A las 11:30 teníamos concertado el transfer hasta el aeropuerto, así que podíamos desayunar tranquilamente y admirar por última vez el puerto.
Puntualmente aparece el minibús que nos va a trasladar al aeropuerto. Es domingo y el tráfico está tranquilo. Así que llegamos rápidamente. Al entrar observamos que la terminal está abarrotada de pasajeros. Es natural dado su tamaño. Tras los trámites habituales sin contratiempo pues la maleta extra que vamos a facturar pesa exactamente los 15 kilos que habíamos pagado. Pasamos a la zona de embarque en donde compramos unos bocadillos pues el plan es cenar en Taormina. Cuando llaman para el embarque vemos que el avión va a ir superlleno y la mayoría del pasaje son italianos, me imagino que sicilianos en particular. La compañía aérea decide que van a poner las maletas del equipaje de mano en bodega gratuitamente, lo que nos agrada pues iremos más cómodos y de todas formas tenemos que esperar la maleta facturada. Así que las identifican y luego las vamos dejando antes de entrar en el avión al que vamos caminando como cuando llegamos.
El avión sale con algo de retraso pero en media hora estamos en el aeropuerto de Fontanarossa de Catania. Hay una calima tremebunda lo que significa calor como en Malta. Es el siroco que llega de África, al fin al cabo el Canal de Sicilia es de unos 140 kilómetros hasta la costa de Túnez, si no contamos la ventosa islita de Pantelaria que está más cerca de África que de Sicilia, a la que pertenece.
Recogemos los bártulos que no tardan mucho en salir. Y nos dirigimos al Rent-a-car que está fuera de la terminal de llegadas junto al aparcamiento. Gracias a Google Maps sabíamos dónde se encontraba la oficina pues no es tan fácil dar sino con ella. Curiosamente, nos dan a elegir entre dos coches ambos amplios y que nos permiten llevar todo el equipaje en el maletero sin estar a la vista. Elegimos un Kia Ceed´s ranchera que incluye cámara trasera.
Por un momento temo que sea un problema para buscar hueco para aparcar y moverse por las estrechas calles de algunos pueblos sicilianos. Luego comprobaría que ese temor fue exagerado.
Tras adaptarnos al nuevo vehículo seguimos nuestro GPS (que nosotros llevábamos) con dirección al primer hotel de nuestra estancia en Sicilia. Tomamos la autopista que nos llevará a Taormina. En el camino nos sorprenden dos cosas: la cantidad de zonas aledañas a la carretera quemadas a lo largo del camino y los coches que van por el carril de la derecha circulando casi por el arcén. Al principio nos parece que van a parar pero no, siguen circulando de esa manera. Nos extraña el comportamiento… ¿Qué será? (No encontraríamos la respuesta hasta días más tarde). Divisamos, en lo alto del Monte Tauro nuestro destino. Finalmente abandonamos la autopista y nos metemos en una serie de curvas y nos encontramos que uno de los grandes aparcamientos de la zona baja, el Aparcamiento Lumbi y nos metemos en las estrechas calles y ya observamos que hay que poner mil ojos con otros coches y peatones pues todos van a su bola… Pasamos por Porta Messina, uno de los extremos de la calle Corso Umberto, que luego recorreríamos, y tomamos la carretera que lleva al Hotel Mediterranée, que elegimos tras constatar que era de los pocos que aseguran aparcamiento, aunque sea de pago. Un empinado camino lleva desde la entrada al recinto a la puerta del hotel. Allí llegábamos sobre las seis de la tarde. Descargamos el equipaje con ayuda de empleados del hotel y subimos a la habitación asignada. Los ascensores son bastante estrechos y la decoración del hotel es elegante, pero con mobiliario de cierto aire antiguo. Nos han pedido que dejemos las llaves del coche que nos lo aparcarán ellos. Luego lo vimos bien aparcado en aquel camino que a la entrada nos pareció tan estrecho. El recepcionista tras informarnos, en italiano, de la posición del hotel y como llegar al Corso Umberto, nos indica para nuestra decepción que el Teatro Griego está cerrado esa tarde por un espectáculo que va a acoger. Así que tenemos que dejar su visita para la mañana siguiente.
Taormina, fue llevada a la primera página del turismo internacional cuando Goethe, en su Viaje a Italia, la definió como “Paraíso en la Tierra”. Tomada posteriormente, en el siglo dieciocho, por los ricos británicos como meta final de su “Grand Tour”, ha sido desde entonces receptora de personajes famosos: príncipes, políticos, actores, etc., sobre todo en invierno, por su clima suave y su paisaje único con el Etna de fondo. Todo ese esplendor está, quizás actualmente, deslucido por el “turismo de masas”. Su antiguo esplendor es por lo que justifica posiblemente la decoración “decadente” del hotel, como mencionábamos antes.
Nos echamos a la calle y tras bajar por un callejón cercano al hotel, nos encontramos con la Porta Catania, el otro extremo del Corso, cuyo nombre llama la atención: Umberto (encima asesinado por un anarquista), ya que siendo Italia una república no haya cambiado el nombre de tantas calles principales dedicadas a sus reyes tras la unificación (éste y los Vittorio Emanuele)
Ya lo habíamos leído: los fines de semana Taormina se ve invadida por una multitud de visitantes. No engañaron.
Tampoco engañaron los viajeros del pasado: a lo largo del Corso nos encontramos rincones que hacen único a este rincón de Sicilia: el Duomo, la Plaza del 9 de Abril, con sus vistas de la playa de Naxos y el Etna.
Las fotos son difíciles pues ya está el sol poniente y nos coge de frente y con luces y sombras contrastadas.
Pero era hora de cenar y nos disponemos a buscar algún lugar de las calles aledañas, todas llenas de escaleras. Hay restaurantes por todos lados. “Huelen” que vamos buscando donde entrar y nos acosan con las cartas en ristre. Queríamos quedarnos en alguna terraza pues el calor es mucho pese a la hora. Acabamos en “Mamma Rosa” y nos dicen que hay patio interior y entramos. Nos sentamos en una mesa redonda todos. Hace bastante calor y un ventilador o unos aspersores vendrían bien para cenar más frescos. Pedimos pizzas, gnocchi, lasaña… y por supuesto unas cervezas. Aquí descubrimos la “birra Moretti” de 600 cc. ¡Sin comentarios…!
Solo decir que las siguientes ocasiones era el tamaño que pedíamos. El servicio no es muy rápido pero en estas ocasiones lo importante es disfrutar de estos momentos. Los precios nos parecen más bajos que en Malta aunque días posteriores serían los más caros que encontramos en toda Sicilia. Cuando salimos, ya anochecido, descubrimos el ambientazo en las terrazas de la calle con un músico ambulante que, al violín, toca el Tema de Amor de El Padrino. Es el ambiente siciliano veraniego en estado puro y al que a cualquier viajero enamora. Subimos hasta el Corso y llegamos hasta el Largo de Santa Caterina donde junto a la Iglesia que le da nombre se halla el Palazzo Corvaja. De aquí parte la via que conduce al teatro griego, que mañana veremos, pero no podemos resistirnos a llegar hasta allí viendo los numerosos establecimientos de recuerdos y puestos de “granite”. Justo al lado de la entrada al Teatro se encuentra el superlujoso Hotel Timeo que desde 1874 recibió a la flor y la nata de los visitantes de Taormina como Winston Churchill, Thomas Mann o Tenessee Willians, que se dice escribió aquí alguna parte de “Un tranvía llamado deseo” o “La gata sobre el tejado de zinc”. Vemos que efectivamente había algo en el teatro, pues están entrando gente y mostrando sus entradas.
Regresamos por dónde venimos. Pese a la hora, sigue haciendo mucho calor. Subimos las cuestas camino del Hotel. En él salimos a la enorme terraza del desayuno y admiramos el paisaje nocturno lleno de luces. Nos quedamos un rato allí sentados pues al menos se está algo fresco. Finalmente regresamos a la habitación. Aquí si se está realmente bien ¡Qué gran invento el aire acondicionado!