Domingo 16 de abril de 2017: Ciudadela + Museo + Pirámides de Guiza + Tienda de Papiros
Nos levantamos, desayunamos y a las 07.45 am nos pasaron a buscar para empezar con las excursiones del día.
Primero fuimos a la Ciudadela de Saladino (EGP 60, entrada incluida), donde estaba la Mezquita de Alabastro o Mezquita de Mohamed Alí. Para poder entrar, tanto hombres como mujeres tenían que quitarse o cubrirse los zapatos y, solo en el caso de las mujeres, no se podía mostrar el escote, las piernas ni los brazos. Para cubrir los zapatos ofrecían unos protectores por EGP 5, todos decidimos quitárnoslos y guardarlos en una especie de estantería dentro de la mezquita. A las mujeres que tenían alguna parte del cuerpo descubierta les daban una túnica, pero no sabemos si cobraban por ella.
Vimos el patio interior, donde estaba el reloj que los franceses regalaron a Egipto a cambio del obelisco del templo de Luxor (salieron ganando los europeos, porque el reloj nunca funcionó y el obelisco decora la Plaza de la Concordia en París). Después entramos a la mezquita, nos sentamos en el suelo y el guía nos explicó la historia y los detalles arquitectónicos. En el tiempo libre, salimos a la terraza y sacamos algunas fotos, las vistas de la ciudad eran muy lindas.
El siguiente destino era el Museo Egipcio de El Cairo, una de las visitas que más esperaba.
Pasamos por el detector de metales, nos dieron las entradas (EGP 75, ya incluidas) y pedimos un ticket para poder sacar fotos adentro del museo (EGP 50). El guía nos repartió auriculares para escuchar sus explicaciones, pero como se me salían de la oreja (por lo general tengo este problema con los auriculares ), decidí no usarlos y quedarme cerca de él para no perderme nada
El museo es inmenso y tiene un montón de piezas, claramente se necesita un día (o más) para recorrerlo. Empezamos la visita guiada por la planta baja y fuimos viendo algunas piezas: paleta de Narmer, estatua de Djoser, estatua de Osiris, tríada de Menkaure, sarcófago de alabastro, escriba, estatua de Kefrén, Rahotep y Nofret, Seneb, estatua de Keops (¡minúscula!) y la cabeza de Hatshepsut.
Tríada de Menkaure (sala 47)
Estatua de un escriba (sala 42)
Estatua de la reina Nofret (sala 32)
Cabeza de la reina Hatshepsut (sala 11)
En la segunda planta del museo vimos parte del tesoro de Tutankamón. ¡Impresionante! Y lo increíble es que todo eso haya sido encontrado en la tumba. Entramos en la sala en la que se exhibía la máscara del faraón, pero ahí no se podía hacer fotos . La máscara, una belleza; la verdad es que impresiona.
Capilla portátil de Anubis (sala 9)
Capilla para canopes (sala 9)
Abanico (sala 8)
Caja en forma de cartucho (sala 30)
La visita terminó cerca de una de las salas de las momias reales y nos dieron quince escasos minutos para recorrer el museo (en principio eran diez, pero logré negociar cinco minutos más con el guía).
Aprovechamos ese tiempo y sacamos la entrada para ver las momias reales (EGP 100). Entramos solo a una de las dos salas que había porque no encontramos la otra y las indicaciones que nos daban nos confundían . En el medio del recorrido, antes de ir al punto de encuentro, alcanzamos a ver una sala con sarcófagos y otra con los tesoros de Tanis.
Salimos del museo a las 12:30 pm, luego de haber estado dos horas, y para las 13:15 pm estábamos en la meseta de Guiza. En el camino vimos el Gran Museo Egipcio, todavía en construcción, y el guía nos contó que su inauguración estaba prevista para 2015 pero se postergó por diversos motivos. Al parecer, finalmente se va a inaugurar en 2018.
A medida que el bus se acercaba las pirámides se veían más y más grandes. Y el estar frente a ellas ufff… fue toda una sensación. Eran impactantes, imponentes, majestuosas. El tamaño de los bloques que las formaban era increíble. Sentía que al lado de eso no éramos nada… Por más que haya distintas teorías sobre la construcción de las pirámides, para mí sigue siendo todo un misterio.
Antes de que nos repartieran las entradas al recinto (EGP 80, incluidas), mi novio y yo le dijimos al guía que queríamos entrar en la pirámide de Keops (EGP 200). Se sorprendió, porque la excursión con la agencia incluía la entrada a Micerinos (EGP 40). ¿Acaso pensaba que nos conformábamos con eso? ¡No señor! Lo bueno es que de a poco fuimos convenciendo al grupo para que se sumara y al final conseguimos que todos se prendieran en la travesía, lo que nos iba a dar más tiempo en el lugar (pequeña venganza por lo del Museo, je je ).
A la pirámide de Keops se accedía por una entrada que no era la original (porque esa estaba sellada). No se podía entrar con cámaras de fotos (pero sí con mochila), así que dejamos la cámara en el bus y llevamos celulares. Al salir podíamos volver al bus a recuperar las cámaras y hacer fotos.
La entrada era un poco empinada, el trayecto hasta la Gran Galería era corto y había que ir agachado. Por suerte había buena iluminación. Avanzamos hasta llegar a la Gran Galería… y nos quedamos sin palabras. Las paredes internas formaban una bóveda escalonada, al igual que en la pirámide roja, solo que esta zona era mucho más grande y se atravesaba cuesta arriba para llegar a la cámara funeraria. Otra vez impresionaba la perfección de los bloques de piedra, no había ninguna ranura entre ellos. Se transpiraba mucho porque el espacio era muy cerrado, entraba y salía gente permanentemente y hacía calor, pero eso no era nada comparado con la experiencia de entrar en una pirámide.
De Keops nos trasladaron a Micerinos; esta vez la entrada era más fácil y el trayecto era más corto comparado con el anterior.
Nos dimos la vuelta y saludamos a Kefrén Era increíble que la punta todavía conservara el revestimiento de piedra caliza que originalmente cubría toda la pirámide.
Sacamos fotos, volvimos al bus y nos llevaron a un mirador, donde nos ofrecieron montar en camello (EGP 60). Del grupo solo subimos cinco personas, nos hicieron andar unos metros y nos detuvimos en un punto para las fotos. Los niños que llevaban los camellos nos pidieron las cámaras para hacer una sesión fotográfica “original”, en un momento agarraban una piedra y la ponían frente a la lente para simular que la estábamos levantado (lógicamente, nos hacían levantar los brazos y ponerlos en posición). Para mi suerte, ninguna de las fotos salió bien (más que levantar la piedra parecía que la hacía levitar, ¡ja, ja!). Pero fue divertido.
Desde ahí fuimos a la esfinge, que en mi cabeza lucía más grande de lo que realmente era. De todos modos, no dejaba de impactarme.
Sacamos las fotos de rigor y a las 16.30 pm abandonamos el recinto (la visita duró 3 horas). Fuimos a comer al restaurante del hotel Mercure, que estaba cerca. De entrada nos dieron ensalada, el plato principal era carne con arroz, papas fritas y algunas verduras y de postre nos sirvieron cuatro tipos de dulces. La comida no era del otro mundo, pero estaba bien (bebidas aparte).
Con el estómago lleno nos llevaron a una tienda de papiros. Como nosotros ya habíamos comprado (y mejor, porque la realidad es que nos habían gustado más los del lugar al que habíamos ido el primer día y eran más baratos), nos limitamos a escuchar (de nuevo) las explicaciones de cómo los hacían y no compramos nada.
Las visitas del día terminaron tarde: recién a las 19:30 pm volvimos al hotel. Nos acostamos temprano porque al día siguiente a la mañana teníamos el vuelo a Luxor.