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Desde el aeropuerto de Auckland hasta las cuevas de Waitomo, según google maps, hay 182 km. y 2,20 horas de conducción. Y aunque por esta parte las carreteras no son malas, la conducción no es tan rápida a como estamos acostumbrados por España.
Así que llegamos al Visitor Center de Waitomo pasadas las 12:00 horas. No teníamos nada reservado porque no conocíamos nuestra hora de llegada. La próxima visita en la que había plazas para la visita de la Glowworn Cave era para las 14:00 horas. Las compramos con un descuento del 15% con los cupones de la revista Arrival. Aunque cogimos en el aeropuerto varias de estas revistas, ya me había descargado los cupones con anterioridad por internet y los llevábamos impresos. Para las ocho entradas, si se compran juntas, no hizo falta más que adjuntarle un cupón.
Mientras esperábamos la hora reservada nos fuimos a un restaurante cercano, el Huhu Café, situado a pocos metros del centro de visitantes, en dónde nos tomamos unas tapas (porque aquello no podía llamarse de otra forma) y nos topamos con el particular inglés que hablan los kiwis.
En nuestros planes iniciales, cuando primeramente nuestro vuelo llegaba a las 5:00, la visita a esta zona iba a ser más amplia. Unos iban a realizar el llamado Black Labyrinth, que se inicia con un rapel en una cascada y luego hay que deslizarse por el agua en un rosco hinchable. Como esta actividad duraba unas tres horas, el resto íbamos a apuntarnos al Spellbound, parecido a lo anterior pero sin mojarse y que también dura tres horas. Este último se hace en otro sistema de cuevas que están a 12 km. de Waitomo. O bien el combinado de las tres cuevas más importantes.
Pero tuvimos que conformarnos con la visita clásica a Glowwworn Cave.
La entrada a las cuevas se encuentra a unos 500 m. del centro de visitantes, por la misma carretera.
El nombre de Waitomo viene de wai = agua y tomo = agujero o pozo. Por esta zona hay muchas cuevas pero las más importantes son Glowworn, Ruaruki y Aranui, (hay un combo para visitar las tres cuevas) y reciben visitantes desde hace más de 100 años. La cueva Aranui parecía tener buena pinta, con estalactitas de colores.
La cueva Glowworn es la más demandada. La visita es guiada y dura unos 45 minutos. No se pueden hacer fotos.
Se van atravesando niveles entre estalactitas y estalagmitas con las consiguientes explicaciones del guía. En el tercer nivel, y último, se alcanza una gran caverna conocida como La Catedral. Al final del todo hay que subirse a una pequeña barca que el guía mueve agarrándose a una cuerda en la parte superior de la cueva y que, por la oscuridad, puede pasar desapercibida. También hace palanca y fuerza apoyándose en alguna estalactita.
Esta navegación no dura más de 10 minutos. Cuando los ojos se acostumbran a la oscuridad se ve como una pequeña vía láctea de pequeñas luces, pequeñas y numerosas luces que asemejan una bóveda de estrellas sobre tu cabeza. Son los glowworn, similares a las luciérnagas. Es lo mejor de toda la visita, con diferencia. Si no existiese este fantástico final de ruta la visita a la cueva sería una visita ordinaria a una de tantas cuevas con estalactitas y estalagmitas y no puede presumir de tener las mejores. Pero el espectáculo que forma esta especie de luciérnagas hay que verlo alguna vez en la vida.
Los Glowworn es una especie de luciérnaga. La Arachnocampa Luminosa, que únicamente se encuentra en Nueva Zelanda. Esta especie de luciérnagas son las larvas de un insecto díptero y poseen órganos luminiscentes que producen una luz tenue y verdosa. Se encuentran suspendidas en una especia de hamacas y tejen telas pegajosas y filamentos que atrapan insectos. Para sobrevivir necesita un habitat húmedo, una atmósfera calma, oscuridad y un suministro de insectos que comerse. Se dice que las luciérnagas que más brillan son las más hambrientas
Antes de subirnos a la barca, por algunos recovecos de las rocas, en las zonas más oscuras, se ven como abalorios de cristal traslúcido, como hileras de gotas de lluvia. Una buena apariencia para lo que son esos filamentos pegajosos que sirven para atrapar los insectos.
Cuando la navegación finaliza se vuelve al exterior por otro camino diferente que va bordeando el río Waitomo.
Como no se pueden hacer fotos en el interior de la cueva, hay que conformarse con las que aparecen en la red o las fotos de los carteles del centro de visitantes.
Y sin demora alguna nos pusimos de nuevo en camino hacia Matamata, hacia la que sería nuestra siguiente visita.
Hobbiton Movie Set.
De la que tampoco teníamos reserva hecha.
Aparte de por internet en su página web, las visitas se pueden reservar en el i-Site de Matamata o en lo que es conocido como The Shire’s Rest. Escogimos esta última opción porque estaba más cercana, según la dirección que traíamos, y no teníamos que llegarnos hasta Matamata. Y gracias a ello pudimos reservar la visita en su último horario de las 5:30. No siempre hay visitas a esta hora, depende de la época que se visite.
Ninguno de los que íbamos en el viaje somos fan de los personajes y peripecias de la Tierra Media. Yo ni siquiera he visto las películas del Señor de los Anillos (algunas escenas sueltas) y solo dos de la trilogía de El Hobbit, precisamente cuando estaba preparando este viaje. Ni tampoco habíamos leído los libros de Tolkien.
Pero sabíamos de la existencia de los personajes de Frodo y Bilbo Bolsón, Gandalf… Teníamos conocimiento de la existencia de Hobbiton (La Comarca) y todo el revuelo y éxito de ambas trilogías.
Y había visto fotos de los ondulados y verdes campos de Waikato que enamoran a cualquiera. Lo mismo que sedujeron a Peter Jakson, como materia prima excelente dónde montar el decorado del hogar de los hobbits.
Así que no había mucha duda a la hora de incluir esta visita en nuestro itinerario, máxime cuando nos pillaba casi de camino a Rotorua.
Te llevan en un autobús hasta la misma aldea donde comienza la visita guiada. Lógicamente en inglés.
Hacía un día de sol luminoso que respaldó sobremanera el encanto de esta visita.
El guía va explicando la historia de aquel montaje y contando algunos detalles y entresijos del decorado. Cruzando aquellos huertos, jardines, los agujeros hobbit, te vas dando cuenta de la brillante labor de diseño llevada a cabo y el cuidado primoroso de todos los detalles.
Mirara dónde mirara, todo me gustaba. Los simpáticos y variados hobbit holes y su gran cantidad de detalles. Las cuidadas y primorosas flores y huertas. El verde radiante que todo lo rodea y los majestuosos árboles.
Los agujeros hobbit son de diferentes tamaños. Los hay grandes y pequeños. Para dar la apariencia de que Gandalf es muy grande o que los hobbit son muy pequeños.
Para construir los hoyos hobbit se utilizaron bloques de madera en los que tallaron las curvas y detalles. A la madera se les dio apariencia añeja tratándola con vinagre. Incluso prepararon una mezcla de musgo, pintura y pegamento para que las vigas parecieran viejas. Dentro de los agujeros no se puede entrar. Además no hay nada pues las tomas de interior no fueron grabadas aquí. Aunque sí que hay uno al que se puede entrar por la puerta redonda y hacer fotos.
En el recorrido se ven árboles frutales que son manzanos y perales. Como Tolkien describió a los hobbits sentados bajo los ciruelos, se utilizaron estos manzanos. Pero antes de filmar se les quitaban las hojas y las manzanas y les colocaban hojas de ciruelo y colgaban ciruelas de plástico.
Se va subiendo una colina que lleva hasta Bag End, la casa de Bilbo Bolsón. Es el más grande de los hoyos hobbit. Tiene su puerta verde y por encima se alza un enorme roble. Pero este roble no es un verdadero roble. Es el único árbol artificial y está hecho de acero y silicona. Se tomaron moldes de un roble y se usaron para hacer que la silicona tuviera apariencia de corteza. Las ramas se cortaron de un roble original y se trasladaron numeradas hasta este que estaban montando. Les quitaron sus hojas y se colocaron 200.000 hojas de plástico importadas de Taiwan. Pegadas una a una, manualmente, por un grupo de estudiantes. El libro decía que allí había un roble y por tanto tenía que aparecer en la escena
El aire mece sus ramas y deja caer algunas hojas al suelo. Las tocas y compruebas que realmente son artificiales. Pero dan el pego, totalmente.
Desde aquí arriba las vistas son preciosas. Dominas el pequeño valle ondulado plagado de agujeros hobbit, el lago, el molino …
Junto al lago un gran pino dónde Bilbo celebró su 111 cumpleaños. En el libro se menciona un pino milenario, similar a este. Pero este pino sí que es natural. Otra de las razones por las que Peter Jackson escogió este lugar en concreto para el decorado de su aldea hobbit.
Se desciende de la colina hasta los prados verdes. Pasando junto al molino de Ted Arenas y cruzando el lago por el puente hasta Delagua, hasta la taberna del Dragón Verde.
A diferencia del interior de los agujeros hobbit, que están vacíos, la taberna del Dragón Verde cuenta con una cuidada y ambientada decoración. Toda la madera es de árboles nativos, tallados a mano. Permanece igual que se ve en la película. Todo es auténtico, desde las baldosas en el piso hasta las vigas del techo.
Te ofrecen cuatro tipos de bebida, cerveza de malta inglesa, cerveza de malta oscura, sidra de manzana de barril y cerveza casera de jengibre. Y aunque están calentonas y no te guste mucho el sabor, te la bebes pues a estas alturas del recorrido ya estás ambientado y metido en el mundo de los hobbits. No todos los días puedes brindar con una cerveza de jengibre en un decorado tan excepcional.
Al llegar nosotros el anterior grupo ya se marchaba de la taberna y nos quedamos solos, nuestro grupo y el guía. Como éramos los últimos, estuvimos bastante rato por allí. Disfrutando del paisaje, del decorado, relajados. Así que después de todo había sido un acierto el haber cogido el último tour.
Después, solo carretera hacia Rotorua.
Este último tramo se hizo muy pesado, y eso que solo nos quedaban 72 km., por la SH5. Pero es que llevábamos más de 48 horas sin dormir en una cama.
En Rotorua teníamos reservado alojamiento en Studio Motel, en la calle principal, Fenton Street, reservado por booking. Dos apartamentos de dos dormitorios cada uno. La ubicación es muy buena y tiene buena puntuación. Pero las fotos no se corresponden con la realidad. Ahora está mucho más ajado y descuidados los jardines.
Nada más dejar las maletas hay que volver a ponerse en acción. Unos cuantos vamos al supermercado para hacer acopio de víveres para la cena, el desayuno, el pic nic… Menos mal que no dimos vueltas pues ya tenía localizados con anterioridad un par de supermercados al final de la misma calle Fenton St., un Countdown y un Pake’n Save.
Y por fin podíamos darnos una ducha y meternos en la cama. Al menos los colchones eran muy cómodos.
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