Madrugamos bastante para desayunar en la habitación, ya que queremos partir lo antes posible para que este maratoniano día no se eternice.
La primera sorpresa la encontramos al hacer el Check-out, ya que nos cobran 300 euros de “fianza” , dinero que nos devolverán cuando comprueben que está todo correcto en la habitación. Tras esta “sorpresa” iniciamos el trayecto hacia Rouen, capital de la “Baja Normandía”. Llueve bastante y ya acostumbrados a los temblores del coche el viaje se hace algo más ameno. En aproximadamente una hora y media el GPS nos lleva al centro histórico de la ciudad. Aparcamos en un Párking subterráneo que, la verdad, está muy bien (nos cuesto unos 8 euros hasta las dos y media). Es muy pronto (las 9 más o menos) y los comercios están cerrados con lo que decidimos tomar un café y comprar unos paraguas.
Los principales atractivos de la ciudad se encuentran bastante cerca unos de otros, concentrados en el casco antiguo. Nuestro punto de partida fue la Abadia Saint-Ouen que en un primer momento confundimos con la catedral debido a sus dimensiones, es impresionante. Construida entre los siglos XIV y XVI, destaca por ser un bello ejemplo de gótico flamígero (estilo que predomina en estos tres edificios religiosos) y por su órgano, de 1890. Podéis tener una buena perspectiva del exterior desde el inmediato Jardin de l’Hôtel-de-Ville. Nosotros tuvimos que resguardarnos bajo un árbol para observar la fachada, ya que llovía ligeramente.
A unos 200 metros pudimos observar la preciosa fachada de la Iglesia de Saint- Maclou rodeada por pintorescas casitas con entramado de madera. Es una iglesia pequeña junto a la cual había un hospital donde en la edad media eran tratados los enfermos de la peste.
Y para acabar la ruta “religiosa”, ya sin lluvia, nos encontramos casi sin querer con la Catedral de Notre-Dame, construida hacia el 1200 en estilo gótico. Al contemplar las dos torres de su fachada principal uno entiende por qué Monet la retrató en tantas ocasiones. El interior es impactante por sus dimensiones y su elemento más bello es la escalera gótica de piedra. Como curiosidad, alberga el “corazón” del famoso Rey Ricardo I, “Corazón de León”.
La calle con la catedral de fondo, es de las más transitadas por turistas y una de las más pintorescas del centro. Siguiendo el reguero de gente nos encontramos con El Gros Horloge que es, literalmente, un Reloj Grande. Situado en una atalaya gótica, este reloj de 1389 es todo un símbolo de la ciudad que se mantuvo en funcionamiento hasta 1928.
Nuestra visita de la ciudad terminó siguiendo hacia el oeste, en la Place du Vieux Marché, una plaza de los más original. Allí fue donde quemaron a Juana de Arco y en su honor se han construido un monumento y la moderna Iglesia de Sainte-Jeanne-d’Arc, situados en el mismo centro de la plaza. Además la plaza está rodeada de bonitas casas estilo Normando lo que le da un aire muy medieval.
Satisfechos con el paseo, y tras reponer fuerzas en “Le Bistrot Comptoir” ( muy recomendable, por 54 euros comemos fenomenal los 4), nos disponemos a partir hacia Etretat. La lluvia vuelve a aparecer y nos espera otra hora de camino, así que lo tomamos con calma.
El camino por carreteras secundarias se hace más ameno y a eso de las cuatro estamos allí.
Durante el día me había preguntado si valdría la pena venir hasta aquí: rotundamente sí. Ya no llueve y las nubes negras dan un aire misterioso al lugar. Tras observar toda esa inmensidad de rocas desde la playa, no tardamos ni un minuto en decidir que lo primero que visitaremos será el famoso Falaise d’Aval o Ojo de la Aguja, que es un arco natural, formado por la erosión del mar, que mide más de 70 metros.. Es impresionante!! No nos extraña nada que los Acantilados de Étretat atrajeran a artistas como Eugène Boudin, Gustave Courbet y Claude Monet…
Como no vamos muy sobrados de tiempo, consideramos que con una hora y media es suficiente y decidimos partir hacia nuestra última parada del día, Honfleur. Tras otra hora de camino y un buen atasco en el el peaje del Puente de Normandía (Cómo temblava en coche en la subida!!!), llegamos a Honfleur, que bien podría pasar por alguno de los famosos pueblos costeros de la Costa Brava. Son casi las 7 de la tarde, y el Parking del Hotel Best Western Hotel D’Arc está lleno, así que por primera vez el coche dormirá en la calle, eso si tenemos suerte y aparcamos a 50 metros del Hotel en una zona azul en la que a partir de la 8 no se paga.
Tras hacer el Check-in ( 179 euros sin desayuno) nos apetece visitar el paseo marítimo que podemos ver repleto de gente desde la puerta del hotel. La ciudad es preciosa, con un puerto deportivo muy bonito y justo al lado encontramos restaurantes de todo tipo, tiendas de Souvenirs, Galerías de Arte e incluso música en directo. También encontramos la Iglesia de Santa Catalina, la iglesia de Madera (conservada) más antigua de Francia que data de la segunda mitad del siglo XV.
Son más de las ocho y el hambre empieza a apretar. Nos llama la atención una pizzeria que hace pizzas para llevar que tienen muy buena pinta y bien de precio. Nuestro pedido tiene para 45 minutos (están a tope) así que continuamos con el paseo y antes de las 9 recogemos las pizzas para degustarlas en la habitación (sobre los 40 euros las cuatro) . Están buenísimas.
Esa noche decidimos que cambiaremos el itinerario del viaje, y anulamos el hotel que teníamos en Lannion para sustituirlo por otro en Rochefor en Terre. Así haremos unos 450 Km menos y un par de días de itinerarios ligth... si el coche aguanta. Es una pena que no podamos visitar la Costa de Granito Rosa pero las circunstancias mandan.
La primera sorpresa la encontramos al hacer el Check-out, ya que nos cobran 300 euros de “fianza” , dinero que nos devolverán cuando comprueben que está todo correcto en la habitación. Tras esta “sorpresa” iniciamos el trayecto hacia Rouen, capital de la “Baja Normandía”. Llueve bastante y ya acostumbrados a los temblores del coche el viaje se hace algo más ameno. En aproximadamente una hora y media el GPS nos lleva al centro histórico de la ciudad. Aparcamos en un Párking subterráneo que, la verdad, está muy bien (nos cuesto unos 8 euros hasta las dos y media). Es muy pronto (las 9 más o menos) y los comercios están cerrados con lo que decidimos tomar un café y comprar unos paraguas.
Los principales atractivos de la ciudad se encuentran bastante cerca unos de otros, concentrados en el casco antiguo. Nuestro punto de partida fue la Abadia Saint-Ouen que en un primer momento confundimos con la catedral debido a sus dimensiones, es impresionante. Construida entre los siglos XIV y XVI, destaca por ser un bello ejemplo de gótico flamígero (estilo que predomina en estos tres edificios religiosos) y por su órgano, de 1890. Podéis tener una buena perspectiva del exterior desde el inmediato Jardin de l’Hôtel-de-Ville. Nosotros tuvimos que resguardarnos bajo un árbol para observar la fachada, ya que llovía ligeramente.
A unos 200 metros pudimos observar la preciosa fachada de la Iglesia de Saint- Maclou rodeada por pintorescas casitas con entramado de madera. Es una iglesia pequeña junto a la cual había un hospital donde en la edad media eran tratados los enfermos de la peste.
Y para acabar la ruta “religiosa”, ya sin lluvia, nos encontramos casi sin querer con la Catedral de Notre-Dame, construida hacia el 1200 en estilo gótico. Al contemplar las dos torres de su fachada principal uno entiende por qué Monet la retrató en tantas ocasiones. El interior es impactante por sus dimensiones y su elemento más bello es la escalera gótica de piedra. Como curiosidad, alberga el “corazón” del famoso Rey Ricardo I, “Corazón de León”.
La calle con la catedral de fondo, es de las más transitadas por turistas y una de las más pintorescas del centro. Siguiendo el reguero de gente nos encontramos con El Gros Horloge que es, literalmente, un Reloj Grande. Situado en una atalaya gótica, este reloj de 1389 es todo un símbolo de la ciudad que se mantuvo en funcionamiento hasta 1928.
Nuestra visita de la ciudad terminó siguiendo hacia el oeste, en la Place du Vieux Marché, una plaza de los más original. Allí fue donde quemaron a Juana de Arco y en su honor se han construido un monumento y la moderna Iglesia de Sainte-Jeanne-d’Arc, situados en el mismo centro de la plaza. Además la plaza está rodeada de bonitas casas estilo Normando lo que le da un aire muy medieval.
Satisfechos con el paseo, y tras reponer fuerzas en “Le Bistrot Comptoir” ( muy recomendable, por 54 euros comemos fenomenal los 4), nos disponemos a partir hacia Etretat. La lluvia vuelve a aparecer y nos espera otra hora de camino, así que lo tomamos con calma.
El camino por carreteras secundarias se hace más ameno y a eso de las cuatro estamos allí.
Durante el día me había preguntado si valdría la pena venir hasta aquí: rotundamente sí. Ya no llueve y las nubes negras dan un aire misterioso al lugar. Tras observar toda esa inmensidad de rocas desde la playa, no tardamos ni un minuto en decidir que lo primero que visitaremos será el famoso Falaise d’Aval o Ojo de la Aguja, que es un arco natural, formado por la erosión del mar, que mide más de 70 metros.. Es impresionante!! No nos extraña nada que los Acantilados de Étretat atrajeran a artistas como Eugène Boudin, Gustave Courbet y Claude Monet…
Como no vamos muy sobrados de tiempo, consideramos que con una hora y media es suficiente y decidimos partir hacia nuestra última parada del día, Honfleur. Tras otra hora de camino y un buen atasco en el el peaje del Puente de Normandía (Cómo temblava en coche en la subida!!!), llegamos a Honfleur, que bien podría pasar por alguno de los famosos pueblos costeros de la Costa Brava. Son casi las 7 de la tarde, y el Parking del Hotel Best Western Hotel D’Arc está lleno, así que por primera vez el coche dormirá en la calle, eso si tenemos suerte y aparcamos a 50 metros del Hotel en una zona azul en la que a partir de la 8 no se paga.
Tras hacer el Check-in ( 179 euros sin desayuno) nos apetece visitar el paseo marítimo que podemos ver repleto de gente desde la puerta del hotel. La ciudad es preciosa, con un puerto deportivo muy bonito y justo al lado encontramos restaurantes de todo tipo, tiendas de Souvenirs, Galerías de Arte e incluso música en directo. También encontramos la Iglesia de Santa Catalina, la iglesia de Madera (conservada) más antigua de Francia que data de la segunda mitad del siglo XV.
Son más de las ocho y el hambre empieza a apretar. Nos llama la atención una pizzeria que hace pizzas para llevar que tienen muy buena pinta y bien de precio. Nuestro pedido tiene para 45 minutos (están a tope) así que continuamos con el paseo y antes de las 9 recogemos las pizzas para degustarlas en la habitación (sobre los 40 euros las cuatro) . Están buenísimas.
Esa noche decidimos que cambiaremos el itinerario del viaje, y anulamos el hotel que teníamos en Lannion para sustituirlo por otro en Rochefor en Terre. Así haremos unos 450 Km menos y un par de días de itinerarios ligth... si el coche aguanta. Es una pena que no podamos visitar la Costa de Granito Rosa pero las circunstancias mandan.