Día 12, sábado 29 de julio. Canopy y tirolinas con Selvatura.
Hoy nos levantamos pronto porque toca... el super día de aventuras!
Para desayunar nos ponen taaaaaaaaanta comida y tan excelente que llegamos a pensar que no volveremos a comer en 3 días. Fruta, zumo, yogur de moras, tostadas con mantequilla y mermelada casera, café con leche y por si nos habíamos quedado con hambre, dos paninis para chuparse los dedos. Como no nos caben, nos los llevamos como tentempié para pasar el día.
Rico, ricooooooo
Desayunando en la mesa vemos que en el árbol de delante también hay un colibrí!!
La casa es preciosa y el entorno también!
Sobre las 8:00 de la mañana ya estamos en el coche camino a Selvatura. Al llegar vemos cola y toca esperar como 30' a que nos atiendan, impacientes por empezar. Una vez conseguimos los tickets del canopy, la tirolina y el colibriario (75$ los adultos y 50$ Júlia (el colibriario cuesta 5$ por persona pero Carlos, de Casa Batsú, nos lo arregla para que nos lo regalen)) entramos al jardín.
Al cruzar la pasarela... ALUCINAMOS!!!! Hay muchos colibrís, volando rapidísimo y comiendo de unos 20 bebederos. Vamos directos a ver si se quieren posar en nuestro dedo, y siiiiii!! ole, ole! Solo hay que tener un poco de paciencia y en seguida le pillas el truco.
Al principio hay bastante gente, porque van entrando con grupos grandes y sus guías, pero en 10 minutos se van y nos quedamos solos. Nuestra idea era hacer las tirolinas a las 11:00h. pero estamos tan felices que lo atrasamos hasta las 13:00h. Preferimos tomárnoslo con calma...
Empieza a llover, guardamos la cámara y nos ponemos los chubasqueros. Problema solucionado! De allí no nos sacan ni con aguarrás. Al cabo de un rato para de llover y nosotros, que seguimos encantados mirando el vuelo de los colibrís y sacando fotos como locos, no quedamos.
Sobre las 10: 20 nos vamos con mucha pena, pero tenemos que hacer los puentes y no queremos tener que correr. Hacemos una parada técnica en el WC y a por la siguiente actividad. El paseo por los puentes es muy bonito y da un pelin de impresión porque alguno se mueve, pero aunque ya nos lo habían avisado, no vemos nada de nada, ni pájaros, ni animales, y de plantas, las justas... Los dos opinamos que es caro para lo que es, y para mí, prescindible.
Ejemplo de uno de los puentes más largos...
La selva vista desde la copa de los árboles y donde se aprecia porque le llaman el bosque nuboso.
Los árboles vistos de tu a tu
A las 12:00 llegamos a recepción, desde donde nos equipan para las tirolinas. Descansamos un poco en los sofás que hay, aprovechamos que hay WIFI para enviar alguna foto a la familia y en 40' aprox nos vamos a la cola que se forma para vestirnos. La cosa va leeeeenta, pero a medida que nos vamos preparando nos mandan a unas furgonetas con las que nos aproximan a las tirolina.
Uffff, esto va en serio!!! Una vez llegamos todavía tenemos que caminar 10 minutos más hasta la primera plataforma, donde aún nos tenemos que esperar unos 20 minutos más hasta que llega todo el mundo y pueden hacernos el breefing.
Los nervios chungos vienen cuando empezamos a subir la escalera. Esta muy alta y se ve inestable... . Además, como piden que los padres con niños pasen primeros, allí vamos nosotros.
Subimos nosotros y otra familia inglesa con dos niños, pero uno de ellos empieza a ponerse blanco y tienen que dar media vuelta... A nosotros nos preguntar si queremos que Júlia vaya acompañada o sola, y nosotros, al ver la altura, decidimos que si, que mejor acompañada.
La cogen en volandas, la cuelgan con otro monitor y se la llevan sin que nos de tiempo ni a parpadear. Pero después de ver que desaparecen en medio de la selva, tardamos como 10 minutos en que nos dejen tirarnos a nosotros. Nos agobiamos un poco pensando en si le ha dado miedo o si se ha preocupado porque no nos ve, pero no podemos hacer nada. Cuando por fin nos dicen que me toca casi me da algo!!
No te da tiempo a pensar porque prácticamente te tiran ellos (supongo que si las 50 personas del grupo nos ponemos a dudar en las plataformas no acabarían nunca...) Las primeras tirolinas van seguidas y yo temblando, temblando cada vez que llegaba a una parada, pero nada, 10 segundos y ya estabas en el aire otra vez.
Madre mia que subidón de adrenalina!!!!
Al final de la 5ª tirolina encontramos a la peque esperándonos encantada de la vida. Genial! Tenemos una hija valiente de verdad! Ahora toca bajar, hacer otra aproximación caminando unos 10 minutos más y a seguir con la aventura.
Este rato me ha servido para tranquilizarme un poco y las siguiente tirolinas las puedo disfrutar un poco más. En alguna nos hacen tirar en pareja, en alguna otra se tira Raul con Júlia y hay un par, más pequeñas, que se tira Júlia sola!
Al cabo de un rato llegamos al Tarzán, una especie de columpio gigante. Somos los primeros y nos dejan verlo desde abajo. La peque y yo no lo tenemos claro, pero Raul se atreve y para el, fue lo que más le impresionó de la actividad.
Ahora toca la super tirolina de 1 km de largo. Con la mala suerte de que se pone a llover de nuevo... y para que no baje la emoción, una gran nube rodea la cuerda. En esta tirolina nos tiramos los tres juntos, pero no se ve naaaaaaaaada de naaaaaaaaada, y yo hay un momento en el que empiezo a gritar que Raul pare un poco la cuerda.
Resultado, al final nos tienen que venir a rescatar y el chico nos tiene que arrastrar a los tres colgado como un mono boca abajo y tirando de nosotros (pobrecillo....)
Ufffff, esta sera la palabra que más veces habré dicho esta mañana! Son las 14:30 y en una hora de reloj nos vienen a recoger al hotel para ir a montar a caballo. Non stop!
Llegamos a Casa Batsú a las 15:00 y preguntamos por Carlos para confirmar que queremos cenar con ellos, pero no lo encontramos. Descansamos 20 minutos y nos viene a buscar Fabián, el jinete que nos hará de guía.
Vamos a las caballerizas con coche, pagamos los 40$ por caballo para una vuelta de 2 horas y salimos a pasear bajo un sol radiante.
Vamos entrando en pequeños bosques a ver si tenemos suerte y encontramos animales, pero solo logramos ver un perezoso enorme hecho una bola en lo alto del árbol. Seguimos la ruta y Júlia va encantada, pero al cabo de una hora y cuarto de paseo, se pone a diluviar.
Novatos (y despistados) como somos, nos hemos dejado los chubasqueros en el hotel así que acabamos empapados de arriba a abajo (braguitas incluidas...) y con un frío que pela. Cuando conseguimos llegar a Casa Batsú, mojados y congelados, nos pegamos una súper ducha caliente que nos deja como nuevos.
Al rato buscamos a Carlos a ver si podemos cenar con él, porque con las prisas aún no hemos comido, pero ya había hecho planes con sus peques y no puede. Lástima, porque viendo los desayunos que prepara valía la pena ver como cocinaba. Otra vez será! Volvemos a cenar al Sabor Tico, que aunque no es para tirar cohetes es pasable. Comemos algo y a la cama que estamos reventados de tantas emociones.