Por fin conseguimos poder realizar una escapadita a esta ciudad a la que tantas ganas le teníamos y que, por una u otra razón, habíamos ido dejando.
La idea original era irnos en tren a Madrid y luego de allí a Toledo, porque nos echaba un poco para atrás el tener que hacer unas cinco horas de coche, sin contar paradas. Pero el precio del tren no quiso colaborar, así que finalmente decidimos irnos cuatro días en lugar de tres, por si la paliza del coche era demasiada. He de decir que el viaje no se hizo para nada incómodo, así que acertamos
Nos tomamos la ciudad con calma, ya que aunque tiene mucho que ver, las distancias son cortas, algo empinadas pero cortas
Bueno, pues seis horas después de salir llegamos al hotel. El elegido fue el Casona de la Reyna, un hotelito de veinticinco habitaciones y tres estrellas que además nos salió muy bien de precio gracias a una oferta. Está situado a orillas del Tajo, y, una vez que te ubicas, en diez-quince minutos te plantas en la Catedral y en cinco estás en la Sinagoga del Tránsito. Tiene parking de fácil acceso y en la misma calle donde se encuentra vimos sitios libres.
Como eran casi las dos, preguntamos por algún sitio cercano para comer y nos indicaron varios, el más cercano en la calle que va de la Sinagoga del Tránsito a San Juan de los Reyes, así que para allá fuimos, aunque no a ninguno de los recomendados. Vimos una placita con mesas de varios sitios y allí que nos acoplamos. Unas raciones, un plato del día y un camarero muy agradable en el Bar “La Casita” a un precio muy razonable.
Después de todo esto, nos dirigimos dando una paseo y realizando una primera toma de contacto con el empedrado toledano a la Catedral.
La idea original era irnos en tren a Madrid y luego de allí a Toledo, porque nos echaba un poco para atrás el tener que hacer unas cinco horas de coche, sin contar paradas. Pero el precio del tren no quiso colaborar, así que finalmente decidimos irnos cuatro días en lugar de tres, por si la paliza del coche era demasiada. He de decir que el viaje no se hizo para nada incómodo, así que acertamos
Nos tomamos la ciudad con calma, ya que aunque tiene mucho que ver, las distancias son cortas, algo empinadas pero cortas
Bueno, pues seis horas después de salir llegamos al hotel. El elegido fue el Casona de la Reyna, un hotelito de veinticinco habitaciones y tres estrellas que además nos salió muy bien de precio gracias a una oferta. Está situado a orillas del Tajo, y, una vez que te ubicas, en diez-quince minutos te plantas en la Catedral y en cinco estás en la Sinagoga del Tránsito. Tiene parking de fácil acceso y en la misma calle donde se encuentra vimos sitios libres.
Como eran casi las dos, preguntamos por algún sitio cercano para comer y nos indicaron varios, el más cercano en la calle que va de la Sinagoga del Tránsito a San Juan de los Reyes, así que para allá fuimos, aunque no a ninguno de los recomendados. Vimos una placita con mesas de varios sitios y allí que nos acoplamos. Unas raciones, un plato del día y un camarero muy agradable en el Bar “La Casita” a un precio muy razonable.
Después de todo esto, nos dirigimos dando una paseo y realizando una primera toma de contacto con el empedrado toledano a la Catedral.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Aprovechamos que los domingos por la tarde es gratis para los ciudadanos de la Unión Europea presentando un documento acredidativo. La audioguía es altamente recomendable. La pena es que no se puedan hacer fotos, aunque no me di cuenta hasta después de hacer varias (es cierto, suelo respetar esos carteles, pero iba yo tan contenta con mi audioguía mirando para todas partes que no lo vi).
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos fuimos un rato para el hotel, que el madrugón pasaba un poco de factura y ya salimos a cenar por la zona de la judería, unas raciones en el Gambrinus, que fue el que pillamos más a mano.