Salimos del aeropuerto de A Coruña muy temprano con destino a Barcelona, con una maleta de mano cada uno en la que llevábamos lo básico, algo de ropa, la cámara de fotos y los tubos de snorkel.
Llegamos al aeropuerto de Barcelona y tras una breve escala tomamos el vuelo a Split con Vueling. Estábamos algo temerosos porque los meses anteriores, a lo largo de todo el verano, había habido muchas cancelaciones y retrasos con esta compañía. Con este panorama tan poco alentador por delante no pudimos hacer más que cruzar los dedos y esperar que a principios de septiembre se hubieran solucionado estos problemas. Así fue y volamos puntuales y sin contratiempos.
Llegamos pasado el mediodía al aeropuerto de Split, que no es muy grande, y recogimos el coche de alquiler. Enseguida nos dirigimos a Trogir, que queda a unos cinco kilómetros, hicimos el chek-in, comimos algo, descansamos y decidimos que lo que quedaba de tarde ya la íbamos a dedicar al mismo Trogir.
¿Por qué nos alojamos las tres primeras noches en Trogir y no en Split? Split es más grande y hay más oferta de ocio para los ratos muertos en que vas o regresas de las visitas. Pero Trogir, al ser una población más pequeña, ofrece más facilidad para entrar y salir de ella sin tener problemas de tráfico, retenciones. etc. Después comprobamos que Split tampoco es tan grande y no ofrece más complicación en la entrada y salida a la ciudad, así que alojaos donde mejor os venga o prefirais. A nosotros Trogir nos vino bien.
Nos alojamos en Apartments Lavel muy próximo al centro. Un estudio muy acogedor de unos 40 metros, con cama doble amplia y otra supletoria muy confortable, con cocina y baño privado y todo lo necesario para estar más que cómodos. Tiene terraza para poder desayunar o cenar fuera. Nosotros hacíamos desayuno y cena en el apartamento y comíamos de restaurante. Tiene parking gratis junto a la casa. La familia que lo lleva es encantadora y ayuda en todo, y algo importante: está impecablemente limpio y a cuatro minutos caminando del centro monumental de Trogir. Lo reservamos a través de Booking, al igual que el resto de alojamientos, y las tres noches nos costaron 120 €.
Un 10, lo recomiendo encarecidamente, podeis leer los comentarios en Booking que no tienen pérdida.
Trogir es una ciudad muy pequeña, pero bien merece una visita. Es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y la ciudad medieval más antigua del Adriático. Esa primera tarde tuvimos la mala suerte de que llovió a mares, vaya chasco. Nos habíamos olvidado los chubasqueros en el coche, así que nos compramos un paraguas e hicimos la visita saltando de charco en charco.
Nos dirigimos en primer lugar a la plaza más importante, Ivana Paula II o plaza de Juan Pablo II. Aquí está la catedral de San Lorenzo, con una portada impresionante. Se puede subir a la torre, pero con ese día no lo hicimos. El Palacio de los Rectores, convertido hoy en sede del ayuntamiento de la ciudad. También el palacio Cipiko, que es de estilo veneciano. En toda Croacia se puede apreciar la influencia italiana, también en su arquitectura.
Lo triste es que toda la plaza está llena de terrazas turísticas y sombrillas (sombrillas de publicidad de bebidas, por favor ¿no pueden regular que al menos sean sombrillas sin publicidad, ni dibujitos, ni colorines?). Esto sería la tónica principal en casi todas las ciudades croatas que visitamos. Y es que el turismo es un puntal económico para muchos países, pero también prostituye sin piedad su autenticidad e idiosincrasia, eso creo yo.
Dejó de llover y dimos un paseo por la Riva (puerto o paseo marítimo), muy bonita pero llena de yates de lujo y catamaranes que ofrecían rutas turísticas, es lo que hay.
Llegamos hasta el final donde se ubica la Fortaleza del Kamerlengo y la torre de San Marcos. Después de las consabidas fotos, hicimos aprovisionamiento de víveres en un supermercado y al apartamento a cenar. Al día siguiente nos esperaba el Parque Nacional de Krka, que a mi hija, de cinco años, le hacía especial ilusión.
Llegamos al aeropuerto de Barcelona y tras una breve escala tomamos el vuelo a Split con Vueling. Estábamos algo temerosos porque los meses anteriores, a lo largo de todo el verano, había habido muchas cancelaciones y retrasos con esta compañía. Con este panorama tan poco alentador por delante no pudimos hacer más que cruzar los dedos y esperar que a principios de septiembre se hubieran solucionado estos problemas. Así fue y volamos puntuales y sin contratiempos.
Llegamos pasado el mediodía al aeropuerto de Split, que no es muy grande, y recogimos el coche de alquiler. Enseguida nos dirigimos a Trogir, que queda a unos cinco kilómetros, hicimos el chek-in, comimos algo, descansamos y decidimos que lo que quedaba de tarde ya la íbamos a dedicar al mismo Trogir.
¿Por qué nos alojamos las tres primeras noches en Trogir y no en Split? Split es más grande y hay más oferta de ocio para los ratos muertos en que vas o regresas de las visitas. Pero Trogir, al ser una población más pequeña, ofrece más facilidad para entrar y salir de ella sin tener problemas de tráfico, retenciones. etc. Después comprobamos que Split tampoco es tan grande y no ofrece más complicación en la entrada y salida a la ciudad, así que alojaos donde mejor os venga o prefirais. A nosotros Trogir nos vino bien.
Nos alojamos en Apartments Lavel muy próximo al centro. Un estudio muy acogedor de unos 40 metros, con cama doble amplia y otra supletoria muy confortable, con cocina y baño privado y todo lo necesario para estar más que cómodos. Tiene terraza para poder desayunar o cenar fuera. Nosotros hacíamos desayuno y cena en el apartamento y comíamos de restaurante. Tiene parking gratis junto a la casa. La familia que lo lleva es encantadora y ayuda en todo, y algo importante: está impecablemente limpio y a cuatro minutos caminando del centro monumental de Trogir. Lo reservamos a través de Booking, al igual que el resto de alojamientos, y las tres noches nos costaron 120 €.
Un 10, lo recomiendo encarecidamente, podeis leer los comentarios en Booking que no tienen pérdida.
Trogir es una ciudad muy pequeña, pero bien merece una visita. Es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y la ciudad medieval más antigua del Adriático. Esa primera tarde tuvimos la mala suerte de que llovió a mares, vaya chasco. Nos habíamos olvidado los chubasqueros en el coche, así que nos compramos un paraguas e hicimos la visita saltando de charco en charco.
Nos dirigimos en primer lugar a la plaza más importante, Ivana Paula II o plaza de Juan Pablo II. Aquí está la catedral de San Lorenzo, con una portada impresionante. Se puede subir a la torre, pero con ese día no lo hicimos. El Palacio de los Rectores, convertido hoy en sede del ayuntamiento de la ciudad. También el palacio Cipiko, que es de estilo veneciano. En toda Croacia se puede apreciar la influencia italiana, también en su arquitectura.
Lo triste es que toda la plaza está llena de terrazas turísticas y sombrillas (sombrillas de publicidad de bebidas, por favor ¿no pueden regular que al menos sean sombrillas sin publicidad, ni dibujitos, ni colorines?). Esto sería la tónica principal en casi todas las ciudades croatas que visitamos. Y es que el turismo es un puntal económico para muchos países, pero también prostituye sin piedad su autenticidad e idiosincrasia, eso creo yo.
Dejó de llover y dimos un paseo por la Riva (puerto o paseo marítimo), muy bonita pero llena de yates de lujo y catamaranes que ofrecían rutas turísticas, es lo que hay.
Llegamos hasta el final donde se ubica la Fortaleza del Kamerlengo y la torre de San Marcos. Después de las consabidas fotos, hicimos aprovisionamiento de víveres en un supermercado y al apartamento a cenar. Al día siguiente nos esperaba el Parque Nacional de Krka, que a mi hija, de cinco años, le hacía especial ilusión.