Aunque en el foro hay diarios fantásticos sobre este destino, me he decidido a escribir este relato porque últimamente las circunstancias en algunos países complican los viajes y muchos se preguntan (nos preguntamos) qué hacer: ¿ir o no ir? Así que como ha pasado algún tiempo desde entonces, más que datos prácticos que no resultarían muy útiles a estas alturas, me gustaría que estas notas sirvan para demostrar que muchas veces los viajes que se complican pueden acabar saliendo muy bien, aunque el nuestro se desarrolló de manera bastante distinta a como lo habíamos planificado inicialmente.
El Partenon: lo primero que se te viene a la cabeza al pensar en un viaje a Grecia.
Grecia era uno de los destinos que íbamos retrasando de año en año porque siempre encontrábamos un lugar teóricamente más atractivo para visitar, hasta que después de haber estado en Egipto unos meses antes, nos quedaron tantas ganas de retomar las piedras y las culturas antiguas que decidimos saldar esa deuda de una vez por todas.
Como gran aficionada al deporte, Olimpia siempre fue un destino atractivo para mi.
Sin embargo, el camino no fue nada fácil ya que, quizás por dejarlo tanto tiempo, todo se empezó a torcer desde un principio. Nuestra idea era visitar Grecia a últimos de mayo o primeros de junio para evitar el tremendo calor del verano por allí, así que reservé vuelos y hoteles teniendo en cuenta un itinerario que incluía tres días en Atenas, cuatro días de coche de alquiler para recorrer el Peloponeso, Delfos y Meteora, y dos días de estancia en las islas de Mikonos y Santorini, a las que iríamos en ferry.
Delfos y su oráculo. Otro de los destinos imprescindibles en mi mente.
Lamentablemente, una semana antes de salir, tuve que cancelarlo todo porque me puse enferma y, además, se complicó con otro repentino problema familiar. En fin, parecía que el viaje a Grecia estaba gafado… pero yo no sabía bien hasta qué punto .
Meteora y sus monasterios: el gran descubrimiento.
Unos días más tarde, el problema familiar pareció solucionarse y como ya me encontraba algo mejor, el gusanillo griego volvió a picarnos. Sin embargo, los días habían pasado rápidamente y ya estábamos a mitad de junio, cerca de la fecha tope para que no nos cogiera el calor. Volvimos a liarnos la manta a la cabeza y otra vez a reservar todo. Corría entonces el año 2011, tristemente recordado por la crisis económica en Europa y por los problemas de Grecia y sus turbulentas relaciones con la Unión Europea, que desembocarían en los famosos rescates y las no menos célebres protestas masivas de los griegos en la Plaza Sintagma. A estas alturas, en 2017, quizás se nos ha olvidado la tensión de aquellos momentos, cuando los griegos no conocían qué iba a ser de su futuro; por entonces la cosa estaba bastante fastidiada y reinaba la incertidumbre. En teoría no nos iba a pillar lo peor, que sería durante el debate en el Parlamento Griego sobre si aceptar o no los recortes que imponía la U.E. para entregar las distintas partidas de dinero del segundo rescate, necesarias para que el país no entrase en una inminente bancarrota.
Santorini: la postal soñada.
Bueno pues… sí: cuatro días antes de salir de viaje vimos en la noticias con horror que los debates serían justamente la semana de nuestras vacaciones, coincidiendo con los cuales se anunciaban varias jornadas de huelga general, sentadas frente al Parlamento y manifestaciones. Y yo con uno de los hoteles reservado y pagado (por un motivo que contaré luego) en la Plaza Sintagma... También era mala suerte, después de años a la espera de ir a Grecia que todo este lío nos coincidiera allí .
El Parlamento Griego, la Plaza Sintagma y las sentadas de los manifestantes.
Pedí consejo a una amiga que por entonces trabajaba en la Embajada española en Atenas y me animó a seguir con el viaje ya que, en principio, los servicios turísticos no iban a verse afectados por las huelgas (una buena parte de la economía griega se basa en el turismo y no parecía lógico tirar piedras contra su propio tejado); además, como muy bien me señaló “Grecia es un país civilizado y europeo, y no es lógico que os pase nada”. Sin embargo, sí que me aconsejo variar algunos aspectos del viaje como, por ejemplo, no utilizar el ferry, ni los autobuses de línea regulares, ni el coche de alquiler, ya que el repostaje en las gasolineras no estaba garantizado y podía haber cortes en las carreteras. Ante semejante perspectiva, fui a ver a un amigo que trabajaba en una agencia de viajes (a estas alturas, la agencia ya no existe y mi amigo pasó a engrosar las listas del paro, como tantas otras personas de uno de los oficios condenados a desaparecer a no mucho tardar) por si en tan poco espacio de tiempo podía arreglarme algo potable para no perder las vacaciones, los vuelos y uno de los hoteles de Atenas que ya tenía pagado. Al final, para que pudiéramos visitar todo lo que habíamos planeado, me montó un curioso conglomerado que me dejó con los ojos a cuadros, pero que, curiosamente, acabó saliendo muy bien, entre otras cosas porque la suerte que nos faltó antes de salir se alió con nosotros durante el viaje.
Los molinos de la isla de Patmos.
El guion era el siguiente: tres días en Atenas, cuatro días de tour cultural por el Peloponeso, Delfos y Meteora y un crucero de cuatro días por las Islas Griegas. Lo del tour, de acuerdo, no era la primera vez y, además, nos aseguraron que estaba bastante bien, que en esas fechas iba poca gente de habla española y que no solían admitir más de 20 viajeros por grupo: menos mal, porque no me apetecía meterme en un autocar con 50 personas más. Pero… ¿un crucero? ¡Un crucero…! Si nosotros el único crucero que habíamos hecho era del Nilo, que no tiene que ver nada con los de vacaciones en el mar… Aunque nos aplicaron algunos descuentos, el conglomerado salía algo más caro que el viaje previsto inicialmente (unos 950 euros por persona), pero mirándolo objetivamente tampoco se iba demasiado de precio porque muchas visitas estaban incluidas, así como el alojamiento en hoteles de cuatro estrellas (estrelllas griegas de entonces, que podían coincidir con los de tres en España), con media pensión en el tour y pensión completa en el crucero con camarote exterior, algo imprescindible para mi. Como era hacerlo así o suspenderlo todo por segunda vez ya en algunos casos con cuantiosos gastos de cancelación, ¿por qué no probar? A veces hay que probarlo todo (o casi). Así que ¡a ello!
Itinerario del tour.
Y un crucero inesperado.
Itinerario del crucero.