Tras otras 10 horas de vuelo, sobre las 18:40 (hora local) llegamos a la terminal 2 del aeropuerto de Narita. La recogida de nuestras maletas fue muy rápida, al igual que la tramitación del control de extranjería, donde debes rellenar un formulario en el que indicas los motivos de tu viaje y los días que te quedarás en Japón. Terminado este proceso, nos dirigimos a la oficina JR para validar nuestras valiosas tarjetas.
Aquí tuvimos una de las pocas malas experiencias en el trato con la gente, ya que la persona que nos tocó para realizar la gestión era muy antipático, por lo que solo pudimos reservar los asientos de los trenes de ida y vuelta a Kyoto, y no todos como teníamos pensados; aunque como luego veríamos estas reservas se podían cambiar, tal y como haríamos por cuestiones de comodidad de horario.
Cambia algo de dinero en el aeropuerto
Sin tiempo para lamentarnos por el trato recibido tuvimos que correr para coger el tren Narita Express, que más o menos en una hora te deja en la estación de Tokyo Central, donde nuestra idea era dejar las maletas en una consigna, ya que al día siguiente por la tarde pensábamos desplazarnos a Kyoto, con lo que era más cómodo ir ligero al hotel. Después de problemas para encontrar un cajero, ya que no habíamos cambiado dinero en el aeropuerto por las prisas, organizamos las mochilas y las maletas, y dejamos estas últimas en una consigna, cuyo precio era de 600 yenes. Al día siguiente tendríamos que pagar otros 600 yenes para abrirla, algo que no entendimos bien, ya que no habían pasado 24 horas, pero bueno, el precio finalmente fue de 1.200 yenes (unos 10,5 euros).
1. En el tren de camino al hotel / 2. Restaurantes en pisos de edificios
Ya ligeros de equipaje nos dirigimos a nuestro hostel, que estaba situado al lado de la parada de tren Ryogoku, que desde la estación central de Tokyo está a tan solo 10 minutos, con transbordo en Akihabara. El Anne Hostel Yokozuna cumplió a la perfección nuestras expectativas. El barrio era muy bonito, con muchas luces y restaurantes y con una arquitectura original y con rasgos orientales tradicionales. El precio fue de 38 euros por esa noche y compartimos habitación con seis personas más. Sin embargo, a diferencia de otros hosteles de este tipo en los que hemos estado en Europa, este era muy cómodo y limpio.
Hosteles de calidad
La atención también era muy buena y tras dejar nuestras cosas e inspeccionar un poco las zonas comunes fuimos a dar una vuelta. La verdad es que debido a la hora (serían como las 22:30) no encontramos tantos sitios abiertos, aunque debemos decir que la oferta gastronómica es tan amplia en cualquier lugar de Tokyo que más bien te encuentras abrumado ante tantos sitios y tantos platos exóticos. Finalmente, y tras media hora de debate, optamos por uno en el que se veía bastante gente comiendo.
La experiencia no fue del todo perfecta, ya que pedimos dos platos: un arroz blanco con verduras que tenían un sabor algo dulce (este nos gustó) y unos fideos que resultaron que estaban fríos. Y es que no os asustéis, pero en Japón son típicos los “cold noodles”, algo que no sabíamos y que no nos gustó. Sin embargo, si encontramos elementos interesantes en este primer sitio, como algunas especias y salsas exóticas a base de ajo, jengibre o guindilla, y el hecho de que te pongan una gran jarra de agua fría nada más sentarte, algo que ojalá siguiéramos manteniendo en Madrid, donde cada vez más restaurantes están olvidando esta sana tradición.
La primera cena en Japón
Con la comida aún en la tripa, volvimos al hotel, nos duchamos y a dormir tras una travesía de muchas, muchas horas.