Viñales ✏️ Diarios de Viajes de Cuba

Quinto día. Jueves 14 de julio

Desayunamos como siempre, pagamos a Omar y como no había tiempo para mucho entramos en La Guarida a hacer unas fotos. La Guarida (www.laguarida.com) es un famoso paladar restaurante justo al lado de la casa, en calle Concordia. Se hizo famoso porque fue el escenario de Fresa y Chocolate; en la película era un edificio de pisos donde vivían dos de los protagonistas, Diego y Nancy. En la Guarida estaban rodando un reportaje así que de tanta gente ni se dieron cuenta que subimos para hacer fotos.

Aquí tenéis una foto de la fachada y otra de un pasillo entre salas, con Laura sentada en una de las sillas:



En nada ya teníamos ahí el taxi que nos llevaría a Viazul para tomar el autobús que iba a Viñales. El viaje es de poco más de 3 horas, con una parada en Las Barrigotas para comer y otra en Pinar del Río y se nos hizo corto.

Viñales es un pequeño pero turístico pueblo en la provincia de Pinar del Río. Es parada obligatoria puesto que es punto de partida para hacer buenas excurciones a las plantaciones de tabaco, café o ir a las playas del norte en Cayo Jutías o Cayo Levisa. Además siendo tan pequeño, en cuatro pasos te encuentras las agencias de viajes, los taxis, Viazul y los alquileres de motos y bicis.

Llegamos a Viñales y ahí nada más bajar un montón de cubanos nos ofrecieron casas, pero como nos estaba esperando nuestro casero llevando un papel con nuestros nombres fuimos a lo nuestro. Nos ayudó con las maletas y nos llevó a la casa, algo alejada de la calle principal, Salvador Cisneros. Nos instalamos y al salir de la habitación ya estaba el chico explicándonos las excursiones que podíamos hacer y preguntando si nos quedábamos a cenar y a desayunar. La verdad es que tanta prisa nos agobió un poco y nos sentimos presionados; no teníamos ni idea de qué queríamos hacer y ya teníamos ahí la carta de excursiones. Nos decidimos por una excursión al día siguiente a Cayo Jutías y a la Cueva de Santo Tomás, más que nada porque queríamos ir y no sabíamos si la podíamos coger en otro lado. La habitación era pequeña y la cisterna del inodoro no funcionaba. Además, cuando salimos de la habitación el chico ya no estaba y la tarjeta que nos dieron nos hizo entender lo que había pasado: El chico (del que no diremos el nombre) no pudo atender nuestra petición para estar en su casa y nos llevó a otro sitio (del que tampoco diremos el nombre), pero ni siquiera nos lo explicó. Bueno, era todo muy raro. Así que nos fuimos a dar un paseo para ubicarnos, tomar algo y decidimos que buscaríamos otra casa; no para esa noche pero sí para las dos siguientes.

Paseando nos cruzamos con Albert y Anna que iban en bici. Vaya, que pequeña es Cuba. Les contamos nuestras peripecias y quedamos para cenar.

Mirando por Salvador Cisneros encontramos lo mejor del viaje. Vimos la casa de Enca y Tony. Sin saber porqué llamamos a la puerta y le explicamos que estábamos buscando casa para las dos noches siguientes; ¡tenían libre! Desde el primer momento Tony y Enca fueron muy amables y muy conversadores. Se trata de dos maestros que alquilan una habitación y hacen disfrutar a sus huéspedes de calmadas charlas sobre la vida cubana. ¡Un placer!

Bueno, para casa, una ducha y vuelta al centro para la cena. Cenamos en el Rompe Rutina y dimos el día por acabado.

Sexto día. Viernes 15 de julio

Nos despertamos pronto porque queríamos ir a Viazul antes de desayunar. Queríamos comprar el ticket para ir a Cienfuegos para el domingo y viendo como funcionaban las cosas no queríamos quedarnos sin plaza.

Desayunamos en la casa: nuestro primer desayuno cubano. El desayuno es uno de los elementos por los que vale la pena estar en una casa; exageradamente abundante, suele incluir fruta (mango, guayaba, piña), pan, mermelada, mantequilla, queso, tortilla, zumo de fruta, leche, café y cacao. No salen baratos (habitualmente 4 CUC/persona) y es que para los amfitriones puede significar perfectamente tres horas de colas y un desembolso considerable. Como ya contamos, escogimos muy bien cuando hacer estos desayunos, puesto que si lo hubiéramos hecho cada día el gasto se hubiera disparado. Y los días que lo hacíamos intentábamos llegar a un acuerdo de manera que nos sirvieran menos cantidad y pagar algo menos. En realidad la cantidad de comida es exagerada así que algunas veces nos hicimos bocatas con el pan y la tortilla que nos sobraba.

Nos íbamos a Cayo Jutías. A las 9h ya teníamos ahí a Junior, nuestro taxista. Cargamos las maletas, puesto que también cambiábamos de casa y pagamos la excursión (50 CUC). Charlando con Junior nos enteramos que el taxista acostumbra a cobrar un 10% del importe total. Era un chaval muy majo y atento, que además estaría con nosotros todo el día. Laura y yo decidimos darle una propinilla al acabar la excursión. Nos explicó que lo normal es ir siempre Cayo Jutías por la mañana y así lo hacen todos los coches. Ya que la fiabilidad de los autos no es nada alta, lo hacen así para tener en quien apoyarse si hay alguna avería. Nos contó Junior que un compañero suyo llevó a clientes a la playa por la tarde y tuvieron avería a la vuelta; a esas horas ya no pasaba nadie y tuvieron que dormir en el coche. ¿Llamar con el móvil? Sería lo correcto si hubiera cobertura...

Llegamos a Cayo Jutías en una hora y media más o menos. El plan era estarnos ahí hasta las 14h y entonces Junior nos llevaría a la siguiente parada, la Cueva de Santo Tomás.

Cayo Jutías es una playa de postal caribeña: arena blanca, agua turquesa, sombrillas de madera…¡y no muy concurrida! En teoría es una playa donde hay también cubanos, aunque descubrimos que prefieren instalarse en una calita de al lado, después de cruzar una pequeña zona arbolada. Después de preguntar nos lanzamos a unas tumbonas y una sombrilla libre ya que nos dijeron que no había que pagar nada…pero al cabo de poco llegó Tomás, que era el cobrador: 1,5 CUC por tumbona y 4 por sombrilla. Bueno, lo pagamos para estar más cómodos y no fue una mala idea. Ahí gozamos de las primeras horas de relax del viaje después de mucho ajetreo.

Aquí podéis ver una foto de la playa (sí, con un coche aparcado en el bosque).


Tal como habíamos quedado, a las 14h fuimos al aparcamiento y nos subimos al taxi para ir a la siguiente parada, la Cueva de Santo Tomás (es.wikipedia.org/ ...Tom%C3%A1s). La cueva es la tercera formación más grande de América y cuenta con 46 quilómetros de galerías. La visita se hace con guía y la entrada cuesta 10 CUC por persona. Antes de llegar empezó una buena tormenta, que nos acompañó gran parte del viaje; afortunadamente paró antes de llegar, porque para entrar en la cueva hay que hacer un pequeño ascenso por el bosque y con lluvia no está permitido el paso. Equipados con cascos de espeología, Víctor nos guío por las galerías y nos explicó detenidamente como se forman. Al cabo de poco más de una hora ya estábamos fuera y Junior nos devolvió a Viñales.

Hicimos muchas fotos pero ninguna de ellas puede mostrar la grandiosidad de la cueva. En ésta podéis ver una parte de ella:


Ya en la nueva casa pudimos tener una bonita y larga charla con Tony y Enca, tan larga que casi nos pasa la hora y tuvimos que apresurarnos para ir a cenar con Albert y Anna. Tony y Enca son dos maestros de profesión pero que no ejercen; no ejercen porque no pueden ganarse la vida de esta manera y al menos tienen la suerte de poder alquilar una habitación y ganarse unos CUC. Son muy curiosos y nos preguntaban un montón de cosas de Europa y estaban encantados de explicar como es la vida en Cuba.

Queríamos atar el alojamiento en Cienfuegos, y lo hicimos a la vieja usanza: llamando por teléfono. Para los cubanos el teléfono fijo en Cuba es muy barato, así que no tengáis ningún inconveninte en pedir en las casas que os dejen llamar; el móvil es otra historia y tiene precios casi europeos. Llamamos a varias casas de la Lonely Planet, sin poder negociar demasiado, y al final atamos tres noches en Las Golondrinas.

Cenamos bastante bien en un restaurante de Salvador Cisneros de cuyo nombre no puedo acordarme, nos tomamos unas copas y a dormir.

Séptimo día. Sábado 16 de julio

Ese día queríamos hacer muchas cosas, y finalmente decidimos que la primera de ellas sería visitar el Mural de la Prehistoria. Este mural es una pintura enorme pintada en una pared de roca en el Valle de Dos Hermanas. Se accede siguiendo la vía princpal de Viñales, Salvador Cisneros hacia el este, por una carretera. Está bien indicado y cualquiera puede daros indicaciones. Representa los indios guanahatabeyes, animales gigantescos y algunos moluscos (es.wikipedia.org/ ...%C3%B1ales). Está a más o menos una hora de camino a pie de Viñales, y en nuestra opinión no representa gran cosa salvo que es bonito de ver.

Nos pegamos una buena caminata bajo un señor sol y a cada persona que le preguntábamos si faltaba mucho, nos decía “dos quilómetros”. ¿Estábamos caminando sobre una cinta?

Al final llegamos, y como no, había que pagar entrada. Puesto que se veía más o menos bien desde el exterior, decidimos no entrar. Hicimos unas fotos y volvimos a Viñales. Aquí tenéis alguna:


No contentos con la caminata, al llegar quisimos subir al mirador de los Jazmines. Se puede ir con el Viñales Bus ( 5 CUC por persona y haciendo una ruta cíclica), pero ¿para qué hacer lo fácil si puede morir deshidratado y de larga agonía bajo el sol? Pues sí, cogimos la carretera a Pinar del Río y subimos una buena pendiente durante mucho mucho rato (cuarenta minutos que se hicieron eternos). Al llegar arriba de todo, pudimos gozar de una magnífica del Valle de Viñales al mismo tiempo que de una limonada (1,5 CUC cada una) en uno de los restaurantes que había ahí.


A la vuelta, medio muertos, comimos y encargamos también el desayuno del día siguiente. Estaríamos en ruta a Cienfuegos, un camino de siete horas, y no sabíamos si podríamos parar a comer o no.

Ya comidos, a las 16h habíamos reservado una ruta a caballo por el valle. La ruta la contratamos en Cubatur, en la plaza de la iglesia, y costaba 5 CUC por hora y por persona. Nosotros decidíamos de cuantas horas sería la ruta y con dos horas ya teníamos suficiente.

Se trataba de una ruta privada, eso es que sólo seríamos el guía, Laura y yo...vamos y los caballos. El guía se llamaba Rogelio, y los caballos Mulato y Mojito...o eso nos dijeron. Ahí los tenéis en una de las paradas que hicimos:


La ruta fue muy interesante y tranquila. Sin tener experiencia en caballos, los notamos mansos y muy dóciles, y fáciles de llevar. Hicimos una parada a medio camino en la casa de Leonardo. Leonardo es uno de los muchos campesinos que se dedica al cultivo de tabaco; era una visita comercial, por supuesto, pero lo que nos contó era muy interesante. En la época en la que estábamos, en julio, el tabaco ya se había recogido y secado, así que no se podía ver mucho; Leonardo nos explicó que el campesino está obligado a vender el 80% de la producción al estado, y además al precio que el estado dice. Ese tabaco seco va a las fábricas y en función de la parte de la hoja o de la calidad se fabrican los Cohibas, Montecristo o cualquiera de las marcas conocidas. Con el 20% restante, Leonardo puede hacer lo que quiera salvo perseguir a turistas por las ciudades vendiendo puros; puede fabricarlos de la manera que crea conveniente y venderlos en la misma plantación. Ahí nos contó que en las fábricas el tabaco está industrializado; se usan químicos para evitar la presencia de insectos y para que se conserven mejor. Los campesinos los producen de manera artesana y según la tradición de cada familia: algunos le añaden canela, ron o miel.

Aquí tenéis a Leonardo en su mesa de trabajo:


Como ya era uno de los objetivos del viaje, compramos unos puros a modo de souvenir y para regalar a la vuelta. Nos cobró 3 CUC por habano, y no sabemos si lo compramos caro, o no.

A la vuelta tuvimos que correr, porque amenazaba lluvia. Al final no nos mojamos, llegamos a casa y disfrutamos un montón con las charlas con Tony y Enca, además de una magnífica cena en su porche. Nos hubiera gustado charlar más rato, pero al día siguiente tocaba madrugar.