Cruzando China en tren ✏️ Diarios de Viajes de China

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Llegamos a la estación norte de trenes a las 18:30, dos horas y media antes de la salida del tren. Enseguida recogimos los billetes en la taquilla y compramos provisiones para las 19 horas que nos esperaban a bordo. Íbamos tristes, nos había encantado Pekín, es una ciudad con personalidad propia, no me da pena no haber visto el palacio de verano ni ningún otro punto turístico, me apena no haber podido pasar días haciéndome a la vida allí, no haber paseado más y haber conocido mejor la ciudad y su gente.

Después de días en una ciudad moderna, la estación de trenes supuso un pequeño shock cultural. Era enorme, estilo aeropuerto, y estaba llenísima de gente, esperando tumbados en el suelo con sus pertenencias guardadas como podían. Imaginamos que gran parte de las personas que había por allí no eran tan urbanitas, posiblemente muchos eran de regiones y pueblos lejanos. Muchísima gente se me quedaba mirando, se paraban a mi lado y nos miraban de arriba a abajo. Nosotros no íbamos a viajar en un tren de alta velocidad, y además íbamos en tercera clase, uno de estos vagones sin compartimentos cerrados con unas 66 literas por vagón. Así que por un momento pensé que sería un viaje de pesadilla, con personas escupiendo dentro del tren y mirándome durante la noche. Nos sentamos en el suelo a esperar y a jugar a las cartas y pronto volvimos a sentirnos en nuestra salsa.
Por fin llega la hora de embarcar, y nos llevamos una grata sorpresa al ver cómo eran los vagones, los compartimentos eran de 6 personas, 3 en cada litera, y aunque el compartimento no tenía puerta y no se podía cerrar, el ambiente en el vagón eran bueno y tranquilo. Teníamos una cama baja, y una alta, decidí quedarme con la alta, en la que había mucha intimidad, aunque tardé un rato en decidirme a subir, me daba vergüenza no ser capaz, había que escalar los tres “pisos” y no había escalerillas ni nada. Tuvimos mucha suerte con las personas que iban con nosotros, creo que los cuatro eran estudiantes universitarios, dos de ellos fueron muy simpáticos con nosotros y estuvimos intercambiando comida antes de acostarnos. Finalmente no era tan dificil subir y me pude refugiar a descansar en mi pequeña cueva, donde dormí muy cómoda.

Me desperté temprano sintiendome más descansada que desde hacía mucho tiempo, y me pasé las 9 o 10 horas que quedaban de viaje agobiada por cómo aprovechar el tiempo de la mejor manera posible, por una parte salirte al pasillo y sentarte a mirar por la ventana el paisaje era muy inspirador, el sur de China ya me tenía ganada, y por otra en mi litera superior podía tumbarme, pensar, leer, en definitiva tener unas horas de absoluto relax y descanso, una sensación que hacía mucho que no experimentaba. Ahí fué cuando comencé a escribir las etapas 1 y 2 de este diario. Para Andrés también fue una muy buena experiencia, ninguno queríamos que acabara. Por su parte el personal del vagón se portó muy bien con nosotros, cuando la mujer vió que queríamos hacernos los noodles instantáneos, nada más vernos vino a guiarnos hacia la fuente de agua caliente, nosotros ya sabíamos dónde estaba pero me pareció un detalle. Cuando quedaba media hora para llegar a Guilin también vino a avisarnos, ya que evidentemente no entendíamos lo que decían por megafonía.

Fue un completo acierto cruzar el país en tren, me alegro de no haber comprado billetes de avión o tren bala, contemplar los cambios en el paisaje a medida que recorríamos los 2000km que separaban ambas ciudades, e incluso observar el comportamiento de las personas que iban en nuestro vagón, merece la pena, además de habernos ahorrado una noche de hotel.

Cuando llegamos a Guilin a las 16:30, no tardamos en darnos cuenta de las diferencias con Pekín, ya no había carteles en inglés, y el ambiente parecía más caótico y empobrecido. Los autobuses a Yangshuo salían desde la estación sur, y nosotros estábamos en la norte, en la otra punta de la ciudad, así que intentamos decidir si coger el autobús local hasta la otra estación o ir en taxi. Preguntamos al personal de la estación de trenes, así como a algunas personas que nos encontramos, pero no hablaban inglés, y al agobio de ir de un lado para otro sin saber qué hacer y estar diluviando y estar empapados, había que sumarle los muchos conductores pirata que querían convencernos de irnos a Yangshuo en sus coches. Yo no quería hacer esto último, me parecía peligroso, pero mi novio acabó concretando con uno de ellos pagarles 80 yuanes (unos 10 euros) entre los dos, y junto con con una pareja de chinos (de Hunan, si entendía bien) jóvenes muy simpáticos que sí hablaban inglés nos fuimos en una furgonetilla con un conductor chiflado. Nunca había visto a nadie conducir tan rápido ni tan temerariamente, ni pitar tanto al resto de coches sin motivo aparente, pero oye, llegamos al nuesto hostal mucho más rápido de lo que hubiesemos llegado de cualquier otra manera.

Era una hostal que nos costaba unos 25 euros por noche, muy bonito y cómodo, tipo hotel con todo limpio y nuevo, con televisión y baño propio, y con vistas desde la terraza a unas preciosas montañas. Estaba en todo el centro, junto a la famosa West Street, y por la noche salimos a cenar y a dar una vuelta. El centro de Yangshuo es una locura, no me lo esperaba así, no me lo podía haber esperado así, es como estar en Disneyland un sábado por la tarde. Calles y calles a rebosar de turistas chinos, puestos de comida, bares, discotecas, Mc Donalds, etc. A los 10 minutos ya estaba cansada de ese ambiente, habíamos ido allí buscando tranquilidad y contacto con la naturaleza y nos encontramos con eso. Por suerte Yangshuo es un lugar donde disfrutar de día, por suerte los próximos días disfrutaríamos más que en ningún otro sitio.

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