se alejaba de lo que habíamos leído.
Vimos entonces que había buses, así que salimos de la terminal y flipamos con el calor. Era algo nunca vivido por nuestros cuerpos, un calor sofocante que nos impedía respirar correctamente y que nos sorprendió como un hachazo a las 8 de la mañana. En el bus conseguimos unos tickets por 10 ryales cada uno (unos 2,5 euros), que según el conductor nos permitía ir y volver al aeropuerto, aunque luego no fue así. Entusiasmados por lo barato que era, nos subimos y en unos 25 minutos nos dejó en la zona de rascacielos, justo en frente del centro comercial.
Vista desde el bus del Museo de Arte Islámico
En este desplazamiento tuvimos nuestro primer contacto con la ciudad de Doha y ya nos dimos cuenta de que, a pesar de sus grandes rascacielos, en las calles no hay ni un alma. Es extraña esa sensación de saber que estás en uno de los países con mayor riqueza y pensar que su capital es en cierta manera una ciudad fantasma, al menos a esa hora.
Entramos en el centro comercial y nos pareció de lo más normalito. Así que con las mismas tarjetas de bus cogimos otro que nos dejaba cerca del zoco en unos 10 minutos. Nuestro primer chasco fue descubrir que el zoco no lo abren hasta las 4 de la tarde por el calor, así que fuimos a ver el Centro Cultural Islámico de Qatar (Fanar), que si bien por fuera es bastante bonito, por dentro solo dispone de una pequeña exposición en la que se explican los fundamentos básicos del islam.
La experiencia fracasada del Museo de Arte Islámico
Nos quedamos un rato descansando ahí y viendo que no teníamos nada más que hacer, decidimos ir al Museo de Arte Islámico, que habíamos leído que estaba muy bien y que nos aseguraron que estaba abierto a esas horas. Esta fue la peor decisión que tomamos, ya que tras andar unos 15 minutos con un sol aterrador, llegamos a la puerta del museo y nos dijeron que los martes no abren; así que como decía en los consejos previos mirar siempre bien cuando abren y cierran las cosas.
1. Centro Cultural Islámico de Qatar (Fanar) / 2. Desfile militar en el centro del zoco
Este fue uno de los peores momentos del viaje, el calor empezaba a hacer estragos en nosotros que realmente necesitábamos descansar y pensar bien qué hacer, pero es que ¡no había nada! Así que volvimos a andar, un poco mareados debo decir, y nos fuimos acercando a la zona cercana al zoco, donde al menos los soportales te libraban un poco del sol. Teníamos claro que en la primera cafetería que encontrásemos nos sentaríamos y así, tras unos diez minutos, encontramos una de un hotel. Nos dijeron que estaba abierta y entramos.
Pedimos un plato de desayuno cada uno y una botella de agua. Cada plato costaba al cambio unos 4-5 euros, pero lo que disparo la cuenta fue el agua (no aparecía el precio en la carta), que nos costó casi 7 euros. Luego encima descubrimos que en los puestos del zoco una botella pequeña no llega al euro, pero bueno en ese momento nos vino genial, pudimos descansar, hablar con nuestra familia y amigos ya que había Wifi y hacer un poco de tiempo para ver si el sol escampaba un poco.
Un desayuno necesario, sobre todo por el agua
Pagamos y empezamos a dar una vuelta por el zoco donde hacía menos calor. Se nota que no es un zoco muy antiguo, pero es bonito y está bien cuidado. Puedes encontrar desde productos exóticos a joyerías exclusivas. En esas horas no hay muchas tiendas abiertas, pero siempre tiene encanto poder ver el contraste que se da en esos mercados. Estuvimos dando vueltas, descansando en lugares con sombra o aire acondicionado cuando podíamos y fijándonos sobre todo en la enorme desigualdad de este país, donde unos muchos (en general personas provenientes de países del sudeste asiático) trabajan para una selecta minoría en un régimen que muchos definen como de “semiesclavitud”.
Souq Waqif Art Center, una buena alternativa
En toda esa retahíla de puestos destaca el Souq Waqif Art Center, un edifico dedicado al arte, muy bonito y colorido por dentro y donde puedes descansar mientras admiras algunas de las obras que están realizando dentro. En este lugar tuvimos un problema con un señor que nos intentaba convencer para que fuéramos a su hotel, que nos invitaba a comer y a dar una vuelta con su coche. Sus intenciones exactas no sé cuáles serían, pero la manera de intentar tocar a mi hermana y sus miradas nos hicieron desconfiar al instante de él. No me voy a extender más sobre la historia de este sujeto, pero os digo simplemente que tengáis cuidado con según que personajes intentan proponerte algunas cosas.
Después de librarnos de él nos empezó a entrar hambre, eran las dos y la verdad es que había muy buenos olores por los distintos restaurantes que se extendían en la calle principal del zoco. Nosotros nos alejamos un poco de esa zona más turística y nos adentramos en unas callejuelas cercanas donde había restaurantes que nos parecían un poco más “auténticos”. Al final nos decidimos por uno donde la señora que cocinaba era muy simpática y nos apremiaba a probar sus guisos de arroz. La verdad es que tenía razón, ya que pedimos un Biriyani y un Makboos, con una ensalada de acompañamiento, y estaban muy ricos. La comida nos salió por unos veinte euros.
Un bonito zoco, pero tienes que ir por la tarde
Tras la comida, nos entró bastante sueño, pero es que en Doha ni a la sombra puedes estar a según que horas, así que no nos quedaba más remedio que andar para buscar sitios donde hubiera aire acondicionado y fueran interesantes. Así encontramos una especie de mercado del oro, muy bonito, con bancos y donde la temperatura está más agradable. Lo recomendamos para descansar y bueno para comprar joyas si alguien quiere.
1. Calor insoportable en Doha) / 2.Ricos Biriyani ¡Había aire acondicionado! / 3. El lujo impera en Doha
A partir de las seis la actividad en el zoco cambia completamente. El ruido es enorme y está lleno de gente paseando. Los qatarís se sientan en las terrazas mientras fuman shisha y hablan. Ves personas con complementos carísimos, sobre todo bolsos y joyas. A nosotros nos apeteció también fumar una shisha, así que volvimos a meternos por callejuelas hasta encontrar un sitio donde no hablaban nada de inglés, pero en donde la pipa estaba a 35 ryales (unos 8,5 euros). Nos sentamos, pedimos también un té y nos relajamos mientras en la televisión qatarí daban un debate.
Al salir del sitio ya era de noche y además coincidió que había una fiesta local, por lo que el agobio por la gente que había se intensificó al máximo. Lo único bueno de esto es que pudimos ver unos bailes típicos muy interesantes justo en la entrada al zoco. Como ya eran pasadas las 8 y media y nuestro vuelo salía en unas cinco horas, decidimos ir tranquilamente al aeropuerto, aunque pronto nos encontramos con la necesidad de hacerlo rápido porque el tráfico era infernal en esa zona y los buses apenas llegaban. Tras averiguar dónde podíamos coger uno para el aeropuerto, nos subimos y nuestro ticket (todavía no entendemos por qué) no funcionaba. Así que tuvimos que pagar de nuevo 10 ryales cada uno.
1. La shisha, imprescindible / 2. Nuestro gran amigo: el jeque generoso
Un aeropuerto moderno, pero esperábamos más
Tras 45 minutos en el bus estábamos en el aeropuerto. Hicimos el control policial de nuevo bastante rápido y nos pusimos a dar una vuelta por el aeropuerto, que es bastante moderno y nuevo, pero que no nos sorprendió tanto como habíamos leído. Por cierto, hay consignas, que yo había leído en alguna página que no había.
Estuvimos cargando nuestros móviles un rato y luego miramos a ver que sitios había para cenar. Sinceramente no había mucha variedad, así que tras mucho pensarlo nos decidimos por un clásico arroz con pollo. Aquí sucedió una de las anécdotas más divertidas del viaje. Habíamos pedido nuestro plato y ya íbamos a empezar a comerlo, cuando el jeque de la mesa del al lado nos preguntó si solo íbamos a comer eso. Nosotros le dijimos que sí que estaba bien así y él nos dijo de ninguna manera. Muerto de vergüenza, me hizo ir de nuevo al puesto y empezó a pedir muchas cosas. Nosotros no queríamos tanto, pero el chico del restaurante también insistía (es más dinero para él), así que al final acabamos con dos pollos asados, una ensalada, dos platos de arroz con pollo y dos botellas de agua. El jeque era muy simpático y estuvimos hablando con él un rato, pero no nos gusta mucho esa cultura de derrochar dinero de esa manera.
1. Doha por la noche / 2. Un aeropuerto muy moderno
Con la tripa llena, esperamos un poco más y embarcamos. Un consejo para el aeropuerto de Doha: ponen el aire muy muy fuerte, así que sobre todo por la noche hace bastante fresquito. Recomendamos traer aunque sea una sudadera para esos momentos de espera.