Hoy dejábamos Yazd con una sensación agridulce: por un lado nos íbamos con un gran recuerdo de la ciudad y de sus monumentos y por otro con la tristeza de saber lo que había pasado en Barcelona el día anterior.
Llegamos a la estación de bus de Yazd (la terminal como llaman los iraníes a las estaciones), sacamos el billete y esperamos media hora para la salida de nuestro bus. Pero a partir de aquí pasó lo de siempre, salimos con 40 minutos de retraso, al poco de salir nueva parada, etc, con lo que nuestro viaje se alargó un poco más. En el trayecto Yazd-Shiraz se encuentran lugares como Persépolis y Pasargada y una posibilidad es optar por contratar el transporte en coche e ir parando para verlos, pero nosotros optamos por ir directos a Shiraz y luego desandar parte del camino y ver esos lugares con calma, aunque si llevas los días muy contados es una buena opción.
Cuando nos acercábamos a Shiraz ya vimos que el paisaje cambiaba en parte y que abundaban las zonas verdes de cultivos, entre los que nos llamaron la atención los arrozales, después de ver tanto paisaje desértico y rocoso, señal de que en esta zona abundaba más el agua.
Como otra vez llegábamos al mediodía a la ciudad optamos por comer en la estación antes de ir al hotel para que no nos dieran las cuatro de la tarde sin haber comido, así que nos comimos un par de pizzas (recordad, sin tomate y con ketchup para echar) y un refresco en una pizzeria-hamburguesería de la estación.
Desde allí cogimos un taxi (precio fijo según trayecto) que nos dejó en el Hotel Zandiyeh, uno de los mejores de la ciudad, un 4 estrellas europeo sin duda. Si bien por fuera el hotel no parece una maravilla en cuanto pisas el hall ya ves que el hotel es estupendo. Además nos dieron una habitación gigantesca y con todas las comodidades.
Ya era media tarde y además era viernes (día festivo en Irán) por lo que empleamos lo que quedaba de tarde en dar un paseo por los alrededores para familiarizarnos con la ciudad. El hotel está muy bien situado porque al cruzar la calle ya te encuentras con la ciudadela de Karim Kham y sus imponentes murallas, que rodeamos viendo el ambiente que se formaba en uno de sus lados, donde hay unos pequeños jardínes y donde va la gente a sentarse, charlar y tomarse unos helados a última hora.
Nos llamó la atención que en Shiraz se veían bastante afganos y es que, según nos dijo después un iraní, tenían el mismo problema allí “que los españoles tenéis con los marroquíes”, o sea, que hay mucha gente ilegal, sin papeles, que ha entrado desde Afganistán.
El resto de las calles no estaban muy concurridas, se notaba que era viernes, así que seguimos paseando un poco sin rumbo, nos tomamos el consabido zumo de melón frío y pasamos por delante de la entrada del bazar y de la mezquita Vakil para el día siguiente.
Allí al lado vimos un restaurante de los recomendados en las guías para ir uno de los días que estuvieramos en Shiraz. Por el camino un taxista y un particular nos dieron su tarjeta para hacer la visita a Persépolis.
Seguimos caminando por una de las avenidas principales de Shiraz, la Karim Khan Zand Boulevard, para ver si veíamos algún sitio para cenar algo pero caminamos bastante y todo eran tiendas de ropa. No veíamos ningún sitio donde pudieramos tomarnos algo, así que llegados a un punto dimos la vuelta y regresamos por la otra acera, donde vimos que había varios lugares para cambiar dinero y una agencia donde al día siguiente podríamos comprar los billetes de bus para Kerman, nuestra siguiente parada. Nos compramos una ensalada y unas samosas en un pequeño local y nos fuimos para cenar en la habitación.
La verdad es que de primeras Shiraz no nos había entusiasmado, aunque el hecho de que fuera viernes y estuviera todo a medio gas nos hizo pensar, como así fue, que al día siguiente la cosa cambiaría. Además, en dos días visitaríamos uno de los lugares que más ganas teníamos de ver y con el que tanto habíamos soñado: Persépolis.
Llegamos a la estación de bus de Yazd (la terminal como llaman los iraníes a las estaciones), sacamos el billete y esperamos media hora para la salida de nuestro bus. Pero a partir de aquí pasó lo de siempre, salimos con 40 minutos de retraso, al poco de salir nueva parada, etc, con lo que nuestro viaje se alargó un poco más. En el trayecto Yazd-Shiraz se encuentran lugares como Persépolis y Pasargada y una posibilidad es optar por contratar el transporte en coche e ir parando para verlos, pero nosotros optamos por ir directos a Shiraz y luego desandar parte del camino y ver esos lugares con calma, aunque si llevas los días muy contados es una buena opción.
Cuando nos acercábamos a Shiraz ya vimos que el paisaje cambiaba en parte y que abundaban las zonas verdes de cultivos, entre los que nos llamaron la atención los arrozales, después de ver tanto paisaje desértico y rocoso, señal de que en esta zona abundaba más el agua.
Como otra vez llegábamos al mediodía a la ciudad optamos por comer en la estación antes de ir al hotel para que no nos dieran las cuatro de la tarde sin haber comido, así que nos comimos un par de pizzas (recordad, sin tomate y con ketchup para echar) y un refresco en una pizzeria-hamburguesería de la estación.
Desde allí cogimos un taxi (precio fijo según trayecto) que nos dejó en el Hotel Zandiyeh, uno de los mejores de la ciudad, un 4 estrellas europeo sin duda. Si bien por fuera el hotel no parece una maravilla en cuanto pisas el hall ya ves que el hotel es estupendo. Además nos dieron una habitación gigantesca y con todas las comodidades.
Ya era media tarde y además era viernes (día festivo en Irán) por lo que empleamos lo que quedaba de tarde en dar un paseo por los alrededores para familiarizarnos con la ciudad. El hotel está muy bien situado porque al cruzar la calle ya te encuentras con la ciudadela de Karim Kham y sus imponentes murallas, que rodeamos viendo el ambiente que se formaba en uno de sus lados, donde hay unos pequeños jardínes y donde va la gente a sentarse, charlar y tomarse unos helados a última hora.
Nos llamó la atención que en Shiraz se veían bastante afganos y es que, según nos dijo después un iraní, tenían el mismo problema allí “que los españoles tenéis con los marroquíes”, o sea, que hay mucha gente ilegal, sin papeles, que ha entrado desde Afganistán.
El resto de las calles no estaban muy concurridas, se notaba que era viernes, así que seguimos paseando un poco sin rumbo, nos tomamos el consabido zumo de melón frío y pasamos por delante de la entrada del bazar y de la mezquita Vakil para el día siguiente.
Allí al lado vimos un restaurante de los recomendados en las guías para ir uno de los días que estuvieramos en Shiraz. Por el camino un taxista y un particular nos dieron su tarjeta para hacer la visita a Persépolis.
Seguimos caminando por una de las avenidas principales de Shiraz, la Karim Khan Zand Boulevard, para ver si veíamos algún sitio para cenar algo pero caminamos bastante y todo eran tiendas de ropa. No veíamos ningún sitio donde pudieramos tomarnos algo, así que llegados a un punto dimos la vuelta y regresamos por la otra acera, donde vimos que había varios lugares para cambiar dinero y una agencia donde al día siguiente podríamos comprar los billetes de bus para Kerman, nuestra siguiente parada. Nos compramos una ensalada y unas samosas en un pequeño local y nos fuimos para cenar en la habitación.
La verdad es que de primeras Shiraz no nos había entusiasmado, aunque el hecho de que fuera viernes y estuviera todo a medio gas nos hizo pensar, como así fue, que al día siguiente la cosa cambiaría. Además, en dos días visitaríamos uno de los lugares que más ganas teníamos de ver y con el que tanto habíamos soñado: Persépolis.