Hoy iba a ser un gran día: íbamos a empezar a conocer todo lo que nos podía ofrecer Isfahan, empezando por la plaza de Naqs e Jahan. Pero antes desayunamos en el hotel a base de algo de fruta y del clásico pan tipo bayeta iraní que no está muy rico, la verdad, pero que mejoramos llenándolo de mermelada y mantequilla.
Ya con fuerzas pedimos un taxi en el hotel para ir hasta la plaza. Aquí tuvimos una nueva lección de conducción iraní: nuestro taxista era un hombre mayorcete que con tal no parar en un semáforo de una avenida se metía por callejones por los que apenas cabía el taxi. Todo ello a una velocidad considerable, claro. Así de una vez casi se queda sin retrovisor y en una curva le metió un buen viaje a una esquina del coche, pero la verdad es que ni se inmutó el tío.
Finalmente nos dejó en una calle peatonal que desemboca en la plaza y que está llena de tiendas de recuerdos para los turistas. Si queréis comprar recuerdos o llevar algún regalillo (imanes, llaveros, bolsos y todas esas cosas) Isfahan es el mejor lugar de Irán para comprarlos. Nosotros nos metimos en alguna tienda bastante grande y nos compramos unos cuantos imanes para nuestro frigorífico (se nos está acabando el espacio, a ver como lo solucionamos).
Después nos dirigimos a la plaza y volvimos a alucinar como el día anterior con su majestuosidad y belleza. Los soportales se encuentran llenos de tiendas de diferente tipo: heladerías, de orfebrería, cerámica, recuerdos, etc, la mayoría de ellas enfocadas hacia el turismo. Tras volver a pasear un rato por la plaza nos dirigimos a la mezquita Loftollah, una de las maravillas entre las maravillas que contemplaríamos. Esta mezquita del siglo XVII se construyó como mezquita para la familia real por eso no cuenta con un minarete para llamar a la oración, pero desde fuera destaca por su fachada de azulejos azules y su cupula de gran belleza. La entrada cuesta 200.000 riales (5 euros), como todos los monumentos de la plaza, y al entrar pasas por un pasillo muy bonito de azulejos azules pero que no es nada comparado con el lugar al que lleva el pasilllo, la meezquita propiamente dicha: una sala bellísima donde dominan los azulejos azules que te emborrachan y te apabullan con su belleza.
Si eso no fuese suficiente, cuando levantas la cabeza te encuentras con la enorme cupula donde predomina el amarillo y donde se puede apreciar lo que se denomina el efecto cola de pavo: si te colocas en la puerta veras como la luz del sol que entra por las ventanas causa el efecto de la cola de un pavo real en la cupula de la mezquita.
¿qué os puedo decir? La mezquita es uno de los lugares más bonitos que he visto en mi vida y que por sí sola justifica un viaje a Irán. Uno no puede dejar de preguntarse como este lugar tan impresionante no es conocido en todo el mundo y en cambio sí lo son otros monumentos que (desde nuestro punto de vista y sin ofender a nadie) no le llegan a la altura de los zapatos como.... (ya sabéis a que monumentos archiconocidos me refiero). Nos tiramos más de una hora mirando aquí y allá, sin saciarnos de tanta belleza, nos sacamos fotos con algunas familias iraníes, charlamos con ellos y ellos nos las sacaron a nosotros, hasta que finalmente y con pena salimos de la mezquita.
Fuimos hacia el bazar, hicimos alguna comprita en la parte más turística que es la más cercana a la plaza y nos fuimos a comer en un restaurante de una calle cercana ¿qué comimos? A ver si lo adivináis..... Correcto, un kebab con arroz, lo habitual en Irán. De postre nos tomamos un falloodeh de granada, una especie de fideos helados muy populares en Irán y que refrescan bastante. Lo tomamos en un pequeño local especializado en granadas (zumos, helados, fallodehs...).
La tarde la dedicamos a visitar el monumento que se encuentra enfrente del la mezquita Loftollah en la plaza, el palacio de Alí Qappu (200.000 riales). La impresión cuando uno entra es que quizás no merezca mucho la pena la visita porque empiezas a subir y ves pisos sin nada llamativo, pero uno cambia de opinión cuanddo llega al último piso y contempla las maravillosas vistas de la plaza desde su balcón, las mejores que puedes tener, aunque una parte esté en obras. También destacan sus pinturas en la sala de música que está decorada con nichos que simulan la forma de instrumentos musicales.
Si queréis tomaros algo, al bajar hay una terraza en el pequeño jardín trasero aunque me imagino que los precios deben ser caros.
Cuando salimos decidimos dejar la monumental mezquitta del Sha para el día siguiente y dejamos la para acercarnos a la mezquita del viernes, otra monumental mezquita con su plaza. Es muy bonita aunque quizás la gente no la destaque debido al esplendor de la plaza de Naqs e Jahan.
Desde allí, para terminar las visitas del día, nos cogimos un taxi que nos llevó hasta el barrio de Jolfa, al otro lado del río, para ver la catedral armenia. Eso sí, primero tuviimos que discutir un poco con el taxista que pretendía clavarnos argumentando que si había mucho tráfico, que si estaba muy lejos... Nosotros habíamos visto que la distancia era como a nuestro hotel, es decirr entre 80.000 y 100.000 riales, y el espabilado nos pedía 200.000, aunque al final lo dejamos en 100.000 riales. El barrio de Jolfa nos dió la impresión de quue se está convirtiendo en el barrio de moda de Isfahan, con un ambiente más europeo, con tiendas de ropa muy bien puestas, cafeterías y restaurantes que conforman un barrio muy agradable para pasear o para ir a cenar a última hora. Visitamos la catedral armenia (otros 200.000 riales) aunque el precio nos pareció excesivo puesto que si bien la catedral es bonita con su rica decoración de pinturas murales es sorprendentemente pequeña para lo que estamos acostumbrados, aunque la entrada también incluye la visita al museo que se encuentra al lado y que recoge la historia de la comunidad armenia en Isfahan y trata el genocidio que sufrió el pueblo armenio a manos de los turcos durante la primera guerra mundial.
Al salir nos dimos un capricho tomando un enorme café con dos bolas de helados en una cafetería preciosa mientras aprovechábamos su wifi para mandar fotos y comunicarnos con la familia para decirles que siguieran tranquilos, que estábamos vivos y que Irán no es para nada como ellos se imaginan.
Por cierto, en una calle perpendicular a la catedral viimos que se encontraba el restaurante Arc, que habíamos visto que recomiendan como uno de los mejores de la ciudad. No sabemos si lo es, pero desde luego el sitio es una preciosidad con mesas al aire libre en un bonito jardín.
Ya estábamos un poco cansados, pero echamos el resto acercándonos hasta el Si-o-se-Pol, el puente de dos niveles que cruza el río. Nos llevó unos 20 minutos llegar desde la catedral y aunque el río estaba seco y sin rastro de agua hay un agradable paseo con jardínes pegado al cauce hasta llegar el puente.
El puente es una zona muy concurrida de gente que pasea o simplemente se siente a disfrutar un rato. El nivel de arriba sirve a modo de calle por la que pasea la gente y el de abajo, formado por arcos, sirve para que se reunan las pandillas y grupos de gente joven. Aunque nosotros no lo vimos de noche mucha gente dice que merece la pena acercarse para ver a la gente reunida, charlando o tomando algo.
Como el día había sido largo y nuestros pies ya decían basta cogimos un taxi desde allí hasta nuestro hotel, aunque antes de subir hicimos una paradita en una tienda para comprar fruta y algo para picar a la cena porque después de ducharnos ya no iba a haber quien nos moviera de allí. Cuando llegamos al hotel les pedimos que nos compraran los billetes de bus para Yazd para dentro de dos días para no tener que desplazarnos a la estación y así quitarnos ya esa preocupación.
Ya con fuerzas pedimos un taxi en el hotel para ir hasta la plaza. Aquí tuvimos una nueva lección de conducción iraní: nuestro taxista era un hombre mayorcete que con tal no parar en un semáforo de una avenida se metía por callejones por los que apenas cabía el taxi. Todo ello a una velocidad considerable, claro. Así de una vez casi se queda sin retrovisor y en una curva le metió un buen viaje a una esquina del coche, pero la verdad es que ni se inmutó el tío.
Finalmente nos dejó en una calle peatonal que desemboca en la plaza y que está llena de tiendas de recuerdos para los turistas. Si queréis comprar recuerdos o llevar algún regalillo (imanes, llaveros, bolsos y todas esas cosas) Isfahan es el mejor lugar de Irán para comprarlos. Nosotros nos metimos en alguna tienda bastante grande y nos compramos unos cuantos imanes para nuestro frigorífico (se nos está acabando el espacio, a ver como lo solucionamos).
Después nos dirigimos a la plaza y volvimos a alucinar como el día anterior con su majestuosidad y belleza. Los soportales se encuentran llenos de tiendas de diferente tipo: heladerías, de orfebrería, cerámica, recuerdos, etc, la mayoría de ellas enfocadas hacia el turismo. Tras volver a pasear un rato por la plaza nos dirigimos a la mezquita Loftollah, una de las maravillas entre las maravillas que contemplaríamos. Esta mezquita del siglo XVII se construyó como mezquita para la familia real por eso no cuenta con un minarete para llamar a la oración, pero desde fuera destaca por su fachada de azulejos azules y su cupula de gran belleza. La entrada cuesta 200.000 riales (5 euros), como todos los monumentos de la plaza, y al entrar pasas por un pasillo muy bonito de azulejos azules pero que no es nada comparado con el lugar al que lleva el pasilllo, la meezquita propiamente dicha: una sala bellísima donde dominan los azulejos azules que te emborrachan y te apabullan con su belleza.
Si eso no fuese suficiente, cuando levantas la cabeza te encuentras con la enorme cupula donde predomina el amarillo y donde se puede apreciar lo que se denomina el efecto cola de pavo: si te colocas en la puerta veras como la luz del sol que entra por las ventanas causa el efecto de la cola de un pavo real en la cupula de la mezquita.
¿qué os puedo decir? La mezquita es uno de los lugares más bonitos que he visto en mi vida y que por sí sola justifica un viaje a Irán. Uno no puede dejar de preguntarse como este lugar tan impresionante no es conocido en todo el mundo y en cambio sí lo son otros monumentos que (desde nuestro punto de vista y sin ofender a nadie) no le llegan a la altura de los zapatos como.... (ya sabéis a que monumentos archiconocidos me refiero). Nos tiramos más de una hora mirando aquí y allá, sin saciarnos de tanta belleza, nos sacamos fotos con algunas familias iraníes, charlamos con ellos y ellos nos las sacaron a nosotros, hasta que finalmente y con pena salimos de la mezquita.
Fuimos hacia el bazar, hicimos alguna comprita en la parte más turística que es la más cercana a la plaza y nos fuimos a comer en un restaurante de una calle cercana ¿qué comimos? A ver si lo adivináis..... Correcto, un kebab con arroz, lo habitual en Irán. De postre nos tomamos un falloodeh de granada, una especie de fideos helados muy populares en Irán y que refrescan bastante. Lo tomamos en un pequeño local especializado en granadas (zumos, helados, fallodehs...).
La tarde la dedicamos a visitar el monumento que se encuentra enfrente del la mezquita Loftollah en la plaza, el palacio de Alí Qappu (200.000 riales). La impresión cuando uno entra es que quizás no merezca mucho la pena la visita porque empiezas a subir y ves pisos sin nada llamativo, pero uno cambia de opinión cuanddo llega al último piso y contempla las maravillosas vistas de la plaza desde su balcón, las mejores que puedes tener, aunque una parte esté en obras. También destacan sus pinturas en la sala de música que está decorada con nichos que simulan la forma de instrumentos musicales.
Si queréis tomaros algo, al bajar hay una terraza en el pequeño jardín trasero aunque me imagino que los precios deben ser caros.
Cuando salimos decidimos dejar la monumental mezquitta del Sha para el día siguiente y dejamos la para acercarnos a la mezquita del viernes, otra monumental mezquita con su plaza. Es muy bonita aunque quizás la gente no la destaque debido al esplendor de la plaza de Naqs e Jahan.
Desde allí, para terminar las visitas del día, nos cogimos un taxi que nos llevó hasta el barrio de Jolfa, al otro lado del río, para ver la catedral armenia. Eso sí, primero tuviimos que discutir un poco con el taxista que pretendía clavarnos argumentando que si había mucho tráfico, que si estaba muy lejos... Nosotros habíamos visto que la distancia era como a nuestro hotel, es decirr entre 80.000 y 100.000 riales, y el espabilado nos pedía 200.000, aunque al final lo dejamos en 100.000 riales. El barrio de Jolfa nos dió la impresión de quue se está convirtiendo en el barrio de moda de Isfahan, con un ambiente más europeo, con tiendas de ropa muy bien puestas, cafeterías y restaurantes que conforman un barrio muy agradable para pasear o para ir a cenar a última hora. Visitamos la catedral armenia (otros 200.000 riales) aunque el precio nos pareció excesivo puesto que si bien la catedral es bonita con su rica decoración de pinturas murales es sorprendentemente pequeña para lo que estamos acostumbrados, aunque la entrada también incluye la visita al museo que se encuentra al lado y que recoge la historia de la comunidad armenia en Isfahan y trata el genocidio que sufrió el pueblo armenio a manos de los turcos durante la primera guerra mundial.
Al salir nos dimos un capricho tomando un enorme café con dos bolas de helados en una cafetería preciosa mientras aprovechábamos su wifi para mandar fotos y comunicarnos con la familia para decirles que siguieran tranquilos, que estábamos vivos y que Irán no es para nada como ellos se imaginan.
Por cierto, en una calle perpendicular a la catedral viimos que se encontraba el restaurante Arc, que habíamos visto que recomiendan como uno de los mejores de la ciudad. No sabemos si lo es, pero desde luego el sitio es una preciosidad con mesas al aire libre en un bonito jardín.
Ya estábamos un poco cansados, pero echamos el resto acercándonos hasta el Si-o-se-Pol, el puente de dos niveles que cruza el río. Nos llevó unos 20 minutos llegar desde la catedral y aunque el río estaba seco y sin rastro de agua hay un agradable paseo con jardínes pegado al cauce hasta llegar el puente.
El puente es una zona muy concurrida de gente que pasea o simplemente se siente a disfrutar un rato. El nivel de arriba sirve a modo de calle por la que pasea la gente y el de abajo, formado por arcos, sirve para que se reunan las pandillas y grupos de gente joven. Aunque nosotros no lo vimos de noche mucha gente dice que merece la pena acercarse para ver a la gente reunida, charlando o tomando algo.
Como el día había sido largo y nuestros pies ya decían basta cogimos un taxi desde allí hasta nuestro hotel, aunque antes de subir hicimos una paradita en una tienda para comprar fruta y algo para picar a la cena porque después de ducharnos ya no iba a haber quien nos moviera de allí. Cuando llegamos al hotel les pedimos que nos compraran los billetes de bus para Yazd para dentro de dos días para no tener que desplazarnos a la estación y así quitarnos ya esa preocupación.