Hoy nos dirigimos al lugar que probablemente atesora el sentir más profundo del ser escocés, Stirling, el paso natural a las tierras altas de Escocia y, por ello, escenario de las dos batallas que sirvieron para construir la independencia de Escocia, la del puente de Stirling, con William Wallace poniendo la primera piedra, y la de Bannockburn, con Robert the Bruce coronando el edificio.
Stirling dista de Edimburgo apenas cincuenta minutos en tren. A diferencia de otras localidades escocesas, la estación no está demasiado apartada del centro. Es pronto y decidimos ir directamente al Castillo para poderlo visitar con la menor cantidad de gente posible, luego ya tendremos tiempo de ver el resto de la ciudad.
El castillo, como el de Edimburgo, está en una pequeña colina y tiene bastantes semejanzas con el que domina la capital, está muy bien indicado y es fácil orientarse, en poco tiempo alcanzamos la entrada.
Tal vez no valga las casi 15 libras que hay que pagar para poder visitarlo, pero una vez en su interior todo resulta espectacular, tanto el interior, como las excepcionales vistas que ofrece. No en vano fue la residencia favorita de los reyes de Escocia antes de la unión con Inglaterra en 1603.
De entre las diferentes dependencias que merece la pena visitar destacan el gigantesco gran salón de palacio y las antiguas cocinas, pero lo mejor es pasear tranquilamente entre las murallas disfrutando de los mil y un detalles que ofrecen las diferentes edificaciones.
El Castillo es también la sede del Argyll and Sutherland Highlanders, un regimiento de infantería fundado en 1881 como unión del 91st Argyllshire Highlanders y el 93rd Sutherland Highlanders y que se nutre de voluntarios de toda la región. En la forma del regimiento actual o en sus predecesores, ha participado en numerosos conflictos bélicos, las guerras napoleónicas, la guerra de los Boers y Crimea, destacando su intervención en las batallas de Waterloo y Balaklava. También ha luchado en las dos guerras mundiales y en conflictos posteriores como Borneo, Aden, Corea, Irlanda del Norte e Irak.
Para los mitómanos de la historia, hay que reseñar que el 93rd Sutherland Highlanders es el protagonista de la “Delgada línea roja”, la increíble acción de la batalla de Balaklava que inmortalizó Robert Gibb en el conocido cuadro que se conserva en el National War Museum en el Castillo de Edimburgo.
El museo del regimiento ocupa un pequeño edificio conocido como la "Casa del Rey" pues se cree fue la residencia privada del rey Jaime IV.
La visita al castillo puede tomar varias horas pero si uno se pierde hay que tener cuidado a quien se pregunta. El fantasma más conocido del castillo es un auténtico Highlander vestido como tal y que algunos confunden con un guía turístico. Cuando se le pregunta, se aleja dando la impresión de ser un maleducado, hasta que atraviesa las paredes para asombro de la concurrencia.
Los otros dos habitantes espectrales del castillo son dos mujeres, la dama verde y la dama rosa. La primera, envuelta en una tonalidad verde espectral solamente aparece cuando una gran desgracia va a ocurrir. La segunda, vestida completamente de color rosa y con un brillo del mismo color, la identifican algunos como el fantasma de María I de Escocia. Tratándose de fantasmas y de Escocia, las opiniones son libres.
Dejamos atrás el castillo y al salir a la explanada no podemos dejar de admirar la estatua de Robert the Bruce, obra de Andrew Currie de Darnick, erigida en 1877. Impresiona verlo con su espada en la mano mirando fijamente Abbey Craig, el imponente monumento erigido en 1869 en memoria de William Wallace.
Luego iremos a visitar el monumento, ahora iremos a comer, pero antes veremos diferentes lugares que merece la pena conocer en Stirling.
Bajando por Castle Wynd, lo primero que encontramos es el Argyll’s Lodging, una residencia familiar del siglo XVII cuya visita está incluida en la entrada del castillo. Recorrerla no lleva mucho tiempo y es una manera curiosa de ver cómo era la vida de un gran señor al servicio de la corte. La mandó construir Sir William Alexander, el fundador de Nueva Escocia, y vizconde Canadá.
Unos metros más abajo encontramos las ruinas de lo que fue una espléndida residencia renacentista, Mar's Wark, construida en 1569 por John Erskine, conde de Mar, Guardián del Castillo de Stirling y Regente de Escocia durante la minoría de James VI. Su descendiente, el undécimo conde de Mar apoyó la causa jacobita y en 1715 durante el primer levantamiento, su casa fue capturada y utilizada como cuartel por las tropas gubernamentales. Durante el último levantamiento jacobita, el de 1745, la casa fue bombardeada por fuego de cañón y dejada en ruinas. Lo que se puede ver hoy es la fachada decorada con tallas de piedra, paneles y gárgolas.
Vecina a Mar's Wark está la iglesia de la Santa Cruz (Holy Rude) una preciosa iglesia medieval que sustituyó en 1470 a la original de madera incendiada en 1452. Próxima al castillo, que recordemos fue residencia real, fue escenario de bautizos reales y coronaciones, siendo una de las tres iglesias activas en el Reino Unido que ha coronado reyes.
Comemos en el Nicky-Tams, en el 29 de Baker Street, en el que es uno de los pubs más antiguos de Stirling, pues abrió en 1718. Disfrutamos de una honesta comida de pub, regada por una excelente cerveza casera y, sobre todo, una excepcional selección musical sonando por el hilo musical.
Seguimos descendiendo en dirección a la estación por una calle peatonal. Una vez en la estación giramos a la izquierda en dirección a un gigantesco Tesco, tras el que, a unos cuantos metros, nos situamos ante puente de Stirling.
El puente de piedra actual fue construido en 1833, cómo no, por el ingeniero Robert Stevenson, abuelo de Robert Louis Stevenson, parece que nada se haya construido en Escocia sin la participación de la familia Stevenson. El de madera, que sirvió como escenario de la batalla del mismo nombre, se cree estaba ubicado muy cerca, aguas arriba.
Metro arriba, metro abajo, estamos en el lugar donde, en 1297, los escoceses dirigidos por William Wallace exterminaron a un ejército inglés que los superaba en proporción de 5 a 1. Tanto el personaje como la batalla, fueron universalizados por la película Braveheart de 1995. Ganadora de 5 Oscars y nominada a otros 10, poco o casi nada tiene que ver con la realidad histórica.
Los escoceses, sobre todo, no le perdonan la imagen de traidor que dibuja de Robert the Bruce, uno de los mayores héroes de la historia de Escocia. Con todo no se debe olvidar que es una película americana, dirigida e interpretada por un australiano y rodada en Irlanda.
Desde 1296, cuando Eduardo I depuso a Juan de Balliol y ocupó Escocia con su ejército, William Wallace había estado al frente de un grupo de guerrilleros luchando contra el inglés.
Eduardo I, harto de las escaramuzas que ocasionaban numerosas bajas entre sus partidarios y después que, en marzo de 1297, un grupo de escoceses allanara el sur de la frontera, envió al norte un poderoso ejército de 50.000 hombres al mando del conde de Surrey y del tesorero real Hugh Cressingham. Después de arrasar Berwick y Dunbar, llegaron al castillo de Stirling a principios de septiembre.
El conde de Surrey sabía que Wallace estaba justo al norte del río y decidió cruzarlo para darle batalla. Los escoceses, unos 10.000, habían llegado desde Dundee a principios de mes y se habían conjurado para detener aquí al inglés. Conocedores del terreno se ocultaron detrás de Abbey Craig, donde se ubica el monumento a Wallace.
En una fecha escogida por la historia, el 11 de septiembre, cuando unos 10.000 ingleses habían cruzado el puente en el que no podían pasar más de dos a lo ancho, los escoceses se abalanzaron sobre esa cabeza de puente, nunca mejor dicho, masacrando a los atrapados ingleses que no podían retroceder y mientras el resto del ejercito veía la muerte de sus compañeros impotentes desde la otra orilla.
Los ingleses, cuando lo vieron perdido, huyeron siendo perseguidos por los escoceses que llegaron a penetrar en el norte de Inglaterra arrasando 715 pueblos en su razzia. En la batalla, Cressingham murió y su piel se curtió para servir de cinturón en la espada de Wallace.
Este episodio fundacional de la historia escocesa ha servido de inspiración para multitud de canciones y poemas. Disfrutemos de la que escribió en 1969 Jim Maclean en la vibrante versión del grupo de folk rock Scocha.
Desde el puente hasta el monumento a Wallace hay un trecho que se puede cubrir en autobús, pero nos apetece caminar y tranquilamente nos llegamos a través de una zona residencial de casitas unifamiliares.
El monumento a Wallace se alza sobre el Abbey Craig, el acantilado desde el que William Wallace observó al ejército Inglés concentrarse en el sur del puente de Stirling.
Es una torre gótica, diseñada por el arquitecto victoriano John Thomas Rochead, cuyo coste de 18.000 libras fue sufragado por suscripción pública. Se terminó el 11 de septiembre de 1869, en el 572 aniversario de la batalla.
De 67 metros de altura, tiene 246 escalones hasta la cima, desde la que hay unas magníficas vistas que solo disfrutó la mitad del equipo, Anna subió y Francesc se quedó disfrutando de las vistas un poco más abajo. Dentro de la torre, en la Sala de los Héroes, se expone una réplica de la espada de Wallace.
Tranquilamente desandamos el camino para acercarnos a la estación y regresar cómodamente a Edimburgo, por hoy ha sido suficiente.