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El plato fuerte de hoy eran Cortona y Montepulciano, pero en el camino había un pueblito con buena pinta llamado Castiglion Fiorentino y allá que fuimos. Pues eso, pequeño pero bonito, en alto, como todos, por lo que las cuestas no te las quita nadie, pero bueno, si vas con tiempo no está de más parar.
Ojo con la llegada a Cortona, es muy visitada y te puedes encontrar sin plazas de parking. Como siempre en la Toscana, aparcas abajo y a subir cuestas…pero este pueblo te tiene preparada una grata sorpresa, ya que tiene escaleras mecánicas! Gracias a Dios…
El pueblo, el o uno de los más antiguos de origen etrusco, es una absoluta maravilla. Por muchas fotos que veas en internet, no te haces una idea de cómo es hasta que estás allí. Tuvimos la gran suerte de encontrarnos con un señor inglés que vivía allí y que iba con su perro, y se ofreció a llevarnos por calles menos transitadas, a lo alto del pueblo y enseñarnos dos iglesias preciosas. Una, la de Santa Margherita, en todo lo alto, del pueblo. Muy bonita y grande, y con unas vistas preciosas, pero ojo, la subida es dura.
La otra, algo más abajo y escondida de las calles concurridas, una joya, la iglesia de San Niccoló. Espectacular por su sencillez y por su edad, bien merece esas cuestas. Una vez más gracias a este señor inglés por hacer de guía improvisado, sin él no habríamos llegado a verla.
Una vez abajo, en la Piazza della Repubblica, un buen cervezón para quitarnos los calores y a decidir donde comer. Una vez más y gracias al Tripadvisor y a nuestra intuición, fuimos a un sitio, a 50 metros de la Piazza, que estuvo de lujo. Comimos una tabla típica de productos de allí, una buena pinta de cerveza, y un plato de pasta con jabalí( papardelle al cighiale) que estaba espectacular, y un vino de la casa muy bueno. El restaurante se llama Birrificio Cortonese.
Tras una comida muy buena, nos fuimos hacia Lucignano. Es un pueblo con forma de elipse muy curioso y bonito. Pero eran las 4 de la tarde y hacían unos 37 grados, así que le dimos de tiempo lo que tardamos en tomarnos un helado y bebernos una botella de agua. Realmente es bonito y merece la pena, pero no eran las condiciones ideales para dedicarle más tiempo.
De ahí a Montepulciano. Nos alojábamos en un agriturismo a las afueras de Montepulciano entre vides y olivos y con unas vistas al pueblo espectaculares. Buen trato, muy buen apartamento, muy buen precio…repetiría allí sin dudarlo. Distancia al parking 8 de Montepulciano: 5 minutos, tres de ellos entre olivos. El agriturismo se llama Agriturismo Pescaia.
Tras instalarnos hicimos la primera incursión a Montepulciano, y nos encantó. El pueblo es una pasada, grandecillo y con muchísimo encanto, y muchísima oferta de restaurantes, enotecas,etc. Ese día estábamos cansados, y tras degustar un par de copas de vino Nobile de Montepulciaono en una enoteca muy chula llamada E Lucevan le Stelle, y tras ver el atardecer desde el mirador de la Piazza di San Francesco desde el que se ve estupendamente, nos fuiomos a cenar a casa.
Nos compramos una botella buena de vino, viandas varias para una buena ensalada, queso, salami, alcachofas…y nos hicimos una cena a la luz de las velas en el agriturismo, con vistas al pueblo que no tuvo nada que envidiarle a cualquier cena romántica en restaurante.
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