Achill Island. ✏️ Diarios de Viajes de IrlandaEl primer día de nuestro viaje vamos a dedicarlo a recorrer la tranquila isla de Achill , la mayor de todas las que rodean Irlanda, con 22 kms. de longitud y 19 de anchura - un total de 150 km2 - y que debe su nombre al gran número de águilas...Diario: Ruta por el oeste de Irlanda⭐ Puntos: 5 (16 Votos) Etapas: 12 Localización: IrlandaEl primer día de nuestro viaje vamos a dedicarlo a recorrer la tranquila isla de Achill, la mayor de todas las que rodean Irlanda, con 22 kms. de longitud y 19 de anchura - un total de 150 km2 - y que debe su nombre al gran número de águilas marinas que, según cuenta la tradición, poblaba la isla en épocas pasadas (hoy en día no aparecen por ningún lado). La población humana sí que apareció por estos parajes hace unos 6.000 años, dejándonos algunos restos de tumbas megalíticas como muestra de ello. Achill Island presenta un relieve un tanto montañoso (con el Croaghaun como cima más alta con 688 mts.) y una superficie plagada de turberas y matorral. El azote casi contínuo de los fuertes vientos del suroeste hace imposible la existencia de árboles, generando un paisaje austero pero no exento de encanto. Se trata de un auténtico remanso de paz, con una población en torno a los 2.700 habitantes, alejado de las hordas turísticas que últimamente tienden a invadir otros puntos del oeste irlandés. Posiblemente los foráneos que más abundan por estos parajes son los estudiantes de bastantes colegios del país que transitan sus playas y praderas en busca de actividades acuáticas y deportivas. Ideal para hacer rutas ciclistas. Partimos de Westport rumbo norte por la N-59, llegando en poco más de media hora al puente que desde el año 1.887 conecta la isla con Irlanda. El actual es más reciente, del 2.006. Desde este punto de entrada iniciamos la Atlantic Coast Road, una ruta circular que nos lleva por los puntos más interesantes de la isla, disfrutando de los sorprendentes acantilados de Cathedral Rocks (entre Dooega y Keel) y de la extensa playa de arena blanca de Trawmore, junto a Keel, la principal población de la isla. Poco después continuamos rumbo oeste hacia la Bahía de Keem por una pequeña carretera que bordea la costa, donde nos encontramos con una fotogénica y hermosa cala de aguas transparentes (bandera azul) de unos 200 metros de ancho y con el monte Croaghaun frente a nosotros. De regreso a Keel, iniciamos desde allí una excursión rumbo norte a Slievemore, una población de unas 80 casas alineadas mirando al sur, deshabitada desde hace más de 150 años, posiblemente a raíz del desastre nacional que supuso la "Gran Hambruna" a mediados del siglo XIX provocada por las cosechas fallidas durante años del monocultivo de la patata y que dejó reducida a la mitad de la población de Irlanda. Los descendientes de los habitantes de Slievemore deben andar ahora desperdigados por Australia o Norteamérica, formando parte de esa extensa comunidad de más de 70 millones de personas repartidas por todo el mundo con sangre irlandesa. Tras el paseo por la zona continuamos por los extensos campos de turba hacia Doogort, donde se encuentra el Heinrich Böll Cottage, una especie de residencia para escritores y artistas en busca de inspiración. Una población en sí poco interesante. El escritor alemán - y premio Nobel - Heinrich Böll contribuyó a dar fama a Achill Island al establecerse en ella durante algunos veranos tras finalizar la II Guerra Mundial y escribir allí su conocida obra "Diario irlandés", un libro fundamental para intentar conocer un poco ese "alma" irlandesa tan sugerente para todos los que somos amantes de este hermoso país (aunque, a decir verdad, mucho ha cambiado Irlanda en las últimas décadas, resultando cada vez más difícil el encontrar esa idílica Irlanda pobre y rural). Otra conexión cultural con Achill Island procede del conocido pintor local Paul Henry (1877-1958), famoso por sus cuadros de paisajes - especialmente de esta isla y el oeste irlandés -, contribuyendo con sus obras a la promoción de estos apartados territorios. Resulta interesante echar un vistazo a la web www.achill247.com. Para conocer mejor esta isla habría que utilizar la fórmula empleada por nuestro guía espiritual León Lasa ("Por el oeste de Irlanda"), recorriéndola bien andando bien en bicicleta. Dado que no contamos ni con el fondo físico ni con el tiempo suficiente para ello, buscamos una fórmula intermedia: coche/paseos andando. Paseos por caminos rodeados de extensos campos de turberas y pedregales, de hierba quemada por el viento, la lluvia y el frío, de ovejas de cara negra con los lomos pintados de grandes rayas de colores como signos de identidad, de naturaleza apenas modificada por la mano del hombre. Rutas de senderismo hay unas cuantas, con diferentes niveles de dificultad. Para obtener mayor información, fundamental la página www.achilltourism.com. Llama la atención las inmensas turberas (turf) extendidas a lo largo de toda la isla, sirviendo desde épocas inmemoriales de combustible para la población irlandesa, manteniendo calientes sus casas durante los fríos, largos y húmedos inviernos, perfumando los hogares con ese aroma dulzón tan típico. El carbón de turba es el resultado final de un lento proceso biológico en terrenos pantanosos. Se necesitan miles de años para acumular capas de turbera de un metro de grosor. En primavera cortan la turba en bloques, dejándola secar a la intemperie hasta que quede lista para su uso. Un dato significativo: las turberas existentes en nuestro planeta recogen el 10% del total de dióxido de carbono que hay en la atmósfera, a pesar de cubrir únicamente el 3% de la superficie de la Tierra (los bosques, que ocupan el 30% de la superficie, recogen un porcentaje menor), resultando por tanto fundamentales para evitar el efecto invernadero, el calentamiento global y, por tanto, el cambio climático. Pero ¿qué ocurre cuando dejamos secar las turberas? pues que el carbono que contiene se oxida, convirtiéndose en dióxido de carbono y liberándose a la atmósfera, generando unas consecuencias similares a la combustión del carbón o la gasolina (para mayor información sobre este tema, echar un vistazo al informe de la Ramsar Conservation). Por este motivo la Unión Europea ha marcado determinadas directrices para garantizar su conservación y evitar su explotación. Pero claro, no resulta fácil el conseguir cambiar de mentalidad a un pueblo que lleva utilizando la turba como combustible desde hace miles de años ... Un dato confirmado en algunos de nuestros paseos por esta isla. Aunque también es cierto lo que argumentan los lugareños, que mayores son las emisiones de gases lanzadas por las flatulencias de la enorme cabaña bovina del país y no por ello van a dejar de criar vacas. Asunto complicado. Tras pasar una estupenda jornada por este remanso de paz, caída la tarde emprendemos regreso a la animada ciudad de Westport. Índice del Diario: Ruta por el oeste de Irlanda
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