Para el día de hoy teníamos pensado ver lo más llamativo de la Selva Negra y desde allí, acercarnos a Colmar, un capricho que teníamos porque llevábamos tiempo queriendo ir. Así que el día se nos quedo corto para disfrutar completamente de la Selva Negra. Sin duda, con más días recomendamos que a la Selva Negra y sus encantos se dedique el día entero.
Bueno, ¡empezamos la ruta! no se si me gustó más el camino hacia el destino o el destino en sí. La Selva Negra es una auténtica pasada, llegamos más tarde de lo esperado a todos los sitios preparados para éste día porque cada dos por tres parábamos el coche para hacer fotos.
Primer destino del día, Triberg, un pueblo rodeado por bosques en los que hay bonitas rutas hasta unas cataratas, nosotros nos limitamos a ver el pueblo por falta de tiempo, ¡pendiente para la próxima!
Bueno, ¡empezamos la ruta! no se si me gustó más el camino hacia el destino o el destino en sí. La Selva Negra es una auténtica pasada, llegamos más tarde de lo esperado a todos los sitios preparados para éste día porque cada dos por tres parábamos el coche para hacer fotos.
Primer destino del día, Triberg, un pueblo rodeado por bosques en los que hay bonitas rutas hasta unas cataratas, nosotros nos limitamos a ver el pueblo por falta de tiempo, ¡pendiente para la próxima!
Al lado de Triberg, se encuentra Schonach, y allí el primer reloj de cuco más grande del mundo, y digo el primero, porque ahora hay otro, pero nos pareció que éste tenía más encanto, así que allá fuimos. La entrada cuesta 3€ y cuenta con las explicaciones de la nuera del señor que lo construyó, guiándose por un mecanismo de un pequeño reloj de cuco. Además, nos coincidió que cuando accedimos al patió salío el cuco, nada del otro mundo, pero fue curioso de ver.
Nunca me gustaron los relojes de cuco, pero allí era todo tan encantador que a puntito estuve de comprar uno
Seguimos nuestro camino entre paisajes de este tipo:
Y llegamos a nuestro tercer destino del día, el lago Titisee, uno de los más visitados de la Selva negra, de origen glaciar. El pueblo era como el típico pueblo de veraneo en los que se alojan en verano las personas que viven en la ciudad. Lleno de casitas de madera, tiendas y restaurantes. El lago tiene zonas de arena ya que en verano es habitual que la gente pase allí el día bañándose y tomando el sol. Hay también barcos de visitas guiadas y barquitas de pedales para poder dar un paseo por el lago por tu cuenta, lo que también nos queda pendiente.
Aprovechamos para comer allí, en el restaurante Bergsee (buen precio y buena comida), disfrutando de estas vistas:
Y como no, de postre, tarta Selva Negra, típica de la región.
Con la tripa llena, pusimos rumbo al cuarto y último destino del día, Colmar.
Teníamos muchas espectativas en este pueblo y quizás por eso no lo encontramos tan impresionante como el resto de pueblitos alemanes visitados los días anteriores. Es verdad que es precioso y merece la pena de ver, pero acostumbrados a la calma de Alemania, con sus paisajes, casas y alrededores cuidadísimos, nos encontramos con que Colmar fuera de las calles principales era un pueblo de lo más normal, con casas y pequeños edificios feos, carreteras con tráfico, coches que circulaban por el interior del pueblo, calles abarrotadas de gente... Igual hubiera sido mejor visitar Friburgo, capital de la selva negra que quedaba cerquita del lago Titisee, pero nos íbamos a quedar con la espinita de no ver Colmar estando tan cerca, así que ¡a disfrutarlo!
Las casas y zonas bonitas, realmente enamoran, y así acabamos el día, callejeando y tomándonos un café en sus bonitas plazas.
Ya de noche, volvemos a casa para cenar y a dormir que al día siguiente tocaba madrugón para coger el avión. Todo lo bueno se acaba... ¡¡a preparar el próximo viaje!!
Ruta del día: