Mercerie y aledaños
Llegamos a Piazza San Marco a las 9:15 y nos acercamos hacia la orquesta del bonito Caffe Quadri para contemplar su interior, aunque nos gustó más el del Florian.
Llegamos a Piazza San Marco a las 9:15 y nos acercamos hacia la orquesta del bonito Caffe Quadri para contemplar su interior, aunque nos gustó más el del Florian.
Al final acabamos yendo por las Mercerie, que al ser domingo y estar todo cerrado, permitía ir paseando sin chocar con la gente, que es lo más habitual. Entramos por el arco de la Torre del Reloj de San Marcos y, después de dar unos pasos, a mano izquierda hay un bajorrelieve bajo un balcón y sobre el Sotoportego del Cappello Nero, la vecchia del morter (la vieja del mortero), y en el pavimento una piedra con una fecha.
En ese lugar se desarrolló uno de los acontecimientos más increíbles de la historia de Venecia y, en este caso, no se trata de una leyenda. Una conjura de Bajamonte Tièpolo y otros dos nobles, Marco Querini y Badoero Badoer, contra el Dux Pietro Gradenigo, tuvo lugar el 15 de junio de 1310, con la finalidad de asaltar el Palazzo Ducale. Pero el dux fue avisado de la conjura por un delator. Las tropas al mando de Querini y Badoer fracasaron en su tentativa. La de Tièpolo fue atacada en las Mercerie antes de que pudiese llegar a la Piazza. En el momento del enfrentamiento, Giustina Rossi, se asomó por la ventana de su vivienda para ver lo que estaba sucediendo y dejó caer involuntariamente un mortero que había puesto en el alféizar sobre la cabeza del portaestandarte de Tièpolo. El estandarte cayó al suelo y los conjurados, privados de toda referencia, se dieron a la fuga. La victoria del dux fue total: Marco Querini había muerto; Badoero Badoer fue capturado y ajusticiado; Tièpolo y otros nobles, que se habían refugiado en sus propios palacios, capitularon y fueron obligados a exiliarse. Giustina pidió como recompensa dos favores que le fueron concedidos: poder exhibir en su ventana los días de fiesta la bandera de San Marco y la garantía de que los propietarios del piso en que vivía no le aumentasen jamás el alquiler.
Pasamos por delante del escaparate de la tienda Ferrari (con su coche de F1 incluido) y por una tienda con miniaturas de cristal de Murano con todas las piezas de un nacimiento y del Carnaval de Venecia para alucinar (conclusión: esta gente con el cristal hace lo que le da la gana).
Seguimos por la derecha por el Ramo de San Zulián, llegando al Campo San Zulián y, en vez de continuar por la Mercería homónima, nos metimos por los paralelos a la derecha Campiello y Piscina San Zulián. Así llegamos al Corte Lucatello, un patio muy querido por Corto Maltés por sus trattorias, al que no le vimos mucho de especial. Aunque aquí se encuentra un pozo con una vieja historia. Un año de sequía el pozo comenzó a quedarse sin agua porque la robaban a escondidas. Una noche, un barquero del barrio fue con un cubo al pozo para sacar agua y se encontró con una mujer vestida de blanco. En principio, por su vestimenta, pensó que podría ser un hada malvada. “No deberías temerme a mí, sino lo que esta noche podría sucederte a ti: si no regresas a casa antes del amanecer, la tierra quedará manchada con tu propia sangre”, le dijo la mujer. Él, asustado, le rogó que se marchase pero ella se puso a rezar. Cuando el barquero se acercó al pozo, un hombre armado le atacó con un cuchillo. El barquero cayó al suelo gravemente herido. Al darse cuenta de su error, el agresor comenzó a invocar a todos los santos. La dama de blanco cogió el arma e hizo caer al pozo tres gotas de sangre del cuchillo. En un instante, la cisterna se llenó de agua hasta desbordarse. Con un pañuelo y agua limpió la herida del barquero que se cerró de repente. Les dijo que se fuesen a sus casas que tendrían agua suficiente y desapareció cuando le dieron la espalda. Se dice que, en la época en que se construyó el pozo, el cuerpo de la dama fue enterrado y ocultado en ese lugar por su amante de familia noble que la había asesinado.
Continuamos por el Sotoportego Primo Lucatello. Cerca de esta zona a la derecha, pero ya en el sestiere de Castello colindante con el de San Marco, está la iglesia de Santa Maria della Fava. También tiene su historia, asociada a dos enamorados, Gregorio y María. Sus padres casaron a ésta con otro hombre, pero murió a los tres años. Se levantó de su tumba en forma totalmente corpórea, no de espectro o fantasma, y se presentó primero en casa de su marido y posteriormente en casa de sus padres, que la rechazaron. Pero su único amor, Gregorio, la cobijó en su casa y la vistió con las mejores galas, ante el asombro de todos que lo consideraron un milagro su vuelta a la vida. En los nichos de la fachada de la iglesia fueron puestas dos estatuas de los amantes, pero con el paso del tiempo, fueron robadas. La concha de la parte superior del portal pertenecía a la antigua iglesia. El famoso pintor Sandro Botticelli al pasar por el puente de la Fava, vio a Licinia una veneciana que salía de la iglesia. El pintor quedó tan fascinado por su belleza que inmortalizó su rostro en el famoso Nacimiento de Venus. Se dice que representó a la mujer encima de una concha semejante a la que se encuentra en lo alto del portal.
Seguimos por la Merceria del Capitelo, Ramo San Salvatore, Merceria San Salvatore y pasamos por delante de la iglesia de San Salvador que, por la hora que era, no pudimos visitar su interior renacentista con dos cuadros de Tiziano (La anunciación y La transfiguración) y otro de Carpaccio (La cena de Emaús).
La Fenice y alrededores
Proseguimos por la Calle del Lovo, a la izquierda por la Calle dei Fabbri, atravesamos el Campo San Luca y cogimos a la izquierda la Calle dei Fuseri. Después de atravesar el Ponte dei Fuseri y seguir el Ramo dei Fuseri, continuamos a la derecha por la Calle dei Barcaroli, atravesamos el puente homónimo, seguimos la Calle dal Fruttaroli y fuimos a parar a Campo San Fantin. Pegado está el teatro La Fenice, resurgido en dos ocasiones de sus cenizas tras dos incendios.
En ese lugar se desarrolló uno de los acontecimientos más increíbles de la historia de Venecia y, en este caso, no se trata de una leyenda. Una conjura de Bajamonte Tièpolo y otros dos nobles, Marco Querini y Badoero Badoer, contra el Dux Pietro Gradenigo, tuvo lugar el 15 de junio de 1310, con la finalidad de asaltar el Palazzo Ducale. Pero el dux fue avisado de la conjura por un delator. Las tropas al mando de Querini y Badoer fracasaron en su tentativa. La de Tièpolo fue atacada en las Mercerie antes de que pudiese llegar a la Piazza. En el momento del enfrentamiento, Giustina Rossi, se asomó por la ventana de su vivienda para ver lo que estaba sucediendo y dejó caer involuntariamente un mortero que había puesto en el alféizar sobre la cabeza del portaestandarte de Tièpolo. El estandarte cayó al suelo y los conjurados, privados de toda referencia, se dieron a la fuga. La victoria del dux fue total: Marco Querini había muerto; Badoero Badoer fue capturado y ajusticiado; Tièpolo y otros nobles, que se habían refugiado en sus propios palacios, capitularon y fueron obligados a exiliarse. Giustina pidió como recompensa dos favores que le fueron concedidos: poder exhibir en su ventana los días de fiesta la bandera de San Marco y la garantía de que los propietarios del piso en que vivía no le aumentasen jamás el alquiler.
Pasamos por delante del escaparate de la tienda Ferrari (con su coche de F1 incluido) y por una tienda con miniaturas de cristal de Murano con todas las piezas de un nacimiento y del Carnaval de Venecia para alucinar (conclusión: esta gente con el cristal hace lo que le da la gana).
Seguimos por la derecha por el Ramo de San Zulián, llegando al Campo San Zulián y, en vez de continuar por la Mercería homónima, nos metimos por los paralelos a la derecha Campiello y Piscina San Zulián. Así llegamos al Corte Lucatello, un patio muy querido por Corto Maltés por sus trattorias, al que no le vimos mucho de especial. Aunque aquí se encuentra un pozo con una vieja historia. Un año de sequía el pozo comenzó a quedarse sin agua porque la robaban a escondidas. Una noche, un barquero del barrio fue con un cubo al pozo para sacar agua y se encontró con una mujer vestida de blanco. En principio, por su vestimenta, pensó que podría ser un hada malvada. “No deberías temerme a mí, sino lo que esta noche podría sucederte a ti: si no regresas a casa antes del amanecer, la tierra quedará manchada con tu propia sangre”, le dijo la mujer. Él, asustado, le rogó que se marchase pero ella se puso a rezar. Cuando el barquero se acercó al pozo, un hombre armado le atacó con un cuchillo. El barquero cayó al suelo gravemente herido. Al darse cuenta de su error, el agresor comenzó a invocar a todos los santos. La dama de blanco cogió el arma e hizo caer al pozo tres gotas de sangre del cuchillo. En un instante, la cisterna se llenó de agua hasta desbordarse. Con un pañuelo y agua limpió la herida del barquero que se cerró de repente. Les dijo que se fuesen a sus casas que tendrían agua suficiente y desapareció cuando le dieron la espalda. Se dice que, en la época en que se construyó el pozo, el cuerpo de la dama fue enterrado y ocultado en ese lugar por su amante de familia noble que la había asesinado.
Continuamos por el Sotoportego Primo Lucatello. Cerca de esta zona a la derecha, pero ya en el sestiere de Castello colindante con el de San Marco, está la iglesia de Santa Maria della Fava. También tiene su historia, asociada a dos enamorados, Gregorio y María. Sus padres casaron a ésta con otro hombre, pero murió a los tres años. Se levantó de su tumba en forma totalmente corpórea, no de espectro o fantasma, y se presentó primero en casa de su marido y posteriormente en casa de sus padres, que la rechazaron. Pero su único amor, Gregorio, la cobijó en su casa y la vistió con las mejores galas, ante el asombro de todos que lo consideraron un milagro su vuelta a la vida. En los nichos de la fachada de la iglesia fueron puestas dos estatuas de los amantes, pero con el paso del tiempo, fueron robadas. La concha de la parte superior del portal pertenecía a la antigua iglesia. El famoso pintor Sandro Botticelli al pasar por el puente de la Fava, vio a Licinia una veneciana que salía de la iglesia. El pintor quedó tan fascinado por su belleza que inmortalizó su rostro en el famoso Nacimiento de Venus. Se dice que representó a la mujer encima de una concha semejante a la que se encuentra en lo alto del portal.
Seguimos por la Merceria del Capitelo, Ramo San Salvatore, Merceria San Salvatore y pasamos por delante de la iglesia de San Salvador que, por la hora que era, no pudimos visitar su interior renacentista con dos cuadros de Tiziano (La anunciación y La transfiguración) y otro de Carpaccio (La cena de Emaús).
La Fenice y alrededores
Proseguimos por la Calle del Lovo, a la izquierda por la Calle dei Fabbri, atravesamos el Campo San Luca y cogimos a la izquierda la Calle dei Fuseri. Después de atravesar el Ponte dei Fuseri y seguir el Ramo dei Fuseri, continuamos a la derecha por la Calle dei Barcaroli, atravesamos el puente homónimo, seguimos la Calle dal Fruttaroli y fuimos a parar a Campo San Fantin. Pegado está el teatro La Fenice, resurgido en dos ocasiones de sus cenizas tras dos incendios.
Al lado hay un bonito patio con un restaurante.
Mi mujer estaba bastante cansada después de un día de tanto andar, aunque yo aún quería ver algunas cosillas más según nos íbamos acercando al hotel. Pero tuvimos tan mala suerte que nos perdimos y hubo que dar la vuelta en una ocasión, cosa que mosquea mucho al que va cansado (en este caso, muy cansada). Por fin conseguimos llegar al Ponte Storto, un poco antes de la Calle Caotorta y en ese momento oigo una especie de ruido “croc, croc”: eran las articulaciones de las piernas de mi mujer que estaban pidiendo auxilio.
Llegamos aún al bonito Campiello dei Calegheri y le indiqué que, para acabar el recorrido, quería ir un poquito más abajo a Santa María Zobénigo, que estábamos muy cerca del hotel, pero ella, con un cabreo monumental, sin planos y sin idea de donde estaba, dijo que se largaba sola y punto. Así que se dio la vuelta y se fue. Total que no era cuestión de un divorcio viajero o de que se perdiese y la tuviese que buscar después, de manera que fui detrás de ella. Curiosamente, toda decidida, enfilaba la Calle Caotorta que va a dar al Campo Sant’Angelo por el que ya habíamos pasado por lo menos dos veces, y de ahí a Campiello Santo Stefano y al hotel, pan comido.
Y así, con cabreo incluido, se acabó la jornada. Teniendo en cuenta que estábamos en pie desde las 7 de la mañana y que eran las 10 de la noche, 15 horas de periplo prácticamente pateando sin parar entre visitas completas y la larga caminata del Lido, sumado al cansancio del día anterior, era más que justificada la retirada y el cabreo. Parecía claro que a esas horas ni el cuerpo ni el ánimo estaban al mismo nivel que cuando salimos la primera mañana camino a Rialto. Normal.
Llegamos aún al bonito Campiello dei Calegheri y le indiqué que, para acabar el recorrido, quería ir un poquito más abajo a Santa María Zobénigo, que estábamos muy cerca del hotel, pero ella, con un cabreo monumental, sin planos y sin idea de donde estaba, dijo que se largaba sola y punto. Así que se dio la vuelta y se fue. Total que no era cuestión de un divorcio viajero o de que se perdiese y la tuviese que buscar después, de manera que fui detrás de ella. Curiosamente, toda decidida, enfilaba la Calle Caotorta que va a dar al Campo Sant’Angelo por el que ya habíamos pasado por lo menos dos veces, y de ahí a Campiello Santo Stefano y al hotel, pan comido.
Y así, con cabreo incluido, se acabó la jornada. Teniendo en cuenta que estábamos en pie desde las 7 de la mañana y que eran las 10 de la noche, 15 horas de periplo prácticamente pateando sin parar entre visitas completas y la larga caminata del Lido, sumado al cansancio del día anterior, era más que justificada la retirada y el cabreo. Parecía claro que a esas horas ni el cuerpo ni el ánimo estaban al mismo nivel que cuando salimos la primera mañana camino a Rialto. Normal.