Hoy sí madrugué como a mí me gusta . Sobre las 8 de la mañana ya estaba en pie… ¡y fuera estaban cayendo algunos copos de nieve! Desayuné y a las 8:30 ya emprendía la marcha al centro de la ciudad, ya sin rastro de ningún copo.
Lo primero que hice ese día fue adquirir la Oslo pass de 24 horas, para activarla luego por la tarde. Es decir, no se activa una vez la compras, sino una vez la usas por primera vez. La tarjeta de 24 horas cuesta unas 395 coronas (unos 42€), por lo que tenía que exprimirla bien. Ésta se puede comprar dentro de la estación central. Nada más salir de allí, nos pasamos a ver a la famosa estatua del tigre.
Una vez con la Oslo pass en nuestro poder, fuimos andando hacia el parque Vigeland (estaba a 3km y algo desde el centro). Pasamos de nuevo por el parque que hay enfrente del parlamento y más adelante vimos el Palacio Real, donde pudimos ver el cambio de la guardia real. Entre esto y el largo paseíto hacia el parque, nos plantamos en Vigeland a las 10:25. El parque es totalmente gratuito, y las estatuas son realmente curiosas. Con algunas podréis haceros fotos realmente divertidas. Mención especial a la estatua del bebé llorón, todo un símbolo de la ciudad:
[align=center]Bebé llorón
Lo primero que hice ese día fue adquirir la Oslo pass de 24 horas, para activarla luego por la tarde. Es decir, no se activa una vez la compras, sino una vez la usas por primera vez. La tarjeta de 24 horas cuesta unas 395 coronas (unos 42€), por lo que tenía que exprimirla bien. Ésta se puede comprar dentro de la estación central. Nada más salir de allí, nos pasamos a ver a la famosa estatua del tigre.
Una vez con la Oslo pass en nuestro poder, fuimos andando hacia el parque Vigeland (estaba a 3km y algo desde el centro). Pasamos de nuevo por el parque que hay enfrente del parlamento y más adelante vimos el Palacio Real, donde pudimos ver el cambio de la guardia real. Entre esto y el largo paseíto hacia el parque, nos plantamos en Vigeland a las 10:25. El parque es totalmente gratuito, y las estatuas son realmente curiosas. Con algunas podréis haceros fotos realmente divertidas. Mención especial a la estatua del bebé llorón, todo un símbolo de la ciudad:
[align=center]Bebé llorón
También el monolito de 14 metros compuesto de decenas de figuras humanas es de lo más representativo de allí. Una pena que una parte del mismo se encontraba en mantenimiento, y las vallas y las grúas afeaban un poco el paisaje junto con los numerosos grupos de asiáticos que inundaban todo el escenario. ¡Están en todas partes! La visita os llevará una hora y media aproximadamente. Cerca del parque se encuentra el museo de la ciudad de Oslo. Yo sólo lo vi por fuera ya que no tenía especial interés en él, así que caminamos hacia nuestro próximo objetivo: el museo del pueblo noruego (otros 3km y pico.)
Antes de comenzar la visita, hicimos tiempo y aprovechamos para almorzar en un lugar cercano. Me pedí una especie de empanada de carne que devoré en segundos. Sobre las 14:30 activamos la Oslo pass de 24 horas, con lo cual tendría toda la tarde y la mañana del día siguiente para aprovecharla. El museo es muy curioso, pues muestra casas de varias épocas y lugares de Noruega. En muchas de ellas se podía incluso entrar y ver más detalles.
La estancia en el folkemuset se alargaría durante algo más de una hora. Nada más terminar, fuimos directo al ferry que nos lleva al centro de la ciudad. Con la Oslo pass activa el viaje es gratis. Una vez allí, cogimos otro ferry que nos llevó hasta la isla de Hovedøya a través del fiordo de Oslo. La isla es muy tranquila y es ideal para pasear por la naturaleza. Como temíamos perder el último ferry, no pudimos disfrutar mucho tiempo de la isla. Pero sin duda merece un alto en el camino.
Cuando volvimos al centro de la ciudad, esta vez sí subimos al tejado del edificio de la ópera.
Vimos la ciudad desde allí, hicimos unas cuantas fotos y como faltaba una hora para el atardecer, nos dirigimos a un mirador situado en el parque Ekeberg, desde donde la vista es tal que así:
Aquí nos quedamos un buen rato esperando a que el sol se pusiera. Una vez lo hizo, quise acercarme al lugar desde donde Edvard Much pintó el grito, ya que se encontraba cerca del mirador. Para ello, subí camino arriba del mirador y nos adentramos por un camino entre los árboles. Vaya sorpresa nos llevamos al encontrarnos una especie de pantalla con varios videos psicodélicos de lo más random y que formaban unos mosaicos que daban muy mal rollo… paro que muy mal rollo… pensé que estaba en la típica peli americana en que los protagosnistas están solos en el bosque y que iba a morir allí jajaja Después descubrí que es una obra de un artista local. Pero ¡vaya susto!
De verdad, las imágenes y los sonidos que esos videos emitían eran de lo más desconcertante. Tras varios minutos caminando entre árboles, al fin llegué a la zona en la que se pintó “El Grito”:
Como ya era tarde, dimos por concluido el día y deshicimos todo el camino que hicimos para sentarnos en una parada de bus y poder dar descanso (merecido) a nuestras piernas aprovechando la Oslo pass.
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