Día Cinco: Taormina, Cefalú y camino hacia Palermo. ✏️ Diarios de Viajes de Europa Sur

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Amanecemos en Taormina y vamos al desayuno que se sirve en la terraza que estuvimos anoche pero aprovechando las zonas de sombra pues el sol calienta desde temprano. La vista es espectacular. Todavía no hay mucha calima y el paisaje con el Etna es admirable.


Tras extasiarnos un ratito vamos al desayuno. Este en cuanto a bollería está bien y del café que se puede decir, en Italia donde es una religión. Hay bastante fruta y yogures pero no hay platos de comida caliente. El zumo está demasiado aguado. El personal es muy amable.
Tras coger fuerzas nos dirigimos a la habitación donde dejamos las maletas cerradas pues el check-out es a las once y nos dirigimos al Teatro con el impenitente calor. Abren a las nueve y hace poco que lo hicieron cuando llegamos pero ya hay otros visitantes que como nosotros quieren evitar el calor que es enorme ya (obsérvese que lo repito bastante). El precio es de 10 euros, los adultos, y 5 los jóvenes de menos de 25 años de UE. Tras atravesar unos jardines desde los que se ve Taormina encaramada en el Monte Tauro y la playa de Naxos.


Tras una serie de muros algo ruinosos se accede al teatro. Es de esas imágenes mil veces vista pero que asombran por igual cuando uno las contempla en persona.

Podemos compararla con esta antigua estampa del mismo lugar, cuando estaba en estado ruinoso y aún así llamaba la atención de los artistas.

Como era de esperar el escenario está ocupado por los andamiajes del espectáculo que se representaba anoche. En verano es así siempre.
Tras tomar innumerables fotos del conjunto, abandonamos el teatro por el extremo contrario a donde entramos aunque luego convergemos a la misma entrada y nos dirigimos al Corso Umberto I, hoy tranquilo por la hora y el día, lunes.




Tras hacer las fotos, que ayer eran casi imposibles por el sol y la gente, nos dirigimos al hotel. Pagamos, recogemos el equipaje lo cargamos en el coche y rumbo a Palermo. Antes de meternos en la Autopista, que es de pago, bajamos hasta la costa para admirar las vistas de Isola Bella y sus alrededores llena de bañistas. Es una costa realmente hermosa.
Subimos hasta la autopista y ya nos espera un buen trecho de carretera pues nuestra siguiente parada será Cefalú. Al cabo del rato divisamos el estrecho de Mesina, donde según el mito clásico se refugiaban los dos monstruos Escila y Caribdis, que atravesó Ulises en su regreso a Ítaca. Lo cierto es que no se sabe a ciencia exacta a qué estrecho se referían donde habitaban los monstruos pero los remolinos que se producen en este estrecho y que según el mito producía Caribdis permitió asociar a ese innombrado estrecho con el de Mesina. Pese a dichos remolinos, numerosos ferrys unen la Italia continental con este lugar de Sicilia, llevando en su interior incluso los trenes que prosiguen su camino posteriormente hasta diversos lugares de la isla.
La autopista, de peaje, atraviesa en toda su longitud un número enorme de túneles de las más variadas longitudes (algunos larguísimos). Pero con numerosas zonas en que la autopista se convierte en carretera de dos sentidos principalmente en algunos túneles. Lo que da la impresión de obra inconclusa que no extraña dado la envergadura de la misma con tanto túnel. El tráfico es escaso. Y atención, las gasolineras inexistentes por lo que conviene ir con el depósito lleno antes de recorrerla.
Sobre las tres, llegamos a Cefalú. Nos dirigimos al aparcamiento que hay en el Lungomare junto a la playa. Menos mal que es lunes pues quedan sitios para aparcar pese que luego veríamos que la playa está a reventar. Hay que pagar 8 € como dicen en USA, “flat fee”, es decir lo mismo da que estés todo el día como 5 minutos. Salimos con el estómago rugiendo y viendo lo que hay en el paseo nos sentamos en la terraza del Al Gabbiano, en pleno paseo. No se está mal gracias a algo de fresco que nos trae el mar, pero sin excesos. Nos animamos a probar algunos platos típicos sicilianos como es la caponata, además de spaghetti alle vongole (con almejas) y otra con gambas, pizza, gnochi, verduras a la parrilla. Esta vez sin cervezas porque después hay que conducir pero sí los cafés. Platos abundantes y ricos. Resulta todo solo 98 euros incluido el “coperto”. Nos parece una ganga por el sitio y las cantidades.
Una vez lleno el buche iniciamos la visita a Cefalú. Hay mucho ambiente y la playa está repleta.

Subimos por la Via de Vittorio Emanuele y subimos por una bocacalle hasta el Corso Ruggero que desemboca en la plaza del Duomo. Plaza muy agradable presidida por el edificio que le da nombre. El italiano es más preciso que el castellano a la hora de llamar a estas iglesias. Así, duomo es la iglesia más grande de un lugar, sin más, mientras que cattedrale es, además, la sede de un obispado. Usan generalmente más la palabra duomo que cattedrale pues lo primero es evidente, generalmente, mientras que lo segundo solo es administrativo. Así por ejemplo lo que nosotros conocemos como la catedral de Milán ellos le llaman el Duomo di Milano a pesar de ser cattedrale también. Este es el caso también de Cefalú.
Perdonen la digresión. Esta catedral forma parte junto a la de Palermo y Monreale del conjunto árabe-normando patrimonio de la Humanidad desde el año 2015. Las dos torres de su fachada son muy parecidas pero si observa detenidamente son diferentes. Dicen, porque una representa el poder de la iglesia y otro el de la monarquía.


Sea lo que sea, le da ese aire característico de su origen normando y su formas defensivas con almenas como los castillos a los lados. Entramos en la catedral y nos encontramos con la zona del presbiterio-ábside en obras.

Afortunadamente al menos es visible el Cristo Pantocrátor tan típico de los mosaicos bizantinos dando su bendición con los dedos curvados, de una forma característica.

Pero el resto no, por lo que la parte de mayor interés por sus mosaicos no se podían ver. La idea de su promotor, el rey Ruggero II era convertirla en el reposo de sus restos en agradecimiento de que las costas de Cefalú le salvaran de un naufragio. Sus deseos no fueron cumplidos y reposa en una tumba de la Catedral de Palermo. Estos cambios de plan también significaron que sea más pequeña de lo originalmente diseñada. Así que como el resto de la iglesia es más bien sencillo, nos quedamos un tanto decepcionados.
Salimos y bajamos de nuevo a la Via Vittorio Emmanuele para visitar el lavadero llamado medieval (aunque no es tan antiguo sino del siglo dieciséis) que aprovecha el riachuelo Cefalino, antes de llegar al mar y que en una lápida del siglo 1655, a la entrada califica de “saludable, más puro que la plata y más frío que la nieve”

Curioseando las tiendas de recuerdos, nos dirigimos a coche, pero antes en una heladería nos tomamos las primeras “granite” (en singular granita). Hace mucho calor y se agradecen. Después vamos a pegar el tirón hasta Palermo.
Pero no fue de un tirón pues en el camino nos encontramos con un incendio (este sería el primero de ellos), pero esta vez en activo. Curiosos, pudimos paramos justo en una de las pocas gasolineras a ver los aviones en acción como descargaban sus depósitos de agua y los volvían a llenar al mar.



Seguimos y llegamos a Palermo. Palermo tiene una zona céntrica llamada ZTL (Zone a traffico limitato) donde solo pueden atravesar transporte público, residentes y los vehículos que paguen derecho. Por tanto conviene saber, si se llega en coche particular, si para ir al hotel la ruta que escojamos la atraviesa. La nuestra, afortunadamente no lo hace. Pero en el trayecto tenemos ocasión de experimentar el más peligroso recorrido que he hecho en mi vida, dada la anarquía vial que “disfrutan” los habitantes de esta ciudad. Cuyo patronímico es, pese a lo que podríamos creer, “panormitanos” (del nombre latino de la ciudad Panormus) más que “palermitanos”, pero yo me inclino por lo segundo pues para “normas” no están mucho. Salidas de aparcamiento en dirección contraria, las líneas de carriles no existen, los peatones cruzan por donde quieren (al fin al cabo los pasos de cebra no se ven) al ritmo que les parece, los stops son para el último que arranque. Si esperas a que te den paso pueden darte las uvas. Solo los semáforos se respetan (creo). Es el caos admitido por todos. Nadie pita a nadie. Así que cuando llegamos al hotel, descargamos y dejamos las llaves del coche para que nos lo aparquen, damos un respiro. Mañana no cogeremos el coche en todo el día.
El hotel elegido es el Best Western Ai Cavalieri. Es muy céntrico, pero Palermo, como otras ciudades de Sicilia, tiene la capacidad de parecer que estás muy lejano al centro cuando estás solamente en la parte de atrás de la avenida principal.
Tras refrescarnos un poco en el aire acondicionado caminamos hacia un Carrefour Market que está a unos diez minutos andando para comprar algo para la cena pues tras la buena comida, no nos apetece cenar mucho. Son las diez pero el calor no disminuye. Así que regresamos al hotel que al menos en la habitación no se suda. Hasta mañana.

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