Capítulo 16- El Parque Nacional de Bokor y la fantasmagórica Estación de Montaña ✏️ Diarios de Viajes de CamboyaCon el buen tiempo volvieron las aventuras, así que el día siguiente madrugamos y a primera hora estábamos en la puerta de la guesthouse donde ya nos esperaba el 4×4 con nuestros compañeros de excursión. El hombre que nos convenció el día anterior...Diario: Camboya, más allá de los Templos de Angkor⭐ Puntos: 5 (56 Votos) Etapas: 24 Localización: CamboyaCon el buen tiempo volvieron las aventuras, así que el día siguiente madrugamos y a primera hora estábamos en la puerta de la guesthouse donde ya nos esperaba el 4×4 con nuestros compañeros de excursión. El hombre que nos convenció el día anterior para hacer la escapada (al que llamaré guía porque no me acuerdo de su nombre) nos invitó a entrar al coche para partir, ya que éramos los últimos. Ya “acomodados” en la parte trasera del vehículo vimos que aparte del guía y del conductor había cinco personas con las que, no se por qué, no llegamos a hablar siquiera en todo el día, así que solo puedo decir que eran un par de chicas que iban juntas y otros tres que parecía que también. Nos dirigíamos al Parque Nacional de Bokor (llamado también Parque Nacional de Preah Monivong), a unos cuantos kilómetros de Kampot, para visitar los alrededores: primero una antigua estación francesa y más tarde unas cascadas. La versión camboyana del hotel de "El resplandor" El camino poco tuvo que envidiarle al del comienzo del trekking con la pick-up tan solo un año atrás en Laos. La carretera para subir a Bokor, construida en los años 20 y a la fuerza por camboyanos, estaba inacabada; aunque en verdad estaba solo la tierra levantada marcando el trayecto por donde se supone que algún día habrá una carretera, y siendo ya el último mes de la estación húmeda y después de todas las lluvias caídas, había más socavones que tramos lisos. Mientras subíamos, las 7 personas que íbamos detrás nos agarrábamos fuerte a los asientos desprovistos de cinturones, para no darnos contra el techo. No pude grabar nada porque la cámara dejó de funcionar justo los primeros días de Bokor, pero ni el tener las dos manos libres impidió que me golpease la cabeza en repetidas ocasiones. No fue esto un impedimento para poder disfrutar del paisaje que ofrecía la montaña, poblada de árboles en abundancia y no en menor cantidad de especies, entre las que se encontraba el tigre, que por suerte no nos llegó a dar ningún susto. El viaje no fue largo, más bien tortuoso, pero llegamos de una pieza. Vistas de los paisajes desde la carretera La primera parada fue al Palacio Negro construido para el rey Sihanouk y cuya única particularidad era las vistas del mirador que posee. Allí dentro el guía nos estuvo contando cosas sobre la construcción de la carretera con gente obligada a trabajarla y un poco de historia de la época de los jemeres rojos. Vista del interior del Palacio Negro Seguidamente subimos otra vez al vehículo y cuando llegamos arriba de la montaña el guía nos repartió unas bolsas con unos bocatas, unos plátanos y agua y nos dejó vía libre para visitar la estación de montaña. Se trataba de un complejo abandonado, construido sobre Phnom Bokor durante la época colonial por los franceses como estación donde, imagino, irían de vacaciones. Formada por varios edificios y abandonada desde hace décadas su aspecto hoy día es fantasmagórico. El primer edificio que visitamos fue el hotel-casino Bokor Palace, que como decía Toni era igual de tenebroso que el de la película de “El resplandor”. Accedimos por las escaleras de la entrada principal y una vez dentro nos dispersamos. Tras tantos años de abandono solo quedaban restos de lo que fue en su día: un enorme hotel para gente adinerada en el que ya no quedaba nada. En las paredes sucias, resquebrajadas y llenas de moho se advertían agujeros originados seguramente durante la ocupación de los vietnamitas y los jemeres rojos. [img]Imponente entrada al hotel Bokor Palace[/img] Imponente entrada al hotel Bokor Palace El gran salón con su enorme chimenea estaba vacío dando la misma sensación que el de un barco hundido durante décadas. Paseando por éste casi podías imaginarte a los huéspedes cenando o bailando al lado del fuego del hogar. Era escalofriante. En los pisos de arriba se encontraba lo que debían ser habitaciones y baños, pues algunos conservaban aun los azulejos. La chimenea del gran salón Fuimos subiendo y al final llegamos a una enorme azotea. Desde allí, a escasos metros de un precipicio, podíamos contemplar la montaña y, si no hubiese habido niebla, hasta el mar. Aunque fue una lástima no poder llegar a ver el horizonte el espectáculo fue sustituido por otro igual de bonito. Desde esa altura podíamos ver como subían las nubes en forma de columna por el precipicio como si se tratara del humo de una hoguera. Con esas vistas decidimos sentarnos a almorzar, así que encima de la barandilla de piedra nos sacamos los bocatas y nos los comimos. Las nubes subiendo por el precipicio Nada mas terminar, y antes de que nos llamase el guía para seguir la visita, aprovechamos para bajar a la parte trasera del hotel y asomarnos al precipicio. Allí sentí la primera brisa fresca de todo el viaje. Menudas vistas... La siguiente parada fue la iglesia católica, abandonada al igual que el casino. Contaba el guía que allí se refugiaron los jemeres rojos mientras les atacaban los vietnamitas desde el hotel, supongo que por eso los trozos de pared y de cristales por los suelos. La iglesia solamente conservaba la estructura y no había ninguna imagen ni figura como era de esperar después de tantos años de abandono. De un sitio a otro nos entretuvimos haciendo fotos en el peculiar paisaje. Era como si estuviésemos entre el decorado de una película de terror, y el hecho de imaginarnos a gente ahí atrincherada aun le daba más emoción. La solitaria iglesia católica Seguimos visitando el resto de la estación pasando por la oficina de correos a la que se llegaba cruzando un pequeño puente, y cuando al guía le pareció que ya habíamos visto suficiente nos llevo a otra parte. En el acceso a la oficina de correos Esta vez fuimos a visitar un templo budista, no muy diferente de cualquier otro, pero muy peculiar por su ubicación arriba de la montaña y la tranquilidad en la que vivían sus monjes. Estaba lleno de trozos de tela colgando a modo de banderas que me hacían recordar a las que se ven en Nepal en los campos base de los montañeros que suben al Everest. Telas de colores al viento En el interior de uno de los recintos había un pequeño altar lleno de figuras de Buda con su siempre aspecto relajado, y seguro que debían estarlo porque en este lugar se respiraba mucha tranquilidad a veces roto por unos cuantos camboyanos domingueros como los que vinieron a hacerse fotos en el lugar. La bonita estampa de los budas en el interior del templo Para terminar el viaje, cuando ya pensaba que lo de coger el bikini había sido solo para convencernos de ir a la excursión, paramos en la cataratas de Popokvil. Las vistas desde arriba eran impresionantes, al igual que el vértigo que daba asomarse. Para llegar al nivel mas bajo tuvimos que cruzar por el río con el suelo deslizante y bajar por un sendero de barro entre los árboles, y encima descalzos. La gente iba resbalándose pero al final todos llegamos abajo. El color rojo del agua y su superficie llena de espuma no hacían nada apetecible el baño, y con el airecillo que empezaba a correr por allí me estaba helando, así que yo me quedé con el bikini y mirando desde las rocas. Caída del agua entre las rocas El guía se acercó al punto donde caía el agua del nivel superior y se metió debajo del chorro con los pantalones puestos. Luego se acercó a un punto del lago donde se podían levantar las piedras y creó un miniescondite debajo del agua en el que terminaron metiéndose todos. Mira que agusto estaba el guía... ¿lo véis? El rato de agua no fue muy largo, pues a la hora que era ya se notaba el fresco y salieron todos pronto. Solo quedaba la vuelta, que al igual que la subida fue de lo mas entretenida dando saltos todos por allí dentro del 4×4, y no miento si digo que el día siguiente tenía agujetas de hacer tanta fuerza para no darme golpes. Cuando volvímos a la guesthouse estábamos agotados, y después de darnos una ducha refrescante nos hicimos nuestra merecida cerveza fresca en la terraza. Mas tarde salimos en busca de un ciber para conseguir información acerca del problema de la cámara de vídeo que llevaba ya demasiados días sin funcionar. Tuvimos suerte y después de mucho rato conseguimos averiguar que haciéndole un reset podía volver en sí. Atiende que ciber!! Cuando salimos de allí las calles ya estaban oscuras como cada noche, y fuimos paseando hasta el río. En el trayecto, uno de los restaurantes que podría haber sido cualquiera en ese momento nos sirvió para disfrutar de la noche y cenar en tranquilidad. Cerveza, arroz, rollitos y relax, sobretodo relax… De camino a la guesthose nos percatamos de que había un local de alquiler de motocicletas, así que decidímos que el día siguiente haríamos nuestra propia excursión. Todavía sacamos fuerzas para quedarnos un rato en el salón de la guesthouse para comentar la jornada y escribir un poco de diario. El salón de Blissful guesthouse Esa noche me esperaba la sorpresa en la habitación cuando cogí la mochila para sacar el pijama y vi que detrás se escondía una araña enorme y peluda que me puso la carne de gallina y me hizo dar un salto hacia atrás. Justo cuando venía Toni con la intención de acabar con ella le dije “no, no, pobrecita, que me da pena” y la echamos hacia fuera, ilusa de mi pensando que se iría, sin pensar que iva a convivir con nosotros en la habitación el resto de los días y volvería a encontrármela… Índice del Diario: Camboya, más allá de los Templos de Angkor
01: Capítulo 1 - Viaje a Camboya
02: Capítulo 2 - Camino a Bangkok
03: Capítulo 3 - Bienvenidos al reino de Camboya
04: Capítulo 4 - Phnom Penh y el genocidio de los jemeres rojos
05: Capítulo 5 - Los campos de exterminio de Choeung Ek y el palacio real
06: Capítulo 6 - Kompong Cham, entrando en la Camboya más profunda
07: Capítulo 7 - Kratie, más Mekong y los delfines Irrawaddy
08: Capítulo 8 - Excursión en bicicleta por Koh Trong
09: Capítulo 9 – Camino a Siem Reap y las tarántulas fritas
10: Capítulo 10 – Primer día en los templos de Angkor
11: Capítulo 11 – Grandes paseos por los templos de Angkor
12: Capítulo 12 – De la jungla a la república de los monos
13: Capítulo 13 – La playa de Serendipity
14: Capítulo 14 - La playa de Otres
15: Capítulo 15 - Kampot
16: Capítulo 16- El Parque Nacional de Bokor y la fantasmagórica Estación de Montaña
17: Capítulo 17 - Escapada en moto por los alrededores de Kampot
18: Capítulo 18 - Despedida de Kampot y vuelta a Phnom Penh
19: Capítulo 19 - Paseando por Phnom Penh
20: Capítulo 20 - Visita al centro escolar de la ONG “Por la sonrisa de un niño”
21: Capítulo 21 – Les paillotes y las casas del vertedero de Phnom Penh
22: Capítulo 22 - Adiós Camboya
23: Capítulo 23 - La noche de Bangkok
24: Capítulo 24 - Bangkok express
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