Me adelanto al gallo, y me siento en la mecedora del balcón a las 4 de la mañana. Los sonidos del bosque de al lado son apabullantes, al tiempo que voy viendo descubrirse a medida que va amaneciendo, la silueta triangular del Arenal. Ayer no se le pudo ver escupir lava, pero a esta hora, se distingue nítidamente el brazo de humo que asciende al cielo desde el cráter de ese grano terrestre. Sin dejar de mirar, le pillo en un estornudo que arroja un hongo negro a la atmósfera.
Cristóbal y yo, comenzamos la excursión a las cataratas de La Fortuna a las 6 de la mañana, después de desayunar en la cocina al aire libre del jardín del hotel. Hay dos caminos, uno bajando al pueblo hasta la iglesia y torciendo a la derecha hasta coger la carretera que te lleva directo a la caída, y otro subiendo por la carretera en dirección al volcán y girando a la izquierda por camino rural hasta enlazar, ya a 2 kms de las cataratas, con la misma carretera de la otra ruta. Optamos por esta última, y nos cruzamos con la escuela y escolares, la maravillosa Costa Rica rural, bicicletas y caminantes, quebradas, una colonia de tucanes quioro de cuerpo negro y pico amarillo, mientras el sendero va bordeando la falda izquierda del volcán.
Llegamos los primeros, media hora antes de que abran el parque a las 8. Pagamos los 10$ de la entrada, y comenzamos a bajar escalones, muchos escalones, hasta llegar a la caida de agua en medio de la espesura. Mi compañero y el chico de la pareja de españoles con los que hemos coincidido, se bañan en la poza principal que forma la catarata. Yo digo que no, con la excusa de volver a la infancia y me voy a una balsa secundaria más mansa, con el agua a la altura del ombligo. Está fresca y el remanso a tope de pescados.
Pasado el rato, viene lo peor, que es remontar los cientos de escalones que bajamos. Como el tabaco me manda saludos, le digo a mi compañero que tire a su ritmo, y que nos vemos en el hotel donde nos ha de recoger el jeep para Monteverde. Durante el steeping comienza a llover, pero ya da igual, porque en Costa Rica en época de lluvias, uno no se puede quitar la humedad en todo el viaje. Al llegar a las oficinas del parque, me seco y charlo un rato con la pareja de viajeros de antes, que me han alcanzado. Saludos para ellos. Me cambio, para de llover, e inicio los placenteros 4 kms de camino de vuelta. Al llegar, ducha y recogida de bártulos.
A las 2 y media en punto, llega el jeep que nos recoge, cargado con 4 asiáticos. Para en el Tabacón Resort, y carga otros dos asiáticos sin una arruga en la ropa y ella con abrillantados zapatos de gala. Cambiamos a la lancha que nos cruza la laguna, y al otro lado nos recoge el jeep de Hernan, el cual nos advierte del camino de 1 ¾ que nos espera hasta Monteverde. Nos hace montar atrás para que agarren las ruedas traseras, y partimos. A los 15 minutos de baches y piedras, nos avisa diciendo -”mi gorda”-, de la primera parada delante de un lodge que resulta ser su casa, y de cuya entrada sale una chica joven. la conversación es la siguiente:
-Hernán: -gritando a través de la ventanilla del copiloto bajada-, cuando llegue arriba te llamo.
-Chica: no te oigooo.
-Hernán: -a gritos-, que cuando llegue arriba te llamooo.
-Chica: -se acerca al vehículo-.
Nosotros, como espectadores en el palco de un teatro durante una romántica escena en un acto, seguimos emocionados la realista obra.
-Chica: -llega y se apoya en la ventanilla abierta del jeep-
-Hernán: -en tono susurrante-, te quiero mi amor.
-Chica: yo también, mi amor.
Los asiáticos por cultura, prefieren no expresar sentimiento alguno. Yo, no aplaudo pero sonrío. Llegamos a las cabinas Vistas del Golfo sobre las 7 de la tarde, 3 ½ o 4 horas después de la salida de La Fortuna. La vista que encontramos a 1 metro del balcón de la habitación es la pared metálica de una nave, y sólo hay dos camas, por la que dicen que nos rebajan la noche a 35$. Irene, baja y vuelve a subir con la situación arreglada. El sorteo de la habitación individual que ha conseguido me toca a mí, así que me traslado a un zulo , pero para mí más que suficiente con la buena cama, el baño y la limpieza. De todas maneras, me trago todas las conversaciones, contrataciones, e informaciones en todos los idiomas, que acontecen en la recepción contigua.
Nos juntamos con Montse y Yolanda, las viajeras barcelonesas con las que hemos ido coincidiendo en varios puntos de la ruta, que viajan con vehículo alquilado, y nos vamos al Ranario que por 12$ la entrada, nos ofrece el entusiasmo de un chaval con conocimientos raneros, que nos introduce en el mundo de los batracios ticos, sapo gladiador, ranas cristal, verdes, arbóreas, dardo, ...
Tanto croar se nos pega al estómago, así que nos vamos a la soda Bonanza por referencia de las chicas, y nos alimentamos además de con un casado (plato combinado), regado con imperiales, por 3500 colones (7$), ollas ticas, pechugas de pollo, aguas, y arroces, con los conocimientos excesivamente exhaustivos de lo que tragamos, por la cháchara incesable del taladro charlatán dueño. Me invita a un chupito de huevo de tortuga que declino pidiéndole una prórroga de la oferta para otro día, y se lo acaba tomando el chico de una pareja de españoles sentados detrás que, corroborando la grandeza de los testículos de la raza española, se bebe el trago y después de una exhibición de muecas Jim Carrey, sale del paso con un “está algo fuerte”, mientras el amo de la tasca con su hija en brazos, alaba las virtudes afrodisíacas y el vigor y potencia sexual que proporciona el inmundo brebaje.
Sin más, me despido. Estoy cansado porque han pasado 18 horas y media desde las 4 de la mañana, así que cierro los ojos y sueño.